Ruta de Sección: Inicio > Artículos > Entrevistas> Artículo

Artículos - Ken Wilber

Las etapas de la Meditación

Una entrevista con Ken Wilber

En este ensayo, originalmente incluido en The Collected Works of Ken Wilber: Volume IV, Ken ofrece una descripción en profundidad de cada uno de los principales estadios-etapas de la práctica meditativa ― que van desde la absorción psíquica hasta la iluminación sutil, hasta la trascendencia causal, y hasta el último abrazo no-dual de la Forma y la Vacuidad.

Green Medicine Buddha
Green Medicine Buddha por Imago Dei

P: Nos gustaría que describieras las experiencias de varias etapas de la meditación. Pero primero, háblanos de la meditación en sí misma ― los diferentes tipos y cómo funcionan.

R: Es común entre los eruditos dividir la meditación en dos grandes categorías: la meditación de "concentración" y la meditación de la "conciencia" (o "percepción clara"). O "cerrada" y "abierta". Por ejemplo, digamos que tú estás mirando una pared que tiene cientos de puntos pintados en ella. En la meditación de concentración, miras sólo un punto, y lo miras con tanta intensidad que ni siquiera ves los otros puntos. Esto desarrolla tus poderes de concentración. En la meditación de la conciencia, o meditación de la percepción clara, tratas de ser consciente de tantos puntos como puedas. Esto aumenta tu sensibilidad, conciencia y sabiduría, en ese sentido.

En la meditación de concentración, pones tu atención en un objeto ― una roca, la llama de una vela, tu respiración, un mantra, la oración del corazón, etc. Al concentrarte intensamente en un solo objeto, tú como sujeto gradualmente te "identificas" con ese objeto. Comienzas a socavar el dualismo sujeto/objeto, que es la base de todo sufrimiento e ilusión. Poco a poco, los dominios superiores y más altos de la existencia, que conducen a la dimensión final o no-dual, se hacen obvios para ti. Trasciendes tu yo ordinario o ego, y encuentras las dimensiones más altas y sutiles de la existencia ― la espiritual y la trascendental.

Sin embargo, de esta manera alcanzas las dimensiones superiores por la "fuerza bruta", por así decirlo. Y aunque se dice que la meditación de concentración es muy importante, por sí misma no elimina nuestras tendencias de crear el dualismo en primer lugar. De hecho, simplemente las ignora, trata de evitarlas. Se centra en un punto e ignora todos los demás. La meditación de concentración puede definitivamente mostrarnos algunos de los reinos más elevados, pero no puede instalarnos permanentemente en esos reinos superiores. Para ello, tienes que mirar todos los puntos. Tienes que investigar toda la experiencia, con desapego, sin prejuicios, con ecuanimidad y conciencia clara.

P: Esa es la meditación de la percepción clara o de la conciencia.

R: Sí, es cierto. Los budistas llaman a la meditación de concentración shamatha y a la meditación de la conciencia vipassana, o dhyana y prajna. La primera conduce al samadhi, o concentración en un solo punto, la segunda al satori, o conciencia y sabiduría trascendental.

La cuestión acerca de cualquiera de estas prácticas de meditación ―y hay otras, como la visualización, el koan, la oración contemplativa, y así sucesivamente― la cuestión es que todas ellas están haciendo dos cosas importantes. Una, están ayudando a aquietar la mente discursiva, racional-existencial, la mente que tiene que pensar todo el tiempo, la mente que tiene que charlar consigo misma todo el tiempo y verbalizar todo. Nos ayuda a calmar esa "mente de mono". Y una vez que la mente de mono se aquieta un poco, permite que surjan las dimensiones más sutiles y elevadas de la conciencia ― como la psíquica, la sutil, la causal y la última o no-dual. Esa es la esencia de la meditación genuina. Es simplemente una manera de continuar la evolución, de continuar nuestro crecimiento y desarrollo.

El Nivel Psíquico

P: ¿Podrías describir los niveles de meditación y cómo se experimentan? ¿Qué sucede realmente en cada etapa?

R: Una de las primeras cosas de las que te das cuenta cuando practicas la meditación es que tu mente ―y, por la misma razón, tu vida― se halla supeditada a una cháchara verbal fundamentalmente inconsciente. Siempre estamos hablando con nosotros mismos. Por ello, cuando empiezan a meditar, son muchas las personas que se ven abrumadas por la gran cantidad de basura que aflora en su conciencia. Entonces se dan cuenta de que los pensamientos, las imágenes, las fantasías, las opiniones, las nociones, las ideas y los conceptos dominan prácticamente su conciencia y de que todas esas cuestiones dominan su vida mucho más profundamente de lo que nunca habían imaginado.

