Artículos - Consuelo Martín
Krishnamurti y el camino hacia la libertad interior
Por Consuelo Martín1. La paradoja de la libertad en Krishnamurti
Cuando se intenta expresar con palabras, es decir mediante conceptos, juicios y razonamientos, cualquier vivencia real, surgen inevitablemente paradojas a nivel lógico. Esto sucede especialmente cuando nos acercamos al mensaje de K. que es el intento de transmitirnos su vivencia en un lenguaje ininteligible para una mente lógica.
Los que lo estudiamos ya estamos familiarizados con estas paradojas y aparentes contradicciones lógicas que no existen a un nivel intuitivo. Una de estas paradojas Krishnamurtinas es la de la libertad. El ser humano anhela la libertad, es más, necesita ser libre para vivir. Pero al proyectar esta necesidad interna hacia objetivos concretos, al querer “Ser libre de algo” se crea sin advertirlo una esclavitud tras otra.
Querer librarse de una cosa significa dar tanta importancia a esta cosa, que la reacción que tenemos hacia ella nos impide ver su conexión, con todas las cosas. De esta forma estamos atados a lo particular por tener una visión limitada. Cada vez que trato de librarme de algo, ese algo se levanta como un impedimento para la libertad, un ejemplo de ello, lo encontramos fácilmente en la rebeldía de la juventud contra la sociedad.
De una forma general podemos afirmar que, mientras insistimos en no querer que limiten nuestra libertad, nos estamos esclavizando nosotros mismos.
Porque “nuestra libertad”, “mi libertad” es esclavitud ya que es nuestro yo (es decir lo que creemos ser) lo que no nos permite ser libres. Por tanto cualquier libertad que yo busque es ilusoria. La libertad es sin yo, Krishnamurti nos dice de muchas maneras diferentes que la libertad aparece cuando no hay nadie que la busque. Y es que si “alguien”, si “yo” la busco, la buscaré a partir de una idea preconcebida de ella, sin ver la totalidad, y esa idea mientras parece que me libra me esta esclavizando porque no me deja ver más que a través de ella.
Esta búsqueda de libertad se resuelve pues en un incesante cambio de condicionamientos, en distintos tipos de esclavitud. Un ejemplo de ello podemos encontrarlo en los que siguen la moda hippy para librarse de la moda que la sociedad les impone.
Buscamos la libertad y la buscamos en todos los terrenos, en la vida diaria en filosofía, en arte, en psicología, etc. La psicología moderna, señala la necesidad de que el hombre conquiste su libertad pérdida. Para Eric Fromm esta libertad llegará como resultado de la manifestación productiva de los poderes del hombre. Será esa fuerza interior que aparece cuando la imaginación narcisista y con ella los prejuicios subjetivos terminan. Según esto la libertad surgiría de una madurez, como consecuencia de un desarrollo a través de la experiencia. No instantáneamente, al percibir la realidad purificadora, como en K. Estas y otras muchas intuiciones que nos ofrece la psicología y la Filosofía son verdades parciales de gran interés. Están insertas en el proceso del tiempo y nos presentan la imagen del hombre que a través de la relatividad, del devenir (en la línea pasado- presente- futuro), tiene que desarrollarse, hacerse, conseguir, esforzarse.
Hay otras concepciones acerca del recorrido del ser humano hacia la libertad que sin negar esta visión desde el tiempo, la absorben en una más amplia, más total. Algo así como la diferencia entre ver una ciudad calle por calle o verla desde el avión pero sin perder los detalles. A este tipo de teorías en India se ha llamado Filosofía ad-vaita, y parten de la no existencia de la dualidad, del absoluto diríamos en términos de filosofía occidental.
Si nos situamos en la posición mental de estas ideologías estamos más cerca de entender a Krishnamurti, porque él nos habla también desde más allá de la mente dual que divide y secciona la realidad.
