Artículos - Jean Klein
Meditación
De un Diálogo con Jean KleinDonde hay meditador, no hay nada en que meditar
La meditación no es una forma de actividad mental o física. Tampoco podemos decir que la meditación se sitúe en el campo del conocimiento objetivo. No es algo perceptible. No se expresa en el ámbito de la existencia, la energía o el movimiento, sin embargo es un no-estado más allá de todos los estados. La meditación es la fuente, el origen de todo lo dinámico y lo no dinámico. Así que, claramente, no es una función, no es algo que uno pueda hacer.
La meditación trae consigo un nuevo modo de vivir de instante en instante, un vivir que no puede dividirse en compartimentos: un tiempo para el trabajo, un tiempo para comer, un tiempo para la meditación y así sucesivamente. No se puede entrar y salir de la meditación. Ella es el soporte de toda actividad. En la diversidad de la vida diaria, el fondo sigue siendo siempre el mismo y todas las actividades son expresiones espontáneas de este fondo.
En la meditación, el vivir es espontáneo. La vida discurre sin referencia a un centro controlador, un ego. La imagen de "yo" busca la supervivencia en las situaciones. Busca seguridad en la repetición y los esquemas adquiridos de comportamiento. Se esfuerza por hacer de todo lo nuevo y desconocido algo conocido. En tanto que este sentido de individualidad "controlador" esté funcionando, jamás podremos llegar a un vivir espontáneo, al no-estado del que mana todo estado.
La meditación es el fondo de todo hacer, de toda actividad. A menudo se interpreta como un renunciar a la actividad. Pero detener la mente no es meditación. Esta misma renuncia no deja de ser una actividad. La meditación es la quietud que hay más allá de toda actividad y la así llamada no-actividad.
La meditación lo incluye todo: todas sus expresiones están dentro de sí misma.
P. Dices que somos meditación y que proceder a meditar es alejarse de la meditación. Si no es algo que yo pueda hacer, ¿Cómo puedo estar más allá de toda acción?
R. Simplemente sé consciente de que casi siempre estás en el hacer, de que controlas, produces, juzgas, interpretas. Date cuenta también de que, cuando intentas evitar algo, esto sigue siendo una actividad y pertenece a aquello mismo que estás intentado evitar. No puede haber transformación mediante el intento. La meditación no es tranquilidad mental. Puedes detener tu pensamiento mediante la disciplina, pero eso no es una mente libre. Tan pronto como llegas a ver esto de verdad, has salido del proceso.
P. Muchas tradiciones enfatizan una práctica sistemática de la meditación. ¿Hay algún valor en esto?
R. La meditación no es algo que se practica de siete a ocho de la mañana y de cinco a seis de la tarde. Para aprender algo práctico como una lengua o un instrumento musical, uno necesita práctica. Pero no puedes practicar lo que eres. Uno practica en pos de un resultado en el espacio y el tiempo, pero nuestra naturaleza fundamental no tiene causa ni tiempo. En el momento en que intentas meditar hay una sutil proyección de energía y tú te identificas con esta proyección.
Cuando te haces sensible a las solicitaciones del silencio, puedes ser llamado a explorar la invitación. Esta exploración es una especie de laboratorio. Puedes sentarte y observar el ir y venir de las percepciones. Sigues estando presente a ellas pero no las sigues. Seguir un pensamiento es lo que le mantiene. Si sigues presente sin hacerte cómplice, la agitación disminuye por falta de combustible. En la ausencia de agitación te ves arrebatado por la resonancia de la quietud.
Es como estar solo en el desierto. Al principio escuchas la ausencia de sonidos y la llamas silencio. Después, tal vez te veas súbitamente arrebatado por la presencia de la quietud, donde tú y el escuchador sois la misma cosa. Este cambio de perspectiva muestra ante ti de primera mano lo que hasta ahora aceptabas de segunda mano como una posibilidad: que no hay meditador, que la idea de un meditador que medita es sólo un producto de la mente, una quimera de la memoria. Este descubrimiento es el punto en que el intelecto llega a un punto muerto y tú te ves capturado por ese silencio que es el lienzo para toda la paleta de percepción. En este momento ya no sentirás la necesidad de experimentar en tu laboratorio. La tranquilidad se integra cada vez más en la vida cotidiana.
