Ruta de Sección: Inicio > Libros > Artículo

Libros - Swami Lakshmanjoo

shiva sutras: el despertar supremo

Shiva Sutras: El Despertar Supremo

Este libro, Shiva Sutras: el despertar supremo, es revelado por el gran santo filósofo del siglo XX Swami Lakshmanjoo. Este tesoro espiritual, obsequiado por Dios al sabio Vasugupta para la elevación de la humanidad, es considerado como una de las escrituras más importantes del Shaivismo de Cachemira. Aquí, Swami Lakshmanjoo da al lector una visión penetrante de la gloriosa travesía del Despertar Supremo, el viaje desde la individualidad limitada a la unidad absoluta con Dios.

Esta es la primera vez que la enseñanza secreta contenida en estas páginas es revelada. Basándose en su propia experiencia y partiendo del comentario esotérico de Ksemaraja, discípulo principal de Abhinavagupta, Swami Lakshmanjoo nos muestra el camino de regreso a casa.

* * *

El traductor, Federico Oliveri, vive en Argentina. Desde 1993 practica y estudia en el linaje de Swami Muktananda Paramahamsa. Es traductor y editor de textos espirituales, y el fundador de Ediciones Maha Yoga. Su trabajo cuenta con el apoyo institucional de la Embajada de la India en Argentina.

Detalles del libro:
  • Título: SHIVA SUTRAS: EL DESPERTAR SUPREMO
  • Título Original: Shiva Sutras:
    The Supreme Awakening
  • Autor: Swami Lakshmanjoo
  • Edición original de: John Hughes
  • Traducción de: Federico Oliveri
  • Editorial: Lakshmanjoo Academy
  • Año de edición: 2018
  • Nº de páginas: 256
  • Encuadernación: Rústica
  • Formato: 15,2 x 22.9
  • ISBN: 978-1947241039

Introducción

La serie de veinte clases derivadas de las revelaciones que componen este libro comenzó el 7 de junio de 1975 en el ashram del notable filósofo y santo del Shaivismo de Cachemira, Swami Lakshmanjoo. Lakshmanjoo, conocido por sus devotos como Swamiji, vivía en el lado oriental del valle de Cachemira en una colina con vistas al famoso lago Dal, justo al lado del también famoso jardín Mogul, en Nishat. Durante siglos, la zona que rodea el ashram de Swamiji ha sido santificada por los pies sagrados de grandes maestros shaivitas. Abhinavagupta y otros frecuentaron esta pacífica extensión de tierra y disfrutaron de los bellos huertos que se extienden majestuosamente sobre la ladera. Al norte, a poca distancia, se encuentra el valle de Harvan donde, al pie de la montaña Mahadeva, los Shiva Sutras fueron revelados hace siglos a Vasugupta, el gran sabio y devoto de Siva.

Swamiji se reunía con nosotros por la mañana una o dos veces por semana, en un aula pequeña y vidriada, con paredes de barro adornadas con ilustraciones de dioses, diosas e imágenes de santos. Los asistentes a estas clases, un total de ocho personas, nos reuníamos a las nueve de la mañana en la entrada del ashram y esperábamos a que Swamiji viniera a abrir la puerta. Recuerdo la emoción que experimentaba todas las mañanas antes de su clase.

Yo sabía que estas charlas estaban llenas de conocimiento precioso. Esto no quiere decir que entendiera todo lo que Swamiji nos enseñaba, pero tenía un claro indicio de su importancia. Estaba convencido de que estas lecciones contenían un conocimiento secreto que guardaba la clave de la problemática humana. Se estaba dando a la humanidad el entendimiento y el medio para lograr la liberación de la esclavitud de samsara, el interminable ciclo de nacimiento y muerte.

Al abrir la puerta, Swamiji nos saludaba cálidamente y nos invita a seguirlo a lo largo de un camino corto hasta el edificio que albergaba el aula. Después de entrar, nos sentábamos sobre las mullidas alfombras de Cachemira que cubrían el suelo de barro al otro lado de Swamiji, que se ubicaba frente a nosotros, sentado con las piernas cruzadas sobre una alfombra detrás de una pequeña mesa en la que ponía su copia en sánscrito de la Siva Sutra Vimarshini . Mientras se preparaba para dar la clase, Swamiji esperaba pacientemente a que le colocara un micrófono corbatero y comprobara que la grabadora funcionara. Swamiji siempre estaba interesado en que las clases fueran grabadas, y nunca comenzaba hasta que yo le daba la seguridad de que todo estaba en orden.

La grabación de las clases de Swamiji había comenzado en 1971. Yo había llegado a Cachemira con el único propósito de preguntarle si me enseñaría Shaivismo de Cachemira. Su respuesta fue: "Sí, estoy dispuesto a enseñarte si tienes tiempo suficiente"... Entonces le pregunté si podía grabar sus clases. El estuvo de acuerdo, y dijo: "Grabar mis clases sería una buena idea". A medida que pasaba el tiempo y continuaba mis estudios, registraba meticulosamente todo lo que Swamiji decía durante nuestras reuniones. Un día, antes de comenzar la clase, Swamiji se volvió hacia mi y me dijo: "Estoy muy satisfecho con tu esfuerzo constante en grabar y preservar mis enseñanzas. Antes, me preocupaba que la tradición y la comprensión del Shaivismo de Cachemira se perdiera al irme de este mundo. Ahora, sin embargo, debido a que hay grabaciones de mis enseñanzas, tengo la esperanza de que la verdadera comprensión del Shaivismo de Cachemira será preservada y no se perderá".

Aunque era evidente que estaba bien versado en todos los aspectos de la filosofía india y shaiva, Swamiji nunca presentó ninguna enseñanza desde un punto de vista únicamente académico. Sentado a sus pies y escuchándolo traducir y explicar los Shiva Sutras, me di cuenta de que estos sutras y su verdadera comprensión no eran ajenos a su propia experiencia. De hecho, entendí que al explicar los Shiva Sutras, Swamiji en realidad revelaba su propia experiencia. He oído decir en alguna parte que la filosofía del Shaivismo de Cachemira es la geografía mística de la conciencia. ¡Qué cierto parecía esto! Sentado a los pies de Swamiji, comprendí que él había realizado esta geografía. Era su propia casa. No era un académico que describía el océano mientras estaba de pie en la orilla. El era el mismo océano. Esto hace a esta traducción que aquí se presenta aún más real y personal. Es por esta razón que hago hincapié en que este libro se presenta como una revelación y no como una traducción estricta.

John Hughes