Ruta de Sección: Inicio > Libros > Artículo

Libros - Gonzalo Rodríguez-Fraile

¿Un nuevo paradigma de la realidad?

¿Un nuevo paradigma de la realidad?

La visión que la cultura ha ofrecido históricamente acerca de la realidad, no ha contribuido a que los seres humanos hayan podido vivir en plenitud ni alcanzar su potencial.

En los últimos años, se está produciendo una revolución del conocimiento que una vez comprendida, puede transformar por completo al ser humano ofreciendo soluciones novedosas a los problemas personales y colectivos al haber identificado, por fin, sus causas primordiales.

Con los conocimientos actuales, ya no es necesario abandonar la racionalidad para poder comprender las realidades espirituales y las múltiples dimensiones que las componen. Esta nueva visión tiene el poder de acabar con el sufrimiento humano y aumentar la paz interior, que es el anhelo principal de todo ser humano.

La nueva ciencia ve un diseño inteligente en todo el Universo. La física cuántica ha revolucionado el conocimiento sobre la realidad. Todos los científicos son conscientes en la actualidad de los «enigmas» cuánticos, pero no todos están de acuerdo en cuanto a la forma de interpretarlos. En este libro se ofrece una interpretación que puede llegar a explicarlos. Esta se basa en la idea de la «ciencia dentro de la consciencia». A lo largo del presente trabajo se hará evidente cómo esta interpretación es la que más se asemeja a la visión de la realidad que han ofrecido tanto la sabiduría perenne de la Humanidad como las enseñanzas de las grandes maestros espirituales a través de la historia.

El propósito de este libro, en su primera parte, es describir brevemente qué dicen actualmente algunos de los principales pensadores de la ciencia y la filosofía acerca de la realidad, y cómo esta nueva visión del mundo parece estar convergiendo con lo que la sabiduría perenne de la Humanidad ha afirmado a lo largo de la historia.

Este libro también tiene el objetivo, que se desarrollará en su segunda parte, de tratar de entender lo que puede suponer para los humanos la exposición a este nuevo conocimiento, y cuáles son los cambios en el interior de uno mismo que cualquiera puede llevar a cabo a la luz de esta información.

Este libro pretende unir, no separar; ayudar a la Humanidad a elevar su nivel de consciencia, para vivir una existencia de mayor calidad en conformidad con su dimensión espiritual.

Gonzalo Rodríguez-Fraile

Gonzalo Rodríguez-Fraile se dedica en la actualidad a impartir conferencias sobre el nuevo paradigma de la realidad, ayudando a incrementar el nivel de consciencia a todas aquellas personas que lo deseen.
Gonzalo es Máster en Administración de Empresas (MBA) por Harvard Business School y Licenciado en Derecho. Fue premio extraordinario de la Universidad de Navarra y premio nacional al mejor expediente académico en Derecho en toda España.
Antes de cambiar el propósito de su vida, tuvo una amplia trayectoria empresarial como fundador o co-fundador de varias empresas en los sectores bancario, financiero, capital riesgo y biotecnologia en Estados Unidos, Europa y China. Asimismo, ha pertenecido al Consejo de Administración de varios bancos y empresas internacionales. / Más info

Detalles del libro:
  • Nº de páginas: 480
  • Encuadernación: Rústica
  • Formato: 15 x 22.6
  • ISBN: 978-8460820536

Prólogo del autor

Hace unos quince años comencé un viaje que cambió mi percepción sobre el sentido de la vida. Cuando tenía unos 40 años, un buen día decidí pausar y hacerme una pregunta: ¿Cómo era posible no ser capaz de ser feliz en todo momento, a pesar de contar con todos los ingredientes para ello? Aparentemente, todo en el exterior estaba bien —unos hijos estupendos, éxito profesional, abundancia de recursos, salud, etc.—; pero no era posible para mí escapar de muchos momentos de angustia, estrés, preocupación y pequeños problemas de salud asociados al estado de mi mente.

Como todo el mundo, en la vida había experimentado éxitos y fracasos, pero más los primeros que los segundos, y no había tenido que enfrentarme a muchas situaciones dramáticas que sí ocurrían a otras personas cercanas a mí. Aun así, no todo estaba bien en mi interior, y ello a pesar de que había gozado de una extensa formación, tanto académica como religiosa.

Me dije a mí mismo: ¿De qué sirve el éxito externo si no me lleva a estar siempre feliz y en paz? Comprendí que lo que podía aprender de la cultura predominante seguiría sin resolver ese problema, y decidí embarcarme en un viaje de investigación externa y al mismo tiempo de introspección; en él he invertido algunas miles de horas. Este viaje se convirtió en un propósito central de mi vida a partir de ese momento.

