Artículos - Deepak Chopra
El fundamento de la religión y de la metafísica
De una entrevista con Frithjof Schuon
Por Deborah Casey *Pregunta: Usted ha escrito más de veinte libros sobre religión y espiritualidad. Su primer libro se titulaba De la unidad transcendente de las religiones. ¿Puedo preguntarle cómo debe entenderse esta unidad?
Frithjof Schuon: Nuestro punto de partida es el reconocimiento del hecho de que existen diversas religiones, que se excluyen mutuamente. Esto podría significar que una religión es verdadera y las demás son falsas; también podría significar que todas son falsas. En realidad, significa que todas son verdaderas, no en su exclusivismo dogmático, sino en su significado interior unánime, que coincide con la pura metafísica o, en otras palabras, con la philosophia perennis.
P.: ¿Cómo podemos saber que este significado metafísico es a la verdad?
F.S.: La perspectiva metafísica se basa en la intuición intelectual, que por su propia naturaleza es infalible porque es una visión por medio del puro Intelecto, mientras que la filosofía profana opera solo con la razón, por lo tanto, con supuestos lógicos y conclusiones.
P.: Siendo esto así, ¿cuál es la base de la religión?
F.S.: La perspectiva religiosa, dogmática o teológica se basa en la revelación; su propósito principal no es explicar la naturaleza de las cosas o los principios universales, sino salvar al hombre del pecado y la condenación, y, también, establecer un equilibrio social realista.
P.: Si ya tenemos la religión, que nos salva, ¿para qué necesitamos la metafísica?
F.S.: Porque la metafísica satisface las necesidades de hombres dotados intelectualmente. La verdad metafísica no solo concierne a nuestro pensamiento, sino que penetra también todo nuestro ser; por eso está muy por encima de la filosofía en el sentido corriente de la palabra.
P.: En el plano espiritual, ¿qué necesita todo ser humano?
F.S.: Tres cosas: la verdad, la práctica espiritual y la moral. La verdad pura y sin velos coincide con la metafísica; los dogmas religiosos son símbolos de las verdades metafísicas; la comprensión profunda del simbolismo religioso es el esoterismo. La metafísica pura está oculta en toda religión.
P.: ¿Y la práctica espiritual?
F.S.: La práctica espiritual es esencialmente la oración. Hay tres formas de oración: en primer lugar, la oración canónica, por ejemplo el Padrenuestro; en segundo lugar, la oración personal, cuyo mejor modelo lo proporcionan los Salmos; en tercer lugar, la oración del corazón contemplativa; ésta es la espiritualidad mística, que requiere ciertas condiciones. Una imagen de la oración contemplativa la ofrece el Relato de un peregrino ruso; también los textos hindúes sobre el japa yoga, la invocación metódica.
P.: ¿Y la moral?
F.S.: Es la tercera dimensión de la vida espiritual tras la verdad y la práctica espiritual. Por un lado, la moral significa un comportamiento razonable, sano y generoso; por otro, significa la belleza del alma, y por lo tanto la nobleza intrínseca. Sin esta cualidad la doctrina y la práctica espiritual serían estériles.
P.: Se ha referido usted antes a la intuición espiritual. ¿No posee todo hombre esta facultad?
F.S.: Sí y no. En principio todo hombre es capaz de intelección, por la simple razón de que el hombre es el hombre; pero de hecho la intuición intelectual ―el «ojo del corazón»― está oculta bajo una capa de hielo, por decirlo así, a causa de la degeneración de la especie humana. Por eso podemos decir que la pura intelección es un don y no por regla general una facultad humana.
P.: ¿Es posible desarrollar esta intuición superior?
F.S.: No hay necesidad de desarrollarla. El hombre puede salvarse con solo la fe. Pero es evidente que una persona muy piadosa o contemplativa tiene más intuición que una persona mundana.
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P.: ¿Cuál sería su mensaje para el hombre corriente?
F.S.: La oración. Ser un ser humano significa estar en relación con Dios. Sin ello la vida carece de sentido. Oración y belleza, por supuesto; porque vivimos entre las formas y no en una nube. Belleza del alma en primer lugar, y después belleza de los símbolos a nuestro alrededor.
P.: Ha hablado usted de metafísica. ¿Puedo preguntarle cuál es el contenido principal de esta sabiduría perenne?
F.S.: La metafísica significa esencialmente: discernimiento entre lo Real y lo aparente, o lo ilusorio; en términos vedánticos: Âtmâ y Mâyâ; lo Divino y lo cósmico. La metafísica se interesa también por las raíces de Mâyâ en Âtmâ ―esto es la Personificación Divina, el Dios creador y revelador― y de la proyección de Âtmâ en Mâyâ ―esto es, de todo lo que es positivo y bueno en el mundo―. Y esto es esencial: el conocimiento metafísico exige la asimilación intelectual, psíquica y moral: el discernimiento exige concentración, contemplación y unión. Por lo tanto, la teoría metafísica no es una filosofía en el sentido moderno de la palabra; es esencialmente sagrada. El sentido de lo sagrado es una cualificación indispensable para la realización metafísica, como lo es para toda vía espiritual. Para los indios pieles rojas, como también para los hindúes, todo en la naturaleza es sagrado; esto el hombre moderno tiene que aprenderlo, porque es una cuestión de ecología en el sentido más amplio de la palabra. Lo que se necesita en primer lugar es la oración; y después: ¡volver a la Naturaleza! Se puede objetar que es demasiado tarde; ahora bien, cada persona es responsable de lo que hace ―no de lo que hacen los demás― porque cada uno permanece ante Dios y puede hacer lo que se le exige por su alma inmortal. El primer paso para la vuelta a la Naturaleza es la dignidad; dignidad de las formas y de la conducta; esto crea el clima que favorece la oración, porque la dignidad participa de la Verdad inmutable.