Artículos - Jean Klein
Más allá de la Política
Por Jean Klein Revista "SER"Cuando se habla de una Europa unida hay que ver primero qué significa estar unidos. La realidad subyacente de todos los seres humanos es una conciencia única manifestada de formas muy similares. Tanto si somos negros, blancos, amarillos, rojos, británicos, alemanes, belgas o franceses, todos tenemos la misma estructura corporal, el mismo hígado, el mismo aparato respiratorio, y éstos se ven afectados de igual manera por idénticos temores: rabia, odio, celos, necesidades sexuales, ansiedades, etc. El cuerpo puede ser tratado de manera universal, la psique y el alma pueden ser curados de manera universal. La humanidad es en lo profundo, una. En cualquier caso, estamos unidos. Sólo se necesita que seamos conscientes de ello. Sin sentir esta unidad nunca podremos alcanzar una Europa unida.
Hay dos aspectos de la unidad que quiero señalar aquí: unidad real y multiplicidad en la unidad. Lo más importante es el reconocimiento de que nuestra raíz, nuestro origen, es uno. No es una unidad compuesta, realmente es unidad. Recibe muchos nombres: conciencia, tranquilidad, naturaleza original. Está presente cuando todos los aspectos de la individualidad están ausentes. Cuando ya no hay objeto, está ahí como presencia en la ausencia de cualquier otra cosa.
Sin embargo, somos educados para percibir la ausencia de objetos como una ausencia de conciencia. Esto es un profundo error. Nos hemos identificado con un mundo de referencias y sólo nos conocemos a nosotros mismos en relación a los objetos. Conocemos sólo el "yo" calificado como yo soy inglés, francés, hombre, mujer, etc. Pero nuestra naturaleza original, que es común a todos, se manifiesta cuando el yo permanece sin calificación. Este yo no calificado es presencia, conciencia. Es nuestra raíz de donde surge toda existencia fenomenológica y a la cual regresa.
Antes de poder estar unidos, o incluso realmente relacionados, debemos aceptar intelectualmente, antes incluso de tener la experiencia vivida de ello, que nuestra raíz es una. Es la única condición a priori que puede funcionar para resolver el conflicto en nuestra sociedad mundial. Es la única estructura sobre la que trabajar porque es la única verdad. De ella nace la autoridad. La verdad es la única soberana. La verdad es ética, funcional y estética. Es el conocimiento fundamental de que la conciencia sin objeto es nuestra naturaleza original y que el tomarnos por personas individuales es la única causa de conflicto y sufrimiento.
Cada empresa que acometa la naturaleza humana debe tener como telón de fondo aquello que nos mantiene unidos, que todos tenemos en común, que da soporte al mundo fenomenológico, llamado conciencia. La expresión de esta convicción profunda es amor, apertura, humildad, y el ver los hechos tal y como son; no ver el resultado del deseo y la ilusión basados en una concepción errónea de la existencia de una entidad personal. El verdadero pensamiento surge del no-pensamiento, del silencio, de la tranquilidad, de ese terreno. El pensamiento que surge del pensamiento está basado, obviamente, en la memoria, en condicionamientos pasados. Y todo pensamiento creativo debe ser fresco, nuevo y libre de ideas preconcebidas. No es el pensamiento el que puede cambiar a la sociedad, más bien es el alejar la mirada del pensamiento.
En el nivel de los objetos y las ideas no puede haber solución a ninguna situación. Giramos en el círculo vicioso de una mente dividida, atrapada sin fin en una elección y toma de decisiones arbitraria, arbitraria porque la premisa es arbitraria ―el que hay alguien que elige, alguien que decide. No puede haber autoridad basada en la arbitrariedad. Cuando nos tomamos a nosotros mismos por individuos, nos tomamos por una fracción. No hay situación que pueda ser vista desde un punto de vista fraccionario. No se pueden poner sobre la mesa con claridad hechos, si están nublados por la idea de la persona. En ausencia de una entidad personal la situación se despliega en todas sus posibilidades y se presentan los hechos. La persona no puede nunca dar una solución. Es la propia situación la que da la solución, la solución correcta. Puede no ser agradable al ego, pero será ética, funcional y estética. La verdad nunca es personal. El pensamiento correcto, la acción correcta y el sentimiento correcto no son personales. Esta visión impersonal es la base de toda armonía.