En cualquiera de los casos, la experiencia inicial de la meditación se asemeja a estar en el cine. Uno se sienta y observa cómo todas esas fantasías y conceptos desfilan por su conciencia, pero lo importante es que al final se toma consciente de ellas y las contempla de manera imparcial y ecuánime. Simplemente las observa pasar, de la misma forma en que observa el desplazamiento de las nubes por el cielo. Vienen y se van. Sin enaltecerlas, sin condenarlas y sin enjuiciarlas, sólo el "puro atestiguar". Si uno juzga sus pensamientos, se ve atrapado en ellos y no puede trascenderlos, con lo cual no podrá descubrir dimensiones más sutiles y elevadas de su propio ser. De modo que lo único que hay que hacer es sentarse simplemente a meditar y "atestiguar" sin más lo que ocurre en la mente, permitiendo que la mente-mono haga lo que quiera y observándola.

Lo que sucede cuando atestiguas de manera imparcial dos esos pensamientos, fantasías, opiniones e imágenes es que empiezas a liberarte de su influencia inconsciente. Los estás mirando, de modo que ya no estás usándolos para mirar al mundo y, por tanto, también te liberas, en cierto modo, de ellos. Asimismo te liberas de la sensación de identidad separada que dependía de ellos o, dicho en otras palabras, empiezas a liberarte del ego. Ésta es la dimensión espiritual inicial en la que el ego convencional "muere" y "resucitan" estructuras de conciencia más elevadas. Entonces es cuando la sensación de identidad empieza a expandirse de manera natural hasta llegar a abrazar el kosmos y toda la naturaleza. Entonces es cuando uno se eleva sobre el cuerpo y la mente separados, lo que podría llegar a incluir el descubrimiento de un identidad más amplia, como la naturaleza o el kosmos, la "conciencia kósmica" de la que hablaba R.M. Bucke. Ésta es una experiencia muy concreta e inconfundible.

¡Y esto, cómo decirlo, supone un gran alivio! Éste es comienzo de la trascendencia, el descubrimiento del camino de vuelta a casa. Entonces es cuando te das cuenta de que nunca has sido ajeno al entramado del universo. El miedo a la muerte empieza a desaparecer y comienzas a sentir, de manera concreta y palpable, la naturaleza abierta y transparente de tu propio ser.

En esos momentos aparecen los sentimientos de gratitud y devoción, devoción hacia el Espíritu, en forma de Cristo, Buda o Krishna; devoción a tu maestro espiritual real, devoción en general y, ciertamente, devoción hacia todos los seres sensibles. El voto del bodhisattva, en cualquiera de sus formas, aflora entonces claramente de las profundidades del ser. Entonces es cuando te das cuenta de que debes hacer lo que puedas para ayudar a todos los seres sensibles por la razón de que, como dijo Schopenhauer, compartimos el mismo Yo, Espíritu o Absoluto no-dual. Y todo esto se torna tan claro y evidente para ti, tan real y concreto como el repiqueteo de la lluvia sobre el tejado.

El Nivel Sutil

P: Entonces, ¿qué pasa con la siguiente etapa general, el nivel sutil?

R: A medida que tu identidad comienza a trascender el cuerpo-mente aislado e individual, empiezas a intuir que hay un Fundamento del Ser o Divinidad genuina, más allá del ego, y más allá del atractivo de las figuras míticas de dios o el cientificismo racionalista o esplendor existencial. Esta forma de Deidad puede ser realmente intuida. Cuanto más te desarrollas más allá del cuerpo-mente aislado y existencial, más te desarrollas hacia el Espíritu, que, a nivel sutil, se experimenta a menudo como la Forma de la Deidad o el Yo arquetípico. Con esto quiero decir, por ejemplo, una claridad muy concreta y una brillantez de conciencia.

Lo importante es que estás viendo algo más allá de la naturaleza, más allá de lo existencial, más allá de lo psíquico, más allá incluso de la identidad cósmica. Estás empezando a ver la dimensión oculta o esotérica, la dimensión fuera del cosmos ordinario, la dimensión que trasciende la naturaleza. Ves la Luz, y a veces esta Luz literalmente brilla como la luz de mil soles. Te sobrecoge, te llena de poder, te energiza, te reconstruye, te empapa. Esto es lo que los eruditos han llamado la naturaleza "numinosa" del espíritu sutil. Numinosa y luminosa. Esta es la razón, creo, por la qué los santos son universalmente representados con halos de luz alrededor de sus cabezas. Eso es lo que realmente ven. La Luz Divina. Mi lectura favorita de Dante:

Fijando mi mirada en la Luz Eterna
Vi en sus profundidades
Unidas con amor en un solo volumen,
Las hojas dispersas en todo el universo.
Dentro de la profunda subsistencia luminosa
De esa Luz Exaltada vi tres círculos
De tres colores pero de una dimensión
Y por el segundo parecía el primero reflejado
Como el arcoíris lo es por el arcoíris, y el tercero
Parecía fuego que es igualmente infunido por ambos.

