Artículos - Jean Klein
"El silencio es tu naturaleza original"
De un Diálogo con Jean KleinLos maestros espirituales dicen a menudo que el mundo fenoménico aparece y desaparece y que no hay nada que la persona necesite hacer. Pero la mayor parte de nosotros sentimos la necesidad de controlar nuestras vidas...
¿Por qué controlar la vida? La vida no tiene necesidad de control. La vida se estructura por sí misma. Intentar controlar la vida significa vivir en la memoria, en la repetición, en el proceso continuado de tener y querer ser. Cuando abandonas este imperativo de control, desaparece el conflicto y eres uno con la corriente de la vida. Sé espectador del espectáculo. La representación se desarrolla, pero tú estás observando entre la audiencia. Si subes al escenario y te dejas envolver en la obra, estás perdido.
Si el individuo no existe, ¿qué existe?
Existen pensamientos, emociones y percepciones, pero no hay nada personal en ellos. El yo es una convención en las relaciones humanas. Existe como concepto, pero no tiene realidad.
Acepta la vida. Déjala transcurrir. Tú no eres tu vida, sólo un espectador entre la audiencia mirando la acción que se desarrolla en el escenario. El actor puede interpretar a un héroe, a un marido, a alguien que sufre, pero sabe que está actuando. No está identificado con el papel. Es lo mismo en tu vida.
Entonces, ¿no hay nada que hacer?
Nada que hacer. Cuando mires en profundidad verás que todo hacer
es reacción. Sólo la pura observación inmotivada está vacía de reacción pues no hay nadie que reaccione. Entonces toda acción es espontánea, momento a momento.
(Largo silencio)
No debes llegar a ninguna conclusión en estos diálogos que mantenemos. Hablar es, más o menos, un pretexto. El verdadero perfume está en el silencio.
No comprendo por qué me siento tan a disgusto en silencio.
Si intentas estar en silencio, no podrás estarlo. El silencio es tu naturaleza original. No hay ninguna necesidad de tratar de ser lo que realmente eres. Simplemente, observa cuando no estás en silencio. Realmente, sólo podemos hablar de comunicación cuando permanecemos en la que se establece entre dos objetos, entre dos personalidades, entre dos imágenes. La relación entre dos imágenes, entre la idea de ser un hombre y la idea de ser una mujer, carece de sentido, de contenido. En el silencio, no hay hombre o mujer, sólo hay amor. La comunicación es comunión.
Es fácil interpretar el papel, pero...
No interpretes un papel. Tomarte a ti mismo como un hombre significa que debes ajustarte a múltiples calificaciones, cómo mostrarte, cómo relacionarte, cómo hablar, cómo actuar, etc. Has sido educado para pensar en términos de ser un hombre, confinado por todas estas etiquetas.
Lo mismo puede decirse cuando te consideras a ti mismo como padre o como madre. No hay ni hombre ni mujer, ni padre ni madre. Deja de proyectar en tu entorno y deja que cada momento te encuentre en una actitud fresca y libre de la memoria. Mira las cosas como si las vieras por primera vez. Mantente completamente desnudo, sin forma, sin nombre. Eres un ser hermoso, nada más, y eso no precisa educación. Sé, sencillamente, el hermoso ser que naturalmente eres.
A veces he tenido la impresión de que para comunicar con otro tengo que pasar a través de la personalidad y quisiera dejar esta personalidad a un lado.
Eres el conocedor de esa personalidad, como eres el conocedor de tus facultades y, sin embargo, te identificas más con la personalidad que con el conocedor. Tal identificación, basada en ideas preconcebidas, ahoga la personalidad, que se vuelve inflexible, e impide la espontaneidad y la creatividad.
No te localices a ti misma en la idea de una personalidad que no es sino memoria. Cuando vives momento a momento, sin memoria, la personalidad real tiene la oportunidad de surgir. Aparece en la vacuidad, se adecua perfectamente a cada situación y, cuando ésta finaliza, se disuelve de nuevo en la vacuidad.
Por ejemplo, si te localizas a ti misma en la imagen de una mujer, comienzas a buscar todo lo que esta imagen conlleva. La mujer real empieza a vivir sólo cuando la imagen desaparece. Así, hay situaciones en las que la mujer aparece en ti, pero tú no eres la mujer.
No hay más que conciencia, conciencia que tienes en común con todos los seres vivos. En esta conciencia silente, ciertamente surgen distinciones, pero no hay separación.
California. Julio de 1981¿Se necesita esfuerzo para seguir el camino que usted propone? Personalmente, siento que tengo cada vez menos energía para hacer un esfuerzo en cualquier dirección.
No puedes hacer un esfuerzo sin tensión. Pero, ¿por qué hacer un esfuerzo? Sólo porque buscas lograr algún resultado fuera de ti mismo. Desde el momento en que sabes verdaderamente que lo que buscas es tu naturaleza real, pierdes las ansias de luchar. Date cuenta en primer lugar de que continuamente estás realizando esfuerzo. En cuanto te haces consciente de este proceso, estás ya fuera de él. Y entonces puede aparecer la percepción original de que realmente eres silencio.
Pero ver esto, ¿no requiere algún esfuerzo?
