Artículos - Rupert Spira
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El Amor es un lugar
(Primera Parte)
Por Rupert Spira De una charla en Titignano, Italia, 2015Lo primero que quiero decir, y me temo que esto va a ser un poco decepcionante para ustedes, es que vamos a escuchar y decir muchas palabras esta semana acerca de la naturaleza de la Consciencia, y ni una sola de ellas va a ser absolutamente cierta.
Si quisiéramos decir la verdad acerca de la naturaleza de la Consciencia, la experiencia o la realidad, tendríamos que permanecer en silencio. Por eso se dice que la enseñanza más alta es el silencio.
Sin embargo, muy pocos de nosotros somos lo suficientemente maduros como para intuir la realidad de la Consciencia desde el silencio. Por lo tanto, las tradiciones espirituales han elaborado diversos caminos, varios medios hábiles, adaptados a los distintos niveles de nuestra comprensión. Por lo tanto, es en ese espíritu que hablo de la naturaleza de la Consciencia.
Lo primero que me gustaría hacer es dar una definición de la Consciencia. Por supuesto, la Consciencia realmente no puede ser definida, pero esto sería una buena definición provisional de la Consciencia: La Consciencia es eso en lo que aparece toda experiencia, eso con lo que toda experiencia es conocida y eso de lo que está hecha toda experiencia.
¿Qué quiero decir con «experiencia» en este contexto? Cualquier cosa objetiva: pensamientos, recuerdos, ideas, conceptos, sentimientos, sensaciones del cuerpo, vistas, sonidos, sabores, texturas, olores, y así sucesivamente.
Todas ellas aparecen en algo. Ese algo es lo que llamamos Consciencia (Consciousness) o Conciencia (Awareness). Su nombre común es «yo», o sí mismo. Su nombre religioso es el Ser infinito de Dios. Pero todos estos se refieren a eso en lo que aparece la experiencia, con lo que es conocida y, en última instancia, de lo que está hecha.
Ahora bien, incluso desde un punto de vista convencional, nuestros pensamientos y sentimientos aparecen dentro de nosotros mismos. Lo que no es tan obvio es que la experiencia del cuerpo, lo que nosotros experimentamos principalmente como sensación, también aparece en nosotros mismos, es decir, en la Consciencia. Y lo que es aún menos claro es que nuestras percepciones ―por ejemplo, sonidos y vistas― también aparecen en la misma Consciencia, o el mismo campo, en el que aparecen nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones.
Sólo quiero hacer una pausa aquí y comprobar que están realmente conectando con lo que estoy sugiriendo, y no sólo están intelectualmente de acuerdo o en desacuerdo.
Toma un pensamiento, o permite que un pensamiento o una serie de pensamientos aparezcan, y observa que esos pensamientos aparecen en una especie de campo. Aparecen en algo, así que digamos que aparecen en el espacio. La Consciencia no es en realidad un espacio ―de hecho, no tiene dimensiones― pero demos provisionalmente a la Consciencia una cualidad como de espacio o de campo, y ve que cualquier pensamiento que aparece está apareciendo en este tipo espacio o campo de Consciencia.
Debemos cerrar los ojos durante unos minutos para hacer esto. Establece una vez más que tus pensamientos aparecen en un campo de espacio consciente. Ahora, escucha los sonidos que están presentes, los sonidos de la gente hablando o cualquier otro sonido que vaya apareciendo.
Ahora, con tu atención, ve de uno al otro entre el pensamiento y el sonido. Hazte la pregunta: «¿Deja mi atención alguna vez el campo de Conciencia?»
Observa que el sonido aparece exactamente en el mismo campo en el que aparece el pensamiento.
El pensamiento convencional nos quiere hacer creer que el pensamiento aparece dentro de lo que soy y el sonido aparece fuera de lo que soy. Pero si buscamos una línea que divida a los dos en nuestra experiencia real, nunca la encontraremos. Del mismo modo que una línea está en el mapa, pero nunca en el territorio, así que la línea está en la creencia, pero nunca en la experiencia.
Ahora bien, en lugar de permitir que tu atención se mueva entre el pensamiento y el sonido, deja que tu atención vaya donde quiera. Puedes mantener tus ojos cerrados si quieres, pero eres libre de abrirlos. Sólo deja que tu atención oscile libremente en todo el ámbito de tu experiencia, y mantén esta pregunta en mente: «¿Deja mi atención alguna vez la Consciencia? ¿Deja mi atención alguna vez el campo de Conciencia?
De hecho, podrías jugar al abogado del diablo contigo mismo. Trata de dejar el campo de Conciencia. Trata de entrar en contacto con o prestar atención a algo que aparece fuera de la Consciencia.
Y no sólo te refieras a tu experiencia actual: imagina y recuerda todas las experiencias posibles. Podrías imaginar, por ejemplo, que acababas de aterrizar en la luna. Un conjunto completamente nuevo de percepciones aparecen ante ti. ¿Esas percepciones aparecen en la Consciencia o fuera de la Consciencia?
Imagínate que eres un neurocirujano, haciendo tu primera operación de cerebro. Ese cerebro es una serie de percepciones y sensaciones. ¿Alguna de esas percepciones o sensaciones aparecen fuera de la Consciencia?
