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Artículos - Byron Katie

Byron Katie
Foto: Julian Dufort

Conociendo a Byron Katie

Por Anatta

Mi primer encuentro con Byron Katie fue durante 1996, en San Diego, California. Mi primera impresión fueron sus manos: eran preciosas, gentiles y fluidas. Me gustó nada más verla. La próxima vez que vi a Katie fue en una reunión pública. Durante la charla, tuve la notable experiencia de verme a mí misma hablar. Fue como si yo me convirtiera en ella. Estaba sentada “aquí” mirándome hablar “allá”. Me enamoré totalmente y decidí que, aunque ya tenía el fin de semana planeado, lo dejaría todo y me quedaría con Katie. Acudí al taller de fin de semana y descubrí que El Trabajo del que ella habla fue de una sorprendente ayuda para mí. Pensé que ya lo había “hecho todo”, pero descubrí lo contrario; todavía había mucho más que “deshacer”. Había vislumbrado mi verdadero “yo” unos años antes, lo que me ayudó en gran medida a liberarme en gran parte del juego del ego. Esperaba que, a través de El Trabajo de Katie, podría jugar un juego “mejor” y más armonioso.

Katie es un verdadero misterio. Por una parte, parece tan normal y corriente ― una mujer bien parecida de unos cincuenta y cinco años. Habla un lenguaje sureño [de EE.UU.], y a menudo se refiere a sus visitantes como “cariño”. En un examen más detallado, sin embargo, su apariencia física revela una luz interior que brilla a través de unos ojos notablemente azules que son firmes, claros y brillantes. Hay una gran dulzura en ella, y el Centro para El Trabajo está abierto a todos los que quieran estar con ella y participar en El Trabajo. El ambiente en el Centro y alrededor de Katie es siempre informal, relajado y muy alegre. A menudo, espontáneamente surgen cantos y bromas en su presencia. Al mismo tiempo, he tenido experiencias intensas de un silencio profundo solo por estar en su presencia.

Dicen que en el momento de su experiencia de “despertar” pesaba noventa kilos, es difícil de creer porque justo el día anterior, mientras caminábamos por el desierto, !apenas podía seguir su ritmo! Después de su experiencia necesitó aprender el lenguaje de nuevo en un esfuerzo por encontrar la manera de ser comprendida. Durante los tres años siguientes, Katie miró su mente desde una nueva perspectiva. Dijo que la llevó estos tres años para “deshacer” completamente los sistemas de creencias que rodeaban sus relaciones, y una vez “deshechos”, el proceso se completó.

Hablé con Katie en una tienda/restaurante de alimentos naturales, a través del ruido de un sistema de altavoz que sonaba música de rock-and-roll, regularmente interrumpido con mensajes de “limpieza en el pasillo siete”. También hablé con ella en el Centro de El Trabajo, mientras se encontraba sentada en su cama por la mañana, con Katie todavía en pijama.

Durante estas charlas, me habló acerca de su vida antes de la experiencia del despertar:

«Yo percibía que las cosas no estaban bien. Vivía en un estado de sufrimiento y más sufrimiento. Después de mi experiencia (de despertar) pude ver que siempre había sufrimiento, pero no sabía la diferencia antes de esa fecha. Resultó que (el sufrimiento) era causa de un sistema de creencias acumuladas a las que estaba apegada. Durante siete años experimenté una gran paranoia, los dos últimos los pasé principalmente en mi dormitorio. Me quedaba en mi habitación porque me encontraba más segura en ella. Allí tenía mucho más control sobre mis sistemas de creencias porque sucedía menos. Lo que realmente quería era la Verdad, pero no había modo de saber qué era y cómo encontrarla. No tenía un maestro; no sabía si existía alguno. Sabía de psicólogos y terapeutas, pero eran para otras personas, no para mí. Aparte de lo que aprendí en la escuela dominical, no tenía referencia sobre un camino hacia la libertad, una salida de este infierno (psicológico). Y “yo” era el infierno del que necesitaba encontrar una salida. No estaba fuera de mí, sino dentro de mí.

«Sentía tanto dolor que (el dolor) finalmente se manifestó en forma de gritos. El acto de “interpretar” lo que estaba surgiendo era el sufrimiento. Y lo que surgió fue un sistema de creencias acerca de lo que significaban los gritos. Tanto mi esposo como mi hijo se asustaron y empezaron a llamar a hospitales, psicólogos y psiquiatras, tratando de encontrar a alguien con quien pudieran hablar. Al final encontraron a un psicólogo que habló conmigo por teléfono. Aunque su enfoque era científico y terapéutico, lo que experimenté fue amor. No sabía con quién hablaba entonces (y hasta el día de hoy ni mi marido ni mi hijo pueden decírmelo), pero había amor al otro lado de la línea, y lo viví de esa manera.

