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Libros - Thomas Merton

«La voz secreta»
Reflexiones sobre mi obra en Oriente y Occidente

«La voz secreta»

«No me dirijo a ti como un autor [sino], en cierto modo, como tú mismo... Si escuchas, vas a leer cosas que quizás no estén escritas en este libro. ¡Y eso no se deberá a mí sino a Uno que vive y habla en los dos!» (Thomas Merton, «Prefacio a la edición japonesa de La montaña de los siete círculos»).

Al celebrar, con esta edición de los prefacios de Thomas Merton, su vida y su testimonio, «se nos recuerda, quizás con mayor importancia incluso, la parte que nos cabe desempeñar para asumir su legado: siendo contemplativos en un mundo de acción, consumismo y tecnificación; como constructores de paz en un mundo de guerra, violencia, racismo y discriminación; y tendiendo puentes entre fes, culturas y pueblos en un mundo de conflictos, barreras e intolerancia. Merton trae un mensaje universal de esperanza ante las dificultades de nuestras vidas, en nuestras comunidades y en nuestro mundo. En lugar de permanecer impasibles ante lo Indecible, nos exhorta a todos a ser humanos en esta época, la más inhumana de todas, y a guardar la imagen del hombre, pues es la imagen de Dios» (Tomado de la «Presentación de la edición española», por Paul M. Pearson, Director del Centro Thomas Merton).

Thomas Merton (1915-1968) es uno de los contemplativos cristianos con mayor proyección universal. Además de algunas de sus obras más representativas, el Grupo de Comunicación Loyola ha publicado recientemente dos libros sobre Merton: de James Finley, El Palacio del Vacío de Thomas Merton. Encontrar a Dios: despertar al verdadero yo (Sal Terrae 2014), y de Fernando Beltrán Llavador, Thomas Merton: el verdadero viaje (Sal Terrae 2015), así como la obra de referencia, de los reconocidos estudiosos William H. Shannon, Christine M. Bochen y Patrick F. O’Connell, Diccionario de Thomas Merton, cuya edición en lengua española ha sido dirigida por Francisco Rafael de Pascual, OCSO (Mensajero 2015).

Más información

Detalles del libro:
  • Título: «LA VOZ SECRETA»
  • Subtítulo: Reflexiones sobre mi obra en Oriente y Occidente
  • Título Original: Introductions East & West: The Foreign Prefaces of Thomas Merton
  • Autor: Thomas Merton
  • Editorial: Sal Terrae
  • Año de edición: Junio 2015
  • Nº de páginas: 224
  • Encuadernación: Rústica
  • ISBN: 978-8429324600

Presentación

La montaña de los siete círculos de Thomas Merton, publicada por primera vez en octubre de 1948, se convirtió pronto en un éxito de ventas sin precedentes, llegando a figurar en la lista de bestsellers en The New York Times a finales de 1948, donde permaneció semana tras semana durante 1949 y hasta bien entrada la década de 1950. A partir del éxito inesperado de la autobiografía de Merton, sus lectores querían leer más acerca de su historia y acogieron con entusiasmo los libros que salieron de su pluma. Desde el principio, la propia autobiografía y libros como Nuevas semillas de contemplación, Los hombres no son islas o Pensamientos en la soledad fueron traducidos a los idiomas más importantes del mundo y a otros muchos, hasta superar la treintena. Era frecuente que esas traducciones estuvieran acompañadas por prefacios en los que Merton aportaba nuevas reflexiones sobre su libro, ampliando su mensaje en consonancia con el tiempo transcurrido desde su primera publicación y teniendo en cuenta la nueva audiencia que lo leería por primera vez, a veces varios años después de su primera redacción.

A través de sus libros, Thomas Merton introdujo para innumerables personas de todo el mundo la tradición contemplativa del cristianismo, los escritos de los primeros padres de la Iglesia y a los grandes místicos cristianos. En Thomas Merton encontramos a alguien a quien se ha comparado con san Agustín, santo Tomás de Aquino o san Juan de la Cruz, un escritor espiritual cuyo legado trasciende el siglo XX e incluso nuestro propio siglo, hasta el punto de que, en las palabras de Clifford Stevens, «cuando las personas de los siglos XXV y L lean la literatura espiritual del siglo XX, valorarán esa época a la luz de Merton».