Como era una persona más bien “mental”, y mi educación había sido racional, decidí comenzar por investigar el conocimiento disponible. Inicié el estudio tanto de la sabiduría expresada por todo tipo de pensadores a lo largo de la historia (en Oriente y Occidente), como de las conclusiones de la nueva investigación en algunas de sus facetas —física, cosmología, psicología, filosofía, epigenética, teología, etc.—.

El principio del viaje, que duró varios años, consistió fundamentalmente en la acumulación de datos. La nueva comprensión de la realidad que comenzó a emerger ante mis ojos me convenció de la necesidad de empezar a vivir de acuerdo con esa nueva información adquirida; así que ese fue el enfoque que adopté en los siguientes años. Al comprobar el efecto y la transformación que tanto esa nueva comprensión como mi entrenamiento en ella me habían producido, pensé que también podría hacerlo en otros, y durante los últimos años he dedicado gran parte de mi vida a transmitir esa información. El siguiente objetivo era lograr sintetizarla de forma que otras personas pudiesen ir más rápido que yo.

En este proceso comprendí, en primer lugar, que la manera que mi mente tenía de interpretar la realidad era incorrecta. La cultura en la que me eduqué no había entendido todavía el funcionamiento del Universo como actualmente lo explica la física moderna; eso era, precisamente, lo que me impedía vivir con comodidad las enseñanzas espirituales en la realidad. Por ejemplo, había escuchado la recomendación de “poner la otra mejilla” ante una agresión, y también la de “buscar el Reino interior y confiar en la añadidura”; pero mi mente no creía que fuera posible poner en práctica tales enseñanzas en el mundo real. En el primer caso, pensaba que podrían hacerme daño si no me defendía de una agresión; en el segundo, que nada ocurriría si no me centraba en trabajar duro en los problemas y situaciones que tenían lugar “ahí fuera”.

Mi mente era un obstáculo porque aún creía —aunque tuviese fe religiosa— en una visión “materialista” de la realidad originada en el conocimiento de la física clásica, desde la que fundamentalmente se piensa en la realidad como un conjunto de objetos suspendidos en el espacio y separados entre sí, sin gran relación entre ellos.

A través de la investigación de los nuevos conocimientos de la ciencia y la filosofía, y su interrelación con las grandes enseñanzas espirituales de la Humanidad, comprendí que las cosas no eran como pensaba hasta ese momento, y que tampoco el ser humano era como yo creía.

Descubrí que el Universo no está fragmentado, sino que es un sistema unitario que integra todas las partes, y en el que todo está interconectado. Además, el Universo posee inteligencia e intención propias; esta última es la evolución creativa. El ser humano no consiste en un cuerpo y una mente que además tiene un alma, sino fundamentalmente en un alma que posee un cuerpo y una mente temporales para poder experimentar y evolucionar en el mundo material.

Estos dos descubrimientos lo cambiaron todo en mi comprensión. Poco después llegué, además, a la conclusión —de la mano de los nuevos conocimientos científicos y de la mística, sin confundir los diferentes niveles a los que se aplican— de que el Universo es multidimensional, y de que las dimensiones de más alta vibración —las más sutiles, que no se perciben a través de los sentidos o sus extensiones— ejercen una influencia total y un enorme poder causativo sobre las más densas —que se corresponden con la tercera dimensión que sí es posible percibir a través de los sentidos—.

En este libro pretendo explicar que todo lo que ocurre es perfecto y necesario para la evolución de las almas; de lo contrario, no ocurriría, porque la Inteligencia del Universo que causa la manifestación es muy eficiente, y no comete errores ni malgasta energía. Esta idea quedará más clara a lo largo del libro.

Si todo esto era así, se hacía evidente que era necesario afrontar un cambio en la polaridad interior: el énfasis tenía que ser situado “dentro” de uno mismo, y no “fuera”. Es decir, si la realidad es perfecta y necesaria, y yo he venido al mundo con el propósito de crecer, y no con otro, tengo que trabajar en mi interior para “perder agenda propia” y poder fluir con la manifestación (la realidad), en vez de trabajar “fuera” para cambiarla, de forma que se acomode a mis gustos particulares.