Una sociedad armoniosa tiene que estar basada en el estado interior de cada ser humano. Este estado interior no consiste en una apropiación de reglas morales, espirituales y funcionales sino en la construcción de unos pilares interiores basados en el conocimientos y el amor.
Al observar la semilla de la verdad, la unidad surgirá inevitablemente, no como algo elaborado por la mente de manera arbitraria como si de un tratado escrito se refiriese, sino como un hecho orgánico. Una Europa unida es algo inevitable. En 1.928 los estudiantes en Berlín, incluido yo mismo, estaban manifestándose en las calles por la unidad europea. Nuestro deseo más profundo es estar unidos. Si no es hoy será mañana, porque forma parte de la supervivencia de la raza humana el unirse, el unirse en el amor. Así que antes de embarcarnos en unir Europa, la perspectiva tiene que ser clara.
La perspectiva de una Europa unida no puede estar clara de la noche a la mañana. Es algo así como vivir juntos, vivir con la pregunta, la inevitable pregunta. Cuando la perspectiva es clara se resuelven todas las cuestiones prácticas. La unificación económica y política no puede ser exterior sino que será el resultado de una perspectiva clara basada en la unidad de la humanidad.
El segundo aspecto de la unidad es el de la multiplicidad en la unidad. Está claro que cuando nos damos cuenta, en la ausencia de la noción de individuo, de que el origen de toda existencia fenomenológica es la conciencia y que todos nosotros somos básicamente uno, desaparece la causa del conflicto. La mayoría de los conflictos surgen de la supervivencia psicológica, del intento de proteger el ego individual o nacional en sus múltiples formas y extensiones. En ausencia de la persona como el que elige, juzga, compara hay una aceptación de la vida y todo lo que ella nos presenta.
Esta aceptación y apertura es amor. Sólo en el amor puede la definitiva diversidad de manifestaciones de la vida coexistir en armonía. El amor no es algo que se adquiere o que se alcanza. Es lo que fundamentalmente somos. Cada persona y cada nación debe llegar a entender este principio subyacente llamado amor. Se trata de una experiencia sin experimentador. Cuando el experimentador está ausente no hay más conflicto. Las diferencias se afrontan de un modo puramente funcional sin que intervenga lo psicológico. Se respetan las diferencias. Cuando una nación mira a otra con memoria histórica, no psicológica, hace un llamamiento a su grandeza, a su riqueza de cultura, lengua y tradición.
El poder de una Europa unida se basa en mantener las diferentes tradiciones, culturas, lenguas, mitos de cada país. Es el dinamismo de un país lo que lo mantiene vivo, viril y poderoso, en caso contrario se fosiliza y pierde toda vitalidad e interés. En cualquier caso, la verdadera cultura no pertenece a nadie y pertenece a todos. Es la misma humanidad en muchos aspectos. Tanto si se expresa a través de la religión, el arte o el lenguaje, el origen es el mismo. Orquestas, pinturas, etc. hace tiempo que son multiculturales. Se necesita una confluencia de las mentes privilegiadas de las artes, ciencias, leyes y filosofía para exponer las semillas de la cultura en cada país.
El identificarse con las tradiciones es el comienzo de la unificación. Sólo al conocer y respetar a los grandes pensadores y artistas de nuestros respectivos países, podemos aprender a admirar las culturas de otras naciones. El basar la unidad en la economía está condenado al fracaso, porque pone el énfasis en el objeto y no en su origen. En una sociedad basada en la adquisición, la ambición y el consumismo, ha nacido un tipo de competición que nada tiene que ver con la producción creativa y la belleza. Pero cuando vivamos con inteligencia, sin anticipación ni a la búsqueda de un resultado, las raíces de nuestra sociedad cambiarán. El objeto dejará de tener prioridad y se pondrá el énfasis en el origen del que procede.
