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Artículos - Thich Nhat Hanh

Las Puertas de la Liberación

Por Thich Nhat Hanh14 de octubre de 2016
Thich Nhat Hanh

Las nociones dualistas, como nacimiento y muerte, ser y no ser, igualdad y otredad, ir y venir, son el fundamento de todas las aflicciones. La meditación en las tres puertas de la liberación nos ayuda a deshacernos de estas nociones. Las tres puertas de la liberación, que se enseñan en cada tradición budista son: el vacío o vacuidad, la ausencia de signos y la ausencia de objetivos. Contemplar estas tres verdades profundas puede ayudarnos a liberarnos del miedo y del sufrimiento. Son nuestras puertas a la libertad.

Viviendo con plena atención y concentración, vemos una realidad más profunda y somos capaces de presenciar la impermanencia sin miedo, ira o desesperación. El nirvana no es un lugar donde hay que llegar. No es algo que tenemos que alcanzar en el futuro. El nirvana está disponible para nosotros en este momento. El vacío, la ausencia de signos y la ausencia de objetivos se denominan las tres puertas de la liberación porque si meditamos en ellas, nos liberarán de todo tipo de pensamiento discriminativo para que podamos conectar con nuestra verdadera naturaleza.

No Yo: La Comunicación Perfecta

La primera puerta de la liberación es el vacío. El vacío no es una filosofía; es una descripción de la realidad. Supongamos que tienes dos vasos, uno lleno de té y otro sin té. ¿Describirías el vaso sin té como vacío, pero vacío de qué? El vaso está vacío de té, pero está lleno de aire. Y el vaso en sí todavía existe, ya sea que contenga té o no. El vacío no significa no ser. Hay una gran diferencia entre el vacío y la no existencia. Para estar vacío, tienes que estar ahí.

El vacío es siempre el vacío de algo, al igual que la consciencia es siempre la consciencia de algo. Cuando observamos un hermoso crisantemo, vemos que todo en el cosmos está presente en esa flor ― nubes, luz solar, suelo, minerales, espacio y tiempo. La flor no puede existir por sí sola. El vaso, la flor, todo lo que está dentro y alrededor de nosotros, y nosotros mismos estamos vacíos de una cosa: una existencia independiente separada.

La descripción más simple del vacío en las enseñanzas budistas es esta frase: Esto es porque es. Una flor no puede existir por sí sola. Ser solo puede significar inter-ser. Ser solo uno mismo es imposible. Todo lo demás está presente en la flor; lo único de lo que la flor está vacía es de sí misma.

Mirando de esta manera, comenzamos a ver que todo tiene la naturaleza del vacío. A veces a esa naturaleza vacía se la llama no-yo. Pero no te preocupes, no-yo no significa que no estés ahí. Al igual que el vaso que está vacío de té todavía existe, tú también existes, incluso sin un yo separado.

Cuando observamos una acción, creemos que debe haber un actor independiente que exista detrás de ella. El viento sopla, pero en realidad no hay soplador. Solo está el viento, y si no sopla, no hay viento en absoluto.

Cuando tenemos un pensamiento, podemos creer que hay un pensador que existe separado del pensamiento. Al igual que no podemos encontrar un soplador fuera del viento, ni un "llovedor" fuera de la lluvia, de la misma manera no existe un pensador fuera de un pensamiento. Cuando pensamos algo, somos ese pensamiento. Nosotros y nuestros pensamientos no estamos separados. Cuando decimos algo, esas palabras somos nosotros; no hay un hablante fuera de las palabras. Cuando hacemos algo, nuestra acción somos nosotros. No hay un actor o hacedor fuera de la acción.

Hay un verso que a veces se recita antes de inclinarse ante una estatua del Buda que dice:

El que hace la reverencia
y el que es reverenciado
son ambos por naturaleza vacíos.
Por eso la comunicación entre nosotros
es indeciblemente perfecta.

Un buda está hecho solo de elementos que son no-buda, al igual que yo estoy hecho solo de elementos no-yo. Si me quitas los elementos no-yo ―el sol, la tierra, la basura, los minerales, el agua, mis padres y mi sociedad― no queda ningún yo. Si eliminas los elementos no-Buda del Buda, no queda ningún Buda. La comunicación es perfecta cuando podemos entender que el que hace una reverencia y el que es reverenciado están vacíos. Esto es meditación.

Si miramos a un niño, podemos ver que estamos completamente presentes en cada célula de ese niño. Si no podemos entender cómo ese niño podría actuar de cierta manera, es útil recordar que el niño no tiene un yo separado. Los padres y los antepasados ​​de un niño están dentro de él. Cuando él camina y habla, ellos también caminan y hablan.

Cuando podemos ver a los que nos rodean con este entendimiento, en lugar de con ira y apego, disfrutamos del fruto de la contemplación del vacío.

No Forma: El maravilloso viaje de la ausencia de signos

La segunda puerta de la liberación es la ausencia de signos. Un signo marca la apariencia de algo, su forma. Reconocemos las cosas basándonos en su signo, pero a menudo somos engañados por la forma externa de las cosas. El Buda dijo: "Donde hay un signo, hay engaño".