P. Entonces, ¿hay un lugar en la vida cotidiana para sentarse a meditar?
R. Nuestro estado natural es la quietud, pero tú sólo te conoces a ti mismo en el hacer, que oculta el fondo de tranquilidad. Toma nota del deseo de sentarte a meditar. No lo detengas, apartes, evites ni controles. Contémplalo como contemplas las olas del océano. Pero ten cuidado. Puede que pienses que estás mirando a las olas cuando el mirar es todavía una idea. En la contemplación completa no hay interferencia psicológica bajo la forma de interpretación, emotividad o distanciamiento. No hay introversión de los sentidos. Estos siguen estando ahí mientras tengas oídos, ojos y nariz. Si te propones liberarte de los sentidos, de la agitación, sigues proyectando un "afuera", un otro. Ello refuerza la relación sujeto-objeto.
Cuando estés alerta verás que hay en tu vida cotidiana breves momentos en que la tranquilidad aparece. Si no ignoras esta quietud y te dejas llevar por ella, cada vez te solicitará más y aflorará en ti el deseo de ser esta quietud conscientemente, es decir, continuamente. De este modo, la meditación te atrae hacia sí. Llegarás a ver que, aunque ocasionalmente la mente pueda estar quieta, su naturaleza es movimiento, y esa tranquilidad real es la fuente de la función y la no-función por igual.
P. Mi vida es tan ajetreada que ni siquiera me doy cuenta de estos momentos tranquilos de los que hablas. ¿Cómo entonces puedo comenzar a ser arrebatado por ellos?
R. Es importante, en un principio, que aceptes la posibilidad de que tu verdadera naturaleza sea tranquilidad, silencio. Entonces estarás abierto a una nueva perspectiva.
Empieza a darte cuenta de que, en el instante en que un deseo se cumple, hay un momento fugaz de ausencia de deseo en que no queda ningún pensamiento. Este momento libre de deseo es de la misma naturaleza que el silencio que continuamente eres. Es una pequeña ventana a cuyo través, si miras, afluye luz a tu habitación sombría. La misma quietud aparece en el espacio que hay entre dos pensamientos o cuando se ha llevado a cabo una acción y no hay nada que hacer inmediatamente después. Esta quietud es realización.
En la vida diaria hay momentos en el que el proceso de pensar se detiene de un modo natural. Pero no se trata de una ausencia de producción. Uno se siente completo porque no ha habido ninguna voluntad involucrada. Toma nota justo antes de dormir, cuando el cuerpo renuncia a ser un cuerpo. Es como el sol poniente. Tú observas el sol y te sientes a ti mismo como el que ve. Así, si observas cómo tu cuerpo se disuelve en la totalidad, tal vez haya momentos en que te sientas todavía despierto. Por la mañana, cuando el cuerpo se despierta, es como el sol naciente. Deja que el cuerpo se despierte lentamente. Entonces verás que ya estás despierto antes de que el cuerpo reaparezca. Esta conciencia que no está asociada con el cuerpo-mente es la misma que aquélla que hay entre pensamientos y deseos.
P. Cuando sigo las solicitaciones de estar quieto y me siento en silencio, me quedo dormido. ¿Qué puedo hacer para evitarlo?
R. Primero, has de ver que estás dormido en la vida diaria, que tu mirar es más que nada memoria, que no investigas, no exploras de verdad. Los objetos que se ven a través de la memoria se vuelven aburridos porque la memoria es lo ya conocido. Date cuenta de esto. En la realidad, cada aparición es nueva pero la imagen de "yo", que halla seguridad en la repetición, es la causa de la anticipación en tu mirar. Cuando realmente ves un árbol, todo tu ser está en ello. No sólo ves las hojas y las ramas; sientes supervivencia en el árbol, su dinamismo, el deseo de tomar luz, su sufrimiento tal vez. El árbol se convierte en un secreto abierto que tú encuentras fascinante. Si no estás despierto y alerta, dormirás con tu proyección.
P. En el laboratorio de la meditación, ¿hay una buena postura para llegar a una mente tranquila?
R. Ten esto claro. Ninguna postura puede ayudar o dificultar el estar en quietud pero, del mismo modo que cuerpo y mente son todo uno, un cuerpo relajado te lleva a una mente tranquila. Toda postura que sea cómoda es la postura correcta.
P. ¿Qué hay de las técnicas que emplean objetos para la meditación?
R. Todas las técnicas apuntan a aquietar la mente. Pero, de hecho, embota la mente el fijarla en un objeto. La mente pierde su alerta y sutilidad naturales. Deja de ser una mente abierta. La meditación no consiste en meditar en algo. El centrarte en un objeto te mantiene preso en lo conocido. La meditación pertenece a lo incognoscible.
Tranquilizar la mente mediante técnicas puede proporcionarte un cierto estado de relax pero, en el momento en que lo dejas, el problema de la vida diaria continúa. La práctica de meditación regular tal vez te familiarice con un estado de paz que recuerdes en la vida cotidiana. Aparentemente vives con menos agitación, pero esta relajación sigue siendo un estado del que tú eres consciente. Es un estado de dualidad. Si bien posee valor terapéutico, nada tiene que ver con nuestra verdadera quietud. Ya que sigue perteneciendo a una función.
