Sección Maestros y Autores

El imán Junayd al-Baghdadi, conocido popularmente como Hazrat Junayd Baghdadi, nació en Nihawand en Persia, pero su familia se estableció en Bagdad, donde estudió Derecho Islámico según la escuela del Imam Shaf'i, y finalmente se convirtió en juez principal en Bagdad. En la disciplina sufí, era el seguidor cercano de su tío, Shaykh as-Sari as-Saqti. Aunque era el maestro espiritual de Mansur al-Hallaj, se vio obligado, en calidad de juez principal de Bagdad, a firmar la orden que autorizaba la ejecución de al-Hallaj. En ellla escribió: "Según la Ley Islámica, es culpable. Según la Realidad Interior, Allah lo sabe".

Debido al antagonismo de los eruditos religiosos ortodoxos contra los sufíes, el Imam Junayd realizó sus prácticas espirituales y enseñó a sus seguidores más cercanos detrás de siete puertas cerradas. De sus cartas, tratados breves y relatos de biógrafos sufíes y sufíes posteriores, se deduce que para él la forma de vida sufí significaba el esfuerzo permanente por regresar a la fuente de uno, que es Dios, y de donde todo procede. Para él, el amor espiritual significaba que "las cualidades del Amado reemplazan a las cualidades del amante".

Enseñanzas

Las contribuciones de Junayd al sufismo son muchas. Sus ideas básicas tratan sobre una progresión que lleva al "aniquilamiento" (fana)* de uno mismo para estar en una unión más cercana con lo Divino. La gente necesita "renunciar a los deseos naturales, eliminar los atributos humanos, descartar los motivos egoístas, cultivar cualidades espirituales, dedicarse al verdadero conocimiento, hacer lo que es mejor en el contexto de la eternidad, desear el bien para toda la comunidad, ser verdaderamente fiel a Dios y seguir al Profeta en los asuntos de la Shari'a". Esto comienza con la práctica de la renuncia (zuhd) y continúa con un alejamiento de la sociedad, la concentración intensiva en la devoción (ibadat) y el recuerdo (dhikr) de Dios, la sinceridad (ikhlas) y la contemplación (muraqaba) respectivamente; la contemplación produce fana. Este tipo de "lucha semántica" recrea la experiencia del juicio (bala) que es clave en los escritos de Junayd. Esto permite a las personas entrar en el estado de fana.

Junayd divide el estado de fana en tres partes: "1) morir a los propios atributos a través del esfuerzo de oponerse constantemente al yo-ego (nafs); 2) morir al sentido del propio logro, es decir, morir a "la parte de los dulces y placeres de la obediencia"; y 3) morir a la visión de la realidad "de tus éxtasis como signo de que lo real te domina". Todas estas etapas ayudan a alcanzar fana. Una vez que se ha alcanzado, una persona está en el estado de permanencia , o baqa. Es a través de la etapa de baqa que uno es capaz de encontrar a Dios, o mejor dicho, que Dios lo encuentre a él. Sin embargo, llegar a baqa no es una tarea fácil; superar las tres etapas requiere disciplina y paciencia estrictas. Incluso existe un debate entre los académicos sobre si la tercera etapa es posible o no.

Junayd ayudó a establecer la escuela "sobria" del pensamiento sufí, lo que significaba que era muy lógico y erudito sobre sus definiciones de varias virtudes, tawhid, etc. El sufismo sobrio se caracteriza por las personas que "experimentan fana [y] no subsisten en ese estado de absorción desinteresada en Dios, sino que Dios las devuelve a sus sentidos. Tales retornados de la experiencia de abnegación se reconstituyen así como seres renovados", al igual que una persona intoxicada se vuelve sobria. Por ejemplo, se cita a Junayd diciendo: "El agua adquiere el color de la taza". Si bien esto puede parecer bastante confuso al principio, 'Abd al-Hakeem Carney lo explica mejor: "Cuando entendemos que el agua se refiere a la Luz de la Divina auto-revelación, nos lleva al importante concepto de 'capacidad', por el cual la epifanía divina es recibida por el corazón de cualquier persona de acuerdo con la capacidad receptiva particular de esa persona y será 'coloreada' por la naturaleza de esa persona". Como se puede ver, una frase tan simple tiene un significado tan profundo; devuelve al lector a una comprensión más profunda de Dios a través de una metáfora más reflexiva.