Artículos - Rupert Spira
La Última Revolución
Por Rupert Spira 20 febrero 2013 Versión PDFHace más de cien años, el pintor Paul Cézanne dijo: «Vendrá un tiempo cuando una zanahoria, recién observada, provocará una revolución».
¿Ha tenido lugar ya esta revolución? ¿está ocurriendo lentamente o está a punto de ocurrir? ¿Y cuál es la revolución a la que se refería Cézanne? ¿Cómo puede algo tan insignificante, intrascendente y ordinario como observar una zanahoria provocar una revolución?
Cézanne quería decir que si pudiéramos ver incluso un objeto tan sencillo y cotidiano como una zanahoria, como realmente es, nuestra experiencia sería revolucionada. Pero, ¿qué significa ver un objeto como realmente es? La clave está en la frase «recién observada», lo que significa ver con claridad, sin los obstáculos de los conceptos que el pensamiento superpone en nuestra experiencia. En realidad, la mayoría de nosotros somos completamente inconscientes de que nuestra experiencia es filtrada a través de una fina malla de pensamiento conceptual que hace que parezca muy diferente de como es en realidad.
Como el sabio chino Huang Po dijo, hace unos 1.200 años, «La gente descuida la realidad del mundo ilusorio». ¿El mundo ilusorio? ¡Esto es incluso más radical que Cezanne! Una cosa es recién mirar una zanahoria, una azada, una casa o el mundo, pero otra muy distinta es considerarla una ilusión. ¿Qué quiso decir?
A menudo escuchamos en la enseñanza no-dual frases como: «El mundo es una ilusión». Pero estas frases pueden crear una rebelión en nosotros, porque sabemos que nuestra experiencia es muy real. Entonces, ¿cómo conciliar estas dos posiciones ― una, «el mundo ilusorio» y dos, la innegable realidad de nuestra experiencia?
Todo lo que aparece debe aparecer en o sobre algo. Por ejemplo, aparece una imagen en una pantalla; una silla aparece en el espacio de una habitación, las palabras de una novela aparecen en una página; aparece una nube en el cielo.
¿Qué pasa con la mente, el cuerpo y el mundo? Nuestra única experiencia de ellos es lo que actualmente aparece para nosotros como pensamientos, imágenes, sentimientos, sensaciones, visiones, sonidos, texturas, sabores y olores. En otras palabras, todo lo que conocemos de una mente, un cuerpo o un mundo son apariencias, y todas estas están apareciendo y desapareciendo continuamente. Es posible que tengamos un concepto de una mente, cuerpo o mundo existiendo continuamente, pero nunca realmente experimentamos tal objeto.
Como Cezanne también dijo: «Todo se desvanece, se desmorona». Todo lo que conocemos del mundo son percepciones que aparecen y desaparecen continuamente. Sin embargo, todo lo que aparece y desaparece debe hacerlo en o sobre algo. ¿Qué es ese algo?
Comencemos con los pensamientos: dondequiera que nuestros pensamientos aparecen lo hacen obviamente en lo que nos referimos como nuestro «ser». ¡Nuestros pensamientos no aparecen fuera de nuestro ser! Sin embargo, no podemos ver o encontrar ese «algo» en el que los pensamientos aparecen porque no tiene cualidades observables. Como tal, es abierto, vacío, transparente. Pero eso no significa que no sea conocido. No puede ser conocido como un objeto y, sin embargo, no es desconocido.
Si estamos leyendo estas palabras estamos, por definición, viendo la pantalla en la que se escriben, aunque no seamos conscientes de que la estamos viendo. Si estamos leyendo una novela estamos, del mismo modo, viendo el papel. Si estamos viendo una película estamos, nos demos cuenta o no, viendo o experimentando la pantalla. Si estamos viendo las nubes, estamos experimentando el cielo. No es posible ver las palabras, la novela, la película o las nubes sin que, al mismo tiempo, experimentemos eso en o sobre lo que aparecen.
Por lo tanto, si estamos experimentando pensamientos estamos necesariamente experimentando eso en lo que aparecen. Del mismo modo, si estamos experimentando una sensación o una percepción ―y la única experiencia que tenemos de un cuerpo o del mundo son sensaciones y percepciones― entonces estamos también conociendo o experimentando eso en o sobre lo que éstas aparecen.
¿En qué aparecen nuestras percepciones del mundo? ¿En qué aparecen las sensaciones corporales? Las percepciones del mundo no aparecen en el mundo; las sensaciones del cuerpo no aparecen en un cuerpo. Las percepciones y sensaciones aparecen exactamente en el mismo «lugar» que los pensamientos, es decir, aparecen en la apertura, en el vacío de nuestro ser.
Sin embargo, no sólo aparecen en nuestro ser; sino que son conocidas simultáneamente por nuestro ser, porque nuestro ser no está sólo presente, sino que también es consciente; no sólo es, sino que también conoce. De ahí que a veces se le llame Conciencia ―la presencia de lo que es consciente― o la luz del Conocimiento puro.
Ahora, después de haber descubierto que todo lo que conocemos de la mente, del cuerpo o del mundo son pensamientos, sensaciones y percepciones, y habiendo visto que todos estos surgen dentro de nuestro ser, podemos preguntar de dónde vienen y de qué están hechos. ¿Cuál es su sustancia, su realidad?
