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Artículos - Rupert Spira

La paz y la felicidad son inherentes a la consciencia

Por Rupert Spira31 de marzo de 2009
Rupert Spira

La mente, el cuerpo y el mundo aparecen a la Consciencia, al "mí", al "yo". Son objetos y la Consciencia es su sujeto, lo que los experimenta.

La Consciencia, eso que llamamos "yo", está siempre presente en cada experiencia y no desaparece entre las experiencias (es decir cuando no hay experiencias).

¿Alguna vez hemos tenido la experiencia de nuestro Ser, la Consciencia, desapareciendo? Eso no es posible. Tendría que haber algo presente para presenciar esa desaparición, y ese algo debería ser consciente. A su vez, sería lo que llamamos 'yo', Consciencia.

Cuando un objeto aparece dentro de esta Presencia consciente, esta Presencia se conoce como el testigo de ese objeto.

En el sueño profundo, "yo", esta Presencia consciente testigo permanece exactamente como siempre es en los estados de vigilia y de sueño.

No hay objetos presentes en el sueño profundo y, por lo tanto, no hay memoria de ese estado. Al despertar, la mente interpreta ese estado como un espacio en blanco, una nada, un vacío. Sin embargo, la ausencia de memoria no es una prueba de inexistencia.

Al dormirse, las imágenes, sensaciones y percepciones bien organizadas del estado de vigilia son reemplazadas gradualmente por las imágenes menos organizadas del estado de sueño pero, durante esta transición, no hay experiencia de un cambio en la presencia de la Consciencia.

Del mismo modo, a medida que las imágenes se desvanecen del estado de sueño, la Consciencia permanece tal como es, y esta presencia de Consciencia sin objetos recibe el nombre de sueño profundo.

En ninguna etapa de la transición del estado de vigilia al sueño profundo, la Consciencia experimenta un cambio en su propia presencia o continuidad.

Así como la Consciencia permanece completamente inafectada por el flujo cambiante de experiencias durante el estado de vigilia, la Consciencia permanece exactamente igual durante la transición del estado de vigilia al estado de sueño, durante el estado de sueño mismo, y durante la transición del estado de sueño al sueño profundo.

De hecho, los tres estados de vigilia, sueño y sueño profundo son incorrectamente nominados. Estas tres categorías se basan en la suposición de que existe una entidad llamada "yo" que transita a través de estos tres estados. Una vez que se ve claramente que no hay entidad individual, se ve, por la misma razón, que no hay tres estados.

Un estado es algo que dura un cierto período de tiempo. Viene y se va. Sería más exacto decir que hay una condición, una condición omnipresente, que llamamos "yo", "Consciencia", "Presencia", en la que todos los estados aparentes van y vienen.

Los estados aparentes de vigilia y sueño son modulaciones de esta Presencia.

El sueño profundo es, en realidad, simplemente la presencia de la Consciencia brillando por sí misma. ¡Por eso es tan pacífico y agradable!

Solo se convierte en un estado, parece convertirse en un estado, cuando la mente concibe erróneamente que ha durado un cierto período de tiempo. Sin embargo, no hay tiempo en el sueño profundo.

Estos tres estados no son categorías bien definidas. Sería más exacto decir que hay un flujo de objetos, denso y sutil, que tiene lugar dentro de esta Consciencia omnipresente.

Durante el estado de vigilia, los objetos parecen densos, coherentes y muy juntos. No hay mucho espacio entre ellos. A medida que el estado de sueño comienza, los objetos se vuelven más livianos y más débilmente unidos. Hay más espacio entre ellos. En el sueño profundo no hay objetos. Hay espacio vacío.

Ese espacio vacío es la presencia del fondo, la presencia de la Consciencia, "yo". Se dice que está vacío solo desde el punto de vista de la mente, porque no hay nada objetivo ahí. Sin embargo, desde su propio punto de vista, se experimenta como plenitud, como Presencia, Auto-luminoso, Auto-cognoscente y Auto-evidente.

