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La consciencia del ser

Por Osho

Has dicho que el conocimiento no tiene utilidad en el proceso de encontrarnos a nosotros mismos. Así pues, ¿qué incluye el desarrollo del ser?

Osho

El ser nunca se desarrolla; simplemente es. No hay evolución ni tiempo comprometido en ello. Es la eternidad sin "transformación". Nunca te desarrollas espiritualmente; no puedes. Incluso respecto a la meta final, ya estás ahí. Nunca estuviste en ninguna otra parte.

Entonces ¿qué es el desarrollo? Un tipo de conciencia de la verdad que eres. La verdad no crece, solo su reconocimiento y recuerdo crecen.

Por eso no hablo sobre el "desarrollo del ser", pero sí de los obstáculos que impiden tu reconocimiento. Y el conocimiento es el mayor de ellos; de ahí que haya hablado sobre él tan extensamente. Es el obstáculo. Si piensas que ya sabes, nunca sabrás: ¿cuál sería el motivo de la búsqueda? Puedes continuar durmiendo y soñando. Si reconoces que no sabes, aceptas la ignorancia y esta se convierte en una flecha que penetra en el corazón como una lanza. En la penetración misma, en ese estremecimiento, uno cobra conciencia.

El conocimiento es como un amortiguador. Impide que seas sacudido y acabes conmocionado. Te protege, es una armadura que te envuelve. Hablo contra el conocimiento para que te deshagas de la armadura y así la vida pueda estremecerte dentro de la conciencia.

La vida está ahí, lista para conmocionarte a cada instante. Y tu ser está dentro de ti, listo para que tomes conciencia de él en cualquier momento. Pero entre ambos está el conocimiento. Y si este predomina, tardarás más en tomar conciencia de ti mismo.

Niégate a adquirir conocimiento.

Y nunca pienses en la espiritualidad como proceso de crecimiento. No lo es. Ya tienes dioses y budas desde el principio. No tienes que convertirte en un buda: el tesoro está ahí, pero no sabes dónde lo has puesto. Has olvidado cuál es la llave o bien no sabes cómo utilizarla. Estás tan ebrio de conocimiento que no tienes idea de todo lo que eres. El conocimiento es como el alcohol; pone ebria a la gente. Su percepción se empaña y su capacidad de recordar se reduce al mínimo. Entonces comienza a ver cosas que no son y no percibe las que son.

Por eso no he hablado de evolución del ser. Este es como debería ser: perfecto. No necesitas añadirle nada, y nada se le puede añadir. Es una creación de la existencia. Sale de la perfección, por lo cual es perfecto. Basta con retirar los obstáculos que has creado.

Y toda nuestra sociedad continúa trabajando, esforzándose para erigir obstáculos. Un niño nace y de inmediato le creamos obstáculos. Por ejemplo: "Alguien es más bello que tú, otro es más sano, mira las cualidades y la inteligencia de ese otro... Y tú, ¿qué estás haciendo?". Hacemos que se compare y con ello surge la idea de inferioridad o superioridad, y ambas son enfermedades, obstáculos. Ahora el niño nunca pensará en él mismo; siempre se comparará con alguien más. El veneno de la comparación se ha infiltrado. A partir de ahora la persona permanecerá miserable y la bendición del ser se alejará más y más.

Todos nacemos únicos. No hay comparación posible. Tú eres tú, y yo soy yo. Buda es Buda y Cristo es él mismo; no hay comparación posible. Si comparas, creas superioridad e inferioridad: trazas los caminos del ego. Y entonces, por supuesto, surge un gran deseo de competir, de derrotar a otros. Tú permaneces en el temor de lograr algo o de no hacerlo, porque es una contienda violenta y todos intentan hacer lo mismo, ser los primeros. Millones de personas tratan de serlo. Entonces sobreviene un gran odio, violencia, agresión, enemistad. La vida se convierte en un infierno. Si te derrotan, eres desgraciado y hay muchas más probabilidades de ser derrotado que de vencer. E incluso sí tienes éxito no estás feliz, porque en ese momento te vuelves temeroso: ahora algún otro puede quitarte tu lugar. Los competidores te rodean, corren violentamente tras de ti

Antes de tener éxito, temías poder lograrlo o no hacerlo; cuando lo alcanzas ―además de dinero y poder―, temes que alguien te lo arrebate. Antes estabas angustiado y ahora también. Quienes fracasan son desgraciados y los que tienen éxito igual.

En este mundo es muy difícil encontrar a una persona feliz. Porque nadie cumple las condiciones para serlo. La primera es dejar de lado toda comparación. Desecha esas estúpidas ideas de superior e inferior. No eres ni superior ni inferior. ¡Simplemente eres tú mismo! No hay nadie como tú con quien puedas compararte. Entonces, si aceptas esto, estarás en casa.

