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José Miguel Ruiz Valls

El auténtico Advaita

Por José Miguel Ruiz Valls 6 de junio de 2016
Jose Miguel

Al leer o escuchar auténtico advaita, puede que percibas que no se enriquece tu acervo. Eso es porque su objetivo no es aumentar el peso de tu mente sino aligerarlo... Por eso no suma... ¡Resta!... Por eso no añade... ¡Sustrae!... Por eso no construye... ¡Destruye!... ¿Cómo se puede liberar a un cautivo sino privándole de las cadenas?.. Si después de leer o escuchar advaita, no sientes que has perdido algo, seguro que no era advaita.

Al leer o escuchar auténtico advaita, puede que te des cuenta de que no te convence en absoluto. Eso es porque su objetivo no es llenarte con dulces palabras que puedas tragar con gusto sino poner en evidencia el pasteleo que se traen las palabras... Si después de leer o escuchar advaita piensas "Me parece increíble pero mi lógica no lo puede rebatir", eso sí era advaita.

El auténtico advaita desafía a tu sentido de la coherencia, pues si te niegas a creerlo, pese a su lógica, ¿Qué valor tiene la lógica?... El auténtico advaita te obliga a ponerle precio a tu integridad, pues ¿Cómo podrás seguir creyendo en las cosas que leíste y escuchaste antes, cuando la mayoría de ellas incluso carecían de lógica?... Y así el auténtico advaita te vacía de palabras, de conceptos, de pensamientos, de creencias... ¡Y te brinda la experiencia del silencio!

Pero el auténtico advaita no tiene, ni puede tener, ningún programa; no puede servirse de ningún ritual; no puede establecer ningún método; no puede basarse en la memoria, en el pasado... ¿Cómo podría persuadirte de que necesitas tiempo para entender que el tiempo carece de substancia?... ¿Cómo podría hacerte confiar en que, dentro de un tiempo, descubrirás que puedes sentirte libre ahora?... Su objetivo es que un solo argumento, en un solo instante, te pueda transportar allí donde no caben los argumentos... ¡Al silencio!

Por eso, el conferenciante advaita, no puede sino alegrarse de que dejes de escucharle antes de acabar su charla, como el escritor se alegra de que dejes de leerle antes del final del texto, pues eso significa que han cumplido su objetivo de acompañarte hasta donde no hacen falta palabras... Lo triste sería que terminaras de leer este texto sin sentir que algo has perdido, sin saber que has desaprendido algo, pues sólo significaría que no es auténtico advaita.

 

Bienvenido al Ahora

Imagina que eres músico, y que estás disfrutando de un día de descanso, paseando por el campo. De pronto te viene a la cabeza una melodía que te parece un éxito seguro. Quieres registrarla, para que no se te olvide, pero no tienes nada con que escribir... ¿Qué haces?... Se te ocurre tararearla mentalmente, con la intención de que se quede fijada en tu memoria. Cuantas más veces la repites, más seguro estás de que se te quedará "pegada"... Haces eso porque te sientes inseguro ¿No es así?... ¿No es eso duda, miedo?

Cuando queremos grabar en la memoria una idea, la repetimos mentalmente. Al hacerlo, clonamos esa idea y formamos con ella una secuencia de copias iguales al original, una hilera que se va alargando en el tiempo. Es pues repitiendo como generamos tiempo y cuanto más repetimos, más tiempo generamos... ¡Y más apego se produce!...

Todo apego no es más que una experiencia que, al juzgarla inicialmente como "positiva" (placentera, conveniente, etc.) la convertimos en una idea recurrente. Ello determina que le sigamos prestando una especial atención, desatendiendo las otras experiencias que, incesantemente, van llegando al presente. Visto así, un drogadicto no es más que un ser humano que juzgó como positivas sus primeras experiencias con las drogas. Visto así, una costumbre no es más que una experiencia repetida en el tiempo que, inicialmente, fue juzgada como "positiva".

Podemos conceptualizar pues el desapego como la ausencia de repetición de ideas en la mente y el deseo como la repetición compulsiva de una idea. De ello son muy conscientes los publicistas, que no persiguen otra cosa que instalar ideas en la mente del consumidor a base de repetirlas (De lo que no son conscientes es de que ellos también son consumidores).

Y así podemos también conceptualizar el ahora como un estado de observación pura, sin interés alguno en retener mentalmente lo que se experimenta, sin interés alguno formular juicios mentales que conviertan lo experimentado en una idea recurrente, en una costumbre (O como muchos dirían, en un "vicio"). Podemos definir el ahora como un estado de desapego total, de ausencia de repetición de ideas ¡Y eso es silencio! Podemos entender el ahora como un estado de confianza, de entrega del individuo a TODO, de rendición, que permite la integración de "TODO", al dejar de prestar una especial atención a una parte. No por otra cosa se suele decir que el ahora es ausencia de pasado (No interés en memorizar) y ausencia de futuro (No interés en repetir).

Vivir el ahora es pues vivir conscientemente. Vivir inconscientemente es vivir registrando en la memoria aquellas experiencias que juzgamos más "positivas", cuya repetición pensamos nos hará más felices; pues al juzgarlas como "positivas" hacemos con ellas nuestra selección, nuestra colección privada, nuestro sistema de creencias, nuestra costumbre. Con ello pretendemos construir un "cielo a nuestra medida" sin darnos cuenta de que, lo que estamos construyendo realmente, es un "infierno", pues toda creencia lleva a una repetición sin fin de experiencias, y eso, tarde o temprano lleva al aburrimiento, al tedio, a la insatisfacción, a la infelicidad... ¡Es lo que tienen los vicios!

© José Miguel Ruiz Valls, 2016