Es el mismo espacio que está presente durante los intervalos entre objetos en los estados de sueño y vigilia. También es el mismo espacio de Consciencia que está presente durante la aparición de objetos en los estados de vigilia y de sueño.

En los estados de sueño y vigilia, el vacío de la Consciencia parece estar teñido por la aparición de objetos. Sin embargo, la Consciencia no está teñida por nada fuera de sí misma.

La consciencia misma toma la forma de cada apariencia, aunque es en sí misma sin forma, del mismo modo que el agua toma la forma de una ola, aunque ella misma es sin forma.

Esta Consciencia que está presente durante la aparición del objeto sutil que llamamos pensamiento, es exactamente la misma Consciencia que está presente durante la aparición del objeto sutil que llamamos el sueño.

Del mismo modo, la Consciencia que está presente durante la aparición del objeto denso que llamamos el mundo, es también la misma Consciencia que está presente durante la aparición del sueño.

En este sentido, el mundo es una forma de pensamiento. El mundo está hecho de percepciones. Estas percepciones están hechas del percibir. Están hechas de la mente, de la misma sustancia de la que está hecho un pensamiento.

Un pensamiento, una sensación, una percepción y un sueño están hechos de la misma "cosa" y todos aparecen en el mismo espacio. Están hechos y aparecen dentro de la misma Consciencia, y es esta misma Consciencia la que está presente durante los intervalos entre las apariencias y durante el sueño profundo sin objetos.

A medida que el objeto cambia o se va, ya sea durante cada estado o durante la transición entre estados, la Consciencia que está presente detrás del objeto como su testigo y dentro del objeto como su sustancia, permanece exactamente como siempre, siempre presente y sin cambios. Cualquier cambio que se experimente en el cuerpo, la mente o el mundo son cambios que aparecen en esta Consciencia.

La consciencia en sí misma no cambia por las imágenes que aparecen ante ella o dentro de ella, así como tampoco cambia un espejo por las imágenes cambiantes que se reflejan en él.

De hecho, la Consciencia no solo está presente como el testigo continuo e inmutable de los objetos, sino que también se expresa simultáneamente como los objetos. Es la sustancia de los objetos.

Sin embargo, aunque los objetos están hechos de Consciencia, esta Consciencia no cambia a medida que cambian los objetos, así como el agua no cambia cuando las olas cambian.

 

La consciencia se conoce a sí misma todo el tiempo. ¿Cómo puede algo cuya naturaleza es el Conocimiento, no conocerse a sí mismo todo el tiempo?

¿Cómo podría algo cuya naturaleza es Consciencia, no ser consciente de sí mismo todo el tiempo?

No hay objetos presentes en el sueño profundo, por lo tanto, no hay memoria de ello. Y sin embargo, al despertar, algo permanece, algo queda. Cuando decimos "he dormido bien" se refiere a una experiencia. Se refiere a la experiencia de la Paz que estuvo presente durante el sueño profundo y sin perturbaciones.

Cuando decimos "he dormido mal" se refiere a algún tipo de perturbación, es decir, a algún tipo de objeto. O nos referimos a que nos despertamos en la noche y permanecimos despiertos mientras queríamos estar dormidos. En este caso, el término "dormir mal" en realidad se refiere al estado de vigilia, no al estado de sueño profundo. O queremos decir que tuvimos sueños perturbadores que nos alejaron de la Paz del sueño profundo, y en este caso el término "dormir mal" se refiere al estado de sueño.

En ninguno de los casos, la experiencia del sueño profundo en sí misma se conoce como una mala experiencia. De hecho, cuando decimos que dormimos mal, siempre nos referimos a la ausencia de sueño profundo.

Por definición, no hay objetos presentes en el sueño profundo y por esa razón es pacífico. Y como el sueño profundo y la Paz siempre coexisten, se puede decir que la Paz es inherente al sueño profundo. Ni siquiera es cierto decir que la Paz es inherente al sueño profundo, porque no experimentamos dos cosas allí. Más bien el sueño profundo es la Paz.

