Artículos - Robert Adams
Todo conduce al silencio
Por Robert AdamsRobert: Paz. Buenas tardes. Es agradable estar de nuevo con vosotros. Os considero como mi familia espiritual. Todos somos uno, no hay diferencia.
La gente todavía me pregunta: "Robert, ¿qué ves cuando nos miras a nosotros? ¿Ves la energía? ¿Ves la consciencia? ¿Ves un juego de luces? ¿Ves el vacío?" Si viera alguna de esas cosas no sería capaz de funcionar. ¡Veo lo que veis vosotros! La única diferencia es que me doy cuenta de que yo no soy el cuerpo. Y cuando digo: "Yo no soy el cuerpo", estoy hablando del cuerpo universal, que os contiene a vosotros. Por lo tanto, si yo no soy el cuerpo, y veo eso, veo que vosotros tampoco sois el cuerpo.
Yo simplemente veo el mundo como imágenes superpuestas en la pantalla. Pero siempre soy consciente de que vosotros sois imágenes. Y así es el cuerpo, y también lo son los árboles, y el cielo y los planetas, y los animales, y los insectos, y todo lo demás. Por alguna razón, siempre soy consciente de eso. Soy consciente de que es como una burbuja, y la burbuja estalla, y la realidad se expresa a sí misma como consciencia.
Por lo tanto yo te veo como tú me ves, pero yo te veo como consciencia, la realidad. O te veo como me veo a mí mismo, como una pantalla, y todo el universo es simplemente una superposición en la pantalla. Yo no te veo como un ser humano. No veo esta radio, o la lámpara, o esta mesa, como una entidad por sí misma. Yo las veo como consciencia.
Esto no quiere decir que la consciencia manifiesta estas cosas. Como siempre he explicado, la consciencia se contiene a sí misma, y sólo se manifiesta a sí misma. Estas cosas son como ilusiones ópticas. En realidad no existen, al igual que los sueños en realidad no existen. En el sueño haces cosas, vuelas desde Nueva York de regreso a California, experimentas todo tipo de cosas en tu vida, y todo parece ser real. Pero te despiertas y la burbuja estalla.
Así que supongo que la única diferencia entre tú y yo es que yo siempre soy consciente de eso. Si fueras siempre consciente de ello, no tendrías miedo. El miedo sólo aparece cuando crees que el mundo es real. Cuando el mundo resulta ser una ilusión, ¿dónde está el miedo? ¿Qué pude perturbarte en el mundo, si sabes que el mundo no es más que un sueño?
Puedes decir: "Bueno, puede ser un sueño, pero no quiero ser herido en el sueño. Quiero que mi sueño sea tranquilo y fácil. Quiero ser feliz y armonioso y saludable". Si piensas en esos términos, quiere decir que no eres consciente todavía de lo que es la consciencia. La consciencia trasciende todo eso. La consciencia es armonía divina. Ninguna de esas cosas existen.
Me doy cuenta de que es difícil de comprender. Puede parecer que las peores cosas les suceden a mi cuerpo, a mis asuntos, a mi vida, pero sin embargo soy consciente de que no están sucediendo. No estoy imaginando que no están sucediendo. No estoy reprimiéndolas. No me estoy diciendo a mí mismo: "Robert, tienes que ver sólo lo bueno". Está más allá de todo eso. No hay bueno. No hay malo. Es una total libertad, liberación total.
Míralo de esta manera. Tienes una idea de lo que es Dios porque Dios ha sido grabado en tu cabeza desde que eras un niño pequeño. ¿Puedes imaginar a Dios teniendo miedo, de algo? ¿O a Dios pasando por algún tipo de experiencia? ¿O a Dios diciendo: "Esto es bueno, esto es malo, esto está bien, esto está mal, prefiero tener esto que eso?" No hay dualidad en Dios.