La pluralidad, la división, la separación de las distintas partes es lo que nos proporciona el conocimiento racional, a partir de los datos de los sentidos. Esta es la forma de ver las cosas a la que estamos habituados. Hay otras maneras de ver de las que son ejemplos las intuiciones. Y siguiendo en esta dirección; hay una visión desde la totalidad, en ella el conocimiento de la diversidad no es negado sino más bien trascendido. Desde una mente en la totalidad, en la Unidad, la multiplicidad cotidiana es irreal si se toma parte por parte pero es real en cuanto se refiere a la totalidad, o es su manifestación.
Según la Filosofía ad-vaita, la desaparición de la ignorancia, es decir la comprensión conduce a la liberación. Pero si la persona que se cree un “yo” individual, no existe como ser separado (es imaginada) todos los esfuerzos que haga por liberarse serán imaginarios también. La mente condicionada, el hombre que no es libre nada puede hacer por llegar a serlo. Sólo partiendo de una mente libre se puede comenzar el camino de la libertad. Por paradójico que suene en nuestro lenguaje es esto a mi entender lo que K. quiere decirnos.
2. La búsqueda de la libertad
Todo lo que recorremos en las condiciones habituales de esclavitud, de limitación mental, es terreno perdido para la libertad, aunque pueda ser de gran utilidad para la vida exterior o social.
Esto que suena extraño con palabras, se convierte en algo obvio y sencillo si lo vivimos. En efecto, en la práctica es fácil ver cómo la libertad aparece cuando la esclavitud no está. Podemos sentir esto cuando no estamos movidos, dirigidos, por esa especie de “hipnotismo” colectivo o individual del que solemos participar y que podríamos calificar en síntesis como “la ilusión del yo personal”.
Ver esto supone haber visto la diferencia entre la libertad que trata de imponerse hacia afuera y la actitud libre interna que desemboca en libertad con la misma naturalidad con que un río desemboca en el mar. Para nosotros no habla Krishnamurti si nos creemos ya libres, si no hemos notado todavía que estamos amarrados a nosotros mismos. Pero si hemos sentido la falta de esta libertad que ninguna cosa exterior puede proporcionar que tiene su origen dentro de uno mismo que desde allí lo abarca todo, lo incluye todo, lo redime todo... Entonces trataremos de ver con la mayor atención posible si todo lo que nos dice K. se aplica a nuestra propia vida.
Para que podamos sentir lo que es libertad, lo que significa estar libre para buscar la verdad, libre para aprender, libre para vivir, es necesario que primero hayamos visto que somos esclavos y en qué consiste nuestra esclavitud, es obvio que quien no sabe que no es libre no anhelará serlo. He podido observar que fácilmente caemos en generalidades tranquilizadoras. Aceptamos que los seres humanos estamos condicionados por la educación y el ambiente, hablamos a menudo de la falta de libertad externa e interna, de las limitaciones que nos impone el temor, etc. Estas generalidades, estas grandes ideas (pensadas en forma superficial) no tiene ninguna fuerza liberadora sobre nosotros. Hasta que yo no observo mi limitación concreta, hasta que no observo libre de creencias o teorías que acepté en el pasado en lugar de pensar por mí mismo, hasta que no veo las cien mil formas particulares por las que estoy esclavizado, no doy un paso hacia la libertad.
Se trata de librarme de mi mismo, (de lo que creo ser yo) es por eso que mientras la búsqueda permanezca a nivel de un “yo habitual” con todas sus ideas preconcebidas y actitudes imaginarias, cualquier dirección que tomemos es equivocada, y no nos podrá hacer libres sino más esclavos.
Cuando a Krishnamurti le preguntan ¿como puedo estar atento? responde a veces “Usted, no puede estar atento, unicamente puede observar su inatención”. De la misma manera podría decirme a mi mismo “Yo no puedo ser libre, observaré mi esclavitud”, las esclavitudes que yo mismo he creado en mi inconsciencia, y entonces, puede que la libertad surja y me invada.
Es necesaria la atención porque sólo una mente en atención es libre de sus propias actitudes fijas. Esta atención es la meditación. No un conjunto de técnicas y ejercicios encaminados a adquirir experiencias raras. Este tipo de meditaciones que consisten en aquietar la mente (cuando la mente no ha comprendido suficiente para pararse por sí misma) no son liberadoras. Cuando consiguen su objetivo añaden más experiencia para engrandecer esa imagen que tenemos de nosotros mismos a la que hemos llamado “yo irreal”.
Por eso aun cuando se trate de métodos espirituales son condicionantes no liberadores. La libertad no se amolda a ningún método por ingenioso que este sea. Por el contrario para quien empiece a sentir los atisbos de libertad interior, cualquier momento y cualquier lugar, la vida toda es meditación.
Krishnamurti nos lo explica asi: “La meditación vacía la mente de todas sus construcciones mentales y libera. Si hacéis esto, veréis que hay en la mente un extraordinario espacio y ese espacio es libertad”.
Nos preguntamos ante palabras como estas ¿porqué no nos dicen qué hacer concretamente? ¿por donde empezaré ahora que no soy libre? Quizás sería suficiente poder ver que no soy libre, pero no lo vemos con suficiente autenticidad.
En realidad esta clase de preguntas no tienen sentido por más que nos las sigamos haciendo una y otra vez ¿qué hacer? ¿qué pensar? Y no tienen sentido porque el que se hace estas preguntas las hace desde el conflicto que crea su propia incomprensión.
Mientras me aferro fuertemente a lo irreal estoy clamando con insistencia ¿cómo encontraré lo real? La respuesta aparece por sí sola: tendré que empezar a soltar lo que no es real, lo ilusorio. Es decir hay que empezar por ser libre si queremos vivir “en realidad”, vivir “en verdad” tenemos que empezar por librarnos de las ideas que rigen nuestra actitud mental actual, porque estas ideas son las que limitan, las que distorsionan el campo de nuestra conciencia. Estas ideas son las que proyectamos como la realidad, nuestra realidad particular, y mientras no nos libremos de ellas no dejaremos lugar para que se instale en nosotros lo nuevo, la verdad.
Descubrir lo real es ampliar la conciencia; una conciencia limitada proyecta su limitación por todos los lados. Y en esto consisten nuestras dificultades porque somos esclavos de esas proyecciones imaginarias.
La conciencia se amplia mediante la atención, podemos empezar el camino de la libertad observando en atención. La atención permite soltar lo ilusorio, lo irreal, mientras se observa. Si estamos cogidos, pegados a ello, no podemos observarlo (los términos “irreal e ilusorio no se aplican a cosas objetivas sino más bien a actitudes subjetivas nuestras”). Todo es real en el sentido de existente, una moneda falsa es real, existe como falsa, pero es irreal en cuanto oculta, no muestra lo que es.
Observo, veo con claridad, hay libertad interior. Esto no quiere decir que en cada momento me voy liberando de determinadas cosas. El liberarse de algo no es liberarse internamente sino sólo en apariencia por que la referencia a cosas particulares (me libero del fanatismo por ejemplo), indican que se está en la dimensión de la no libertad, pues es la idea del “yo” quien pretende liberarse.
La libertad aparece en cualquier momento en que “yo” no esté. Y si surje ya no hay nada que buscar, ella nos mostrará el camino.
3. La libertad es el camino
Decía Jesús (según los Evangelios) que allí donde esté nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. Descubriendo nuestros auténticos deseos atisbamos un camino interior. Si caminamos en la dirección de nuestros deseos observando sinceramente lo que deseamos, podemos descubrir el funcionamiento de nuestra mente y viéndola funcionar nos sentiremos libres de sus efectos, de sus conclusiones. Pero no observa, el que está completamente identificado con un deseo, con una idea, el hecho de poder observarse a sí mismo, indica ya una cierta libertad, una cierta separación en sí, un espacio interior.
Conforme vamos soltando lo que nos ataba y nos limitaba, conforme el “yo” imaginario va perdiendo fuerza, es posible sentir los efectos de la libertad, dentro y fuera de nosotros. En un momento en que no haya búsqueda de placer ni miedo al dolor (porque no esté el yo que sustentaba estas imágenes), puede surgir la libertad. Una indescriptible sensación de serenidad y paz la acompañan. “La paz fundamental” de la que nos habla Krishnamurti.
Cuando se libera nuestra mente de la identificación con ideas, creencias, opiniones y conceptos en general, cuando no este allí el yo que juzga y que escoge, el yo que se justifica constantemente, sobreviene la libertad, esa libertad que vive y que crea, que es real y que lo abarca todo.
Y ahora en este momento si estamos mirándonos a nosotros mismos vemos que nos encontramos en un intrincado laberinto, en un auto engaño en una ignorancia incurable, mientras vivimos a través de la imagen del yo. Por cualquier lado que recorramos este laberinto, siempre volveremos al mismo sitio, estamos encerrados en nosotros mismos. No tenemos la libertad que anhelamos, ni siquiera la que creemos poseer. (Que ya hemos visto es una ilusión). ¿Ha surgido ya en nosotros el profundo deseo de salir de este laberinto sin salida? ¿Hemos despertado ya del sueño de hallar la felicidad o Dios en las condiciones en que nos encontramos? ¿Cual es nuestro profundo, nuestro más auténtico deseo?
En alguno de nosotros no aparecerá claro el horizonte y veremos muchos intereses secundarios sin acertar con el principal. Otros lo identificaremos con la búsqueda del amor, de la justicia, de la belleza o de la verdad. No importan las palabras que diversifican. De cualquier forma que lo llamemos, el camino está ahí, en nosotros y en todas partes. Krishnamurti nos invita a caminar con él y nos dice que empecemos por liberarnos internamente.
No creamos que se trata en esta liberación de alguna espectacular, misteriosa ceremonia al modo como algunos orientalistas suelen interpretarla. Escuchando a K. y tratando de vivir esa libertad, me ha parecido ver que se refiere a algo sencillo y real que puede irnos sucediendo en cualquier momento. Que suceda en un momento determinado no quiere decir que esté vinculada a las circunstancias de ese momento. La libertad no está en el tiempo.
Observar cómo los estados de ánimo (la tristeza, autocompasión, ambición, entusiasmo, temor, etc.) aparecen, observar viendo cómo yo formo parte de ellos como soy, esos estados de ánimo, libera. Se ven entrar y salir. Se siente un atisbo de libertad. Hay algo auténtico que permanece inalterable, algo que es nuevo e inocente, algo que esta siempre allí pase lo que pase exteriormente. Hay libertad interior.
Mientras hablamos de estas cosas tenemos que tener siempre en cuenta que las palabras y los conceptos surgidos de nuestro vivir mecánico y condicionado no expresan el lenguaje sin palabras de la libertad.
4. La mente nueva
Construir un sistema de ideas sin contradicciones es relativamente fácil comparado con la dificultad que existe al intentar transmitir la vida, que siempre es la misma y siempre es diferente, en un lenguaje de actitudes petrificadas.
Dejar de identificarnos con lo que podemos observar en cada momento es estar libre en ese momento. Esto requiere una actitud mental nueva, que nunca empleamos en la vida ordinaria. Es preciso que nuestra mente cambie para que pueda ver. “Ver a Dios es ver según la visión de Dios” decía el maestro Eckhart. Para que la verdad, la realidad surja, no basta con mirar, es decir pensar en la forma en que pensamos todos los días: es necesario un nuevo enfoque visual una nueva actitud interna, una nueva mente. Y sólo si se está realizando de alguna manera este cambio en nuestra mente podemos empezar el camino de la libertad que nos llevará a nuevos significados de todas las cosas...
Es posible ver aquí una de las grandes paradojas de la vida del espíritu. Hay que ser libres para poder “mirar con nuevos ojos” y al mismo tiempo sólo si podemos ver de esta forma nueva, somos libres. El camino de la libertad y el de la comprensión son uno mismo. Y además es un camino que no empieza en ninguna parte ni se le conoce fin.
El pensar tal como lo usamos en la vida ordinaria, incluso el pensar lógico, no nos liberará de nada, sólo nos hará dar vueltas y más vueltas en torno a las mismas experiencias sin que sepamos realmente dónde vamos o dónde queremos ir. Se trata de un pensar de cosas concretas en el que vemos la realidad a pedazos, parcializando todo, conforme a moldes raciales, sociales, personales, etc.
Krishnamurti nos habla desde la totalidad y nosotros no estamos ahí. Si en nuestra condición de visión parcial nos acercamos a él, lo único que podemos hacer es un simulacro intelectual de su verdad, que no tiene nada que ver con nuestra existencia real. No es esto lo que nos proponemos aquí. Nos estamos proponiendo cambiar de veras, no ser un filosofo o un idealista a ratos y el resto del tiempo personas llenas de conflictos internos y externos.
Al oír a Krishnamurti, nosotros, que tenemos nuestra mente en una parte del todo que excluye las demás, podemos empezar a ir viendo esas partes en relación a la totalidad. Así se irán transformando, de partes que se excluyen y crean conflicto a zonas que armonizan en su referencia a la intuición del todo. Para pensar de esta forma nueva que relaciona y no divide, que sintetiza y no analiza, hay que tener alguna intuición de la totalidad. Puede ser a través del mensaje de K. o de cualquier otro mensaje auténtico.
Entonces, el trabajo práctico nuestro, será ir relacionado estas intuiciones verdaderas con las situaciones particulares de cada día. Constantemente podemos hacer esto, en cualquier momento. No se requiere ambiente especial, ni preparación, ni menos aún espectadores. Sólo ponernos en contacto con la intuición que tengamos en el momento de lo verdadero, de lo total, mirando el acontecimiento, con relación a ella.
No creamos que siempre que utilizamos la mente lo hacemos de la misma forma y no hay otra posibilidad. Esta creencia nos cerrará a nuevas perspectivas, y nos quedaremos siendo los esclavos voluntarios de nuestros pensamientos erróneos. Hay posibilidad de dar un giro a la mente con el que todo se invierte hacia la totalidad. Si empezamos a observar cómo puede realizarse esto podremos ver por ejemplo que si antes una cosa nos parecía verdadera o falsa, buena o mala, útil o inútil, ahora comenzaremos a verla como relativamente buena o mala... Como parte de una armonía total. Me parece ver que éste es el camino real que la mente sigue hacia la libertad.
Es un trabajo interno que va ampliando horizontes. No obstante, lo que parece un esfuerzo, un trabajo en un sentido, no lo es en absoluto en otro. Sería mejor hablar de un impulso transformador que cuando despierta va dejando ver lo verdadero en medio de lo que parecía falso. Y este movimiento incesante de descubrir la verdad surge en la libertad.
Todo esto no es una bella teoría que sirve para enriquecer la personalidad de quienes la acepten. En realidad es lo mismo aceptarla que negarla. Esto no tiene sentido real si no es vivido.
Tenemos que ver la relación que existen entre las ideas abstractas que aceptamos como verdaderas (sin haberlas vivido) y los detalles particulares al parecer insignificantes de nuestra vida diaria.
Por un lado, aceptamos y hasta meditamos en grandes ideas como la que nos presenta K. “que la libertad surge cuando desaparecen los condicionamientos”, que “es libre quien vive de instante en instante, es decir fuera del tiempo”; y cuando surgen los mil detalles, inconvenientes e ilusiones de la vida diaria, los tomamos siempre en la forma habitual, sin acordarnos de aplicar nada de lo que hemos aceptado intelectualmente como verdadero. Entonces pueden pasar muchos años en que leamos a K. y sin embargo nada cambie en nosotros. Porque esas grandes ideas no actuarán, no serán fértiles, si sólo las aceptamos como verdaderas sin realizarlas, sin hacerlas nuestras “La Vida”, se manifestará en nosotros cuando estemos libres de “nuestra vida”, que es en realidad nuestra forma particular, parcial, de recibir las impresiones externas. Se trata de una vida irreal fabricada a la medida de nuestra incomprensión. Una serie de imágenes que van formando una especie de película imaginaria paralela a la realidad objetiva.
Interfiriendo constantemente mediante la atención en esta película imaginaria que pasa por nuestro interior podrá quizás empezar a surgir una nueva vida en nosotros: La vida real. En esto consiste el cambio de actitud mental.
5. ¿Podemos vivir en libertad?
La situación interna en que nos encontramos ante todas estas ideas nuevas suele ser de incertidumbre. Cuando escuchamos a K. nos parece ver a través de sus palabras la verdad liberadora. Pero si nos miramos a nosotros mismos notamos que vivimos en la confusión y que incluso la misma “búsqueda de la verdad” en que estamos embarcados nos lleva a mayor confusión.
Ante esta incertidumbre algunos intentamos imitar a K. en nuestras decisiones externas, evitando compromisos con ideologías o disciplinas, mientras internamente no estamos libres en absoluto. Intentamos cualquier cosa menos vivir con lo que somos. Y es esto exactamente lo que libera, lo que nos hace comprender. Vivir las cosas tal como son sin interpretarlas ni acomodarlas a nuestro sistema de valoración. No se trata de jugar a ser libre, sino de vivir en libertad que es algo muy diferente. Si evitamos adherirnos a ideologías, si no queremos tomar parte en las normas establecidas sin ver que en realidad a cada instante estamos tomando decisiones personales, si estamos juzgando a los demás, o estamos siguiendo normas sociales, morales o familiares impuestas desde fuera, estaremos en una ilusión. El que esto suceda inconsciente o semi-inconscientemente no le resta fuerza condicionante sobre nosotros.
Aceptar lo que en el momento actual somos (cuando podemos verlo) en muchos casos será ver lo que creemos ser, porque decir “haré lo que quiera o me apetezca” es en casi todos los casos seguir influencias externas. Lo que quiero es lo que me han enseñado a querer, lo que me apetece es lo que un cuerpo insensibilizado por el hábito solicita.
El proceso de ir sensibilizándose (si es que puede hablarse de proceso aquí) irá mostrándonos esa disciplina no coactiva, ese camino a seguir ese “cómo hacer” (del que no quiere hablarnos Krishnamurti), que es un aprendizaje directo de la vida. Es viendo con la parte más auténtica de nosotros mismos como aprenderemos a vivir. Ninguna receta exterior puede servirnos aún cuando se trate de recetas verdaderas, porque las experiencias de los demás no están hechas a nuestra medida.
Pero si nuestro deseo de ser libres, nuestra necesidad de vivir la verdad es fuerte, la misma energía abrirá su propio camino a través de la oscuridad y la esclavitud. Si tenemos verdadera sed surgirá el agua.
Hemos bebido una y otra vez del agua de la vida exterior con la sed de la ilusión y nunca nos hemos sentido libres. En el Evangelio de San Juan, leemos que Jesús decía: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna”. (4, 13-14).
Existe el agua que libera de la sed, que acaba con la ilusión y abre las puertas a la realidad, el agua de la Verdad. En algunas ocasiones a través de la historia ha sido ofrecida al ser humano confuso, Krishnamurti nos la está ofreciendo también. No olvidemos sin embargo los que hemos intuido que ahí está, que no basta saber que existe, que tenemos que beberla. No solo descubrirla, eso no sería suficiente para que actuara, tendremos que asimilarla, bebiéndola, para que pueda producir dentro de nosotros una fuente viva, un manantial por donde la vida fluya libre del tiempo.