Eso no es mera poesía. Esa es una descripción casi matemática de un tipo de experiencia del nivel sutil. De todos modos, también puedes experimentar este nivel como un descubrimiento de tu propio yo superior, tu alma, el Espíritu Santo. "El que se conoce a sí mismo conoce a Dios", dijo San Clemente.

P: ¿Y la experiencia concreta en sí misma?

R: La experiencia concreta varía. Aquí hay un ejemplo: Supongamos que estás paseando por la ciudad mirando escaparates. Contemplas lo que hay en ellos y, de repente, aparece una vaga imagen danzando enfrente de tus ojos, la imagen de una persona. Súbitamente te das cuenta de que es tu propio reflejo en el escaparate. De repente te reconoces, reconoces tu Yo, tu Yo superior y te das cuenta de lo que eres: una chispa luminosa de lo Divino, por ello tienes la conmoción que acompaña a todo reconocimiento: "¡Oh, era Esto!"

Se trata de un reconocimiento muy concreto y que suele ir acompañado de muchas risas y de muchas lágrimas. La forma sutil de la Deidad, Luz o Yo superior son meros arquetipos de tu propio Ser. El desarrollo meditativo te ha permitido descubrir y establecer un contacto directo con el Espíritu, con tu propia esencia que aparece como luz, como u ser de luz, como nada, como shabd, como claridad, numinosidad, etc., y en ocasiones se muestra tan sólo como la simple y clara ―muy simple y muy clara― conciencia de lo que es. El hecho es que es consciente de todos los puntos en la pared, es claramente consciente de lo que aparece instante tras instante y, en consecuencia, trasciende el instante. Y también trasciende este mundo y empieza a formar parte de lo Divino. Se exprese como se exprese, tiene un aspecto sagrado. Esto es lo sutil, el reconocimiento directo de lo Divino. Realmente participas de la Divinidad, de la conciencia y de la sabiduría de la Divinidad. Es una práctica y puede ser llevada a cabo. De hecho, ya ha sido realizada muchas veces.

El Nivel Causal

P: Eso está muy claro. Entonces, ¿qué pasa con el siguiente nivel, el causal?

R: Te sientas ahí, simplemente presenciando todo lo que surge en la mente, o en tu experiencia presente. Estás tratando de presenciar, igualmente, todos los puntos en la pared de tu conciencia. Si eres capaz de esto, los puntos racionales y existenciales terminan apagándose y los puntos psíquicos empiezan a revelarse. Luego, después de un tiempo, vas mejorando en la observación, de manera que los objetos o puntos más sutiles comienzan a aparecer. Estos incluyen luces e iluminaciones audibles y formas sutiles de la Deidad y así sucesivamente. Si sigues simplemente atestiguando ―lo que te ayuda a desidentificarte de las formas inferiores y más groseras y tornarte consciente de las más superiores y sutiles―, hasta los objetos y los puntos sutiles dejan de aparecer. Entonces te adentras en un profundo estado de no manifestación que se experimenta como una noche otoñal de luna llena. Hay una extraña y hermosa numinosidad en todo ello, pero se trata de una numinosidad "silente" o "negra" en la que sólo se advierte una plenitud plateada que llena la totalidad del espacio. Pero al no ver realmente ningún objeto concreto, se trata también de una especie de Vacuidad Radical. Como dice el Zen, "para el ruido de ese riachuelo". Esto se conoce de formas muy diversas como shunyata, como la Nube del No Saber, como la Ignorancia Divina, como el Misterio Radical, como nirguna (incalificable), Brahman, etc. La resplandeciente ausencia total de forma, sin objetos que la limiten.

Entonces se toma evidente que ya eres completamente Uno con esta Plenitud que trasciende todos los mundos, todos los planos, todo tiempo y toda historia. Estás completamente pleno y, por tanto, también estás completamente vacío. Como dijo el místico cristiano Boecio: "Es todas las cosas al tiempo que ninguna". Entonces es cuando la reverencia deja paso a la certeza. Eso es lo que tú eres, antes de toda manifestación y antes de todos los mundos. Dicho en otras palabras, se trata de ver qué o quién eres más allá del tiempo y de la forma.