Cuando Merton ingresó en el monasterio de Nuestra Señora de Getsemaní en 1941, creía estar dando la espalda al mundo. Pronto descubrió que no era así. Si la búsqueda de Dios es realmente genuina, ese empeño nos lleva no solo a Dios, sino también a nuestras hermanas y hermanos, y a nosotros mismos. En la medida misma en la que Merton perseveraba con cada vez mayor hondura en su Viaje a Dios, el mundo se le imponía con más fuerza. El estudioso canadiense de Merton Ross Labrie lo resumió una vez diciendo que Merton introdujo la contemplación al mundo y el mundo al monasterio, descubriendo «en la enclaustrada soledad de mi monasterio», como el propio Merton escribió en el prefacio a la edición argentina de sus Obras Completas, «el hemisferio occidental entero».

En una visita a Louisville en marzo de 1958, el cambio en la relación de Merton con el mundo se cristalizó en una epifanía de unidad que experimentó con quienes se encontraban a su alrededor. Escribió en su diario:

«En Louisville, en la esquina de la calle Cuarta [Fourth] con Walnut, en medio del barrio comercial, de pronto me sentí abrumado al caer en al cuenta de que amaba a toda aquella gente; de que todos eran míos, y yo de ellos: de que no podíamos ser extraños unos a otros aunque nos desconociéramos por completo [...]. Es como si, de pronto, me hubiera percatado de la secreta belleza de sus corazones, [...] la persona que cada cual es a los ojos de Dios [...]. ¡Si pudiéramos vernos siempre así unos a otros! No habría entonces más guerra, ni más crueldad, ni más codicia [...]. No hay manera de hacer ver a los humanos que todos ellos deambulan por el mundo brillando como el sol».

Esa experiencia serviría para propiciar el retorno gradual de Merton al mundo, un regreso que habría de transformar al monje que en la década de 1940 y en la primera parte de la de 1950 negaba el mundo en ese otro que llegó a abrazar al mundo en su totalidad en la última década de su vida. Su creciente compasión le llevaría a escribir prolijamente sobre temas de guerra y paz, sobre el desarme nuclear, los derechos civiles, cuestiones medioambientales y otra miríada de preocupaciones; y todo ello en un empeño por ayudar a sanar el mundo que había dejado atrás, dejando de ser aquel monje que «se dirigía a zancadas al bosque en Louisville, con Thoreau en una mano y con la Biblia en la otra, abierta en el libro del Apocalipsis» para llegar a ser alguien que el activista jesuita Dan Berrigan describió como la «conciencia del movimiento por la paz» y que pudo escribir: «Me gusta la cerveza y por ese mismo hecho me gusta el mundo».

Junto a esa nueva apertura al mundo, Merton también comenzó a establecer un diálogo con otras denominaciones cristianas, que inició con estudiantes de seminarios y escuelas locales de teología: presbiterianos, metodistas y baptistas del sur. Ese encuentro pronto seguiría desarrollándose hasta expandirse y abarcar a representantes de las principales religiones del mundo y a quienes no profesan religión alguna. Merton resumió tal intercambio en Conjeturas de un espectador culpable, cuando escribió:

«... cuanto más capaz soy de afirmar a otros, de decirles "sí" en mí mismo, de descubrirles a ellos en mí mismo, y a mí mismo en ellos, tanto más real soy. Soy plenamente real si mi corazón dice sí a todos.

Seré mejor católico, no si puedo refutar todo matiz de protestantismo, sino si puedo afirmar la verdad que hay en este y seguir adelante. Y lo mismo ocurre con los musulmanes, los hindúes, los budistas, etc. [...] Si me afirmo como católico meramente negando todo cuanto sea musulmán, judío, protestante, hindú, budista, etc., al final resultará que no me quedará mucho con lo que afirmarme como católico ni, desde luego, aliento alguno del Espíritu con que afirmarlo»

Con esta publicación en lengua española de los prefacios que Thomas Merton escribió a sus obras en otros idiomas ciertamente celebramos, en el año de su centenario, la vida de este hombre que fue monje y escritor ― su visión profética y sus críticas, a menudo severas, al mundo moderno; y al tiempo que celebramos todo eso, se nos recuerda, quizás con mayor importancia incluso, la parte que nos cabe desempeñar para asumir su legado: siendo contemplativos en un mundo de acción, consumismo y tecnificación; como constructores de paz en un mundo de guerra, violencia, racismo y discriminación; y tendiendo puentes entre fes, culturas y pueblos en un mundo inmerso en conflictos, barreras e intolerancia. Merton trae un mensaje universal de esperanza ante las dificultades que afrontan nuestras vidas, en nuestras comunidades y en nuestro mundo. En lugar de permanecer impasibles ante lo Indecible, nos exhorta a todos a ser humanos en esta época, la más inhumana de todas, y a guardar la imagen del hombre, pues es la imagen de Dios.

Paul M. Pearson
Director
Centro Thomas Merton