Artículos - Rupert Spira
Meditación con Rupert Spira
Por Rupert Spira Encuentro en Barcelona - Septiembre 2012Rupert Spira: Conócete a ti mismo como la presencia consciente, vacía y abierta en la que todos los pensamientos, sensaciones y percepciones aparecen.
No reconozcas tan sólo intelectualmente esta idea, realmente sé conscientemente esa presencia consciente abierta que permite que todas las apariciones de la mente, del cuerpo y del mundo sean tal como son, instante tras instante.
En vez de pensar y sentir: "soy esta pequeña amalgama de pensamientos y sensaciones-sentimientos, soy este cuerpo y esta mente"; piensa y siente: "soy esa presencia consciente, abierta y vacía en la que todo esto surge y aparece".
Esto no es una sugerencia a la mente para que haga algo o cese de hacer algo, simplemente deja la mente sola, de lado, deja que haga lo que ha sido condicionada a hacer; de hecho, esa es la actitud que la presencia consciente siempre toma con respecto a la mente, siempre deja a la mente ser exactamente tal como es.
Simplemente sé conscientemente este espacio de consciencia abierto y vacío, y que permite... Abierto, vacío, y que permite todo.
Visita tus pensamientos, tus sensaciones y tus percepciones. Empieza con tus pensamientos, ve que están apareciendo sin esfuerzo alguno en esta apertura.
Ahora muévete desde el pensamiento a una sensación corporal, por ejemplo, la sensación táctil, hormigueante de la planta de tus pies. Ve que la sensación aparece exactamente en la misma apertura, en el mismo espacio en el que aparecía el pensamiento.
Ve de uno a otro, del pensamiento a la sensación, y ve que ambos aparecen en el mismo campo, en la misma apertura. Pregúntate a ti mismo: cuando voy del pensamiento a la sensación, ¿dejo algo llamado mente y entro en algo llamado cuerpo?, o ¿es el caso de que ambos aparecen en el mismo campo sin fronteras, sin limites? No pienses acerca de esto sino que realmente ve allí con tu experiencia. ¿Encuentras realmente una línea que atraviesas cuando vas de un lado a otro, del pensamiento a la sensación?
Ahora incluyamos las percepciones del así llamado mundo, por ejemplo el sonido de la lluvia, ―espero que estéis disfrutando este tiempo que trajimos de Inglaterra―. No te refieras a ningún conocimiento del pasado, refiérete sólo a tu experiencia directa e íntima.
Ve del pensamiento a la sensación y de la sensación al sonido, y después de vuelta desde sonido al pensamiento. Después mezcla el orden, del pensamiento al sonido; todo el tiempo con una pregunta en mente: cuando voy de la sensación al sonido, ¿dejo algo llamado cuerpo y entro en algo llamado mundo?, o ¿es el caso que ambos aparecen en el mismo campo, sin bordes y sin límites de experiencia o conocimiento? Y cuando voy del sonido al pensamiento, ¿dejo atrás algo llamado mundo y entro en algo llamado mente?, o ¿es el caso de que ambos aparecen en el mismo campo, sin fronteras ni limites? El campo sin límites de mí mismo, presencia consciente, vacía y abierta.
Sigue visitando cada uno de estos pensamientos, sensaciones y percepciones, pero amplía, alarga, extiende la exploración para incluir la totalidad de tu experiencia. Cualquier cosa que aparece, ¿no es verdad que aparece en este campo sin fronteras? Sé como una mariposa visitando numerosas flores, todas aparecen en el mismo jardín; puede que haya numerosas flores pero no hay numerosos jardines.
Ahora deja la idea de ser como una mariposa que visitaría pensamientos, sensaciones y percepciones. Simplemente sé conscientemente el espacio sin limites en el que aparecen. Pregúntate: ¿cuán distante de mí mismo está ese campo sin limites en el que cada uno de esos pensamientos, sensaciones y percepciones aparecen? No explores esto intelectualmente, explóralo en tu experiencia real. Visita cada una de las apariciones a su vez, a su turno, y pregúntate en cada caso: ¿qué distancia hay entre yo ―este campo sin limites― y esta aparición? Es como preguntar, ¿qué distancia hay entre las nubes y el cielo?
Desde el punto de vista de una de las nubes algunas nubes parecen más cercanas y otras más lejanas, pero desde el punto de vista del cielo todas las nubes están a la misma distancia que es a distancia cero, ninguna distancia. Ve que lo mismo es cierto en lo que respecta a tu propia experiencia, y no tenemos que hacer que esto suceda sino que ya es el caso. Ve que todo aparece a la misma distancia de ti mismo que es distancia cero, ninguna distancia.
Ahora podemos ir más allá de esto. Pregúntate a ti mismo: ¿dónde está el límite entre yo ―entre mí mismo, la presencia consciente, este campo abierto y vacío― y las apariencias del pensamiento, la sensación y la percepción. Es como preguntar, ¿dónde está el límite o la frontera entre el cielo y las nubes? De nuevo no explores esto con tus pensamientos, explóralo en tu experiencia.
Empieza con los pensamientos. Intenta encontrar el límite o la frontera que divide, que separa el pensamiento del espacio consciente en el que aparece. ¿Encontramos, de hecho, una línea que separe, que divida el pensamiento del espacio consciente en el que aparece?, o ¿está más bien el pensamiento completamente impregnado del conocer de él? De la misma manera como la nube esta completamente impregnada, permeada del cielo.
