José Miguel Ruiz Valls
¿Hay alguien ahí?
Por José Miguel Ruiz Valls 19 de septiembre de 2016¿Por qué tratamos de manera distinta el estado de vigilia y el estado de sueño?... ¿Por qué otorgamos más importancia a los pensamientos que los sueños?... ¿Por qué creemos que los pensamientos son dignos de ser tenidos en cuenta, de ser recordados, retenidos, coleccionados, y los sueños no?... ¿Qué nos impulsa a construir la historia de nuestros pensamientos y no la de nuestros sueños?
Todos hemos recordado, alguna vez, algún sueño, y eso nos indica que sí pueden ingresar en la memoria; pero lo cierto es que, cuando lo hacen, no depende tanto de nuestra voluntad como del impacto que producen, muchas veces al provocarnos un miedo intenso pero también al provocarnos un intenso placer. Y es que un sueño puede desencadenar emociones e incluso respuestas fisiológicas, como cuando un hombre eyacula por estar soñando un orgasmo. Está claro pues que los sueños tienen cierta capacidad de controlar lo que ocurre pero ¿Quién controla los sueños?
El hecho de que ingresen, en nuestra memoria, solo aquellos sueños especialmente impactantes, nos da a entender que no ingresan todos los sueños y que, por tanto, nuestra memoria no registra todas nuestras percepciones... ¿Y cómo decidimos lo que es impactante y lo que no lo es?... ¿Por qué nos impacta un suceso en particular y no otro?... ¿Elegimos aquello que nos impacta?... ¿Elegimos el monstruo que viene a asustarnos en mitad de la noche?... ¡Es evidente que no!... Pero si no elegimos el sueño y mucho menos el monstruo que surge dentro del sueño, y resulta que con los impactos que producen los sueños (Y los pensamientos), se va construyendo la memoria, ¿Quién elige tu memoria?... Considerando que nuestra memoria es nuestra historia, y nuestra historia es nuestra personalidad (lo que creemos que somos), ¿Quién está fabricando nuestra historia, nuestra personalidad?... ¿Quién nos está fabricando?
¿Podría ser que, si no elegimos mientras soñamos, lo hagamos mientras estamos en vigilia?... ¿Elegimos, al menos, los pensamientos que vamos pensando?... Si eligiéramos lo que pensamos, también podríamos elegir dejar de pensar... ¿Puedes dejar de pensar?... ¿Qué eliges pues, de aquello que va formando tu personalidad?... ¿Quién decide tu personalidad?... ¿Quién es tu dueño?
¿Somos capaces de percibir algún "yo", alguna voluntad, algún "quiero memorizar" una historia, una vida?... Si lo que impacta es lo que queda automáticamente impreso en la memoria... ¿Hay alguna posibilidad de rechazar algo que ha impactado o de incorporar algo que no ha impactado automáticamente?... En la escuela, intentaron hacernos memorizar lecciones que nos resultaban tediosas, es decir, que no nos impactaban; y lo hacían porque memorizar es sufrir y el sufrimiento es impactante (Memorizar es sufrir porque supone desconfiar de la propia capacidad... ¿Por qué sino repetir lo mismo una y otra vez?... ¡Y qué sufrimiento puede haber más grande que sentirse un incapaz!). Si fuese cierto que "la letra con sangre entra", ahora recordaríamos la lista de los reyes godos, pero lo cierto es que lo que recordamos es el sufrimiento, ¡Porque el sufrimiento era lo impactante!
Así pues, no podemos identificar ninguna entidad, ningún "yo" con voluntad de recibir y coleccionar pensamientos y sueños... ¡Pero tampoco podemos identificar ningún "yo" como emisor!... Lo único que podemos decir, si nos atenemos a nuestra percepción, es que los pensamientos y los sueños surgen de la nada y a la nada regresan y que, por tanto, nuestra personalidad, nuestro yo, está haciendo el mismo camino... ¡Y eso significa que tú eres Nada!... Pero no te ofendas, no sufras, porque te lo diga... ¿Qué hay de malo en llamarse Nada?... Es solo un nombre, una palabra, y tú no eres una palabra... Tú eres Nada (El receptor) y eres Nada (El emisor)... ¡Eres TODO!