Artículos - Ramesh Balsekar
La relación gurú-discípulo
Por Ramesh Balsekar¿Cómo surgió la relación gurú-discípulo?
Todas las religiones organizadas se han basado en un principio en la filosofía perenne de que existe un fundamento de toda la existencia y de la no-existencia, algo que no es una cosa de la cual ha surgido todo. Pero cuando la enseñanza original empezó a ser conceptuada, interpretada y propagada por los no iluminados, basándose en entendimientos limitados sobre la verdad original, se produjo un tremendo abismo. Se produjo un abismo entre el ser humano y Dios.
Este abismo ocurrió porque en el proceso de interpretar la verdad original tanto el individuo como Dios fueron conceptuados y considerados entidades. Esto creó una especie de jerarquía espiritual con Dios como la entidad superior, una entidad divina, pero entidad a fin de cuentas, a quien se tenían que dirigir todas las oraciones o adoraciones, para que el individuo consiguiera lo que deseaba. Cuando surgió esta separación entre el ser humano y Dios, se tuvo que salvar ese abismo. Y éste se salvó con muchos intermediarios que se colocaron entre el ser humano y Dios, y con el concepto de que ningún individuo podía llegar a Dios sin la intercesión de esos intermediarios.
Puesto que las interpretaciones de la verdad original eran diversas, al final surgieron sectas y subsectas, cada una de ellas con un cabecilla que se convirtió en el gurú. Este cabecilla religioso tenia un poder tremendo sobre los miembros de su grupo, que iba mucho más allá que el poder de la ley. La ley se aplicaba sólo a los asuntos mundanos, pero el poder asumido por los cabecillas religiosos iba más allá de este mundo. Así aparecieron las desigualdades, las faltas y los terribles sucesos que se han producido en nombre de la religión.
Entonces se plantea la pregunta: ¿Por que encontramos de vez en cuando semejantes falsos espíritus que causan estragos en la religión?
William Law nos da la respuesta diciendo que es porque Estas personas se han dirigido hacia Dios sin primero haberse alejado de ellas mismas
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Las diferentes sectas prometen poderes sobrehumanos y sobrenaturales, y la gente se siente atraída hacia esas cosas. Se ha de decir que es cierto que algunos discípulos que han realizado ciertas prácticas de una manera concreta pueden conseguir esos poderes, porque son justamente los resultados que se obtienen de cualquier disciplina física o mental. No es que esos poderes sobrenaturales o siddhis, como se llaman en la India, no se puedan adquirir. La pregunta es: ¿Para que?
¿Qué es lo que realmente quiere el buscador?
Cuando en 1987 estuve en Los Ángeles, alguien dijo que quería caminar sobre el agua y que estaba practicando Hatha yoga con ese fin. Me preguntó si podía ayudarle a conseguir ese objetivo. Tuve que decirle: Me temo que no puedo ofrecerle ese tipo de poder, puesto que yo tampoco lo poseo. Tampoco me interesaría, aunque alguien pudiera dármelo. Le diría: "No, gracias, no tengo inconveniente en usar un barco"
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¿Dónde se encuentra el verdadero gurú en este cuadro espiritual?
El verdadero gurú llega de este modo: a lo largo de la historia espiritual se han dado casos en todos los rincones del planeta de que una percepción intuitiva ha producido una persona con una visión radical y trascendente. Esta visión ha transformado la realidad en una dimensión totalmente nueva; y lo que antes se percibía como real pasó a verse como irreal, y lo que aparentemente era irreal se experimentó como real.
Es importante observar que estas raras personas, en estos casos infrecuentes, supieron que lo que les había sucedido no se debía a ningún esfuerzo por su parte, sino a un acto espontáneo, a un don del cielo o de la Totalidad.
En algunos de estos casos, esas personas se sintieron profundamente inclinadas a compartir su gran secreto con los demás. Pero pronto se dieron cuenta de que ello les traería problemas con los cabecillas religiosos de su localidad y quizás incluso con la ley terrenal. De modo que vivieron con toda normalidad, como si no les hubiera pasado nada, para que nadie se enterara; aunque posiblemente los familiares y amigos notaran que algo les había sucedido. Algo les había hecho más amables y compasivos.
El cambio no fue fenoménico, sino meramente interno, un cambio en la visión. Lo que antes habían visto como real, esos acontecimientos y fenómenos obvios para los sentidos, ya no los veían como tales. Lo inmanifestado que no se percibe a través de los sentidos, lo experimentaban como real. Siguieron viviendo con normalidad, pero se sorprendieron al descubrir que personas que estaban en el umbral del conocimiento trascendental eran atraídas, bajo extrañas y misteriosas circunstancias, hasta sus puertas. La mayoría, por supuesto, estaban abiertas y esas personas estaban dispuestas a impartir la enseñanza a aquellos que habían venido a verlas. Entonces surgió la verdadera relación entre el gurú y el discípulo. No era un tipo de relación en la que hubiera un alarde de una enseñanza que, si me permiten decirlo, estuviera a la "venta", sino una relación extraordinariamente tranquila, en la que se sabía que esas personas que estaban en ese umbral habían sido dirigidas de algún modo hasta las puertas del gurú. El conocimiento se impartía a muy pequeña escala y de un modo muy silencioso. Esos discípulos, que también se iluminaron, experimentaron que la realidad estaba en su interior y que la realidad que había en el interior de sus maestros era idéntica a la suya. No podía haber sido de otro modo. Era la misma realidad que el maestro había contemplado antes, la que experimentaron los discípulos. A pesar de ese entendimiento, existía un amor tan ferviente por el gurú, tanta gratitud por el conocimiento que les había impartido, que muchos discípulos, tras la iluminación, escribieron algunos hermosos versos para honrar a su gurú.
