Extractos - Javier Melloni
Cada instante es un umbral
Introducción al libro De aquí a Aquí
Por Javier Melloni
Todo lo que necesitamos está aquí y todo lo que está aquí lo necesitamos. Pero pocas veces accedemos a la completud de este Aquí porque estamos distraídos o bloqueados en otro aquí. Tal es la paradoja de la condición humana: tener conciencia sin ser apenas conscientes, estar aquí y ahora en cada momento y, sin embargo, no llegar a estar plenamente presentes en ningún momento, con el agravante de que nuestra percepción parcial nos hace pensar que es total, haciéndonos creer que eso es todo lo que podemos vivir. El coste es grave: nos sostenemos frágil e inestablemente a costa de un permanente debilitamiento de nuestro ser.
Lo que buscamos ya está en y entre nosotros. En verdad, es nosotros, pero permanece como Otro mientras no lo hallamos. El Aquí del que nos sentimos exiliados es la tierra pura en la que ya estamos. Mientras buscamos, desdoblamos el aquí en el que no acabamos de estar respecto del Aquí que anhelamos y que esperamos hallar allá. Corremos agitados e insatisfechos. Cuando lo encontramos, nos encontramos. Entonces pueden desplegarse las potencialidades del Aquí en el que ya estábamos y que aguarda en todo momento nuestro despertar.
Buscando, nos abrimos de tal modo que desaparece la separación entre lo que buscábamos y lo que encontramos. Entonces somos encontrados en presencia de el[lo]-que-es. Tan cerca y a la vez tan lejos, tan lejos y a la vez tan cerca.
Pero no es suficiente encontrar y encontrarse a sí mismo en el Sí-mismo-presente-en-todo por unos instantes para volver a perderse. Hay que poder permanecer arraigados y estables en Él[Ello]. En cada momento hay un verterse de lo que adviene y un acoger lo que se vierte. Esto sucede en cada situación que se nos da a vivir. Pero la mayor parte del tiempo estamos des-terrados, fuera de la tierra que nos sostiene. No lo apercibimos. No somos capaces de acoger lo que en ese mismo momento se nos está dando porque andamos ansiosos y dispersos, incapaces de recibir el ahora en el que estamos transcurriendo y recibiendo el ser.
Para ello se requiere un acrecentamiento de conciencia. No es cuestión de creer, sino de ver. La consciencia es mucho más que el pensamiento. Participan la percepción, el corazón y la mente, y los tres están sostenidos por la determinación de permanecer abiertos, en estado de receptividad y de entrega, esos dos tiempos que ritman nuestra vida, como la respiración y el latir del corazón.
Sostenerse en estado de acogida y ofrenda convierte el Exilio en Reino. «El Reino de Dios está en vosotros», dijo el Rabino de Nazaret en diversas ocasiones. El Exilio y el Reino no son lugares. Son estados. Y ambos están en cada lugar y en el mismo lugar. Hallarse en el Exilio o en el Reino depende de cómo vivamos cada situación. Este cambio de estado es un umbral que puede cruzarse en cada momento. En el budismo se dice que existen ochenta y cuatro mil entradas en el Dharma. Dharma no entendido como enseñanza sino como el orden verdadero de las cosas, como el fondo de la realidad. Ochenta y cuatro mil es un número simbólico de desmesura. Significa que existen infinitas posibilidades de entrar en lo real, tantas posibilidades como situaciones se presentan. Cada momento, cada circunstancia es una oportunidad.
Cada instante nos llega incondicionado, fresco, inmaculado. Brota de un Fondo que desconocemos, y en cada momento tenemos la posibilidad de recibirlo. Cada ahora contiene el potencial de ser acogido de un modo pleno, pero también puede encontrarnos distraídos. Cada situación que adviene es el umbral que estamos invitados a cruzar. Nadie lo puede hacer en nombre nuestro. Nadie puede sustituir nuestra vida, ningún instante de nuestra existencia puede ser delegado a otra persona ni a otro momento. Pero sí que podemos ayudarnos mutuamente a ser nosotros mismos y a completar el Todo que formamos entre todos. Cada ahora contiene la densidad de toda nuestra existencia. Se trata de que estemos abiertos y despiertos. En palabras de Bodhidharma, el primer patriarca de la tradición zen:
El lugar por donde se camina es el lugar del despertar, el lugar donde estoy tumbado es el lugar del despertar, el lugar donde estoy sentado es el lugar del despertar, el lugar donde estoy de pie es el lugar del despertar. Levantar o bajar el pie es el lugar del despertar.