Pero comenzamos a envenenar las mentes de los niños con conocimiento, a enseñarles cosas que no saben y que no han experimentado. Les hablamos sobre Dios: les estamos enseñando una mentira. Ese Dios no es verdadero. No lo conocen; los estamos obligando a creer, y esta creencia se convertirá en su conocimiento. La creencia no debe convertirse en conocimiento real; solo será un engaño. Toda su vida pensarán que saben, pero nunca sabrán. Los fundamentos se han estructurado sobre una mentira.

Enseñamos a los niños que "tienen un alma inmortal". ¿Cómo podemos inculcarles algo tan absurdo? Y no estoy diciendo que no haya una alma inmortal o que no pueda experimentarse devoción. Afirmo que estas cosas no deberían enseñarse como creencias. Son experiencias existenciales. El niño debe recibir ayuda para explorar su mundo interior.

En vez de ayudarlos a explorar, les entregamos conocimiento ya preparado. Ese conocimiento preparado, que se vuelve el gran problema, ¿cómo desecharlo?

He hablado sobre la estupidez del conocimiento porque es ignorancia disfrazada de conocimiento. Al desecharlo volverás a ser un niño: fresco, vivo, vibrante, curioso; tus ojos estarán llenos de maravillas y tu corazón palpitará de nuevo con el misterio de la vida. Después comenzará la exploración, y con ella la lucidez. Te darás cuenta cada vez más del estado consciente que has estado arrastrando en tu interior, pero que, como has estado tan atiborrado de conocimiento, ahora cuando entras en ti nunca lo encuentras; en cambio hallas siempre algún contenido flotando en el estado consciente.

El conocimiento es como las nubes en el cielo. En este instante hay muchas, y si miras al cielo no lo verás; únicamente observarás nubes y más nubes. Así es la mente de un hombre cultivado: pensamientos, escrituras, grandes teorías, dogmas, doctrinas... todo flotando como nubes que impiden ver el cielo claro.

Deja que esas nubes desaparezcan. Están ahí porque te aferras a ellas, continúas agarrado a ellas. Afloja tus ataduras, déjalas ir. Después aparecerá la prístina claridad del cielo que es la libertad, la conciencia, el verdadero conocimiento.

Un gran filósofo occidental, David Hume, siguiendo a los grandes místicos, escribió: "¡Conócete a ti mismo!"; y asimismo dijo: "También traté de hacerlo un día. Cerré mis ojos y fui hacia dentro. Encontré unos cuantos deseos, algunos pensamientos, recuerdos, sueños, imaginaciones y cosas así. Pero no encontré nada más. No pude encontrarme a mí mismo".

Es la auténtica descripción de la mente de casi todos, excepto unos pocos budas. Si vas adentro de ti, ¿qué encontrarás? Contenidos, nubes moviéndose alrededor.

Incluso una persona inteligente como David Hume no podía ver el quid: ¿quién está viendo los contenidos?, ¿quién es esa conciencia que encuentra unos cuantos recuerdos y deseos flotando alrededor? Por supuesto, ese testigo no puede ser un deseo, una imaginación. Ese testigo no puede ser ningún pensamiento. Todo está pasando frente al testigo... ¡y Hume lo estaba buscando! Pues bien, no puedes buscar al testigo como lo harías con un objeto. La única manera de conocerlo es desechar todo contenido y vaciarte por completo. Cuando no hay nada que observar, tu capacidad de ver se vuelve hacia sí misma.

Es lo que Jesús llama conversión. Cuando no hay nada que ver, uno comienza a verse a sí mismo. Cuando no hay nada que entorpezca, la consciencia es pura, y en esa pureza se vuelve consciente de sí misma.

Cuando uso la expresión "consciente de sí misma", no quiero decir tu "consciencia de ti". Tu consciencia de ti no es consciencia del ser, es solo ego-consciencia. Si no sabes quién eres, ¿cómo puedes ser consciente de ti? Tu consciencia de ti es una enfermedad. Eres consciente de ti sólo cuando te enfrentas a otras personas. Si pronuncias un discurso eres consciente de ti y, debido a esa consciencia de ti, te perturbas, casi te paralizas. O si interpretas una obra, eres consciente de ti. Tu consciencia de ti no es más que el deseo del ego de realizar algo tan perfecto que todo el mundo lo valore.

Cuando hablo de la consciencia del ser, me refiero al momento en que todo desaparece y no hay otro contenido, cuando el espejo se refleja a sí mismo. Es como una vela ardiendo en un cuarto. Se refleja en las paredes, en el mobiliario, en la pintura de la pared, en el techo. Por un momento imagina que las paredes, la pintura y el techo desaparecen; todo ha desaparecido, solo queda la vela ardiendo. Ahora, ¿qué reflejará su luz? Se reflejará a si misma; será auto-luminosa.

Este es el estado del ser.

Desecha el conocimiento, la comparación, las falsas identidades. ¡Todo este proceso es negativo! Desecha eso, desecha esto. Continúa desechando hasta que no quede nada por desechar y, entonces, ahí está, ahí está Dios.