Este tipo de amor por el gurú es básico para el discípulo oriental, y antes de venir a Occidente pensaba que para ello se necesitaba cierta ternura que probablemente aquí no existía. Pero en 1987, tan sólo al cabo de unas pocas semanas de haber llegado a Occidente y haber empezado a hablar, me quedé sorprendido y, he de decir que, considerablemente confundido, cuando alguien me entregó un sobre cerrado diciéndome: Esto es para usted
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Más tarde lo abrí y descubrí que contenía un poema muy corto, que me conmovió de gran manera, nunca lo olvidaré, reflejaba un tremendo amor por el gurú.
Todavía me confundió más porque nunca me había considerado un gurú. Henry Denison me trajo a América por pura coincidencia. Luego, aquí me encuentro a un americano que me da una carta; la esencia de la misma era: Soy un hombre adulto, casado, con dos hijos y con un negocio razonablemente satisfactorio. No entiendo este tremendo y desbordante amor por un hombre al que no había visto nunca hasta hace un par de semanas
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Estaba sorprendido de sentir ese tremendo amor y compasión que estaban surgiendo en él. En ese momento, incluso pensé que quizás era un sentimiento exagerado, pero luego demostró no ser así.
El verdadero gurú entra en escena tal como lo he descrito. Cuando cierto número de personas se sienten atraídas misteriosamente hacia su gurú, puede que predomine bhakti (devoción) o que se sientan más atraídas hacia el conocimiento; también puede darse una combinación de ambas cosas. El verdadero gurú y el verdadero discípulo son parte de un suceso impersonal —de un suceso espontáneo en lo fenoménico— del funcionamiento de la Totalidad.
La gracia del gurú se manifiesta en la forma de instrucción espiritual. La palabra sánscrita es upadesha. Esta palabra se ha malinterpretado en muchas ocasiones. Upadesha se supone que se produce de varias formas: mirando al discípulo a los ojos, susurrando en su oído, etc. El sentido literal y real de la palabra upadesha es restauración o ser restaurado a tu verdadera naturaleza. Indica una restauración de la mente dividida del individuo —que se ha dividido entre sujeto y objeto, entre el yo y el otro— a su totalidad y santidad originales del estado primigenio de existencia pura.
¿Cómo se reconoce a un verdadera gurú?
La respuesta de Ramana Maharshi fue muy clara y poderosa. Dijo así: Aquel que instruye a un buscador ferviente a que haga esto o aquello no es un verdadero maestro. El buscador ya está afligido por sus actividades y lo que busca es paz, descanso y silencio. Lo que necesita el buscador es el cese de su actividad. Si el maestro encima le dice que haga algo más, aunque sea en lugar de sus actividades, no podrá ayudar al buscador. La actividad implica la creación de imágenes en la mente, la conceptuación. La actividad como esfuerzo personal significa la destrucción de nuestro estado de felicidad innato, satchitananda, a través de reforzar nuestro ego. Si esa actividad es aconsejada por un maestro o consejero, no es un maestro sino un destructor. En tales circunstancias, se puede decir que el creador Brahma, o la muerte, Yama, han venido bajo el disfraz del maestro. Una persona así no es un maestro. No puede liberar a un aspirante. Lo único que puede hacer es reforzar los grilletes que le mantienen preso
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Son palabras muy fuertes. Pero su fuerza y poder no vienen de la visión personal de Ramana Maharshi. A el no podía importarle menos. La fuerza de estas palabras procede sólo de su compasión hacia el buscador. Dicho de otro modo, en realidad no puede haber acción alguna por parte de nadie, sino meramente ver en perspectiva, sólo una reorientación de la mente, una transformación que llega espontáneamente.
Pero ¿qué se puede hacer respecto a los pseudogurús y a las miles de personas que están influenciadas por ellos?
Lo cierto es que hay miles de personas que acuden a ellos y esta situación también forma parte del funcionamiento impersonal de la Totalidad, de Lo-Que-Es. La cuestión de buscar un remedio no tiene importancia. Todo lo que existe en la manifestación de la Consciencia ha de ser aceptado como un hecho.
Hay una evolución que se produce del pecador al santo, del discípulo que todavía no ha comprendido plenamente, al discípulo que al final alcanza la iluminación. Esta evolución impersonal es lo único que sucede y la iluminación final no es la transformación de ningún individuo, sino la transformación de la actitud, del punto de vista, de la consciencia identificada en su impersonalidad.
Aflora el entendimiento de que no puede haber individuo alguno que alcance la iluminación, por consiguiente, lo único que podemos hacer es seguir con lo que estábamos haciendo y dejar que suceda lo que tiene que suceder. Esto va en contra de todos los consejos "habituales", ya lo sé, pero ahí está.