Así que el universo es la unidad final. La unidad final es otra palabra para la armonía divina. Está más allá de todos los conceptos y las ideas preconcebidas. La mente humana no puede comprenderla. Baste decir que todo está bien. Es cuando empiezas a aquietar la mente que te acercas cada vez más a esta comprensión. Es cuando los pensamientos comienzan a detenerse, a calmarse, que te vuelves más consciente de que todo está bien y la realidad viene a ti por sí misma. Mientras sigas manteniendo la identificación con el mundo y las cosas de este mundo, nunca puedes saber la verdad acerca de ti mismo.
Y de nuevo puedes decir: "Bueno, tengo que funcionar en el mundo. Tengo que trabajar, tengo que tener una familia, tengo que cuidar de mis intereses". ¿Quién dice que no? Pero todo eso no tiene nada que ver contigo.
Tienes que entender que tu cuerpo cuidará de sí mismo. El sueño continuará por sí mismo. Harás lo que sea que hayas venido a hacer a esta tierra, sin que pienses en ello, sin que trates de hacer que algo suceda, sin que trates de arreglar algo en este mundo. Esto es lo que quiero decir cuando digo: "Sé tú mismo. Sólo sé tú mismo. Vive en el eterno ahora". Eso es ser tú mismo. Sé espontáneo. Deja que el mundo se desarrolle como debe ser. No tengas prejuicios. Mira todo de manera fresca y nueva, con asombro. Ten veneración por toda la vida, y pregúntate, "¿Quién soy yo?" Entonces las cosas empezarán a suceder.
Lo más cerca que puedes llegar a tener una experiencia de quietud mental, es cantando. El canto tiene una vibración en el sistema nervioso que hace que la mente realmente se calme. Hay muchas personas que no pueden hacer atma-vichara, auto-indagación demasiado tiempo. Y para aquellas personas que están practicando la auto-indagación, a veces deben tomarse un descanso. Así que pon una cinta de cantos y cantad junto con ella para vosotros mismos, o en voz alta, y encontraréis que profundizáis más adentro de vosotros mismos y la mente comienza a aquietarse, tranquilizarse, calmarse. Así que vamos a hacer eso ahora mismo, ¿de acuerdo?
(Cantando) [...]
Algunas personas me dicen que les gusta más las conversaciones que cualquier otra cosa que hagamos. Otras personas me dicen que les gusta más cantar. Otras personas me dicen que les gusta más las preguntas y respuestas. Otras me dicen que les gusta más el silencio. Recordad lo que es esto. Esto es satsang. No es una conferencia o un festival musical. Todo lo que hacemos es importante, incluso si hablo acerca del tiempo y nada más. El estar en satsang es lo que hace que algo tenga lugar dentro de tu consciencia y te eleve a lo más alto.
Había una vez un hombre santo que murió y fue al cielo. Llegó a las puertas del cielo y golpeó la puerta. Y Dios salió y dijo, "¿Qué quieres?" Y el hombre santo dijo: "Yo soy tu siervo. He llegado". Y Dios le dijo: "Lo siento, no hay lugar para ti aquí. Adiós", y se fue.
El hombre santo se quedó perplejo. Se sentó delante de la puerta y empezó a reflexionar. "¿Por qué Dios no me deja entrar?" Y se quedó sentado durante dos años pensando, "¿Por qué no podía entrar en el cielo?" Y, finalmente, cayó en la cuenta. Así que golpeó la puerta de nuevo y Dios vino y le dijo: "¿Quién eres tú? ¿Qué quieres?" El hombre santo dijo: "Yo soy tu siervo. He convertido a miles de personas en tu nombre. He predicado la Biblia a millones. He hecho buenas obras. Déjame entrar". Y Dios dijo: "Lo siento, no me importa lo que hayas hecho, no hay lugar aquí para ti", y se fue.
Esta vez, el hombre santo estaba muy perturbado. No podía entenderlo. "¿Por qué Dios no me ha dejado entrar? ", dijo. Así que se sentó delante de la puerta de nuevo. Siglos pasaron. Recuerda que de todos modos estaba muerto así que no importaba. Él reflexionaba por qué Dios no le dejaba entrar. Entonces cayó en la cuenta. Así que de nuevo, se levantó y golpeó las puertas del cielo. Dios salió y dijo: "¿Quién eres tú? ¿Qué quieres?" Y él dijo: "Señor, yo soy tu humilde servidor, pero debo confesar mis pecados. He tenido relaciones sexuales con mis devotas. He comido carne y le decía a la gente que era vegetariano. Pero te lo confieso todo. ¿Puedo pasar ahora?" Así que Dios lo miró y le dijo: "No me importa lo que hagas, no hay sitio para ti". Y se fue.
