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Libros - Enrique y Mercedes Montalt

Solo estar

Solo estar

Solo estar es un libro que invita a quedarnos en casa, a permanecer en lo que somos. Nos hace descubrir que cuanto más entramos en nuestro yo, más nos adentramos en “la Realidad”. “Solo estar” es un estado de comunión, percibirnos y convertirnos en Uno. Cuando permanecemos en solo estar, estamos y vivimos en el Silencio que abraza todo lo Real.

Los ocho capítulos, con un tono vivencial, discurren a través de narraciones y reflexiones que nos hacen descubrir que solo estar es una participación en la comunión con Dios; que a Dios lo percibimos en lo hondo de nuestro ser.

Cuando vivo la experiencia de solo estar participo del misterio de Dios que me hacer ser yo mismo y fundamenta el anhelo de contribuir a mejorar el mundo. Lo único necesario para transmitir el Evangelio es “estar” con Jesús, vivir en el espíritu de Jesús la experiencia del Padre. Y es esa experiencia de solo estar con Jesús la que impulsa al anuncio, a la proclamación, a compartir lo que se ha vivido.

Vivir la experiencia de solo estar es ser un cristiano místico.

Mercedes Montalt Alcayde (Vinalesa-Valencia, 1959) Maestra. Ha sido docente en Burjasot, Onteniente, Albalat dels Sorells, Vilamarxant y durante 35 años en el Parque Colegio Santa Ana de Valencia.
Enrique Montalt Alcayde (Vinalesa-Valencia, 1948). Sacerdote diocesano. Teólogo. Máster en Psicopatología y Salud (Uned) y en Counselling (Universitat Ramón Llull Barcelona). Actualmente es párroco de Jesús Maestro en Valencia.
En esta editorial han publicado El Consejero pastoral, Sentirse habitado por la Presencia y Entra en ti.

Detalles del libro:
  • Título: SOLO ESTAR
  • Autor: Enrique y Mercedes Montalt
  • Editorial: Desclée De Brouwer
  • Año de edición: Mayo 2016
  • Nº de páginas: 160
  • Encuadernación: Rústica
  • Formato: 15 x 21
  • ISBN: 978-8433028495

Selección de textos:


Enrique y Mercedes Montalt
“Solo estar”, un libro para aprender a ser místico en el siglo XXI, desde lo cotidiano
(De una entrevista a Enrique Montalt y su hermana Mercedes)

¿Podrías describir vuestra trayectoria espiritual?
– Mercedes: Hace bastantes años que participamos en los Ejercicios de Contemplación con Xavier Melloni en las Cuevas de Manresa. Ahí experimentamos que “sentarse”, respirar, acallar los pensamientos, sentimientos y la palabra sagrada nos iban reconciliándonos con nosotros mismos, con lo que es.
– Enrique: La postura corporal, la respiración, las manos, la atención plena nos  disponen al Silencio, a solo estar. Mientras estamos en posición sedente, toda la atención focalizada en la respiración y en la palabra sagrada experimentamos silencio, quietud. Y percibimos nuestro ego mental que se diluye y emerge el observador, el testigo, el alma.

¿Esta práctica contemplativa siempre ha ido bien, o ha tenido altibajos?
– E: No penséis que todo es fantástico. Comprobamos que quedarnos en silencio es muy difícil. El reto siempre es perseverar; creer que hay cosas más necesarias que “sentarse” y la tentación es dejarlo, o lo haré más tarde.
La respiración nos enseña a entregar, a entregarnos a “solo estar”, en la certeza de que Dios está en nosotros; aprendemos a rendirnos solo a Él. Una gran fe se necesita para sentarse en silencio y quietud. Esto es muy sano: coloca al ser humano en una posición más rendida, humilde.

