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Extractos - Jeff Foster

¿Dentro y fuera del ahora?

Por Jeff Foster
Jeff Foster

Nos han enseñado a concebir el momento presente como si fuese una rodaja de tiempo infinitesimalmente fina encajonada entre el pasado y el futuro, pero eso no es del todo correcto. En lugar de referirnos a él como «el momento presente», llamémoslo «el movimiento presente» para poder así verlo de forma distinta; como la danza presente de la vida, esta danza inmediata, en tiempo real, vibrante y siempre cambiante de pensamientos, sensaciones, sentimientos, sonidos, olores, impulsos, imágenes, recuerdos y sueños.

Cuando observamos con ojos nuevos el lugar en el que estamos, lo único que vemos es el movimiento presente, no en el pasado o el futuro ―que también aparecen aquí como imágenes, sentimientos, recuerdos y proyecciones―, sino en un Ahora vivo, que está sucediendo. Solo existe este movimiento presente, que incluye «tu» pasado y «tu» futuro y que es lo único que has conocido siempre, lo único que jamás conocerás, pues incluye también todo lo que sabes y todas tus dudas.

Y la cuestión es: ¿quién o qué es consciente de este movimiento? Si quien eres realmente estuviese atrapado en él, contenido en él, definido y limitado por él, nunca podrías conocer el movimiento como tal. Por decirlo de forma simple, quien tú eres verdaderamente nunca se mueve y, por eso mismo, siempre es consciente de todos los movimientos del momento, de igual modo que la pantalla del cine permite que aparezcan en ella todas las películas, todos esos lugares y todos esos saltos en el tiempo hacia el pasado y hacia el futuro, pero ella misma ni se mueve, ni envejece, ni viaja en el tiempo, sino que siempre permanece firmemente anclada corno Presencia. Tú eres el telón de fondo silencioso, quieto e inmutable del movimiento presente de tu vida. Todos los movimientos suceden en tu Presencia y a causa de tu Presencia. Tú eres la única constante.

El pasado ―en forma de pensamientos, recuerdos, imágenes― tiene lugar Ahora, no «en el pasado».

El futuro ―en forma de imágenes, planes, esperanzas, sueños, fantasías― tiene lugar Ahora, en tu Presencia, no «en el futuro».

Todo pensamiento ―incluso uno sobre el pasado― es un pensamiento presente. Todo sentimiento ―incluso uno aparentemente contigo― es parte del movimiento presente de la vida. Todo sonido, todo olor, todo sabor, todo sueño, todo deseo surge aquí, justo donde estás; aparece y se disuelve en tu inmutable Presencia, que jamás ha ido a ningún otro sitio ni en el tiempo ni en el espacio.

El Ahora no es una fina rodaja de tiempo entre el pasado y el futuro, sino la capacidad para el pasado, el presente y el futuro, el potencial ilimitado de la experiencia. Y, de este modo, podemos afirmar que no puedes «entrar» o «salir» del Ahora; tú eres el Ahora.

 

¡Sé mi amante, mundo!

El amor no es un sentimiento; si fuera un sentimiento iría, y vendría, como en las grandes obras teatrales.

El amor no es un pensamiento; si fuera un pensamiento, tendría un opuesto. El amor es demasiado inmenso como para ser contenido en un pensamiento.

El amor no es una creencia; si fuera una creencia, dudarías de él. Y, ¿quién iba a creerlo?

El amor no es un estado; si fuera un estado, podrías entrar o salir de él. O perderlo.

El amor no es una experiencia; si fuera una experiencia, comenzaría y terminaría, y después anhelarías su regreso.

El amor no es algo que pueda encontrarse; si tuviera que encontrarse también se podría perder. Tendrías que aferrarte a él con toda tu alma. El amor es algo mucho más simple, más amable, menos dramático. Menos urgente, más presente.

El amor es el espacio en donde todo aparece. Cada pensamiento, cada sensación, cada sentimiento ―placentero, doloroso, feliz, incómodo, erótico, suave o intenso― es acogido en el inmenso abrazo del amor.

Sí, tú eres el espacio para todo ello, absolutamente íntimo con cada aliento, amando cada latido del corazón, cada sonido, cada aroma, cada sensación corporal, cada impulso ardiente, cada momento de vida.

Tanto si sientes que estás enamorado como si no, en todo caso amas la felicidad y el hastío de la existencia, las certezas y las dudas, el placer y el dolor, el éxito y el fracaso, la búsqueda y el descanso, cada movimiento sagrado de este sorprendente mundo soñado.

Todo lo que se puede tener también se puede perder. Todo lo que podemos ganar también nos lo pueden arrebatar. Todo lo que podemos construir puede igualmente convertirse en polvo en un instante. Todo lo que puede crearte también puede destruirte.

Tan solo el amor perdura. Tan Solo el amor.

No un sentimiento, no un pensamiento, no una creencia, no un estado, no una experiencia, no algo que «tienes», no algo en lo que estás «dentro» o «fuera», no en algo que «consigas» de los demás ―más allá de todos los mitos románticos que nos han vendido―. Nada de todo eso, sino el infinito abrazo de todo ello.

El amor eres tú. Tú, antes de tener ningún nombre, antes incluso de haber nacido, antes de que el universo adoptase forma alguna.

Tú. Tú eres el Uno. El Uno que siempre has estado buscando. La llamada del corazón imposible de callar. El grito que surge desde lo más profundo de tu ser. El frágil silencio en medio de la noche. No volverás a abandonarte a ti mismo nunca más.