Cuando comprendí la existencia y el significado de los niveles de consciencia (véase el capítulo 3, Parte 1), por primera vez mi mente dispuso de un “mapa” claro y seguro, que me ayudaba en gran medida a saber hacia dónde dirigir los esfuerzos. También contribuyó a que pudiera, por fin, identificar correctamente la principal causa de las dificultades humanas.

Otro aspecto que este nuevo conocimiento me hizo comprender con claridad fue cómo aumenta el potencial humano disponible a medida que se asciende a los niveles superiores, y cómo la felicidad correlaciona con esos niveles.

Comprendí, así mismo, el funcionamiento del ego, y que el crecimiento espiritual consiste en una pérdida sucesiva de ego, que se traduce en un cambio en la experiencia psíquica interna, más que en un control de la conducta externa. Una vez producido el cambio interno, lo externo cambia solo y sin dificultad.

Concluí, por tanto, que esta nueva visión de la realidad se producía por la convergencia de muchas disciplinas del conocimiento que ya no podían seguir estudiándose por separado en cada una de sus especialidades, sino que habían de integrarse para comprender mejor la realidad unificada —ya no fragmentada—. La física, la astronomía, la epigenética, la filosofía integral, la psicología transpersonal y otras disciplinas parecen estar convergiendo en un Nuevo Paradigma de la realidad.

Este Nuevo Paradigma encaja perfectamente con lo que han venido argumentando los místicos a lo largo de la historia de la Humanidad. Este entendimiento supuso para mí un segundo grado de certeza. Al estudiar tanto las enseñanzas como los procesos de los místicos, en Oriente y en Occidente, me sorprendió que sus testimonios eran esencialmente los mismos, a pesar de las diferencias culturales bajo las que fueron expresados.

También comprendí que los Maestros espirituales del pasado, en su conjunto, habían hablado de casi todo aquello de lo que era posible hablar, aunque no todos lo hicieron sobre todo. Por ejemplo, Jesús habló en profundidad del Amor, pero no de la composición de la realidad cosmológica. Por ello me resultó muy útil conocer las enseñanzas de muchos Maestros, para así conseguir cubrir todos los aspectos de la realidad.

Todas estas comprensiones cambiaron mi mente y mi corazón, y me dispuse a intentar practicar esta nueva información en la vida diaria.

Al principio, cómo no, me encontré con algunas dificultades. Pero poco a poco fui entendiendo mejor cuáles eran los cambios internos que era necesario hacer. Dice la tradición que el Maestro siempre aparece cuando el discípulo está “listo”; y en el momento preciso llegó a mis manos la información adecuada para este entrenamiento, así como los Maestros oportunos.

A lo largo del proceso comprendí que era mi obligación desarrollar la aceptación y la autorresponsabilidad de mi propio crecimiento —es decir, asumir —. También fui entendiendo cómo tenía que utilizar la herramienta del pensamiento y cómo “soltar” apegos y condicionamientos para generar una mayor paz interior, que es la puerta de entrada a las facultades superiores de la consciencia.

Pero sobre todo, y por primera vez, comprendí la existencia de las Leyes Universales y su funcionamiento. Esto me permitió intentar fluir con ellas, ya que su cumplimiento es inexorable y desconocerlas no nos exime de experimentar sus resultados. Fui consciente de que mi desconocimiento de esas Leyes no había traído los resultados esperados a mi vida ni a la de los demás.

Confío en que este libro sea de utilidad para todas las personas que están buscando la información y comprensión que les permita acelerar y hacer más eficiente su proceso de evolución de consciencia. Éste es, en definitiva, el propósito de nuestra existencia en este mundo de la forma.

Para concluir este prólogo, se reproduce a continuación la carta, atribuida a Einstein, que éste escribió a su hija en el final de su vida. En realidad, no se ha conseguido confirmar la veracidad de su procedencia, pero si no fuese del científico, merecería serlo.

«Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la Humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido, aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario: años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el Universo aunque aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el Amor.

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del Universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.

El Amor es luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe; el Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras; el Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la Humanidad no se extinga en su ciego egoísmo; el Amor revela y desvela; por amor se vive y se muere; el Amor es Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da Sentido, en mayúsculas, a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque nos da miedo, ya que es la única energía del Universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.

Para dar visibilidad al Amor he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E=mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del Amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el Amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

Tras el fracaso de la Humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del Universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un Sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y que cada ser sienta que habita en él, el Amor es la única y la última respuesta.

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de Amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño, pero poderoso, generador de Amor, cuya energía espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el Amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque es la quintaesencia de la vida.

Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón; pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta.

Tu padre, Albert Einstein».

Selección de textos: