Artículos - Steve Taylor
Patocracia
Cuando las personas con desórdenes de la personalidad llegan al poder
Por Steve Taylor 21 de mayo de 2024El psicólogo polaco Andrew Lobaczewski pasó la primera parte de su vida sufriendo bajo la ocupación nazi de Polonia, seguida de la brutalidad de la ocupación soviética después de la guerra. Su experiencia de estos horrores llevó a Lobaczewski a desarrollar el concepto de «patocracia». Esto es cuando las personas con trastornos de la personalidad (particularmente la psicopatía) ocupan posiciones de poder. (1)
Lobaczewski dedicó su vida al estudio de la maldad humana, un campo que él llamó «ponerología». Quería entender por qué las personas «malvadas» parecen prosperar, mientras que muchas personas buenas y morales luchan por tener éxito. Quería entender por qué las personas con trastornos psicológicos se elevan tan fácilmente a posiciones de poder y se hacen cargo de los gobiernos de los países. Como él mismo vivía bajo un régimen «patocrático», tomó grandes riesgos para estudiar este tema. Fue arrestado y torturado por las autoridades polacas, y no pudo publicar la obra de su vida, el libro Ponerología Política, hasta que escapó a los Estados Unidos durante la década de 1980.
La patocracia es posiblemente uno de los mayores problemas en la historia de la humanidad. La historia ha sido una saga de constantes conflictos y brutalidad, con grupos de personas luchando unos contra otros por el territorio, el poder, las posesiones, y conquistando y matándose entre sí. Al examinar el curso de la historia de la humanidad desde la antigüedad hasta el siglo XX, el historiador Arnold Toynbee habló sobre el «sentido horripilante del pecado manifiesto en los asuntos humanos”.
Pero hay un argumento de que esto no se debe a que todos los seres humanos sean intrínsecamente brutales y crueles, sino a que un pequeño número de personas, es decir, aquellos con trastornos de la personalidad, son brutales y crueles, intensamente egocéntricos y carecen de empatía. Esta pequeña minoría siempre ha mantenido el poder y ha conseguido ordenar o influir en la mayoría para que cometa atrocidades en su nombre.
Poder y Patología
Una pequeña minoría de los seres humanos sufre de trastornos de la personalidad como el narcisismo y la psicopatía. Las personas con estos trastornos sienten un ansia insaciable por el poder. Las personas con trastorno de personalidad narcisista desean atención y afirmación constantes. Sienten que son superiores a las demás y tienen derecho a dominarlas. También carecen de empatía, lo que significa que son capaces de explotar sin piedad y abusar de otros en su ansia de poder. Los psicópatas tienen un sentido similar de superioridad y falta de empatía, pero la principal diferencia entre ellos y los narcisistas es que no sienten el mismo impulso de atención y adoración. Hasta cierto punto, el impulso de ser adorado actúa como un control sobre el comportamiento de los narcisistas. Son reacios a hacer cualquier cosa que pueda hacerlos demasiado impopulares. Pero los psicópatas no tienen tales reparos.
En el otro extremo de la escala, las personas con un alto nivel de empatía y compasión no suelen estar interesadas en el poder. Prefieren estar «sobre el terreno», interactuando y conectando con los demás. Incluso pueden rechazar la oferta de un puesto de alto estatus porque son conscientes de que un estatus más alto les desconectará (aunque para una persona no empática, eso forma parte de su atractivo). Así que esto deja los puestos de poder abiertos a personas con trastornos psicológicos (o al menos con un alto nivel de ambición y crueldad, aunque no se trate de un trastorno psicológico en toda regla)
A lo largo de la historia, estos individuos patológicos siempre han llegado a la cima. En cierto modo, las sociedades feudales preindustriales los limitaban, ya que el poder solía legarse por nacimiento en lugar de alcanzarse mediante el esfuerzo individual. La desaparición del sistema feudal fue sin duda un paso positivo hacia una mayor igualdad y democracia, pero un efecto secundario negativo fue que dio a los psicópatas y narcisistas mayores oportunidades de alcanzar posiciones de poder.
Como señala Ian Hughes en su importante libro Mentes Desordenadas, el objetivo de la democracia es tratar de proteger a la masa de personas de esta minoría patológica. Esta fue la idea central de la constitución estadounidense y la Declaración de Derechos. Se establecieron principios e instituciones democráticas para limitar el poder de los individuos patológicos.
Esta es la razón por la cual, como Hughes también señala, los líderes patológicos odian la democracia (2). Una vez que alcanzan el poder, hacen todo lo posible para desmantelar o desacreditar a las instituciones democráticas, incluida la libertad y la legitimidad de la prensa. (Esto es lo primero que hizo Hitler cuando se convirtió en canciller alemán, y es lo que han hecho autócratas como Vladimir Putin, Viktor Orban de Hungría y el presidente Erdoğan de Turquía. También es lo que ha intentado hacer el presidente Trump).