Por lo tanto, si la Paz es idéntica al sueño profundo y, como hemos visto, el sueño profundo es la presencia de la Consciencia sin objetividad, se deduce que la Paz es inherente a la Consciencia, que la Paz y la Consciencia son una.

Reconocemos esta experiencia cada vez que decimos que dormimos bien. Esa declaración proviene de una experiencia.

No hay objetos presentes en el sueño profundo y, por lo tanto, la paz no puede depender de los objetos. Esto a su vez implica que la Paz es independiente de cualquiera de los estados o condiciones del cuerpo, la mente o el mundo.

La consciencia siempre está presente, no solo en el sueño profundo sino también en los estados de sueño y vigilia. Como la Paz es inherente a la Consciencia, la Paz también debe estar presente en todo momento, bajo todas las condiciones y en todos los estados.

No tiene sentido hablar sobre la presencia de la Consciencia "en todo momento", porque la Consciencia no existe en el tiempo. El tiempo existe como una idea en la Consciencia. Sin embargo, debemos aceptar estas limitaciones del lenguaje si queremos hablar de la Presencia.

Si la Paz es independiente de todas las condiciones del cuerpo, la mente y el mundo, implica que la Paz no es un estado, que no viene y se va. Está presente detrás y en todas las apariencias del cuerpo, la mente y el mundo.

Por esta razón, la Paz no puede ser el resultado de ninguna actividad en el cuerpo, la mente o el mundo. No puede ser el resultado de una práctica. No puede ser creada, mantenida o perdida. Siempre es.

De hecho, podemos ir más allá de eso y decir que así como todo es en última instancia una expresión de la Consciencia, entonces, en definitiva, todo es una expresión de la Paz.

Toda experiencia es la forma del Silencio.

 

A partir de la experiencia del sueño profundo, es claro que la Paz es inherente a la Consciencia, que no es un atributo de los objetos, situaciones, circunstancias o eventos.

Sin embargo, hay otras ocasiones en el estado de vigilia cuando la experiencia de la Consciencia sin un objeto también está presente. Por ejemplo, hay muchos momentos en el estado de vigilia entre una percepción y la siguiente cuando la Consciencia está sola, sin un objeto.

Estas lagunas o intervalos son experiencias en el sentido de que la Consciencia siempre se está experimentando a sí misma, estén o no presentes los objetos, pero no tienen un contenido objetivo.

Por supuesto, no tiene sentido asignar a estos intervalos una duración en el tiempo. El tiempo es la distancia entre dos acontecimientos y durante estos intervalos no hay objetos y, por lo tanto, no hay acontecimientos. Si ahí no hay objetos presentes, ahí no hay tiempo presente.

Esta no-experiencia intemporal no puede ser recordada, de la misma manera que el sueño profundo no puede ser recordado. Ningún recuerdo de este intervalo aparece en la Consciencia, porque no había nada presente ahí aparte de la presencia transparente y sin objeto de la Consciencia misma.

En ese sentido, estos intervalos son no-experiencias. Sin embargo, sería incorrecto decir que no hubo experiencia durante estos momentos. No hay experiencia objetiva y, sin embargo, la Consciencia está presente "ahí" experimentándose a sí misma.

La Consciencia es el testigo y la sustancia de cada experiencia objetiva, y cuando no hay ningún objeto presente, como en el intervalo entre percepciones, la Consciencia permanece como siempre, conociéndose a sí misma. Este Auto-conocimiento (conocimiento de Sí mismo) sin objeto es la sustancia de estos intervalos.

De modo que la experiencia no se detiene cuando el objeto se desvanece, solo el aspecto objetivo de la experiencia, el nombre y la forma, cesa. La experiencia misma, experimentándose a sí misma, continúa.

Una vez que vemos claramente que solo la Consciencia se experimenta durante los estados de vigilia y de sueño, por la misma razón, queda claro que cuando no hay objetos presentes, la misma experiencia de la Consciencia que se experimenta a sí misma, simplemente continúa. De hecho, nada más ha sucedido nunca, aparte de esta experiencia de la Consciencia que se conoce a sí misma.