Una mente tranquila, un estado relajado, es un objeto de la consciencia, una fracción, y una fracción nunca puede llevarte al todo. Tal vez te proporcione un vislumbre de tranquilidad, pero existe el gran peligro de que, si procedes de esta manera, te quedes fijado en la percepción. Para todas las enseñanzas progresivas, la transición del sutil estado de profunda relajación al no-estado permanente sigue siendo un enigma.
P. Cuando me siento en silencio, afloran muchos pensamientos y sentimientos. ¿Cómo debo afrontarlos?
R. Lo que aflora son residuos del pasado acumulados mediante la ensoñación. Permanece presente a ellos, libre de todo motivo para suprimirlos. Si los pensamientos que surgen se remiten a un centro serán empujados al inconsciente o remitidos a lo ya conocido. Los residuos cobran vida mediante asociación de ideas.
Todo lo que surge es conflicto, creado por el reflejo de tomarse a sí mismo como una fracción, una entidad separada. Cuando deja de haber un centro de referencia, estos conflictos emergen como burbujas desde el fondo del océano y, no hallado ningún obstáculo en la superficie, desaparecen para siempre en el espacio vacío de tu estar presente.
La eliminación jamás puede tener lugar a través del análisis. Sólo puede tener lugar en tu plena conciencia sin la obstrucción de la mente. La transmutación sólo puede tener lugar en la Presencia.
P. ¿Quién es aquél que quiere meditar?
R. El objeto de sentarse a meditar no es otro que encontrar al meditador. Cuanto más busques, más te convencerás de que no se puede encontrar.
Primero, investiga sobre tu necesidad de meditar. ¿De dónde viene realmente esta necesidad? Del deseo de estar realizado, de estar tranquilo. De modo que la necesidad de meditar proviene de un sentimiento de falta. Haz de esta falta un objeto de investigación. ¿Qué es? Una falta de totalidad.
Te tomas a ti mismo por un meditador, una entidad en el espacio y el tiempo, y tratas de llenar este aislamiento meditando. Pero el meditador solamente puede meditar sobre lo que ya conoce y él mismo pertenece a lo conocido. Es un círculo vicioso.
Fundamentalmente, tú no eres nada, pero no te das cuenta de ello y proyectas energía en buscar lo que eres. Es un movimiento centrífugo que te aleja de tu propio terreno.
Cuando, mediante la auto-investigación descubres que el meditador no existe, toda actividad deja de tener objeto y tú llegas a un estado de no persecución de objetivos, una apertura a lo incognoscible. El dinamismo de producir se detiene y toda la energía proyectada y dispersada en la persecución de fines se libera y vuelve a su estado natural, libre de fijación o límites. Te encuentras entonces a ti mismo en un estado en el que todos los puntos de referencia se han desvanecido.
P. Yo he sentido la necesidad de entrar en un retiro silencioso. ¿De dónde viene esta necesidad?
R. Del mismo silencio. Profundiza en la necesidad de estar en silencio y no en la interferencia mental de cómo, dónde y cuándo. Si sigues el silencio hasta su fuente, puedes ser arrebatado por él en un momento.
P. Tengo un deseo de quedar en silencio durante largo tiempo, porque no hablar me ayuda a ver más claramente la agitación de la mente.
R. Silencio es estar libre de producir. ¿Qué necesidad hay de renunciar al habla durante unos meses? No llegarás a entender más, con ello, la naturaleza de la mente y de toda la existencia. La abstinencia de producir voz no es silencio porque el pensamiento continúa todavía su agitada marcha. Muchas personas, en la India, se entregan a la abstinencia de hablar, pero la maquina sigue funcionando. Sólo podemos pensar mediante palabras. El pensar es una sutil pronunciación en la que el sonido se siente pero no se articula, de modo que abstenerse de hablar no tiene sentido. Hablar es hermoso. Nuestro cuerpo está construido de habla. Cada parte, cada materia, tiene su propio sonido, su propia vibración.
Un brahmacharya no llega al verdadero silencio renunciando voluntariamente a las funciones naturales del cuerpo, sino tomando nota de toda actuación mecánica para que no se desperdicie la energía. Cuando te acostumbras a escuchar, a observar, comienzas a tomar tus sentidos y tus facultades de pensamiento como vehículos. Lo importante es llegar a saber cómo funcionas. Detener voluntariamente la voz o los pensamientos es violencia. No tiene nada que ver con la verdadera tranquilidad.