Un nuevo renacimiento sólo es posible si el arte y la ciencia son una ofrenda a la realidad última. Sin un sentimiento de realidad última no es posible crear una cultura y una sociedad feliz. Y ninguna sociedad puede ser feliz si está culturalmente estancada, si no tiene nada que ofrecer, nada de que enorgullecerse o nada que admirar. En la adoración sin embargo, hay unidad. Al escuchar música hay unidad. En el acto de admirar somos uno sin admirador ni admirado.
Al decir realidad última no me refiero a un dios personal o conceptual. Aunque en el Renacimiento éste fué un buen pretexto para la creatividad y las ofrendas, el "Dios" del lenguaje actual es puramente conceptual, un estorbo que impide nuevo conocimiento y nuevos descubrimientos. Dios sólo puede ser descubierto, nunca alcanzado. El Dios europeo es un ser adormilado, responsable de dos grandes guerras en este siglo. Hoy debemos, encontrar lo que está más allá de los objetos y para encontrarlo debemos mirar más allá, donde el pensamiento no ha lugar. Cada uno de nosotros debe buscar su verdadera naturaleza, no basada en unas creencias y una moralidad arbitrarias. Ella es la única soberana. La soberanía basada en la auto-imagen religiosa, política o de cualquier otra clase es totalmente hipotética, una ilusión. Acarrea el conflicto de manera inevitable. Hoy no hay ninguna nación en el mundo que pueda vivir aislada. La soberanía real no se basa en la competitividad y la auto-imagen sino en el conocimiento y el amor. Es la soberanía no sobre los demás sino sobre uno mismo. Sólo existe la soberanía espiritual. La autoridad temporal fluye de este conocimiento, sólo de él.
A lo que estamos llamados es a un intercambio entre gente competente, con conocimiento y experiencia en los distintos aspectos de la cultura. Necesitamos una especie de Academia de personas; con raíces en esta autoridad espiritual, educadas y cultivadas y que vean los hechos tal y como son, libres de la interpretación y el deseo. La Europa unida, hoy en día tan a debate, es un montaje puramente intelectual, sin base en un conocimiento real, sin base en la realidad. Goethe dijo a Lirmé: "Da hast du die Teile in der Hand, fehlt leider das geistige Band" (tienes en tu mano los detalles pero desafortunadamente sin unión espíritual). El papel actual de la burocracia en la que los llamados líderes están desprovistos de cultura, autoritarios sin autoridad y actuando desde un punto de vista personal, nunca puede aportar armonía. No se puede construir la unidad a nivel fenomenológico. No hay salida mental o fenomenológica para la situación en que nos encontramos. Sólo la unidad basada en el principio no fenomenológico tienen consistencia. Sólo hay una autoridad soberana, pero no es autoritaria. Amar y dar a los que nos rodean debe ir más allá de lo personal, tal y como ocurría en el Renacimiento. Una Academia que abordase las cosas a partir del conocimiento, la belleza, la bondad y el amor es el único camino hacia una Europa unida. Porque la Belleza posee su propia autoridad.
La educación surgirá entonces del amor. Aprenderemos porque nos gusta. Entonces seremos capaces de dar, de compartir aquello que hemos amado y aprendido y que es herencia de toda la humanidad. Finalmente, cuando hayamos actuado según el principio que nos mantiene unidos como seres humanos no habrá naciones y la cultura y las tradiciones permanecerán en toda su riqueza. Cuando nuestra errónea manera de pensar, un pensamiento que está basado en la adquisición, se corrija, viviremos en el ofrecimiento y la apertura. El nuevo Renacimiento se basará en aquello que es real, en el conocimiento real, no en la acumulación de hechos básicamente no relacionados. Cuando dejemos de considerarnos a nosotros mismos como una imagen, en oposición inevitable con otras imágenes, no se hablará más de mezclar lo práctico con lo espiritual, porque la espiritual es la única vía práctica. Ninguna otra cosa funciona.