Por ejemplo, cuando miramos hacia el cielo, vemos una nube en particular. Pero si miramos el tiempo suficiente, parece que la nube que estamos viendo desaparece. La nube se ha convertido en lluvia, niebla o nieve, y ya no la reconocemos.

Si te has encariñado con esa nube, puedes pensar: "Oh, mi querida nube, ¿dónde estás ahora? Te echo de menos. Has pasado de ser a no ser. Ya no puedo verte". Tal vez no te sientas así por una nube, pero es así como realmente te sientes cuando pierdes a alguien cercano a ti. Justo ayer tu amigo seguía vivo. Ahora parece que ha pasado de ser a no ser.

Pero, en realidad, nuestra nube todavía está ahí, porque es imposible que una nube muera. Puede convertirse en nieve, granizo o lluvia, pero no se convertirá en nada. Es imposible pasar del ser al no ser. Tu amado o amada todavía está ahí en algún lugar. Si tienes la sabiduría de la ausencia de signos, todavía puedes reconocer a tu amado/a en sus nuevas formas.

Imagina que me sirvo un poco de té de una tetera en un vaso vacío. Cuando bebo el té, cambia de forma. Si doy una charla poco después de tomar ese té, la charla tendrá un poco de té. Así que el té no está solo en la tetera. Tiene un viaje. Viaja y tiene muchas formas.

Esto también es cierto para nosotros. No somos solo el cuerpo, los pensamientos y los sentimientos que tenemos ahora. Cada pensamiento, palabra y acción que producimos continúa después de que nuestros cuerpos se hayan desintegrado. No tenemos que preocuparnos por no existir más. Nuestras formas cambian, pero nada se pierde. Ya sea que la nube tenga la forma de una nube, de la lluvia, del río o del té, continúa en su maravilloso viaje.

No objetivo: la felicidad de la ausencia de objetivos

La tercera puerta de la liberación es la ausencia de objetivos. La ausencia de objetivos significa que no pones nada delante de ti como objeto de tu búsqueda. Lo que buscas no está fuera de ti; ya está aquí. Ya eres lo que quieres llegar a ser. Concentrarse en la ausencia de objetivos libera tu anhelo y deseo por algo en el futuro y en cualquier otro lugar.

Puedes estar toda tu vida corriendo en lugar de vivirla. Puedes correr tras la felicidad, el amor, el romance, el éxito o la iluminación. Concentrarse en la ausencia de objetivos consiste en eliminar el objeto de tu búsqueda, tu objetivo. Si estás corriendo tras del nirvana, debes saber que el nirvana ya está en ti y en todo. Si corres tras el Buda, ten en cuenta que el Buda ya está en ti. Si estás buscando la felicidad, ten en cuenta que la felicidad está disponible aquí y ahora.

Esta comprensión te ayuda a dejar de correr. Solo cuando dejas de correr puedes obtener la satisfacción y la felicidad que has estado buscando. Una ola no tiene que ir a buscar agua. Es agua justo aquí y ahora. Un árbol de cedro no tiene ningún deseo de ser un pino o un ciprés o incluso un pájaro. Es una maravillosa manifestación del cosmos tal como es. Tú eres la manifestación del cosmos. Eres maravilloso así como eres.

Se nos enseña a pensar que, si no tenemos objetivos, no llegaremos a ningún lado. Pero ¿a dónde vamos? Pensamos que nacemos y tenemos que lograr algo antes de morir. Supongamos que dibujamos una línea de izquierda a derecha, que representa el curso del tiempo. Escogemos un punto, lo llamamos Punto N, y lo llamamos nacimiento. Alguien nace en este momento. Hacemos un certificado de nacimiento para este bebé, pensando que esa persona existe desde el punto N. Pero en realidad, el niño ya estaba allí. Incluso antes del momento de la concepción, las semillas del niño existían en otras formas. El punto N es un momento de continuación. No hay principio.

Pensamos que habrá un momento en que dejaremos de ser. En la línea imaginaria que hemos dibujado, llamémosle Punto M, muerte. Creemos que al nacer pasamos de no ser a ser, y creemos que al morir pasaremos de ser nuevamente a no ser. Examinando profundamente nuestras nociones de ser y no ser, conscientes del vacío y la ausencia de signos de todas las cosas, conectamos con la realidad de la naturaleza sin nacimiento y sin muerte de todas las cosas.

Cuando atravesamos las puertas de la liberación, eliminamos todas las nociones. Ya no hay necesidad de miedo. Si la ola sabe cómo descansar en el agua, ella disfruta subiendo y disfruta bajando. No tiene miedo de ser y no ser. No tiene miedo de ir y venir. Es capaz de conectar con el océano en sí misma. Las tres puertas de la liberación nos recuerdan que no somos diferentes de la ola: vacíos, sin signos y capaces de conectar con lo último que nos es inherente en cualquier momento.