P. ¿Cómo puedo llevar mis pensamientos a la quietud?
R. No forzándote a guardar silencio. Observa tan sólo que los alimentas mediante el reflejo mecánico de la imagen de "yo". Vives predominantemente en la asociación de ideas y la interpretación. Cuando veas esto con claridad dejarás de ser un cómplice y el gasto de energía disminuirá. El pensamiento se volverá menos concreto y, lo que queda, lo sentirás como energía sutil, una especie de impulso. La energía localizada en el impulso ya no será llevada a alcanzar el cerebro para encontrar el símbolo, la palabra. Incluso este mismo impulso terminará reduciéndose en tu observación. Entonces habrá una súbita transferencia de énfasis que pasará del observar como percepción al observar como ser. Lo observado que es energía fija, se disuelve en observación, en energía sin concentración. Tienes la impresión de que el observar pierde localización y tú te expandes en un espacio sin centro ni periferia. En esta vacuidad, en este no-estado, todos los estados aparecen y desaparecen.
Lo primero es acostumbrarte a ver y escuchar sin interpretar. Manténte apartado de lo ya conocido.
P. ¿Qué es la fijación en un solo punto?
R. Tal como generalmente se entiende es lo mismo que concentración. Es centrarse en un punto con exclusión de los demás. Esto se combina con la búsqueda de un resultado. Una mente tranquila no es una mente sin pensamientos. Es una mente sin agitación. El silencio no está en ninguna parte y en esta no-localización aparece la función mental.
La mayor parte del tiempo estás concentrado. Siempre está el reflejo de encontrarte a ti mismo en alguna parte. En la concentración, tomas algo de la percepción para ti mismo. En la observación real, no surge la necesidad interna de localizar. Cuando no tomas nada de la percepción, ésta se disuelve en atención.
Cuando entres en una habitación, deja que los objetos te vean. No lleves tú la acción de ver contigo. Entonces tu mirar se expandirá y será multidimensional. Sé consciente de cuán a menudo te concentras, es decir, llevas contigo esquemas de visión. Tu mirar no es fresco sino condicionado. Cuando tu funcionamiento no está concentrado, la energía se libera y despliega. Puede que te sorprendas ante lo que aparezca.
P. ¿Es lo mismo contemplación que meditación?
R. La investigación profunda conduce a la contemplación u oración. Por medio de una dedicada contemplación podemos armonizar con la consciencia, la luz que constituye todos los fenómenos. Esta luz es nuestra naturaleza intrínseca. Nuestro ser está siempre brillando. Nuestra verdadera naturaleza es la apertura, escuchar, liberación, entrega sin producción ni voluntad. La oración o contemplación es una aceptación gustosa, libre de proyección y expectativa, de demanda y formulación. Invita al objeto a desplegarse en ti y te revela tu propia apertura. Vive con esta apertura, con esta inmensidad. Armonízate con ella. Es amor. La ardiente contemplación te lleva a vivir la meditación tan esencialmente que son una misma cosa.
P. ¿De dónde viene el deseo de ser el silencio conscientemente?
R. El deseo proviene de lo que se desea. Es quietud atraída a sí mima en todas sus expresiones. Es Amor que se ama a sí mismo en el Amado. No hay nada personal en este deseo original.
El silencio es el continuo en los tres estados, vigilia, sueño y sueño profundo. En el sueño profundo se refleja la verdadera quietud. Cuando el cuerpo se despierta por la mañana, decimos: "He dormido bien". Dado que el cuerpo no estaba presente en nuestra consciencia el dicho no se refiere al cuerpo. Pertenece a la profunda quietud impresa en nosotros. De esta manera el sueño profundo despierta el anhelo de paz y meditación en todos los estados.
P. Si uno vive en este no-estado del que hablas, ¿cómo funciona uno en el mundo?
R. La meditación, que es el soporte de toda actividad, no se ve afectada por ninguna función. La función tiene lugar en el espacio y el tiempo y es discontinua. Es experiencia. La meditación es intemporal y continua; es no-experiencia. En la meditación no hay centro de referencia ni repetición. Es una postura interior constante de tranquilidad. La acción vive en esta tranquilidad. La tranquilidad no se ve afectada por la acción o la no-acción. Puedes desarrollar todas las actividades de tu vida diaria sin que el fondo de quietud se vea afectado. El fondo es diferente de la actividad o no-actividad, así que no tiene objeto renunciar a una u otra para "alcanzar" el fondo. Cuando vives en meditación, todo emana de la inherente inteligencia de la mente y el cuerpo. Ya no eres propulsado por un centro condicionado. Quedas liberado para ser realmente creativo. En la meditación viva, la tranquila luz de la inteligencia creativa ilumina todo funcionamiento y le da verdadero significado.