Imagínate que estás profundamente deprimido. ¿Esa experiencia aparece fuera de la Consciencia? ¿Tiene tu atención que aventurarse a algún lugar fuera de la Consciencia para entrar en contacto con o conocer la sensación de depresión?
Ve sencilla y claramente que nunca nadie ha entrado, ni podría nunca entrar, en contacto con algo fuera de la Conciencia o Consciencia.
Toda nuestra cultura mundial se basa en una sola creencia, la creencia de que hay una sustancia que existe fuera de la Consciencia, llamada «materia». Se cree que la materia es la realidad fundamental de toda existencia, y se cree que la Consciencia se deriva de alguna manera de esta sustancia de la materia. Nos demos cuenta o no, casi todos nuestros pensamientos, sentimientos, actividades y relaciones se fundamentan en este supuesto primario.
Curiosamente, la idea de la materia se inventó hace unos pocos miles de años, y hemos estado buscándola desde entonces. Los científicos todavía la están buscando ― ¡no la han encontrado! Muchos científicos creen que es sólo una cuestión de unos pocos años más y unos pocos más de millones de dólares hasta que finalmente encontremos esta cosa llamada materia. Y los filósofos han estado pensando acerca de la naturaleza de la materia y su relación con la Consciencia por más de dos mil años.
El hecho de que nadie antes, ni por un momento, haya vislumbrado alguna vez esta sustancia parece no haber tenido demasiado impacto en el debate. Es como pasarse siglos discutiendo sobre los hábitos alimenticios del monstruo del Lago Ness. El hecho de que nadie haya visto nunca al monstruo del Lago Ness es considerado un detalle y parece haber sido pasado por alto. Se cree que un día lo encontraremos, pero mientras tanto vamos a seguir discutiendo sus hábitos alimenticios. ¡Así de absurdo es el debate sobre la materia!
La segunda pregunta sin respuesta más importante que Peter mencionó ayer por la noche es el «arduo problema de la Consciencia». La pregunta: «¿Cómo puede la Consciencia derivarse de la materia?» Es una pseudo-pregunta, una pregunta no-existente. ¿Alguien más ha notado la contradicción en esas dos preguntas? La primera pregunta fue: «¿Cuál es la naturaleza del universo?», Y la segunda pregunta fue: «¿Cómo la Consciencia se deriva de la materia?» ¿No salta a la vista la contradicción en esas dos preguntas?
En la primera pregunta sin respuesta más importante, «¿Cuál es la naturaleza del universo?», reconocemos que no sabemos cuál es la naturaleza del universo. En la segunda pregunta, «¿Cómo se deriva la Consciencia de la materia?» damos un gran salto de fe. Partimos de esta sustancia llamada materia, aún habiendo reconocido en la pregunta anterior que no tenemos ni idea de lo que está hecho el universo, y luego nos preguntamos cómo se deriva la Consciencia de ella.
Incluso en la primera pregunta hay una presunción sutil, lo que al final resulta ser una creencia. De hecho, se trata de una religión, la religión del materialismo. Se pregunta: «¿De qué está hecho el universo?», pero nadie ha encontrado jamás «el universo». ¿Alguna vez alguien aquí ha tenido una experiencia del universo como lo concibe el pensamiento? (Silencio.)
¿Qué estamos explorando cuando tratamos de explorar la naturaleza del universo? ¿Estamos tratando de explorar algo que no experimentamos? Todo lo que conocemos de un universo es una serie de percepciones fugaces, y las percepciones aparecen en la Consciencia. Por lo tanto, hasta que no conozcamos la naturaleza de la Consciencia en la que aparecen nuestras percepciones, no es posible conocer nada cierto acerca de las propias percepciones, y mucho menos conocer nada cierto acerca el universo.
Yo creo que un día la ciencia superior ya no tendrá en cuenta la ciencia de la física; será la nueva ciencia de la Consciencia. Hasta que no conozcamos la naturaleza de la Consciencia, no es posible conocer la naturaleza de todo lo que aparece en ella. Hasta que no conozcamos la naturaleza del Conocer con el que conocemos nuestra experiencia, no es posible conocer nada cierto acerca de lo conocido.
Podríamos preguntarnos por qué la Consciencia es un campo de estudio más legítimo que el universo. ¿Hay alguien aquí que no sea consciente en este momento? (Silencio.) Bueno, esa es la respuesta. Cuando pregunté, «¿Alguien de aquí ha experimentado alguna vez el universo tal como es concebido por el pensamiento?» hubo un largo silencio; ni una sola persona levantó la mano. En otras palabras, nunca experimentamos este universo que estamos estudiando. Pero cuando hice la pregunta: «¿Hay alguien aquí que no sea consciente?» Nadie levantó la mano. Todo el mundo es consciente. La Consciencia es nuestra experiencia.
Por lo tanto, la Consciencia es un campo de estudio legítimo, simplemente porque es experimentada. Todo el mundo aquí conoce o es consciente de su experiencia. ¿Cuál es la naturaleza del Conocer con el que se conoce la experiencia? Esa es una pregunta interesante. Hasta que no conozcamos la naturaleza del Conocer con el que nuestra experiencia es conocida, o hasta que no conozcamos la naturaleza de la Consciencia en la que aparece nuestra experiencia, no podemos conocer nada cierto acerca de la mente, el cuerpo o el mundo.