Libros - Rafael Redondo
El milagro de vivir despierto
Ser nadie, cumbre de la madurez
Rafael Redondo nos habla de borrarse para que en uno el Ser siga siendo Ser. Sin dejar apenas huella. Tal es la condición para el brotar de la semilla de todo acto creador. Una suerte de vivirse como aliento, como anterior resuello, como antecomienzo de toda palabra. Un radical des-conocimiento, la no-intencionalidad del artista de la vida; la simplicidad de la inmediatez:
Mirar sin voz,
solo experimentar
el ser Silencio...
Y en tal disolución, aún cabe una oración sin yo hacia el Gran Tú en una plegaria sin destinatario, porque ya borrada hasta mi sombra, mi inexistente yoidad se funde en tu Energía en una oración desnuda de diálogo; y así, Gran Espíritu, me postro ante ti, liberado de espacios y tiempos; me dirijo a ti, como un desierto sin imágenes, en un silencio de imperceptible expansión, en una súplica sin suplicante, como un extraño rito de rezarme a mí mismo: Tú testigo de mi no existencia, derretido en el Único Sabor que exhala tu Unidad.
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Rafael Redondo Barba estudió en las universidades de Deusto y Salamanca, donde se licenció en Filosofía y Ciencias de la Educación y se doctoró en Ciencias Políticas y Sociología. Trabajó como profesor en la Universidad de Deusto y, desde 1983, en la Universidad del País Vasco. Ha sido Jefe de Formación en el BBVA, técnico en varias consultorías y Director de Formación en el Hospital Psiquiátrico ARGIA, siendo pionero en implantar la meditación Zen dentro de un programa de terapias alternativas. Es autor de una decena de libros. En mayo del 2004 fue reconocido Maestro Zen por Willigis Jäger. / más info
Detalles del libro:
- Título: EL MILAGRO DE VIVIR DESPIERTO
- Subtítulo: Ser nadie, cumbre de la madurez
- Autor: Rafael Redondo
- Editorial: Desclée De Brouwer
- Año de edición: Noviembre 2019
Extracto
Estás buscando una experiencia: Dios, la Belleza... esto significa que ves lo que estás buscando como un objeto. En ese caso: explora simplemente quién ve. Cuando explores realmente, comprenderás que buscas a quien ve. Es el camino más directo, si es que se puede hablar de camino.
Ten claro que lo que estás buscando nunca puede ser un objeto, porque tú eres lo que estás buscando, así que no podrás verlo ni comprenderlo nunca: solo podrás serlo. Serlo significa que no hay una interpretación, una idea acerca de ello. Estarás libre de conceptos. Cuando la mente llega a esta situación, se aquieta. Hay una suspensión. Todas las ideas sobre ti, todos tus atributos deben suspenderse. Entonces te encontrarás en una suerte de desprendimiento. Tú eres ese desprendimiento, esa presencia libre de atributos. De manera que sé eso, completamente en sintonía con ello.
(Jean Klein)
La belleza simplemente es; no se inventa, menos aún se aprende, no es una asignatura. Y en el ser humano, la belleza se da sin intención, simplemente, se es. Nadie, por muy erudito y documentado que fuere, o por muy instalado que se hallara en la más prestigiosa cátedra universitaria, podrá transmitir la belleza, ya que esta no se cede; en el mejor de los casos, y no siempre, se contagia. Pero nadie jamás podrá contagiar la belleza sin que previamente se haya experimentado a sí mismo en el silencio de su más profundo seno. La belleza no es exterior sino que ⁸y en el mejor de los casos⁸ se exterioriza cuando no se pretende hacerlo. Sus raíces no emergen de las cosas, ni en el rotar del pensamiento ni de los más sugestivos sentimientos, ni es fruto de las más atractivas ideas. Su residencia se halla instalada bastante más allá, que es el hondo acá. En tal sentido, puedo decir y repetir que durante cuarenta años de docencia universitaria, a excepción de un sabio y humilde bedel, de nombre Leonardo Sarasketa, jamás hallé dentro de los muros universitarios un solo maestro de la vida que suscitara la lucidez de la belleza.
La belleza trasciende el gusto del más acreditado crítico de arte, que tan solo sabe hablar desde el baúl de los conocimientos acumulados en criterios aprendidos. He conocido a grandes profesores, caballeros de gesto muy pulido y refinado, sí, de mente ingeniosa y porte cultivado, muy capaces de comunicar cultura pero no así de contagiarla, virtud reservada al sabio, que sabe deambular humilde y silencioso por territorios incultivables.
La belleza está libre de todo pre-juicio; en eso se parece al amor. Habita más allá del juguete del pensamiento o del capricho pasional de las escuelas de arte, porque la belleza es nuestra innombrable esencia y ninguna mente podrá medirla, ni palabra alguna formularla o con imágenes imaginarla: La belleza, simplemente, se es.