Artículos - Rafael Pavía
Tantra no-dual
La transformación e igualación de los valores
Por Rafael Pavía4 de septiembre de 2020En la medida que se avanza en la meditación en el tantra no-dual, se va experimentando la naturaleza de vacío o sunyata, la tradición nos habla de cuatro grados de vacío o los cuatro estados sin forma. Según la escuela budista que describe estos cuatro estados tienen su particularidad, simplificando tenemos: 1) el vacío de la forma física, 2) el vacío de la mente ordinaria, 3) el vacío de la mente plena, 4) el vacío no-dual, en este último estado reconciliamos forma y vacío.
Al experimentar la no-dualidad, aquello que consideramos como malo o negativo, queda en la misma condición que lo que se considera bueno o positivo, ¿a que se debe esta igualación de valores? Mientras vamos haciendo el recorrido hacia la naturaleza última de las cosas, existe una lucha moral llena de prejuicios que nos condicionan en nuestro "buen hacer" incluyendo la inconmensurable compasión. Cuando la luz de la conciencia va examinado primero: las formas buenas y malas, ángeles y demonios, encontramos que son pura apariencia, segundo: vamos viendo que los valores asignados a lo bueno y lo malo, a los ángeles y demonios invierten sus posiciones justificando sus cometidos en una batalla sin tregua para vencer al bando contrario, así la humanidad actúa en esta condición, viendo a sus contrarios como enemigos, que nos quieren dañar, así los dos bandos se enfrentan siendo los buenos contra los malos, tercero: cuando trascendemos la lucha en una mente plena, atenta y en paz, la batalla se extingue mientras mantenemos dicha paz plena y su atención sostenida, cuarto: en el estado no-dual lo malo y bueno se diluye en su propia raíz, viendo que todo aquello que emerge en nuestro interior, como energía o forma surge de una misma base, esta base es pura e incontaminada, vacía de condicionamientos o prejuicios, es a posteriori cuando nuestro "yo" o entendimiento divide y polariza las formas y energías estableciendo una dualidad enfrentada.
Ver un cocodrilo como malo y a su víctima como buena, es lo que consideramos "normal", si mediante el uso de la imaginación consciente visualizamos la bestia maligna viendo cómo ella se puede convertir en víctima, o cómo su decrepitud y propia forma física se descompone como cualquier otro animal, nos damos cuenta de que su naturaleza es apariencia; en el caso de un águila que atrapa a su víctima, lo valoramos como algo extraordinario pues tenemos una imagen positiva o buena del águila. Todas las consideraciones buenas y malas son fruto de nuestras concepciones mentales, invertir lo bueno en malo y viceversa es el camino del tantra o ciencia de la transformación.
Mantenerse en un estado de serenidad y paz o contemplación sin juzgar, sin condenar o justificar nuestras propias acciones o valoraciones, nos permite una visión amplia y profunda sobre el juego mental y sus batallas constantes. Nuestra moral arraigada en nuestra psiquis hace al santo diferente del maligno, al puro contrario del impuro, al sabio superior al ignorante, mientras mantengamos esa dualidad las luchas internas no cesarán, incluso si logramos mantenernos en meditación en paz, al salir de la meditación recaemos en el mundo relativo de las formas reiniciando la batalla. Así el santo luchará contra el maligno e impuro, esa, es la batalla que llevamos dentro, en nuestro interior, porque el verdadero iluminado deja de hacer uso de las comparaciones, deja de ver a los buenos o malos como diferentes o separados de unos y otros y de sí mismo.
En el proceso del uso de la imaginación consciente del tantra, donde se visualizan a los dhiani budas, o a los gurús del linaje, o la transformación de lo malo en bueno y viceversa, siendo este último ejercicio parte del yoga del sueño, cuyo logro se mide en la capacidad de transformar nuestros estados emocionales en el estado de vigilia, son entrenamientos donde la mente juega con el mundo de las formas físicas y psíquicas para concluir que este mundo de las formas y sus valores son apariencias que sostenemos en nuestra mente ordinaria. Con este entrenamiento vamos dejando de identificarnos en nuestras propias concepciones, fines, objetivos, etc., pues todas nuestras acciones persiguen un ideal que al mismo tiempo nos condiciona. Buscamos en el camino espiritual la pureza, la santidad, la virtud, la bonanza, etc., sucediendo que todas la cualidades o virtudes tienen en contraposición su aspecto negativo, cayendo en una batalla sin fin.
Cuando descubrimos en este entrenamiento de transformación que la naturaleza de nuestra mente y sus creaciones y proyecciones son vacías, es decir, que carecen de solidez o solo tienen la solidez que nosotros mismos le asignamos, entonces con plena naturalidad podemos deshacernos de la agónica batalla del hacer y deshacer, dejando que toda actividad y forma regrese de modo natural a su estado original, cesando la batalla y los conflictos dualistas.
El fin de la batalla dualista, permite una paz y serenidad que incluye la acción y la inacción, comprendiendo que la naturaleza original de la mente es totalmente abierta, sin restricciones, sin condicionamientos previos; esta naturaleza original guarda el tesoro de una compasión ilimitada, sin restricciones, sin premisas, sin valorizaciones, ni comparaciones. En la no-dualidad la compasión es ecuánime, no compara, no pone al santo arriba y al maligno abajo, cesa la lucha y el enfrentamiento, se ama por igual al sabio y al ignorante, lo que lleva al virtuoso a destruir su virtud y revalorizarla, mientras que el maligno se destruye a sí mismo por el bien de sus semejantes, todo esto sucede en nuestro interior y se expresa en nuestro exterior.
El tantra no-dual está exento de luchas entre contrarios, los opuestos son complementarios, lo de arriba no existe sin lo de abajo, lo interior no existe sin lo exterior y así sucesivamente. En la no-dualidad la paz no se perturba en la batalla, nuestro "yo" deja de existir como un ente separado integrándose en la unidad o totalidad que todo lo incluye, comprendiendo su origen primordial donde los valores no son contrarios sino complementarios, se equiparan e igualan, dejando su batalla y enfrentamiento ante una naturaleza todo incluyente, donde la compasión es la madre de la sabiduría.