No. Esta visión es tu estado natural. Sé consciente de que no ves. Sé consciente de que continuamente reaccionas. Ver no requiere ningún esfuerzo, pues tu naturaleza es visión, es ser en silencio. Si dejas de perseguir un resultado, si dejas de criticar, de valorar, de sacar conclusiones, si te limitas a mirar, puedes percibir estas reacciones y ya no serás cómplice de ellas.
En el transcurso de la meditación, cuando el proceso de vaciamiento progresa, me viene este pensamiento: Esto es sólo un pensamiento
. Pero el pensamiento esto es sólo un pensamiento
es también un pensamiento, ¿no?
Sin ninguna duda. Verse a sí mismo no es un pensamiento, pero al principio sólo conocemos esta visión en tanto que limitada a la percepción de un objeto. Más tarde, llegas a la sensación pura sin objeto. Luego, surge el discernimiento de que eres esa visión pura y todo lo que es visto aparece en ti. En ese momento, la visión no es ya afectada por lo que se ve.
Focalizar la atención sobre algo genera tensión. Aunque puede haber momentos de desapego, la mayor parte de las veces quedas envuelto en lo que ves. Pero mediante la observación puedes llegar a la visión pura, a la visión sin objeto. Concede libertad total a lo que veas y no intentes controlarlo. Como lo que ves es energía proyectada en forma de apariencia para el que ve, en el momento en que lo que se ve está libre de localización, se disuelve en el que ve, pues lo que se ve es discontinuo. mientras que el que ve es continuo. El perceptor último es encontrado, en primera instancia, en esta relación entre el que ve y lo que es visto.
Habitualmente sólo conocemos al que ve por mediación de lo que es visto. En momentos de visión pura, decimos que no hay nada, pues sólo nos conocemos a nosotros mismos en la relación sujeto-objeto. Pero en cuanto nos convencemos de que detrás de lo visto está el que ve y de que lo visto aparece en el que ve, ya no ponemos el acento sobre lo visto sino sobre el que ve.
A veces, un rato después de escucharle, siento que no puedo recordar nada de lo que usted ha dicho.
Cuando escuchas sin evaluar ni sacar conclusiones, no puedes memorizar lo escuchado. Lo que has escuchado regresa a ti, pero no por medio del proceso ordinario de la memoria. Si intentas retenerlo, ¿qué es lo que conservas? Sólo las palabras, la formulación, y así escuchas a través del velo de lo ya sabido, mediante la comparación con el pasado. Debes llegar a escuchar de forma inocente.
Cuando escuchas sin sacar conclusiones, lo que ha estado detrás del escuchar aflora en un momento determinado, quizás al día siguiente, o un mes o seis meses después. Pero este afloramiento no es la consecuencia de un esfuerzo por retenerlo. El sabor auténtico se pierde en el proceso de memorización.
Bastante a menudo hay cosas de las que usted dice que me llegan de forma especial y se fijan en mi mente. Por ejemplo, hace unos días usted dijo: Date cuenta de que estás continuamente construyendo
. Esto me viene a la mente con frecuencia.
Pero tú no has hecho ningún esfuerzo por recordarlo. Viene a ti. Es muy poco lo que realmente podemos recordar de forma consciente. Piensa en todas las experiencias que has tenido a lo largo de tu vida y lo poco que de ellas recuerdas. Has olvidado ya el sentimiento con el que te despertaste esta mañana o lo que comiste ayer o lo que has estado pensando a las tres.
Cuando disminuye la vibración del cerebro es posible recordar cosas que han sido olvidadas por la memoria ordinaria. Con una baja frecuencia de estas vibraciones, el individuo puede incluso recordar una encarnación anterior. Pero las experiencias de este tipo son, más o menos, distracciones, formas de sustentar la idea de la persona. Aunque se reduzca la frecuencia de las vibraciones del cerebro, continuamos identificándonos con el ego. Por otra parte, la tensión todavía surge cuando se ha realizado el Sí mismo. Pero alguien que vive en el Sí mismo con pleno conocimiento, está fuera del proceso del devenir; por eso las funciones de su cerebro y de su cuerpo son completamente diferentes a las de alguien que no ha realizado el Sí mismo.
¿Y funcionan sus sentidos de forma diferente?
Generalmente, todos nuestros sentidos funcionan por medio de la aprehensión. La mente proyecta algo fuera de sí para que sea aprehendido por los sentidos. En realidad, nada hay fuera de nuestra conciencia.
Cuando vemos un pájaro, hay inicialmente percepción pura, pero después la conceptualizamos. En el momento en que hay conceptualización, la percepción no está ya presente, pues concepto y percepción no pueden existir simultáneamente. Si abandonas el concepto, ¿qué queda? Tu identidad con el pájaro. Pero esta identidad no es una imagen mental de la unidad. Es una experiencia global.
Pero en el momento de la unidad se es uno con todo, ¿no es cierto? ¿O se puede ser uno con el pájaro y no ser uno con todo lo demás?
Eres sólo ser. Cuando abandonas el nombre y la forma del hombre que ves, ¿qué queda? El hombre real aparece y ahí hay unidad. En el instante en que abandonas la forma, abandonas el cuerpo. En el instante en que abandonas el nombre, abandonas la mente. Así, sólo el ser permanece y el ser es indivisible. Es la corriente de la que anteriormente hablamos. Cuando esta corriente está presente, no hay ya fijación ni repetición, sólo el reflujo y el fluir de la creatividad.
Suiza. Noviembre de 1981