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Libros - Aitzol Zunzunegi Etxeberria

la alegría sin causa
hacia una vida espiritual encarnada

La alegría sin causa

Muchas son las psicoterapias que nos prometen una felicidad alcanzable. Lo cierto es que, en muchas ocasiones, esa promesa no se ve cumplida. Para empezar porque la felicidad no es un estado, ni la consecuencia de ningún logro.

La alegría es una experiencia que no necesita de ninguna causa para ser experimentada.

Este libro rompe con una visión establecida en Occidente que hace referencia a la felicidad como un estado de cuya amplitud se ha teorizado más de la cuenta.

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Aitzol Zunzunegi Etxeberria
Aitzol Zunzunegi Etxeberria

Nació el 24 de junio de 1980. Es técnico de mantenimiento. Tras alguna que otra crisis de emergencia espiritual, se adentra en diversas corrientes filosóficas, recorriendo un viaje que se inició allá por el año 2000. Ha sido acompañado de maestros y guiado por los estudios de Filosofía que inició con posterioridad.

Más información

Detalles del libro:
  • Nº de páginas: 104
  • Encuadernación: Rústica
  • Formato: 15 x 21
  • ISBN: 978-8417436216

Extracto del libro

La relación del Ser ha de serlo con la totalidad. Luego cada cual tendrá que pensar qué representa la totalidad para sí mismo. Y es importante romper de una vez por todas con la dualidad que caracteriza al funcionamiento mental, o de la mente inferior. Así, además del carácter no dual de lo real, habrá de serlo el de nuestra mente o conciencia superior. Por lo tanto, el amor incondicional se irá manifestando en nosotros.

Todo lo encontraremos en el presente, el único tiempo posible. El presente eterno, del cual, difícilmente podremos escapar. El aquí, en cambio, está caracterizado por la infinitud. Tomemos conciencia de ello. No estamos situados en un lugar limitado, donde el tiempo corre en segundos, minutos y horas. Sino en un espacio infinito y eterno, donde la plenitud se encuentra en todos y cada uno de los rincones.

La vivencia de lo Absoluto, de lo inefable, es la que místicos, artistas, filósofos… han experimentado en sus propias carnes. Luego, muchas de sus aseveraciones, son consecuencia directa de haber experimentado este estado de trance extático o de Nirvana. Bien pueden nombrar a ese Uno que representa la totalidad: como Dios, Tao o cualquier otra entidad. Así, su relación con la totalidad, suelen describirla de diversas formas.

Por lo tanto, en la relación con lo Absoluto encontraremos la inagotable dicha espiritual. Y nuestro cometido será encarnar a aquellos referentes que nos son propios. Ello mismo, provocará que nuestra vida, se convierta en la vida espiritual encarnada que reivindicamos, donde la alegría sin causa se manifiesta en su totalidad, donde ya todo es perfecto.

Habría de hacer una reflexión en torno a lo que en Occidente denominamos Dios.

Para muchos será un ser antropomorfo y benevolente, para otros un término que denota omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia. Habremos de desarrollar lo que entendemos por la palabra Dios, para no caer en una idea un tanto absurda y pueril acerca de él.

Empecemos por partes. El simple hecho de que Dios exista como término, hace que tomemos conciencia de su existencia como representación de una idea. Por lo tanto, desarrollemos lo que denota la palabra Dios.

Si equiparamos a Dios con la Naturaleza, entendida como totalidad (cosmos incluido), encontraremos a Dios en cada movimiento del acontecer. Por lo tanto, Dios estará siempre presente. Y lo que vislumbramos en la realidad no será más que la muestra de su omnipresencia e, incluso, omnipotencia.

Ésta sería una forma correcta de comprender a Dios, más que, pensar en un ser antropomorfo separado del cosmos que él mismo ha creado, sobre el cual, habría que creer.

Ahora, así pensado, Dios es ilimitado e infinito, es el Uno, lo Absoluto, la totalidad misma, lo eterno… El propio Logos Universal que alcanzaron a vislumbrar algunos filósofos, sería aquello que manifiesta la propia existencia de Dios. Recordemos que sabemos de su existencia como término en nuestro ideario. Por lo tanto, una vez de haber desarrollado un poco la idea acerca de él, prosigamos.

Lo importante, en este caso, no es cómo nombremos al Uno, a lo ilimitado, a lo eterno… sino, más bien, aceptar a ese Uno y tratar de conocerlo. Ya hemos dicho antes que la tarea de toda filosofía será conocer al Uno.