De nuevo el hombre santo dijo: "¿Qué es esto? He hecho todo lo que he podido. Voy a sentarme en esta puerta, y voy a quedarme aquí por toda la eternidad hasta que descubra cuál es el problema". Así que se sentó durante años y siglos, reflexionando. "Yo he confesado mis pecados a Dios. Yo he confesado mis buenas obras a Dios. Yo quiero entrar en el cielo. Espera un minuto, ¿quién es este yo? ¿Quién es el yo que cometió pecados? ¿Quién es el yo que hizo buenas obras? ¿Quién es el yo que quiere entrar en el cielo? ¿Quién soy yo?" Y, de repente, se echó a reír. Cayó en la cuenta. Daba vueltas por el suelo de la risa y se levantó y golpeó la puerta. Y Dios vino y le dijo: "¿Quién eres tú?" Y él dijo: "Yo soy tú mismo". Y Dios abrió la puerta y dijo: "Entra. Nunca hubo un lugar aquí para ti ni para mí."
Y así es con nosotros. Nosotros pretendemos que queremos ser auto-realizados. No nos damos cuenta de que ya somos auto-realizados, y sólo tenemos que dejar de creer "Yo soy el hacedor". No importa nada lo que hayas hecho en el pasado. No importa nada si has hecho buenas obras o malas acciones, en lo que se refiere a la auto-realización. Una vez que sabes la verdad, eres libre. La verdad es que, no hay pasado. Nunca hubo un pasado. El universo no tiene ningún fundamento. No hay nada que lo mantenga unido. Por lo tanto no hay nada que hayas hecho que pueda prohibirte la entrada en el cielo, por así decirlo.
Ahora recuerda, esto no te da licencia para salir por ahí a lastimar a la gente y robar bancos, y hacer lo que crees que quieres hacer, ya que no importa. Eso no es lo que estoy diciendo en absoluto.
En lo que a ti respecta, mientras creas que eres el hacedor y que eres el fenómeno cuerpo-mente, de todo lo que hagas tendrás que responder por ello. El señor del karma te atrapará, siempre que creas que eres un humano y que eres el cuerpo. Porque entonces no puedes salirte con la tuya, sino que te encuentras bajo la ley de causa y efecto, el karma, y tienes que vértelas con el dios personal, Ishvara.
A Henry le gusta Ishvara, un buen amigo suyo.
SH: Ese es tu sueño. (risas mientras Robert continúa)
Mientras que creas que eres un humano, eres el hacedor, y eres un yo personal, entonces hay un dios personal, y ahí es donde entra la oración. Puedes rezar a tu dios personal, y serás ayudado. Tu dios personal se hará cargo de ti si te entregas y te sometes a él o ella, sea cual sea tu dios personal.
Pero en el momento en que te sometes estás renunciando a tu ego, ¿no es así? Estás diciendo que yo no soy nada y que tú eres todo. Esto te ayuda. A medida que sigues en esa dirección un día te despertarás al hecho de que el dios al que has estado orando no es otro que tú mismo. Porque ¿cómo puede este dios estar separado de ti? ¿Dónde viviría? ¿Cuál sería su naturaleza?
Empiezas a comprender, yo soy eso. Descubres la libertad en ti mismo. Empiezas a ver que dios no está dentro de mi mismo, en realidad, yo estoy en Dios. Lo que yo llamo Dios, es la consciencia. Yo soy consciente. Yo estoy presente. Yo existo. Yo soy. Y no hay nada más. Comienzas a verte a ti mismo como omnipresente. No estás ya limitado a tu cuerpo o a tu yo personal. Has entrado en el cielo, y vives en la gloria.
