Patrizia Juárez Rojas
En memoria de Consuelo Martín
Por Patrizia Juárez Rojas 15 de enero de 2023 Versión PDFQuiero comenzar ese homenaje a Consuelo Martín con las palabras de Gabriela Heredia que reflejan cristalino lo que vivimos en compañía de nuestra maestra:
«Consuelo Martín volvió a su morada el pasado 7 de enero con 83 años acompañada de su familia en Madrid.
Murió como vivió: con lucidez, paz de espíritu, y amor en su corazón. Su luz no se apaga, brilla hoy más que nunca. Vivió una vida dedicada al discernimiento, iluminada por el amor a la verdad, que desembocó en una alegre y ligera presencia.
Emanaba sabiduría sin poder evitarlo. No sólo en las investigaciones formales, también con cada movimiento, palabra y silencio.
Ya de niña se interesaba por la verdad. Tuvo una educación religiosa, pero para ella lejos de ser una doctrina, era algo vivo, y por lo tanto, muy interesante. Le surgían dudas sobre el fundamento, pero las respuestas que obtenía, no le aclaraban nada. Había nacido una enamorada de la verdad.
Consuelo nunca dejó de hacerse preguntas. Sus ganas de saber la llevaron a estudiar Filosofía, donde aprendió mucho y, sobre todo, a cuestionarse todas las respuestas. Ahí descubrió la filosofía hindú Vedanta Advaita, que significa “No dualidad” y descubrió la unidad. Fue un gran maestro de esta tradición, Sri Nisargadatta Maharaj, el que la animó en una visita que esta le hizo, a compartir su sabiduría “Enseña lo que sabes” le espetó en el encuentro. Y así lo hizo ella. Sin saberlo, se iba transformando en la gran maestra que fue.
Entre sus actividades, estuvo la dirección durante años de la revista “Viveka”, dedicada al discernimiento en el camino contemplativo, la traducción al español del “Bhagavad Gita”, considerado un texto sagrado hinduista de gran importancia para la religión, y la escritura de numerosos libros escritos desde su más pura presencia.
Vivió lo que le tocaba, sin evasiones. Fue mujer, esposa, madre, amiga, abuela y maestra. Pero siempre despierta, con serena atención, escuchando y con los ojos bien abiertos, para no perderse ninguna señal o mensaje de la vida, porque para ella, esta era la gran maestra.
A pesar de su nombre, ante un desengaño de cualquier tipo, no te consolaba o compadecía. Te decía con energía: “¡Alégrate, porque te has desengañado!” No había indiferencia en su consejo, sino gran sabiduría. Ella sabía que, tras todo drama, conflicto o deseo, se encuentra el verdadero ser. Y que Aquello, es lo que de verdad buscamos, y lo único que puede satisfacernos.
La persona de Consuelo se ha ido, pero ni para ella misma esa persona era importante. Y si lo era, era sólo cómo instrumento, capaz de tocar bellas melodías ante las que el alma se aviva.
Agradecidos por su existencia.
Gabriela Heredia
Escuela de Contemplación Kayvalya.»
Vivo totalmente disponible para experimentar cualquier cosa en cualquier momento y aún con todo lo que descubrí de la mano de Consuelo es difícil no conectar con la tristeza tras su desaparición física y personal. La emoción que surge de la, todavía, identificación personal fue inevitable la tarde que recibí la inesperada noticia.
Conocí a Consuelo con veinticinco años. Alguien a quien quiero con toda mi alma consideró que debía conocerla dada mi inquietud y anhelo por lo verdadero desde el primer instante de autoconsciencia. Durante mucho tiempo asistí a los seminarios de Consuelo en el Monasterio de San Juan de la Cruz en Segovia y en La Hospedería del Silencio en Cáceres. Al mismo tiempo acudía a casa de Consuelo una vez a la semana para ayudarla con sus tareas y liberarla de esfuerzos y quehaceres mundanos. Era muy consciente del gran privilegio de estas visitas.
Pude conocer a la Consuelo persona, amiga, mujer y maestra. Ella no podía dejar de emanar sabiduría allá donde iba. Da igual lo que se hiciera o donde fuéramos, ella siempre tenía un comentario o una coletilla de luz.
