Libros - Rupert Spira
Ser yo
El conocimiento de nuestro propio ser
La esencia de la meditación
«Todo lo que siempre hemos anhelado de verdad se encuentra en el simple conocimiento de nuestro propio ser tal como esencialmente es».
Rupert Spira
Ser yo es una exploración contemplativa de la naturaleza esencial de nuestro ser. Todo el mundo tiene la sensación de «ser yo», pero no todos conocemos nuestro ser con claridad. En la mayoría de los casos, nuestro sentido del yo se entremezcla con el contenido de la experiencia, lo que provoca que el estado natural de paz y felicidad que le es inherente quede velado o eclipsado. Mediante analogías e indagaciones, las meditaciones de esta serie nos llevan una y otra vez de regreso a nuestra verdadera naturaleza hasta que empezamos a sentir que nuestro ser se establece sin esfuerzo y de forma natural. Con el tiempo, la experiencia pierde la capacidad de velar nuestro ser, con lo que su paz y alegría innatas emergen del trasfondo de la experiencia.
Rupert Spira ha estado profundamente interesado desde una edad muy temprana en la naturaleza de la realidad. Con diecisiete años aprendió a meditar y comenzó un período de veinte años de estudio y práctica en la tradición clásica del advaita vedanta bajo la guía del Dr. Francis Roles y de Shantananda Saraswati, el shankaracharya del norte de la India.
Durante este tiempo profundizó en las enseñanzas de P. D. Ouspensky, Krishnamurti, Rumi, Ramana Maharshi, Nisargadatta y Robert Adams, hasta que finalmente, en 1997, conoció a su maestro, Francis Lucille, quien le introdujo en las enseñanzas de la Vía Directa de Atmananda Krishna Menon ―la tradición tántrica del sivaísmo de Cachemira que él había recibido a su vez de Jean Klein, su maestro― y, lo que es más importante, le indicó directamente la verdadera naturaleza de la experiencia. / más info.
Detalles del libro:
- Título: SER YO
- Subtítulo: El conocimiento de nuestro propio ser
- Título Original: Being Myself
- Autor: Rupert Spira
- Traducción de: Diego Merino
- Editorial: Gaia Ediciones
- Año de edición: Octubre 2021
Prólogo por Peter Samsel
Existe una comprensión común que discurre ininterrumpidamente como un hilo a través de todas las tradiciones espirituales y filosóficas del mundo. Se le han dado muchos nombres en muchas lenguas distintas, pero la expresión por la que es más conocida es filosofía perenne.
Aunque es posible discernir sus características principales por medio del estudio comparativo de las escrituras, los místicos y los sabios del mundo, sus postulados básicos derivan de los principios más esenciales. Uno de estos principios es el Absoluto metafísico, esa Realidad Última o Principio Supremo al que apuntan términos como el Dios Capital de Meister Eckhart, el Bien de Platón, el Uno de Plotino, la Esencia Divina de Ibn al-'Arabi, la Realidad suprema y sin atributos de Shankaracharya, el Tao eterno de Lao Tse o el Fundamento Primordial de Dzogchen.
El Absoluto está necesariamente libre de toda limitación, restricción o determinación. Si bien es único y singular, también constituye una totalidad omniabarcante. Además, carece inevitablemente de partes, ya que lo finito y lo relativo pertenecen a un ámbito totalmente distinto que jamás podría reflejar su absolutidad ni su infinitud. De hecho, la propia manifestación surge como consecuencia de su infinitud, de sus posibilidades universales, pero si bien la manifestación en sí no es idéntica a lo Absoluto, tampoco es distinta de él.
En última instancia, no existen dos realidades diferentes ―el Absoluto por un lado y la manifestación por otro―, sino que más bien lo único real es el Absoluto y en último término la manifestación no es nada más que dicho Absoluto. El ser humano, como parte de la manifestación, participa en la relación intrínsecamente paradójica que se establece entre la manifestación y el Absoluto. Del mismo modo que la manifestación en realidad no es otra cosa que el Absoluto, tampoco nosotros somos independientes de él.
El Ser o el Espíritu es al mismo tiempo la presencia inmanente de lo Absoluto y el verdadero fundamento de nuestra subjetividad. Es nuestro mismísimo principio, nuestra mismísima esencia, y a través de ella derivamos toda nuestra existencia. La realización de nuestra identidad con el Ser o el Espíritu supone alcanzar de inmediato la perfección y la liberación y regresar al Absoluto del que jamás nos hemos separado. Esta realización representa tanto la confirmación como el cumplimiento último de la filosofía perenne.