Estos intervalos son siempre presentes y atemporales, del mismo modo que el cielo azul, que parece estar presente solo entre los huecos que dejan las nubes, en realidad está presente detrás y dentro de las mismas nubes.

Estos intervalos son el fondo intemporal de la Consciencia, en el que los objetos, incluido el concepto de tiempo, aparecen de vez en cuando. El sentido de duración que sugiere el término "intervalo" se debe a la limitación del lenguaje únicamente, y no debe interpretarse como que implica que estos intervalos duran en el tiempo.

Las experiencias de Comprensión, Amor y Belleza son todas experiencias de este Auto-conocimiento y Auto-reconocimiento atemporal y sin objeto.

 

Durante estos intervalos intemporales, la Consciencia simplemente está presente, como lo está en el sueño profundo. Se conoce a sí misma directamente.

Después de este intervalo intemporal, la Consciencia toma la forma de la siguiente apariencia y puede identificarse con una parte de esta apariencia, un cuerpo. Al hacerlo, se "olvida" de sí misma y por lo tanto parece ocultarse de sí misma.

Lo mismo es cierto cuando nos levantamos por la mañana, cuando la Paz del sueño profundo todavía impregna nuestra experiencia, antes de que la apariencia de separación se haya establecido completamente. El estado de vigilia surge de esta Paz misma y, durante un tiempo, se satura de ella.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, la Consciencia inmediatamente e inadvertidamente se pierde en la identificación con un fragmento. Se condensa en un cuerpo- mente y el mundo se proyecta correspondientemente "afuera".

La ilusión de la separación reaparece. El Uno pretende ser dos. La Consciencia se convierte en un fragmento, un "yo", y el mundo se convierte en "otro" y "separado".

La Consciencia/Existencia [no-dualidad] se convierte en Consciencia y Existencia [dualidad].

Como resultado de este auto-olvido, de convertirse aparentemente en un objeto, la Paz y la Felicidad que se experimentan durante este intervalo, que son este intervalo, aparentemente se pierden. El mundo se convierte entonces en su aparente morada, el lugar en el que se pueden buscar y encontrar.

Por lo tanto, la búsqueda comienza y el "yo" contraído se convierte en un buscador.

Este "yo" contraído, que es simplemente la Consciencia-fingiendo-ser-una-entidad-separada, se olvida o pasa por alto que la experiencia de la Paz y la Felicidad es inherente a su propia naturaleza. En cambio, parece convertirse en una experiencia intermitente que se puede perder y, por lo tanto, encontrar.

Cada vez que tenemos la experiencia de alguien o algo que alguna vez nos hizo sentirnos pacíficos o felices, pero que ahora nos vuelve agitados o infelices, debería ser suficiente para indicar que los objetos no nos proporcionan la Paz y la Felicidad.

La Paz y la Felicidad son inherentes a la Consciencia.

Aunque la Consciencia está siempre presente y por tanto la Paz y la Felicidad están siempre presentes en cualquier circunstancia, no siempre las experimentamos.

Sin embargo, no son los objetos en sí mismos los que ocultan la Paz y la Felicidad. Es el hecho de que pensamos y sentimos que son objetos, que existen fuera y separados de nosotros mismos.

Con esta sensación de que los objetos están en el exterior y separados, surge el pensamiento y la sensación correspondiente de que "yo", la presencia de la Consciencia, está en el interior e igualmente separada.

Es esta división de la totalidad sin fisuras de nuestra experiencia en un sujeto que percibe y un objeto percibido la que oculta la Paz y la Felicidad que están presentes bajo todas las condiciones y en todo momento.

Es por esta razón que la meditación a veces se describe como dormir mientras estamos despiertos. En la meditación, tomamos la misma actitud hacia los objetos que tomamos en nuestro sueño, es decir, ninguna actitud en absoluto.

Simplemente permanecemos como somos.