Todo está aquí, pero somos incapaces de verlo. La avidez nace de la sensación de carencia, ya sea física, psíquica o espiritual. El gran trabajo, la gran obra, consiste en sostenerse en esa sensación de vacío sin querer saciarla con un objeto externo, porque entonces solo se colma pero no se transforma. Hay que poder detenerse en esa sensación, en cada percepción, observarla e ir hasta su origen. Todo es signo de otra cosa más alta, más amplia, más profunda. Hemos de cuidar las condiciones que nos permitan esta receptividad. De otro modo, sensaciones y emociones nos arrastran en un sucederse continuo y aquí jamás se convierte en Aquí ya que nuestras vivencias difusas o compulsivas nos condenan a convertirnos en objeto de nosotros mismos en lugar de sujetos. Llegar a ser sujetos es la clave de nuestra libertad, sea cual sea la situación en la que nos encontremos. Así lo comprendió François-Xavier Nguyen van Thuan la primera noche de su arresto, obispo vietnamita que estuvo ocho años en prisión:
Ayer por la tarde fui detenido. Trasportado durante la noche de Saigón hasta Nha Trang, a cuatrocientos kilómetros de distancia en medio de dos policías, he comenzado la experiencia de una vida de prisionero. Hay tantos sentimientos confusos en mi cabeza: tristeza, miedo, tensión; con el corazón desgarrado por haber sido alejado de mi pueblo [...]. Pero en este mar de extrema amargura, me siento más libre que nunca [...]. De camino a la cautividad he orado: «Tú eres mi Dios y mi Todo» [...]. En la oscuridad de la noche, en medio de este océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me despierto. Debo afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. Si espero el momento oportuno para hacer algo verdaderamente grande, ¿cuántas veces se me presentarán ocasiones semejantes? No. Debo aprovechar las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria. No esperaré. Vivo el momento presente colmándolo de amor. La línea recta está formada por millones de puntos unidos entre sí. También mi vida está integrada por millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Dispongo perfectamente cada punto y mi línea será recta. Vivo con perfección cada minuto y mi vida será santa.
Esta determinación de vivir en el presente es lo que le salvó de la depresión, de la locura o del suicidio. Durante ocho años, cada instante se convirtió en un umbral para transformar el tiempo de prisión en un retiro, su celda de prisionero en celda de ermitaño. Nadie puede hacer esto por otro. Solo puede brotar de nosotros mismos. Pero si logramos hacerlo, nuestra vida y nuestro entorno se transfiguran. De nuevo en palabras de Bodhidharma:
Que todo lugar sea un no-lugar: este es el lugar del despertar. La persona realizada no rechaza ningún lugar, no se aferra a ningún lugar, no escoge ningún sitio, pero hace de todo un acontecimiento del Buda. Los nacimientos y las muertes se convierten en acontecimientos del Buda, la misma ilusión se convierte en acontecimiento del Buda.
La naturaleza búdica, la naturaleza crística, la naturaleza muhammatiana, la naturaleza esencial, el Sí mismo... Son diferentes modos que tienen las diversas tradiciones de expresar Lo que está oculto en el otro lado de aquí mismo.
De vez en cuando somos asaltados por irrupciones de lucidez y Presencia indecibles. De uno de estos asaltos brotó este poema, que es el que dio origen a todos los demás que cierran cada capítulo:
He vuelto a ser alcanzado
por ráfagas
de belleza inenarrable.De nuevo he sido raptado
por sobresaltos
de contornos inefablesque despiertan
siempre en mí
la misma sed,
el mismo anhelo
de perderme en Ti.Cada vez que asomas
a través de formas
de humildad
y armonía cóncavas,me confirmo
que todo esto
es un exiliodonde se proyectan
sombras
de Otro Lugar
oculto
en el reversode Aquí
mismo.