Tu trabajo es evitar que la mente divague. La mente tiene que estar en tu poder, para que deje de pensar. Para que pare de enloquecer. La mente no es tu amiga. Te hace humano. Hace que creas que eres un cuerpo, que estás separado. En cuanto ves que tu cuerpo es una emanación de tu mente, que no tiene existencia en absoluto, excepto en tu mente, comienzas también a ver que el cuerpo del universo es lo mismo que tu cuerpo. Por consiguiente es una manifestación de la mente. Esto produce una semblanza de libertad. La cadenas comienzan a romperse, cuando puedes ver esto. Ves el mundo y te das cuenta de que el mundo es el Sí mismo. Yo soy ese Sí mismo. No hay nada más.
Quieres compartir esta verdad con tus amigos, con tu familia y con tus compañeros, pero no puedes, porque no hay palabras para describir esto. Mires donde mires, ves la libertad. Mires donde mires, ves el amor. Todas las trivialidades se han ido. Los prejuicios se han disipado. No tienes nada que temer y nada por que luchar. Todo está bien.
Se presenta como una idea. ¿Alguna vez habéis visto esas caricaturas con una bombilla brillante sobre la cabeza cuando alguien tiene una idea? Algo así te sucede a ti. Es como si hubieras despertado de un largo sueño. En este despertar no hay pasado y no hay futuro. Sólo hay seidad. Te has convertido en ti mismo. No te has convertido en algo exterior o algo extraño. Simplemente has despertado a ti mismo, y te sientes maravillosamente.
Tienes que preguntarte, "¿Quién creo realmente que soy?" Y puedes contar la cantidad de penas o alegrías o esfuerzos humanos por los que has pasado. Si crees que eres un humano, entonces experimentarás la felicidad humana, la tristeza humana, pasarás por las experiencias humanas. Nunca puedes conocer al Sí mismo de esa manera. Pero tan pronto como dejas de reaccionar a tu bondad humana...
Hay gente que me dice: "Yo nunca he tenido un mal día en mi vida". Así que yo les digo: "Estás igual de atascado tanto en tus días buenos como en tus días malos. Porque la realización no es tener días buenos". Trata de entender que la bondad humana no tiene nada que ver con esto. La bondad humana es kármica, y cuando los patrones kármicos desaparecen experimentarás lo contrario. Quieres ir más allá, más allá de todo entendimiento, más allá de todo pensamiento conceptual, más allá de todos los conceptos intelectuales, más allá de lo que es conocido por el hombre, y por supuesto eso es el silencio.
Todo conduce al silencio. Es en el silencio que experimentas la conciencia pura. Es en el silencio que experimentas la dicha. Es en el silencio que tú eres. Tú no eres cualquier cosa que puedas describir. Te has convertido en la pura Divinidad. Has despertado.
¿Por qué no despertar ahora? ¿Por qué seguir jugando? Despierta. Conoce quién eres. Sé tú mismo. Deja al mundo solo. Una vez más, tu cuerpo, como aparece ante ti, funcionará en el mundo. Y hará lo que vino a hacer aquí. Pero déjalo solo. No interfieras con el proceso. No reacciones a ningún condicionamiento. Mantén la identificación con el Sí mismo. El Sí mismo es Yo-soy. Sólo tienes que ser consciente de que Yo-soy. Así es como te identificas contigo mismo. Siente, "Yo-soy, Yo-soy, Yo-soy."
Si algo viene después de eso, indaga, "¿A quién ha venido esto?" Yo no soy esto y yo no soy eso, "yo soy". Incluso si la palabra Dios viene después de Yo soy, tu mente te está gastando una broma. Pregunta: "¿A quién viene esto? ¿La palabra Dios?" Yo soy será suficiente. Que todo lo que tienes que ser es Yo soy. Todo lo demás es redundante, superfluo. Si tu mente te dice: "Yo soy el cuerpo", indaga de nuevo, "¿a quién le viene esto?" Cualquiera palabras que aparezcan en tu mente, deshazte de ellas. Escucha el silencio. Escucha el Yo soy.