Gracias a ella pude “desmitificar” lo que se conoce como devoción o admiración hacia un ser que ha comprendido. Ella me enseñó a acercarme de igual a igual. Cuando hay atisbos de lo verdadero la única certeza posible es que, si yo soy eso, el otro, también lo es.
Tuve ocasión de preguntar a Consuelo absolutamente de todo, a veces al volver a casa nos quedábamos en el coche para continuar la conversación y se nos olvidaba hasta comer.
Consuelo era risueña y simpática, para ella todo era fácil. Reconocía fácilmente si se había distraído y olvidado algo y siempre era muy curiosa por todos los temas aunque no fueran “espirituales”, para ella la espiritualidad subyace en toda experiencia.
Consuelo ha sido más que la “maestra”, la he querido (y la quiero) como la abuela que nunca conocí. Yo tenía muchas dudas sobre qué hacer con mi vida. Al igual que ella, estaba y estoy, completamente enamorada de la existencia, del ser humano y del misterio. Desde niña tuve las mismas inquietudes, retaba y desobedecía a mi entorno.
No quería casarme, ni tener hijos, ni estudiar una carrera, ni trabajar por un sueldo…nada, solo quería leer, indagar, contemplar e investigar, las veinticuatro horas del día. Ella me mostró que no importa si es con hijos o sin ellos, con carrera o sin ella, que cuando aquello irrumpe en la experiencia no importa lo que se hace, sino desde donde se hace. Gracias a su enseñanza pude recoger la experiencia e integrarla al servicio de lo que realmente somos. Sé que por ella transcurre mi vida de una forma totalmente libre de circunstancias ambientales y personales.
Consuelo era muy prudente con su vida “personal”, lo importante era la investigación, por eso, aunque su persona no está, seguiré respetando eso. Hace un año abrí las vías digitales, “youtube y esas tonterías”, (como ella decía), que no dejan de ser una vía de expresión y comunicación muy bellas y modernas, siempre que “Aquello que nunca cambia” permanezca en las acciones. Esta es una invitación a leer, practicar y leer su obra.
Hoy quiero compartir esto en la red para que el legado de Consuelo vuele por toda la existencia en este mundo, incluido en las “tonterías” de internet como ella decía. Llevo muchos años callada, en comunión con cada uno de los latidos de este mundo, fascinada, en shock por tanta belleza, bondad, amor y misterio. Consuelo hablaba siempre de la verdadera identidad, esa que se quiere cargar el neo-advaita.
Todo es Inteligencia, es de las pocas certezas que puedo sostener, por eso siento que no he podido tener mejor mentora, maestra y guía que ella. Cuando el alumno está preparado aparece el maestro y así fue, gracias por todo Consuelo, no a ti, sino a la inteligencia que nos juntó por un periodo de eternidad.
Hace un mes escribí una carta a mano para enviar vía postal a casa de Consuelo, sentí un extraño impulso de contactar con ella porque hacía muchísimo tiempo que no la veía y quería agradecer en unas letras todo lo que ella hacía. No era un agradecimiento personal, sino una gratitud compartida. Esa carta no la envié por los movimientos de la navidad y los quehaceres, me dije que después de Reyes, sin falta, bajaría a correos a enviarla. Había una prisa, una urgencia y al mismo tiempo ninguna necesidad de hacerlo. El 7 de enero el corazón del cuerpo de lo que se expresaba como Consuelo, se paró.
Guardo la carta que no envié cuya respuesta es la trascendencia absoluta y la disolución en la esencia. La carta terminaba así:
“Tú no lo creerás pero para mi y para muchos seres eres una maestra viva, un regalo divino accesible en la actualidad para el resonar de las esencias de forma presencial. Pasa unas felices fiestas de Navidad en compañía de tu familia. Gracias por escribir tus libros, por las investigaciones y recordarnos nuestra verdadera e infinita identidad.
Con Amor,
Patri”
En palabras de Consuelo, “En el silencio se abre el infinito y jamás vuelven preguntas sobre la existencia”.