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¿Sufrimiento? -- Cómo detener la meditación del "yo"

Por Gangaji
Gangaji

Muchas de las personas que me encuentro quieren sinceramente realizar la verdad de su ser. Me preguntan, "¿Qué debo hacer? ¿Cómo puedo hacer eso?" Paradójicamente, este deseo de verdadera libertad, finalmente, sólo se puede realizar si no "haces" nada para realizarlo.

Hay prácticas en las que se cantan mantras, se hacen visualizaciones, postraciones, o algún tipo de servicio desinteresado. Todas ellas están diseñadas para aquietar la mente para que no se obsesione por lo que es necesario para revelar la verdadera realización. Las prácticas son excelentes para perfeccionar la capacidad de la mente, tanto para enfocar como para rendirse. Reconozcamos que nuestras prácticas espirituales nos han servido, que son regalos de los maestros que nos han precedido. Pero también hemos de reconocer que la verdad de lo que somos está aquí ahora, y que todas nuestras prácticas han sido formas de buscar lo que ya está aquí, de tratar de despejar el camino de vuelta a nuestro propio corazón.

El problema es que, finalmente, cualquier intento de ir a un lugar implica que ya no estás allí. De hecho, cualquier actividad que llevas a cabo para lograr esto es un obstáculo para el reconocimiento más profundo de lo que siempre ha estado plenamente realizado.

En este momento puedes darte cuenta de lo que no necesita ser practicado para existir. Esta es la verdad más obvia, fácil y simple. Lo que se ha mantenido en secreto a lo largo de los siglos es su absoluta simplicidad y su disponibilidad inmediata.

Esta simplicidad es difícil, porque se nos enseña desde la infancia que para lograr algo, tenemos que aprender cuáles son los pasos y luego practicarlos. Esto funciona muy bien para muchas cosas. La mente es una herramienta de aprendizaje exquisita. Pero la auto-realización, así como la inspiración y la creatividad más profundas, vienen directamente de la fuente de la mente. La realización no proviene de ningún hacer; sino que viene de la rendición de la mente a la fuente.

Si las prácticas espirituales tienen el propósito de detener la mente, son firmes aliadas. Pero si profundizan en la creencia de que eres alguien en particular que practica algo en particular con el fin de conseguir algo que no crees que ya está aquí, entonces son un obstáculo. Te mantienen girando alrededor de ti mismo en lugar de permitirte profundizar en ti mismo.

La meditación significa muchas cosas diferentes para diferentes personas. Puede significar enfocarse en la respiración, o concentrarse en una imagen, o muchas otras cosas. La práctica de la meditación perpetuada por la mayoría de las personas en el mundo es la siguiente: "Yo soy este cuerpo. Yo soy estos pensamientos. Yo soy estas emociones". Pueden haber descansos donde se practica algún tipo de meditación formal, pero entonces se vuelve a una práctica más fuerte: "Este soy yo. Yo soy este cuerpo. Estos son mis deseos. Esto es lo que tengo que tener. Esto es lo que no tengo", y así sucesivamente. ¡Esta es la meditación! Y es una meditación de sufrimiento. Debido a que es tan generalizada, pasa desapercibida. Es considerada no como una práctica, sino como la realidad.

Hay momentos exquisitos cuando la meditación habitual se detiene — momentos de ser absorbido en los brazos de un amante, en el sonido de una música hermosa, o en los colores de un amanecer. Hay momentos en los que no hay un "tú" que practica, hay simplemente ser. Y en este simple estado de ser hay paz, comprensión profunda, claridad y naturalidad, una gracia y facilidad de ser sin esfuerzo. Pero creemos firmemente en nuestra meditación del "yo", y así por lo general estos son sólo breves momentos antes de que la práctica normal es retomada de nuevo: "Yo soy este cuerpo; esto es lo que yo soy. Tú eres ese cuerpo; eso es lo que tú eres. Esta es mi cultura; esa es tu cultura. Estas son mis creencias; esas son tus creencias. Tú eres mi enemigo; tú eres mi amigo. Tú quieres algo de mí. Yo quiero algo de ti, etc."

Yo nunca desanimaría a nadie de que se tome descansos de esta práctica habitual de sufrimiento, ya sea que estos descansos se encuentren en lo que se llama práctica espiritual, o en el baile, o escuchar música, o estar en la naturaleza, o acostado en una hamaca. La verdad de lo que eres, sin embargo, es más simple que cualquier cosa que se pueda practicar. El sufrimiento personal, por otro lado, es muy complejo, y para que continúe debe ser practicado. Si estás sufriendo, sólo como investigación, observa si estás practicando tu sufrimiento.

Como estamos tan condicionados y sensibilizados para definir lo que somos mediante actividades particulares, nos pasamos la vida sin darnos cuenta del vasto trasfondo de quietud que es la simplicidad de ser. Cuando hablo del "corazón", estoy hablando de este mismo ser. Cuando hablo de la esencia de todos los fenómenos, me estoy refiriendo al ser. Cuando hablo de lo que se encuentra en la auto-indagación, hablo también del ser, ya sea una auto-indagación emocional, tal como hacer frente al miedo, la ira, la desesperación o la auto-indagación mental, como indagar sobre el yo-pensamiento actual. Indagar plenamente en cualquier cosa es descubrir esta inmensa y simple presencia de ser-tú-mismo, como tú eres.

