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Artículos - Dr. Javad Nurbakhsh

Los principios del sufismo

Discurso del maestro Nurbakhsh en el círculo de los darwish

Por Javad Nurbakhsh Revista Sufí / Original PDF
Dr. Javad Nurbakhsh

Cuando los árabes invadieron Irán, en el norte del gran Jorâsân (1) cerca de la región de Transoxiana, se hicieron musulmanes un grupo de maestros que mantenían viva la cultura de la humanidad y de la adhesión a la Unidad divina, como representantes de la «teosofía de los reyes» (hekmat-e josrawâni) de los persas y a los que se conocía bajo el nombre de ŷawânmardân (los caballeros, los hombres jóvenes de espíritu). Este grupo tomó el Dios invisible de los árabes y lo llamó el «Ser Absoluto». De ahí surgió la escuela de la Unidad del Ser, cuyo sentido es que todo en el universo es una manifestación, una imagen del Ser Absoluto, sin cuya luz nada podría existir. Como escribe Rumi:

¿Quiénes somos nosotros en el mundo? ¡Nada! ¡Nada! Como la letra alef, ¿qué tenemos? ¡Nada! ¡Nada! El Primero y el Último eres Tú, y nosotros, en el medio, la nulidad misma que rehuye cualquier descripción.

En paralelo a esto, los iraníes siguieron manteniendo la tradición de la caballerosidad aria (ŷawânmardi), que consiste en el afecto amoroso, el servicio a los demás, el amor hacia todos los seres, la paz, la libertad, la hermandad y la igualdad, la ayuda a los oprimidos, la alegría y el buen temperamento; y esta misma tradición fue la que recibió, en árabe, el nombre de sufismo (tasawwof ), la Senda sufí. Por ello, cuando los maestros del Jorâsân viajaban a Bagdad (la capital del califato), lo que más a menudo les preguntaban era qué era la ŷawânmardi y cuáles eran sus costumbres y sus normas éticas.

De ahí que debamos decir que el sufismo es la cultura y la tradición arias que, bajo el manto del Islam y haciendo hincapié en la Unidad divina del Ser, tomó la forma de una escuela en el norte del gran Jorâsân. Y, por lo que sabemos y hasta donde la historia nos permite conocer, los grandes maestros iraníes como Bâyazid Bastâmi, Fazl ibn Hasan, Abol Qassâb âmoli, Ebrâhim Adham, etc., fueron los pioneros de esta escuela.

Más tarde, cuando la escuela del sufismo se desarrolló también en Bagdad, por estar ésta bajo el dominio de los califas, los sufíes de este entorno pusieron más énfasis en el culto y el ascetismo para así protegerse del aguijón de los califas y de los muftíes, con el resultado de que el sufismo de Bagdad llegó a conocerse como «sufismo racional» o «sufismo especulativo» (tasawwof-e 'âqelâna), mientras que se llamó «sufismo amoroso» (tasawwof-e 'âsheqâna) al sufismo original del gran Jorâsân.

El sufismo de Bagdad estaba basado en el intelecto y el conocimiento adquirido por éste, si bien es obvio que nadie puede llegar a aprehender la Realidad con la ayuda y la especulación de la razón; precisamente por esto llegaban finalmente los eruditos a confesar su ignorancia y su incapacidad para alcanzar el conocimiento de la Realidad, diciendo: «Mi conocimiento sólo alcanzó el punto donde descubrí que no sé nada».

El sufismo amoroso persa, el sufismo basado en la atracción divina, fue fundado sobre los cimientos del amor y del afecto amoroso, un amor que no se aprende sino que llega. El enamorado avanza hacia el conocimiento de la Realidad con los pies del amor, mientras que el intelecto es el bastón del enamorado. Esto significa que el intelecto está aquí al servicio del amor en su empresa. En contraste con esto, el sufismo especulativo está basado en el yo y, por lo tanto, según afirman los maestros, no puede llegar a ninguna parte. Por el contrario, el sufismo amoroso insiste en la necesidad de que el yo sea arrojado fuera, para ser capaz de contemplar la Realidad con los ojos de la misma Realidad. Esto se expresa así en el siguiente dístico:

La gota lloró: «Estoy separada del mar».
El mar se rió de la gota diciendo: «Todo soy Yo».

