Diana Murillo Garzón
El camino no está señalado, soy el camino
Por Diana Murillo Garzón 5 de noviembre de 2014Vivir es un reto, saber vivir es un desafío, no porque la vida sea difícil... la vida es como es y punto. Quien le da atributos de fácil o difícil es la mente.
Es un reto porque el camino nunca está señalado, sino que se construye conforme damos cada paso. No conocemos donde estaremos al día siguiente, qué iremos a comer y vestir, si estaremos solos o acompañados y ni siquiera si eso ha de importarnos.
El caminar, la acción intrínseca de vivir nos lleva por caminos diversos, los cuales por lo general imaginamos, pero pocas veces acertamos.
Si la vida nos lleva por sendas inesperadas, ¿queda acaso algo que pueda hacer el camino más placentero sea el que sea?
Queda conocer la mente... mirarla, observarla, ver como me señala emociones, sentimientos e ideas, sonreírle y seguir caminando.
Que maravilloso regalo es la observación, poder observar me permite saber qué soy y qué no soy.
Lo que soy ya es y siempre fue y se manifiesta en un abanico abierto de posibilidades, y una vez la observación ocurre y queda atrás todo miedo de morir o de perder, porque al reconocer lo que soy, la eternidad y perfección se hacen evidentes, no queda más que vivir a plenitud, aceptando con amor lo que viene, y despidiendo con amor lo que se va. Disfrutando el ser manifestado. Soy el camino, y soy todo...
No hay cosa que escape a mi camino, porque todo lo observado está dentro de mi, y siento así el poder maravillo de la creación. Soy la luz que permite ver el mundo y soy el mundo, cuando me permito vivir.
No soy mi mente, porque a ella puedo observarla actuar, soy eso que permite que la mente funcione y que sigue siendo cuando la mente descansa. Soy conciencia.
El camino tiene ilusiones de todo tipo, los amaneceres, las noches, el viento y el mar, las personas, las risas y las lágrimas... en él experimento la felicidad, el gozo, y también las penas. Pero el silencio de la conciencia me trae siempre al origen, donde las ilusiones pasan como fotos en un álbum, y donde yo puedo decidir creerme el yo que veo en la imagen o recordar una vez más mi naturaleza divina y eterna: soy las fotos, el álbum y además quien lo observa.
¿Qué debería llevar conmigo y mi maleta para este recorrido? Necesitaré unos buenos zapatos que me eviten mucho dolor mientras camino por sendas rocosas, pero que me permitan superarlas, unos buenos zapatos hechos de perdón. Así perdonaré cuando me deje llevar por la idea de estar separada de todo y de todos y me perdonaré cuando por esta razón me sienta abandonado. Necesitaré un sombrero para proteger mi visión, para que mi percepción sea siempre clara, un sombrero hecho de reflexión. Así haré todas las pausas que me sean necesarias y me llevaré en silencio a meditar, rápidamente me encontraré con la paz de ver sin identificarme con el mundo observado, y sin embargo viviéndolo con pasión. Necesitaré un abrigo que me recuerde mi hogar en los días fríos, un abrigo hecho de amor puro. Me entregaré con amor a la vida, porque sé que no puedo salir herido por ella, porque el amor no es una mercancía, y darlo es siempre igual que recibirlo.