Sin embargo, ¿cómo es posible llegar a discernir esta identidad unitiva? Cada una de las vías de las distintas tradiciones nos propone sus propios métodos, pero esta clase de enseñanzas y prácticas espirituales tan solo pueden llevarnos hasta las capas más superficiales de la realización; aún queda un abismo por salvar. En su Carta séptima, Platón habla de un salto repentino del razonamiento discursivo a la visión intelectiva. Como explica en su obra El banquete por boca de la sabia Diotima al referirse a la aprehensión de «la Forma de lo Bello», la visión llega de repente y se revela al alma como una presencia espontánea e inmediata:
[...] pues algo así no se puede expresar recurriendo a las palabras, como ocurre con otras disciplinas, sino familiarizándose profundamente con ello y viviendo en conjunción con la cosa misma. Es como si una chispa saltase del fuego y, de súbito, prendiese en nuestra alma y comenzase a nutrirse de ella.
De manera similar, la instrucción del vedanta advaita se presenta en términos de un triple proceso en el que vamos profundizando en nuestro compromiso: escuchar la enseñanza, reflexionar sobre ella y estabilizarnos en la misma. Gracias a este proceso de profundización progresiva ―a la vez racional y experiencial― puede surgir la comprensión o realización directa. El «momento» en que esto se produce es un misterio, pero el proceso es bien conocido: es el resultado de una hábil impartición de la enseñanza por parte del maestro y de una adecuada recepción por parte del discípulo.
Rupert Spira es precisamente un maestro dotado de esa clase de habilidad, alguien que habla desde una comprensión profunda y que cuenta con una amplia experiencia en lo que respecta a guiar a los buscadores y conducirles hacia esta comprensión fundamental. Una antigua metáfora espiritual compara la madera verde con la madera seca para representar el grado de madurez o de disposición del buscador. La madera se va secando poco a poco, hasta que llega un momento en el que puede prender. En este sentido, podría decirse que lo que Rupert hace con sus enseñanzas es ir lanzando numerosas «chispas» que van preparando progresivamente al buscador y que ―como en el caso de Platón― acaban prendiendo y conduciendo a la realización de la unidad.
Shankaracharya resume de este modo la esencia de la comprensión no-dual: «El Absoluto es la única realidad; el mundo no es real en sí mismo; el yo individual no es diferente del Absoluto». En Ser yo Rupert se enfoca principalmente en la última de estas afirmaciones, destacando así la identidad esencial que existe entre el «yo» individual y el «yo soy» absoluto. Todo lo que Rupert tiene que decirnos en las siguientes páginas es una «chispa», un indicador que apunta hacia esa comprensión esencial.
El referente «yo», aparentemente ordinario, es la clave para dicha comprensión. ¿Qué es este «yo»? Ramana Maharshi aconsejaba una y otra vez a los buscadores que se preguntasen a sí mismos «¿Quién soy yo?». Del mismo modo, también podríamos llevar hacia nuestro interior y asumir personalmente la famosa pregunta de Cristo «¿Quién dices que soy?». Las palabras pronunciadas desde la teofanía de la zarza en llamas, dirigidas a Moisés, responden «Yo soy el que soy», que pueden interpretarse como «“Yo soy” es lo que soy». Encontramos la misma respuesta en la extática declaración de al-Hallaj «Yo soy lo Real», así como en el conocido proverbio de los Upanishads «Yo soy el Absoluto».
En cierta ocasión Francis Bacon señaló que tan solo había un puñado de libros que merecían ser «masticados y digeridos» a fondo. Yo diría que este es uno de ellos. Para la mayoría de los buscadores el proceso de escucha y reflexión es gradual y prolongado. La enseñanza es al mismo tiempo obvia y sutil; incluso cuando ya se ha entendido con claridad a nivel intelectual, la sensación de ser un ego persiste. Por otro lado, por mucho que las palabras de Rupert sean indicadores, también actúan ineludiblemente como velos, pues señalan hacia Aquello para lo que no tenemos palabras y ante lo cual el lenguaje no sirve. Con paciencia, reflexionando y considerando en profundidad su mensaje, es posible que llegue un momento en que los velos de sus palabras finalmente caigan y la realidad que resplandece tras ―y a través― de ellas se reconozca con toda claridad. Ojalá que así sea para el lector.
Peter SamselIthaca, Nueva York
Septiembre de 2020