Ser no es una práctica. La práctica consiste en una técnica, un método correcto y un método incorrecto, la creencia de llegar a algún lugar, y una recompensa o logro. En la verdad de la quietud absoluta, nada de eso sucede.

En el momento en que conocí a mi maestro, H.W.L. Poonja, había intentado muchas formas de mediación. Experimenté momentos de belleza, de trascendencia, de verdadero conocimiento, y sin embargo, un anhelo subyacente que acompañaba a los pensamientos, "¿Cómo lo consigo? ¿Cómo puedo evitar esto? Tengo que encontrar una manera", todavía estaba actuando. Cuando conocí a Papaji, él me dijo que parara. Él me ofreció una invitación que me complace ofrecértela a ti. En este momento, párate justo donde estás. Detén todos los esfuerzos para conseguir lo que crees que va a darte realización, lo que crees que te dará la verdad. Lo único que se requiere es un instante de verdadero parar.

Este instante es escurridizo para la mayoría de la gente, porque cuando se acerca el momento de detenerse, generalmente surge un gran brote de temor: "Si me paro, si realmente me detengo, iré hacia atrás y perderé todo lo que he adquirido a través de mis esfuerzos y prácticas. A pesar de que todavía no estoy completamente satisfecho, estoy más satisfecho que antes. Tengo una vida mejor, mi mente está más tranquila, mis circunstancias son mejores, y podría perder todo eso."

Para mí, fue bastante extraordinaria escuchar este "stop". Estaba segura de que iba a darme algún conocimiento secreto — y lo hizo. Pero sólo es secreto porque es tan obvio. No es esotérico. Estaba segura de que iba a susurrarme alguna fórmula mágica en el oído — y lo hizo. Él dijo, "Detente". Era tan simple que me tiré al suelo. Mis pensamientos se detuvieron, y en esa parada había más realización que nunca podría haber imaginado. Lo que imaginamos como realización tiene que ver con menos dolor, menos conflicto, más placer, más paz, más reconocimiento, más amor. Pero la verdadera realización no puede ser imaginada, sólo puede ser realizada.

Me dijo que tirara todas las estrategias, todas las técnicas, todas las herramientas, y que sólo estuviera aquí para recibir lo que me estaba ofreciendo. Pronto asimilé que: "Él realmente quiere decir lo que dice. No me está enseñando un nuevo mantra, o una nueva práctica, o un nuevo conjunto de creencias, una liturgia, un catecismo, o una cosmología. Él no me está diciendo 'lo que significa todo esto' y 'lo que va a suceder' y 'por qué sucedió'." Me estaba pidiendo que soltara todo eso de mi mente. No porque todo eso estuviera equivocado. Era sólo que la mezcolanza de conceptos espirituales que había creado nunca podría rivalizar con la realidad incondicional.

Todas las escrituras sagradas, los textos y las prácticas provienen de la verdad y apuntan de nuevo a la verdad, pero tiene que haber un momento en el que saltes de nuevo hacia ti mismo. Y ese salto ocurre sólo en este momento, cuando estás desnudo de todo salvo de ti mismo, si eres inocente de lo que has aprendido acerca de quién eres.

Otra pregunta que a menudo me hacen es: "¿Cómo puedo permanecer en un estado de estar 'parado'?" Parado no es un estado. Ni el silencio ni la quietud es un estado. Esta es una distinción muy importante. Puedes conseguir que tu mente se establezca en un estado de relativa calma, y puedes conseguir que tu cuerpo se relaje, pero la quietud a la que me refiero es por su naturaleza siempre quieta. Está siempre parada. Todo el movimiento mental, todo el hacer, aparece, existe, y desaparece de nuevo en esta quietud sin estado.

El estado tiene un principio, un medio y un final. Hay estados felices y tristes, estados alterados y mundanos, estados altos y bajos, pero la presencia del ser sin estado es quietud. La conciencia es quietud. Quien tú ya eres es quietud.

Tu mente puede estar activa con pensamientos —pensamientos acerca de la actividad o pensamientos acerca de intentar parar— pero todo eso está ocurriendo en la "sin-estado-dad" del ser, que es en sí misma quietud.

Si tan sólo pudieras quitarte de tu mente que esa quietud inmutable es algo que se pueda hacer o practicar, algo que puedes tener éxito o fracasar al hacerlo, entonces la quietud, la presencia del ser, finalmente, puede revelarse a ti como tu propio sí mismo.

Reconoce que los impulsos para hacer quietud provienen de la actividad de la mente que está apareciendo en la quietud. Esa quietud no está muerta o vacía. Es consciencia. Es la conciencia misma, y tú eres esa conciencia. Los pensamientos, "tengo que aquietarme. Estoy tratando de aquietarme. ¿Por qué no puedo aquietarme?" están siendo observados y experimentados por la propia quietud.

Piensas de ti mismo que eres un pensamiento, y luego porque piensas de ti mismo que eres un pensamiento, piensas que puedes perder la quietud. Entonces piensas otro pensamiento acerca de cómo recuperar lo que has perdido, y luego otro pensamiento acerca de tu éxito o fracaso en esa recuperación, y luego otro pensamiento acerca de cuán grande o cuán horrible eres porque has tenido éxito o no. Todo el tiempo hay esta simple quietud presente, que es consciente de toda la obra (de teatro). Ella experimenta la obra, experimenta el sufrimiento de la obra, sin embargo, permanece en última instancia intacta por la obra. Lo único que te separa de reconocer la verdad de quién eres como quietud eterna es seguir algún pensamiento que dice que no eres eso.