Además, los líderes patológicos son completamente incapaces de comprender los principios de la democracia, ya que se consideran a sí mismos como superiores, y ven la vida como una lucha competitiva en la que los más despiadados merecen dominar a los demás.
Patocracia colectiva
Pero la patocracia no se trata solo de individuos. Como señaló Lobaczewsk, los líderes patológicos siempre atraen a otras personas con trastornos de personalidad, que aprovechan la oportunidad para ganar influencia. Al mismo tiempo, las personas que son morales, empáticas y de mente justa se desvanecen gradualmente. O bien son condenadas al ostracismo o se hacen a un lado voluntariamente, horrorizadas por la creciente patología que las rodea. Como resultado, con el tiempo las patocracias tienden a volverse atrincheradas y extremas.
Esto no quiere decir que todos los que forman parte de un gobierno patocrático padezcan un trastorno de la personalidad. Algunas personas pueden tener simplemente un alto nivel de ambición y falta de empatía sin padecer realmente una afección diagnosticable, mientras que otras pueden simplemente subirse al carro de un líder patológico cuyos objetivos coincidan con los suyos.
Una parte importante del problema es la atracción que sienten muchas personas por los demagogos carismáticos. Esto se puede ver en el atractivo del presidente Trump, a pesar de los defectos obvios de su trastorno de personalidad―su narcisismo extremo, su falta de empatía y su visión distorsionada y delirante de la realidad. Psicológicamente, esto es muy similar a la atracción de los gurús espirituales, que a menudo atraen la devoción ciega de los discípulos, a pesar de su comportamiento poco ético y explotador. La atracción de los gurús y los demagogos es un impulso profundamente arraigado de volver al estado infantil de adorar a unos padres que parecen omnipotentes e infalibles y que podrían asumir toda la responsabilidad de nuestras vidas y resolver mágicamente nuestros problemas. Al mismo tiempo, la paranoia de los líderes patológicos les lleva a demonizar a otros grupos y crear un embriagador sentimiento de identidad de grupo con un propósito común. (3)
Protección contra la patocracia
¿Corre peligro Estados Unidos de ser tomado por una patocracia? Por desgracia, creo que ya ha ocurrido. A pesar de la convención de que los psicólogos no deben diagnosticar extraoficialmente a personajes públicos, muchos psicólogos y psiquiatras estadounidenses han declarado públicamente que Donald Trump muestra todos los signos del trastorno narcisista de la personalidad. Esto explicaría sin duda su grandiosidad, su falta de empatía y principios morales, su excesiva necesidad de admiración y su sensibilidad a las críticas (todos ellos rasgos del trastorno narcisista de la personalidad). Los psicólogos han presentado casos similares para otros políticos «hombres fuertes» de todo el mundo, como Recep Tayyip Erdogan, de Turquía, y Rodrigo Duterte, de Filipinas. No cabe duda de que Trump ha atraído a su círculo íntimo a políticos y asesores con una falta similar de empatía y conciencia, mientras que las personas responsables y con principios han sido expulsadas o se han retirado, de modo que la patocracia se ha afianzado.
Pero debemos recordar que la patocracia sólo florece porque no tomamos medidas suficientes para protegernos de los líderes patológicos. Tenemos que preservar y reforzar nuestras instituciones y procesos democráticos para garantizar que la gran masa de la población esté protegida de la minoría de psicópatas y narcisistas con un ansia insaciable de poder. Tenemos que asegurarnos de que nuestra democracia no se transforme en una patocracia.
A largo plazo, como he argumentado en un artículo anterior (4), necesitamos medidas estrictas para restringir la consecución del poder. En pocas palabras, no debería permitirse que el tipo de personas que más desean el poder ―las más despiadadas y poco empáticas― alcancen puestos de autoridad. Todos los líderes potenciales (o miembros de un gobierno) deberían ser rigurosamente evaluados por psicólogos para determinar sus niveles de empatía, narcisismo o psicopatía y, por tanto, determinar su idoneidad para el poder.
Steve Taylor, Ph.D. es profesor titular de psicología en la Universidad Leeds Beckett, Reino Unido.
Es autor de varios libros de gran éxito de ventas, incluidos la caída y ciencia espiritual. / Más info
- Łobaczewski, A. (2006). La ponerología política: Una ciencia de la naturaleza del mal adaptada a propósitos políticos. SARL Les Editions Pilule rouge (2013)
- Hughes, I. (2018). Disordered Minds: How Dangerous Personalities Are Destroying Democracy. WInchester, UK: Zero Books.
- Para más información sobre este tema, leer el artículo: El síndrome de abdicación y el estado de consciencia abdicado. Por qué somos vulnerables a los líderes autoritarios, los gurús corruptos y las sectas
- When Democracy Fails. How psychology can save us from abuse of power (Psychology Today, 21/11/2016)