Si dejamos una jarra de agua afuera en una noche helada, se empezará a formar hielo en ella. El hielo opaco está hecho solamente de agua transparente. Sin embargo, el hielo parece ser algo separado y distinto del agua. Parece tener su propia existencia o realidad independiente.
Asimismo, el hielo tiene una forma y sin embargo está hecho de algo que no tiene forma. El hielo da forma a algo que es en sí mismo esencialmente sin forma. ¿Cómo es posible que algo que no tiene forma propia aparezca como forma, sin que nada se le añada o se le quite? La no-forma del agua tiene la capacidad dentro de sí misma de asumir todas las formas posibles. De hecho, es precisamente porque el agua no tiene forma propia, que es posible que aparezca como esta multiplicidad y diversidad de formas.
Nuestra experiencia es muy parecida a esto. La multiplicidad y la diversidad de la experiencia ―pensamientos, sentimientos, sensaciones y percepciones― aparecen en y están hechos de nuestro ser. Este «ser», Conciencia pura, en la que aparece toda experiencia, con la que se conoce y de la que está hecha, es en sí misma vacía, transparente; no puede ser nombrada y no tiene forma, y sin embargo, es la sustancia o realidad de todos los nombres y formas.
Toda experiencia surge dentro de nuestro ser, este vacío transparente. Y el único «material» presente en nuestro ser, del que toda experiencia puede ser hecha, es nuestro propio ser. Es nuestra experiencia directa, íntima, que todo lo que conocemos de una mente, un cuerpo o el mundo está hecho y es idéntico a la transparencia de nuestro propio Ser, la luz del Conocimiento puro.
¿Y qué es lo que está presente en nuestro propio ser, antes de la experiencia de un pensamiento, sentimiento, sensación o percepción? ¡Sólo la Conciencia pura en sí! Toda experiencia ―es decir, todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y percepciones― es una modulación de la presencia de nuestro propio Ser, la luz del Conocimiento puro. Toda la multiplicidad y diversidad de nombres y formas están hechos de una transparente, vacía e indivisible sustancia.
Al igual que la pantalla en la que aparecen las imágenes suele pasar inadvertida debido a nuestro enfoque exclusivo en las imágenes en sí, así también esta Presencia vacía, abierta y transparente de nuestro propio Ser suele pasar inadvertida debido a nuestro enfoque exclusivo en los objetos de la mente, el cuerpo y el mundo ― es decir, en los pensamientos, sentimientos, sensaciones y percepciones.
Sin embargo, al igual que no es posible ver una imagen sin ver la pantalla, así también aunque esta Presencia suele pasar inadvertida, nunca es realmente desconocida. Del mismo modo que todo lo que realmente vemos cuando estamos viendo una imagen es la pantalla, así también todo lo que realmente experimentamos es la transparente, abierta y vacía presencia de nuestro propio Ser, la luz del Conocimiento puro. Siempre todo lo que Ella conoce o experimenta es Ella misma.
Amor es el nombre común que damos a la experiencia cuando el «otro» ya no se experimenta como «otro»; cuando la relación sujeto/objeto desaparece. Es ver la apariencia de una imagen, pero sabiendo que sólo es la pantalla. Es atribuir la realidad de la imagen a la pantalla. Es conocer todo y a todos como nuestro propio ser.
Es esta Presencia transparente, vacía, la que, refractada a través de la mente, aparece como una multiplicidad y diversidad de nombres y formas. Sin embargo, la mente es en sí misma una modulación de esa misma Presencia. En otras palabras, es la Conciencia pura en sí que, vibrando dentro de sí misma, toma la forma de la mente y, desde el punto de vista ilusorio de uno de los seres contenidos en esa mente, parece ver una multiplicidad y diversidad de objetos y seres separados, cada uno con su propia realidad y existencia independiente. En otras palabras, el ser o yo separado es sólo un yo separado desde el punto de vista ilusorio de un yo separado.
Desde el verdadero y único punto de vista real de la Conciencia pura sólo hay su infinito ser, refractado en una aparente multiplicidad y diversidad de formas finitas, pero sin dejar nunca de ser él mismo. Esto es lo que William Blake quiso decir cuando dijo: «Si se limpiaran las puertas de la percepción, todo aparecería ante el hombre tal como es, infinito». Esto es lo que los sufíes quieren decir cuando dicen: «Dondequiera que el ojo mire, está el rostro de Dios». Esto es lo que Huang Po quiso decir cuando dijo: «La gente se olvida de la realidad del mundo ilusorio». Esto es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, «El reino del Padre se extiende sobre la tierra, y los hombres no lo ven». Esto es lo que quería decir Parménides, haciéndose eco de las palabras del Bhagavad Gita, cuando dijo: «Lo que es, nunca deja de ser; lo que no es, nunca llega a existir». Esto es lo que quería decir cuando Cézanne dijo que el arte debe «darnos una idea de la eternidad de la naturaleza».
Todos los grandes sabios y artistas de todos los tiempos y de todos los lugares han dicho o expresado esto de una manera u otra. Esta es la verdadera revolución. En la raíz de todo deseo de cambio está este último deseo: conocer sólo la realidad de toda experiencia; conocer sólo el amor.
A menos que y hasta que los problemas que enfrenta la humanidad se remonten hasta su última fuente ―la ignorancia de esta realidad― pueden ser temporalmente aliviados, pero nunca serán verdaderamente resueltos.