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Aitzol Zunzunegi Etxeberria

Belleza inherente al Ser

Por Aitzol Zunzunegi Etxeberria
Belleza

Sigo pensando que muchos de nosotros seguimos desconectados de aquella belleza innata inherente a nuestro ser. BELLEZA que, por otra parte, emana de nuestro ser más genuino.

¿Por qué irradia tanta belleza el Ser? ¿Por qué el Ser es lo mas valioso?

Preguntas que quedarán sin respuesta. O, tal vez, porque de ese «no saber» emana la propia respuesta.

La simplicidad de ser sacia toda sed. Es como si bebiéramos de la fuente y todo anhelo desorbitado se desvaneciese por siempre.

Es el ser el que sacia aquella sed que, a menudo, nos separa de la Gracia. Gracia que, por otra parte, se manifiesta en toda circunstancia.

Ser es como volver a casa. Ser es retornar del olvido para sentirme de nuevo pleno, completo, perfecto, vivo...

A un nivel existencial ser es complejo y difícil. A un nivel esencial ser es lo más simple y lo más sencillo.

¿En qué nivel de realidad SOY? Nunca dejamos de Ser, ciertamente. Pero olvidamos. Olvidamos que somos. Y pasamos de ser, a creer que somos aquello que poseemos. Un descenso. Una caída. Eso es el olvido de sí.

Tener y Ser. Es otra dualidad a superar. Como aquellas otras tantas.

Lo que diferencia al personaje de la persona, eso es el Ser. De la apariencia a la esencia, de la opinión a la verdad... hay un Salto o un sendero ineludible.

Belleza, bien, bondad, amor... cualidades esenciales. Todas irradian del SER que todos compartimos. Porque ¿acaso hay seres aislados, separados e individuales? Supongamos que todos somos emanaciones de ese SER con mayúsculas. Unidad en toda regla. Totalidad, Vacío, Nada de la que Todo emana...

Dicen por ahí que un maestro sentado frente a un fuego, observándolo, contemplándolo, se dirigió a sus discípulos con estas sucintas palabras:

«Aquí también se manifiestan los Dioses».

El Ser no está desconectado de lo divino. Porque Ser es: «ser de este mundo sin serlo».

¿Qué es el Ser para un espíritu contemplativo? Es aquella Inteligencia cósmica a la que adjuntamos a modo de archivo todas esas cualidades esenciales. Porque ESO que no podemos llamar únicamente como Ser, sino de innumerables formas más; es lo bello en sí, lo valioso en sí, lo digno en sí...

¿Cómo definir algo tan bello? Llamémosle SER. Pocas palabras hay tan indescriptibles.

Huyamos de un pensar «estrictamente» común, ordinario, vulgar, soez... Más allá de una simple abstracción se encuentra el Ser, en definitiva. Y es tan tangible, tan evidente, tan claro, tan luminoso que es capaz de cegarnos.

Puede que por esa razón caigamos en el olvido. A saber. Otra pregunta sin una respuesta evidente.

Lo que es inherente al Ser son sus cualidades, entre ellas la belleza.

Lo estético, que ni está separado de lo ético ni a la vez de lo pragmático.

Lo inútil, entendido en un sentido utilitario. Veamos:

«Un árbol torcido jamás será cortado debido a su inutilidad».

Lo bello no es útil en un sentido utilitario, aunque si algo es útil tampoco deja de serlo. Evidentemente porque como invoca este artículo, la belleza al Ser le es inherente.

© Aitzol Zunzunegi Etxeberria, 7 de enero de 2024