«Más tarde llamé a nuestra compañía de seguros, quien me remitió a un terapeuta que llamó por teléfono y descubrió que el único centro que mi seguro cubriría era un pequeño centro de rehabilitación, especializado en un programa de doce pasos para alcohólicos, drogadictos y personas con problemas de alimentación. Uno de los requisitos para la admisión al centro de rehabilitación era someterse a un examen físico en el hospital. En el hospital, el médico trató de hacerme un examen físico y sabía que, si me tocaba, le mataría. Creo que él también lo sabía, así que no me tocó y renunciaron al examen físico.

«Estaba tumbada en el suelo en el ático del centro de rehabilitación. Algunas mujeres allí querían que me fuera porque me tenían miedo. Más tarde supe que solían colocar trampas explosivas en las escaleras del ático, porque tenían miedo de que yo bajara por la noche y les hiciera daño. Durante este tiempo, todo lo que entendí fue “yo te odiaba, y tú me odiabas”. Fui clara al respecto, muy clara. Sentía que no me merecía una cama, así que dormía en el suelo, donde estaba segura de que pertenecía. Depravación total, pero real. Así que, estaba tumbada en el suelo, arriba en el ático, y la mejor forma de expresar mi experiencia es: “He muerto. Me desperté muerta”.

«Mientras estaba en el suelo, abrí los ojos y me di cuenta de que estaba despierta. Simplemente me volví “clara”. Había una cucaracha arrastrándose sobre mi pié y la interpretación de lo que era, no era mía; ya no era “mi” pié o “mi” pensamiento; no era “yo”. Yo no era “nada”, y desde ese día hasta hoy ha sido lo mismo. Literalmente morí. Estuve durmiendo durante cuarenta y tres años. Me despertaba cada día y nunca supe que estaba durmiendo; no sabía que alguien estuviera “dormido”.

«Cuando “desperté”, abrí los ojos y vi el pié, vi la cucaracha, y sabía que nada de eso era real. Sabía que el narrador no era real, y por eso lo que me invadió fue una risa, una risa interminable. Todo había sido una broma, y “yo” era la broma. Me dí cuenta que cuando mi pié se movía había acción, sin embargo “yo” no era nada de eso. Y es una diversión continua, como estar en el cine todo el tiempo.

«Vi al “narrador” de mi historia y pude comprobar que no era verdad. Empecé a ver “quién soy yo” sin la creencia; ¿“quién soy yo” antes de la creencia? Entonces esto también desapareció, porque ¿quién queda para preguntar? Como no hay nadie que pueda responder a esa pregunta, si una persona mantiene su integridad en la investigación, se acabó. Esa es la muerte que experimenté.

«No pasé la prueba en el centro de rehabilitación, te lo digo de antemano. Dijeron que no estaba en condiciones de que me dejaran salir.»

Cuando pregunté a Katie si alguna persona se había dado cuenta de algo de lo que le había pasado, me respondió:

«Si, hubo una inmediata atracción. En lugar de sentir repulsión y miedo, la gente se sentía atraída y segura. Al menos así es como lo viví yo. Yo era Eso. No había nada que yo no fuera. No percibí ninguna diferencia entre un árbol, una persona, mi casa o tu casa, mi pelo o tu pelo, feminidad o masculinidad.

«Lo que puedo decir es: “Soy una amante de Todo, soy Eso”. Esto no puede ser un pensamiento o un no-pensamiento, aunque incluye pensamiento y no-pensamiento. Lo que aparece, soy yo misma. Yo soy lo que aparece. Conocer “Eso” es serlo, todo y nada. Siempre suena como un acertijo cuando se habla de lo tácito. Después de esta experiencia volví a aprender a hablar, porque cada palabra que salía de la boca no era mía, simplemente ocurría, y yo intentaba “vigilarlo”.»

«¿Que obtienes por mantener una creencia? Consigues separación, materia, y un mundo que no tiene realidad. Pregúntate, ¿“Quien seria ‘yo’ sin la creencia? Aquel que es anterior a todo. La indagación te permite tener una vida dulce, maravillosa e indolora, y continuar hasta el infinito si quieres ir allí. Tu verdad te hace libre. Tu verdad es igual a la mía. Es la misma libertad, la misma iluminación, ni superior ni inferior. Yo soy tú ahí, ahora. El amor une.»

En otra ocasión le pregunté a Katie si todavía seguía haciendo las mismas cosas físicas que hacía antes de su despertar.

«Por supuesto. Nada cambia; simplemente dejamos de identificarnos con aquello que no somos. Simplemente, disfrutamos del despliegue.»

 
Anatta es una terapeuta masajista. Se encuentra en el proceso de escribir un libro titulado "El Buddha Ordinario". Este artículo es una selección editada de una de las muchas “conversaciones” que se incluirán en esta próxima publicación.