Por otro lado, la idea islámica del paraíso y del infierno, impuesta a los iraníes que se habían convertido en musulmanes, originó en ellos un temor obsesivo del infierno que los llevó a sumergirse, día y noche, en un estado de agitación, de preocupación y de depresión; la felicidad y la alegría arias habían sido sustituidas por el terror, la ansiedad y la tristeza de la perspectiva del infierno.

Así, los grandes maestros sufíes persas, desde los primeros siglos de la era islámica, se esforzaron, con sus enseñanzas, en distanciar a los iraníes del pensamiento del infierno y en llevarlos de vuelta a su felicidad inicial. Cantarían, por ejemplo, los siguientes versos para iluminar a la gente y aliviar su miedo y su preocupación:

Dijiste que me atormentarías;
no puedo concebir dónde sería eso.
Donde estás Tú no puede haber tormento
y, ¿dónde hay un lugar en el que Tú no estés?
Omar Jayyâm

Como dice Hâfez:

En este bazar, si hay algún provecho,
es el de los darwish contentos.
¡Oh Dios! Enriquéceme
con el sufismo y la felicidad.

Como hemos dicho, el sufismo amoroso estaba fundado en la creencia en el Ser Absoluto y en el amor hacia Él, unido a la práctica de la tradición de la caballerosidad (ŷawânmardi), en la cual las palabras, los actos y los estados de los sufíes puros son su [mejor] promotor y confirmación; comentaremos algunos de ellos.

De acuerdo con la mayor parte de los relatos, Hasan Basri (2) es el maestro fundador de la mayoría de las cadenas iniciáticas del sufismo, así como el maestro ŷawânmard del comienzo del Islam, tradición de la cual decía: «Alguien que no tiene ŷawânmardi no tiene religión».

Decía también: «La ŷawânmardi de una persona está en su sinceridad, en su tolerancia a los acosos de sus hermanos, en la realización de obras buenas para los que dependen de él y en evitar acosar a sus vecinos».

La tradición de la ŷawânmardi deriva, fundamentalmente, del amor por el Ser Absoluto y, dado que todo cuanto existe en la creación es la luz de su Ser, los sufíes, al amar a Dios, amaban también a todos los seres, sirviéndolos a todos. Opinaban que las oraciones, los actos devocionales, las mortificaciones y las disciplinas espirituales, son todas ellas ayudas a la persona para su purificación. Sin embargo, servir a Dios es servir a sus manifestaciones, es decir, a toda la creación.

Como dice Sa′di:

La práctica devocional no es más
que servir a los demás;
nada tiene que ver con el rosario,
la alfombra de oración o el hábito.

Abol 'Abbâs Qassâb âmoli describe así a los caballeros:

«Los caballeros son la tranquilidad de las criaturas y no los perturbadores de la gente, ya que se unen con Dios a través de la creación y miran a las criaturas a través [de los ojos misericordiosos] de Dios».

Abol Hasan Jaraqâni dijo: «El sabio se levanta por la mañana y busca aumentar su sabiduría. El asceta se despierta por la mañana y busca aumentar su ascetismo. Y Abol Hasan se despierta por la mañana y busca llevar felicidad al corazón de un hermano».

Permitidme citar algunas anécdotas sobre la ŷawânmardi de los sufíes:

El predicador Qolâm Jalil llegó a ser un enemigo jurado de los sufíes y llegó a decir al califa que había surgido un grupo que sólo se dedicaba a cantar, a bailar y a blasfemar, que se limitaba a sentarse en círculo, que se reunía secretamente en grutas y daba charlas, y que parecía tener todas las marcas de los herejes (zandiq) (3). El califa debería mandar que se los matara a todos y así la fe de los zandiq quedaría extirpada, pues este grupo era la raíz de la herejía.