Ve ahora a una sensación, como la sensación táctil, cosquilleante de la cara o de las manos o de la planta del pie. Hazte la misma pregunta: ¿encuentro una línea divisoria entre esas sensaciones y el espacio de consciencia en el que aparecen?, o ¿están completamente permeadas, impregnadas por el conocimiento de ellas?
Explora ahora el sonido de la lluvia de la misma manera. ¿Hay una línea divisoria entre el sonido y aquello que lo conoce o es consciente de él?, o ¿está el sonido íntimamente permeado, impregnado del conocer de él?
Así que ahora la distancia o la distinción entre el espacio abierto y vacío de la presencia consciente y los objetos de la mente, del cuerpo y del mundo está empezado a disolverse. Habiendo descubierto que toda experiencia es igualmente íntima, entonces nada aparece a una cierta distancia de nosotros mismos; y exploramos ahora cuál es la verdadera sustancia o realidad de la experiencia.
Vuelve a tus pensamientos, a la comprensión o el sentimiento de que tus pensamientos están impregnados del conocer de ellos; y pregúntate: ¿encuentro de verdad dos cosas? Una: un objeto ―llamado pensamiento―, y dos: un sujeto ―la presencia consciente abierta y vacía que lo percibe―. O, ¿es más bien el caso de que la experiencia del pensamiento es el conocer de él mismo? De hecho no el conocer de él mismo, porque no hay él mismo, porque no hay algo sino que tan sólo hay la experiencia de conocer.
Realmente ve en tu experiencia, que en la experiencia del pensar tan sólo hay una sustancia presente, un conocer vacío. Y después, sin apartarte de este conocer vacío, ve a la sensación y ve que en la sensación la única sustancia presente allí es este conocer vacío. Y, sin apartarte de este conocer vacío, ve ahora al sonido de la lluvia y ve que ese mismo conocer vacío es la única sustancia presente allí; y no es el conocer de ello o de un algo, sino tan sólo conocer.
Y ve que, desde el punto de vista de este conocer vacío, jamás entra en contacto con alguna cosa que no sea sí mismo, que este conocer tan sólo conoce el conocer, jamás conoce una mente, un cuerpo o un mundo separados, estos son creados por el pensamiento y son superpuestos por el pensamiento sobre la realidad de la experiencia. Pero si nos mantenemos en el corazón, en la realidad de la experiencia, tan sólo encontramos este "vacío conocer", tan sólo conocemos este "vacío conocer", y es este "vacío conocer" que se conoce a sí mismo.
Este "vacío conocer" toma la forma de toda experiencia, de la misma manera en la que una pantalla adopta la forma de cualquier imagen. Las imágenes parecen tapar la pantalla pero de hecho no es el caso, es tan sólo desde el punto de vista de uno de los personajes de la película que hay una multiplicidad de objetos y de yoes. El yo separado es como un personaje en la película, es un punto de vista ilusorio, es un yo real sólo desde su punto de vista ilusorio, y los objetos y las entidades separadas son tan reales como su propia realidad. En otras palabras, la multiplicidad y la diversidad de los objetos son tan sólo reales desde la perspectiva ilusoria de un yo separado. Desde el único y verdadero punto de vista de la pantalla no hay objetos ni yoes reales que vengan a la existencia, no hay yoes, ni entidades u objetos reales separados. Desde el punto de vista de esta pantalla consciente no hay nada nuevo que surja a la experiencia, ni nada desaparece de ella.
Desde este elevado y último punto de vista puede decirse que no hay mundo, que no hay creación, que no hay objetos, que no hay yo, pero como forma de concesión a nuestra comprensión, la enseñanza algunas veces desciende de la cumbre de la montaña para encontrarnos allí donde nos hallemos y, en tanto que tal, discutirá las apariciones de la mente, el cuerpo y el mundo. En otras palabras, la enseñanza deja de hablar de la pantalla y empiezan a hablar de la película y, es en este contexto, en el que un modelo de un cielo vacío abierto de presencia consciente y que los objetos de la mente, del cuerpo y del mundo como nubes que flotan en él, es en este contexto, que este modelo puede ser comprendido.
Y la enseñanza puede descender más, de la montaña hasta el valle, incluso hasta el mercado y, de manera provisional, aceptar la noción de un yo separado y decirle a un tal yo: "¿por qué no pruebas a hacer esto o aquello?" Por supuesto la enseñanza entiende que no hay un tal yo separado que pueda hacer algo, que pueda hacer una cosa u otra, pero como una concesión compasiva a nuestra comprensión puede que sugiera hacer tal cosa y, en tanto que tal, es todavía una expresión de la compresión más alta aunque adaptada a medida de nuestro nivel de comprensión. Así que esta es una especie de espectro de la comprensión no dual, en el que todos los puntos de vista posibles son permitidos y a los que se da respuesta.
La enseñanza no nos lleva siempre de allá donde nos hallemos hasta la cumbre de la montaña, hay algunas veces que nos lleva sólo uno o dos pasos hacia la cumbre de la montaña y nos deja allí para que nos acostumbremos al aire más puro, y después cuando nos hemos aclimatado damos unos pasos más.