¿Y cuáles son los beneficios del “sentarse”, de “sólo estar” ante Dios con esta práctica meditativa?
– E: Los regalos de “sentarse” se perciben fuera de la meditación y la lista es muy larga y maravillosa. Lo primero, para estar en silencio y sentado no es condición que uno esté bien. El mismo Jesús nos decía: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.
Gracias a ese sentarse, respirar, y estar en silencio aprendemos a no querer ir a ningún lugar distinto a aquel en que se está. Al meditar mantenemos la atención no en los pensamientos y sentimientos que provocan nuestros estados personales, sino que prestamos atención con amabilidad al momento presente y a ello nos ayuda el respirar; es ahí donde enfocamos la atención, y la mente se aquieta y no ejerce dominio sobre el observador; habito en el observador, ese es mi lugar, mi casa, mi yo auténtico.
Los Ejercicios nos disponen a estar con Dios, a vivir en diálogo con Él en el fondo de nuestro ser y lo llamamos coloquio del silencio.
La contemplación es un placer, pues presupone haber encontrado a Dios y gozarse en Él: “He hallado a aquel a quien ama mi alma; ya nunca le dejaré” (Cantar de los cantares, 3,4). En los Ejercicios  miramos a Dios con atención amorosa; los orantes se contentan de estar cerca de su Amado por el reposo, la serenidad y la quietud.
La práctica espiritual de “sentarse en actitud orante” es la única “cosa necesaria”. Y la verdad es algo que nos supera. Solo Dios puede enseñarme a encontrar a Dios.

¿Qué es lo nuclear de esta practica meditativa?
– E: “Aprender a callar para quedarnos en silencio” Sentados disfrutamos del hecho de inspirar y exhalar; permanecemos ahí, sin hacer nada más; no buscamos otra cosa más que estar; no deseamos nada; solo estar. Y esto crea un modo de ser que nos hace más humanos y amables. Al permanecer en solo “estar”, vivimos en nuestra identidad.
En cada inspiración recibo y en cada espiración ofrezco; recibo y ofrezco; soy un vaso que se colma y un vaso que se vacía, para volverse a colmar de lo nuevo; me lleno de su presencia y me entrego a su presencia.
Con la inspiración incorporo una invocación, Cristo. Y con la espiración, Jesús; el aire que inspiro se llena de su nombre, que recorre cada una de mis células y el aire que expiro se llena de mi entrega; de mi verdadera identidad, soy hijo.
– M: En los Ejercicios de Contemplación me hago disponible para el encuentro con Dios y en Él permanezco, estoy. No tengo palabras para describirlo, en cuanto las pongo, Él deja de estar ahí. Es el Misterio que me habita. Vivo en Él; no soy yo es Él quien habita en mí; y mi vida se hace al estilo de Jesús: donación y entrega; y cada vez que inspiro me siento mirado y amado por mi Dios y Señor; y cada vez que expiro me miro y amo con la mirada y el corazón lleno de ternura y compasión; soy otro Cristo; ésta es mi identidad, mi esencia, mi ser verdadero.

¿Qué repercusiones tiene esto para vuestra misión?
– E: Paro, respiro, estoy atento y dispuesto a vivir desde lo que Soy. Y así mi sacerdocio como cualquier estado de vida es expresión de ese “estar”, “estoy para ti”; el otro no es un objeto que yo puedo utilizar; la tierra no es un planeta para que haga lo que me dé la gana; desde lo que soy, no soy un depredador: estoy aquí para cuidarte.  Por eso he decidido abrir los ojos y ponerme en pie, vivir con atención plena. He decidido cuidar y estar atento a las sensaciones corporales, al acallar mi mente desaparece mi egoísmo y el verme superior a nadie; celebrar la Eucaristía; he decidido pasear; saludar a los que me encuentre al menos con una mirada afable y estar muy a gusto conmigo mismo, con todos y con Dios.
– M: Disfrutar de la naturaleza y cuidarla allá donde esté, como el bello paraje del parque del Penyagolosa y su pueblo Villahermosa del Río; visitar a los enfermos, atender a quien me lo pidiere; decido recitar mis oraciones todos los días, postrarme ante Dios que es lo más sagrado desde mi pequeñez. De ahí brotará una palabra única y definitiva del Testigo que soy: ¡Gracias!

(Fuente: PARAULA)