El predicador dijo que si el califa así lo decretaba, él mismo se ocuparía de que el califa obtuviera la recompensa de Dios. El califa ordenó inmediatamente que todos se presentaran ante él. Entre ellos estaban Abu Hamza, Raqqâm, Shebli, Ŷoneid y Nuri. Cuando el califa ordenó que fueran ejecutados, el verdugo eligió a Raqqâm para ser el primero.

Sin embargo, Nuri se adelantó y se presentó a la cabeza de la fila, en la plenitud de su sinceridad, poniéndose de pie en el lugar de Raqqâm, y pidió ser ejecutado primero, estando totalmente sumergido en un alegre éxtasis.

Cuando el verdugo protestó que no era su turno y que la espada no estaba motivada por la urgencia, Nuri respondió: «Mi camino está basado en el altruismo y lo más precioso es la propia vida. Quiero sacrificar mi vida antes, para que ellos puedan disfrutar unos alientos [momentos] más [de vida]. Pues, para mí, un momento en el mundo es más valioso que mil años en el más allá, porque este mundo es el reino del servicio [a Dios], mientras que aquél es el reino de la cercanía [a Dios] y la cercanía es el resultado del servicio». El califa quedó asombrado por el altruismo y la sinceridad de su petición.

Sobre el servicio a los demás y el sacrificio de la propia comodidad en beneficio de la comodidad y la tranquilidad de los demás, es bello recordar la siguiente anécdota sobre Ebrâhim Adham:

Tres personas estaban realizando sus oraciones en una mezquita en ruinas. Cuando fueron a dormir, Ebrâhim se quedó en la puerta hasta el alba. Cuando le preguntaron por qué había hecho esto, dijo: «El tiempo era excepcionalmente frío y estaba soplando un viento helado. Me convertí en puerta para aliviar vuestra incomodidad, tomando toda la incomodidad para mí mismo».

En resumen, el sufismo implica, interiormente, amor hacia el Ser Absoluto, mientras que, exteriormente, supone servicio a la creación, que es la luz del Ser de Dios. Cualquier otra cosa no es sufismo. Pero, en nuestro tiempo, como dicen los siguientes versos:

Tanto atavío y tanto ropaje le han puesto [al sufismo], que, si lo ves, difícilmente lo puedes reconocer.

Notas:
  1. El gran Jorâsân incluía una vasta región que, en los términos geopolíticos de hoy en día, abarca la comarca de Jorâsân en el noreste de Irán, Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán. [N.T.]
  2. Hasan Basri era hijo de Abol Hasan Yassâr, nativo de Sabi Maysân, un pueblo cerca de Basra en el extremo sur de Mesopotamia, bajo el dominio de los persas, en el Iraq de hoy en día. Cuando el ejército del Islam invadió la región durante el reino del segundo califa, ′Omar ibn Jattâb, fue tomado como rehén el padre de Hasan, zoroastriano y de nombre Piruz. Aceptó éste, más tarde, la fe islámica y adoptó el nombre de Yassâr. Yassâr, además de ser uno de los comandantes del ejército persa, gozaba de una posición privilegiada en la sociedad sasánida de la Persia pre-islámica. Al mismo tiempo, debido a su posición en la corte sasánida, tenía conocimiento de la tradición de la caballería ( ŷawânmardi) y de la teosofía de los reyes (hekmat-e josrawâni), y fue precisamente él quien transmitió a su hijo esta sabiduría. [N.T.] / Más info
  3. La palabra zandiq es la forma arabizada derivada del término persa zand que significa interpretar, comentar; se llamaba zandak a aquellos que realizaban una interpretación gnóstica del Avesta, el libro sagrado de los zoroastrianos. Dos de los zandak más famosos en la época sasánida fueron Mani (275 d.C.) y Mazdak (528 d.C.). [N.T.]