Ese es un ejemplo del nivel causal; eso es jnana samadhi, nirvikalpa samadhi, etc. El alma, o el sentido del yo-separado, desaparece, y Dios o la forma separada de la Deidad desaparecen, porque tanto el alma como Dios se colapsan en la Deidad sin forma. Tanto el alma como Dios desaparecen en la Identidad Suprema.

El Nivel No-Dual

P: Así que nos queda el nivel no-dual.

R: En el nivel causal anterior, estás tan absorto en la dimensión no manifestada que quizás ni siquiera te fijas en el mundo manifiesto. Estás descubriendo la Vacuidad, así que ignoras la Forma. Pero en el nivel último o no-dual, integras las dos. Ves que la Vacuidad aparece o se manifiesta a sí misma como Forma, y ​​que la Forma tiene como su esencia la Vacuidad. En términos más concretos, lo que eres es todas las cosas que surgen. Toda la manifestación surge, momento a momento, como un juego de la Vacuidad. Si lo causal era como una radiante noche de luz de luna, esto es como un radiante día de otoño.

Lo que aparece como objetos duros o sólidos "ahí fuera" son realmente manifestaciones transparentes y translúcidas de tu propio Ser o Eseidad. No son obstáculos para Dios, sólo expresiones de Dios. Por lo tanto, están vacíos en el sentido de no ser una obstrucción o impedimento. Son una expresión libre de lo Divino. Como la tradición Mahamudra lo expresa sucintamente, "Todo es Mente. La Mente es Vacío. El Vacío se manifiesta libremente. Lo que se manifiesta libremente es auto-liberador".

La libertad que encontraste en el nivel causal ―la libertad de la Plenitud y la Vacuidad― se descubre que esa libertad se extiende a todas las cosas, incluso a este mundo "caído" de pecado y el samsara. Por lo tanto, todas las cosas se liberan a sí mismas. Y es esta libertad extraordinaria, o ausencia de restricción, o liberación total ―este claro día de otoño brillante― lo que realmente experimentas en este momento. El término "experiencia" está completamente equivocado. Ésta es la realización de la naturaleza no experiencial del Espíritu. Las experiencias vienen y se van. Todas tienen un comienzo y un final en el tiempo. Hasta las experiencias sutiles vienen y se van; todas son maravillosas, gloriosas y extraordinarias y todas vienen y acaban desapareciendo.

Porque el "estado" no-dual no es, en sí mismo, otra experiencia, sino sencillamente la apertura o claro en el que todas las experiencias aparecen y se desvanecen. Es el resplandeciente firmamento otoñal que surcan las nubes antes de terminar desapareciendo, y no otra nube, otra experiencia, otro objeto u otra manifestación. Ésta es, realmente, la verdad de la completa inutilidad de toda experiencia, la futilidad absoluta que supone tratar de experimentar la liberación. Todas las experiencias pierden completamente su sabor y no son más que nubes pasajeras.

Uno no es el que experimenta la liberación, sino el claro, la apertura, la vacuidad en los que toda experiencia aparece y acaba desapareciendo como los reflejos de un espejo. Uno es el espejo, la mente-espejo, y aunque no sea ninguno de los objetos reflejados, no se halla, en modo alguno, separado de ellos, porque, en el fondo, no existe ningún observador separado. Cuando uno es todo lo que emerge instante tras instante, puede beberse el universo entero de un trago y saborear el firmamento sin moverse una pulgada.

Ésta es la razón por la que el zen afirma la imposibilidad de entrar en el Gran Samadhi, que es la apertura o el claro omnipresente en el que, instante tras instante, emerge toda experiencia y toda manifestación. Parece que uno "entra" en este estado pero, cuando uno ha estado allí, se da cuenta de que nunca hubo un momento en que este estado –"la barrera sin puerta"– no estuviese completamente presente y completamente reconocido. Entonces es cuando uno se da cuenta de que jamás entró en ese estado, como tampoco lo hicieron los budas pasados ni lo harán los budas futuros.

Éste es, según el dzogchen, el reconocimiento de la auténtica naturaleza de la mente en la que todas las cosas, en todos los mundos, están ya liberadas en el mismo momento en que aparecen. Todas las cosas son como la luz del sol reflejada en la superficie de un estanque. Todo resplandece, todo está vacío, todo es luz, todo es pleno, todo está ya realizado y el mundo prosigue su camino sin que haya absolutamente nadie que lo perciba.