 

La mayoría de las actividades se rigen por el deseo de Felicidad. La Felicidad es una experiencia no objetiva. Es simplemente la presencia de la Consciencia.

Como la Consciencia es consciente por naturaleza, podría decirse que la Felicidad es la experiencia de la Consciencia que sabe que se conoce.

Es la experiencia que se revela cada vez que un deseo llega a su fin. El deseo es agitación y la Felicidad es el trasfondo siempre-presente de todos los estados que se revela cuando cesa esta agitación.

Por supuesto, también está presente durante la agitación, ya que es el trasfondo de todos los estados, pero no se experimenta como tal.

Este deseo de Felicidad no viene de la memoria. La Felicidad no puede ser recordada porque no tiene cualidades objetivas.

Es inherente a la Consciencia, que en su condición no manifiesta, no tiene objeto, como en la experiencia del sueño profundo.

La Consciencia no se puede experimentar como un objeto y por lo tanto no se puede recordar. Sin embargo, siempre está presente y por lo tanto lo que sea inherente a ella también debe estar siempre presente.

El objeto actual cambia continuamente, pero el deseo de Felicidad siempre permanece igual. Por lo tanto, la Felicidad no puede ser causada por el objeto que está presente.

Del mismo modo, la experiencia de la Felicidad es siempre la misma, independientemente del objeto que parezca proporcionarla, de modo que el objeto en sí mismo no puede ser el objetivo de la búsqueda de la Felicidad.

Una vez que se comprende que la Felicidad no puede ser un recuerdo, se debe concluir que el deseo de Felicidad proviene de la experiencia actual misma, incluso si la experiencia es desagradable. ¿De dónde más podría venir?

Sin embargo, no es desde el aspecto objetivo de la experiencia actual que buscamos la Felicidad. Sino desde el aspecto conocer o experimentar.

El hecho de que se busque Felicidad en una variedad tan amplia de objetos y actividades indica la intuición de que la Felicidad reside en los aspectos de conocimiento y experiencia de una experiencia o un objeto, en el aspecto Consciencia, no en el aspecto objetivo, porque el conocimiento o experiencia aspecto de todas las experiencias es siempre el mismo.

Sin embargo, el aspecto de conocer y experimentar de la experiencia está velado por el nombre y la forma de la experiencia, y por lo tanto, seguimos buscando la Felicidad en objetos nuevos y diferentes.

De hecho, nuestro compromiso con los objetos es, en la mayoría de los casos, precisamente con el propósito de revelar la Paz y la Felicidad que es inherente a cada experiencia. Sin embargo, asignamos erróneamente Paz y Felicidad al aspecto objetivo de la experiencia.

Nuestro enfoque exclusivo en el aspecto objetivo de la experiencia vela esta Felicidad. Sin embargo, al no darse cuenta de que la felicidad ya está presente, buscamos en otra parte. Lo buscamos en una nueva situación, en un nuevo objeto.

De hecho, incluso el deseo de Felicidad proviene de la Felicidad misma.

El deseo es la forma de la felicidad. Es la forma que adopta la Felicidad cuando pasa por alto su propia presencia y comienza a buscarse en otra parte.

Es la Felicidad misma la que se busca a sí misma.

Ya somos lo que buscamos.

Lo que rige el tipo de objeto en el que buscamos la Felicidad dependerá de los objetos que, en el pasado, precedieron inmediatamente a la experiencia no objetiva de la Felicidad.

A diferencia de la Felicidad misma, estos objetos pueden ser recordados, por lo que tratamos de reproducirlos con la esperanza de que brinden la misma Felicidad.

Una vez que esto se ve claramente, la naturaleza del deseo cambia radicalmente. Ya no se desea un objeto para producir Felicidad sino expresarlo.

Una vez que el deseo se libera del requisito de producir Felicidad, no desaparece. Simplemente se libera de los confines de servir a una entidad inexistente.

El deseo como tal se experimenta como energía, como vida. Ya es su propio cumplimiento.