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Jordi Casals Mendoza

Saborear vs saber

Leer para saborear y no para saber

Por Jordi Casals Mendoza 23 de abril de 2023

Hay dos formas de vivir, desde la creencia de ser un cuerpo o desde la advertencia de que no somos un cuerpo, que es la que inicia el camino espiritual. Estas dos perspectivas posibilitan dos formas distintas de encarar la lectura sobre temas espirituales.

El nivel de desarrollo espiritual del lector determina qué busca en un libro. Si ignora su naturaleza espiritual (es decir, si se identifica con el cuerpo) creerá que lo mejor es acumular cada vez más conocimiento. En cambio, quien ya reconoce en sí el silencio y la quietud, es decir, el espíritu, se acerca a este tipo de literatura con otra actitud: no lee para llenarse sino para vaciarse.

Antes de abordar la elección de una lectura espiritual, reflexiona: ¿para qué lees? Cuando abres el libro, ¿buscas recibir conocimiento para almacenar y repetir, o lees para recordar y volver a sintonizar contigo mismo? Si lo haces por la segunda de las razones, entonces sabrás que, en el fondo, este tipo de lectura no puede aportar nada de valor real que no esté ya en ti.

La lectura espiritual no tiene como objetivo aumentar tu cantidad de conocimientos, sino despejar la mente. A medida que crecemos espiritualmente, los libros que nos atraen están más enfocados en el reconocimiento de uno mismo. Son libros que dan menos cosas que hacer, que están menos centrados en la necesidad de cambios externos y más centrados en hablarte de cómo la vida se reorganiza al vivir desde el reconocimiento del ser.

¿Qué sentido tiene acaparar libros y lecturas? ¿Acaso ocupar más gigas en el disco duro o más papel en la estantería aporta paz o felicidad real? Incluso en la poco probable hipótesis de que acabemos leyendo todo lo que descarguemos o adquiramos, ¿qué efecto tiene eso en nosotros?

Leer para saber refuerza la creencia de que soy más porque sé muchas cosas, pero en el ámbito espiritual, la experiencia de ser sucede al librarnos de la falsa identidad de ser un algo que sabe. Leer para saborear implica que la lectura nos recuerda que no necesitamos saber para ser, que podemos saborear la experiencia de ser liberándonos de la creencia de que necesitamos algo más o algo distinto de lo que somos.

No se trata de leer para tener algo que hacer o para acumular un conocimiento, sino que la lectura nos recuerda que no somos el cuerpo, favoreciendo reconocer y brillar como Luz. En este tipo de lectura se despeja todo lo que distrae de darnos cuenta de lo que somos. Enfoca la mirada, dando prioridad al espacio donde están apareciendo estas palabras, al silencio presente aquí y ahora en ti, como tu verdadera naturaleza.

El novato lee para encontrar el camino a la experiencia espiritual, y como no obtiene esa experiencia sigue buscando en más libros. Por otro lado, el que ya ha encontrado, es decir, tiene la experiencia espiritual previa, lee para recordar esa experiencia, por eso puede leer siempre el mismo libro. Lo valioso no está en el libro, está en recordarse a uno mismo.

Una vez advertimos que no somos el cuerpo, el aspirante espiritual quiere vivir desde esta nueva perspectiva. Debido a que la antigua forma de experimentar (desde la creencia de ser un cuerpo separado e independiente) sigue activa, es necesario volver a tomar conciencia una y otra vez de la nueva perspectiva descubierta (la de que no somos el cuerpo, sino conciencia). Así, la vida cambia, se va volviendo más fluida y amable, los apegos desaparecen y aparece una nueva forma de relacionarnos.

Si, como decía Ramana Maharshi, la enseñanza espiritual más elevada se transmite en el silencio, ¿qué valor puede tener la lectura de libros sobre espiritualidad? La enseñanza espiritual de alta calidad es aquella que, como la buena poesía, aquieta el pensamiento disolviendo la mente, abre el corazón y desemboca en el silencio. ¿Cómo sucede esto? Cada párrafo apunta hacia un espacio más allá de las palabras y significados que lo conforman, leer es direccionar la mirada hacia lo esencial, lo que está siempre aquí, pero suele pasarse por alto. No tiene que ver con asimilar conocimientos ni llevar a cabo prácticas concretas, sino tomar conciencia de uno mismo.

Recuerdo el libro Yo soy eso de Nisargadatta como el más importante y valioso que he leído. Durante su lectura pude estar por primera vez a gusto en la experiencia de no identificarme con un cuerpo, sin miedo a perderme en la percepción. Me sentí realmente reconfortado al escuchar que lo que vivía no era una locura, sino, por el contrario, la claridad que describen los sabios. Esta lectura significó un punto de inflexión para mí, ya que pasé de tratar de escapar de la visión espiritual a anhelar vivir desde ella. Yo soy eso fue mi referencia, su lectura me sirvió de salvavidas para poder confiar y dejarme caer en la experiencia. Fue el detonante que inició mi proceso espiritual.

Para los que ya tienen la experiencia previa de no ser un cuerpo, la lectura sobre temas espirituales es un despertador de conciencia que permite abrirnos y establecernos en una nueva identidad. Si ya has advertido que no eres un cuerpo, tienes la opción de leer para saborear de nuevo esta experiencia y así encontrar lo que estás buscando: a ti mismo.

 
Referencias: