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Artículos - Andrew Cohen

La evolución de la iluminación

Por Andrew Cohen16 de abril de 2010
Andrew Cohen

Mis enseñanzas tratan de la iluminación espiritual ― tanto de lo que podríamos llamar la iluminación tradicional como también de lo que yo llamo la nueva iluminación, o Iluminación Evolutiva. La iluminación tradicional es lo que aprendí de mi maestro, pero la Iluminación Evolutiva es lo que he descubierto y creado desde mi propio trabajo en el último casi cuarto de siglo. Durante este tiempo, he descubierto una nueva fuente de liberación emocional, psicológica y espiritual que existe fácilmente al alcance de cualquier persona, cualquier persona que tenga los ojos para reconocerla y el corazón para desearla. En pocas palabras, la iluminación está evolucionando. Ya no se encuentra sólo en la felicidad del Ser intemporal; se encuentra también en la urgencia extática del Devenir evolutivo.

Fue sólo después de muchos años de profunda introspección, dialogando con maestros y pensadores de todas las tradiciones, y el trabajo comprometido con miles de buscadores espirituales de todo el mundo que comencé a comprender en qué consiste esta nueva iluminación, por qué es tan diferente de lo que ha llegado antes, y por qué, como yo creo, tiene la clave no sólo para nuestro desarrollo personal, sino para nuestra evolución cultural. En el pasaje que sigue, voy a compartir brevemente con ustedes el viaje que llevé a cabo desde la antigua a la nueva iluminación.

Me convertí en un maestro espiritual en 1986 después de un intenso despertar que irrevocablemente transformó mi vida. Mi propio maestro, H.W.L. Poonja, provenía de la tradición Advaita Vedanta, y fue la simplicidad intemporal de esta antigua enseñanza la que catalizó mi despertar. La esencia de mi realización fue simple: todo ES lo que es. Fue una experiencia clásica de iluminación o satori ― viendo a través de la ilusión del tiempo directamente en la intemporalidad, despertando al eterno Ahora, el místico, absoluto, no dual y no relativo Fundamento del Ser. Mi maestro me enseñó ―como él fue enseñado por su maestro, el gran santo Ramana Maharshi― que la libertad que estaba buscando ya estaba presente como el mismo fundamento de mi propia conciencia.

Ese fundamento o trasfondo, la dimensión más profunda de lo que todos somos, ya existe siempre antes del tiempo y del proceso creativo. Es por eso que los místicos de todas las épocas nos han dicho que no hay ningún lugar adonde ir y nada que hacer, excepto realizar ESO. Después de mi propio despertar a esta verdad eterna, inicialmente enseñé de la misma forma como yo había sido enseñado. Mi respuesta espontánea a los que vinieron a mí en los primeros años de mi carrera docente fue simplemente esta: Date cuenta y ríndete. Date cuenta y descubre ese misterio que no puede ser comprendido por la mente, y ríndete a eso y sólo eso. Date cuenta de que nunca has nacido. Ríndete al hecho de que nunca has sido no-libre. Date cuenta de que nunca hubo un problema y nunca has dejado esa realización. Ríndete a eso y sólo eso. Estaba convencido más allá de de toda duda por mi propia experiencia que no había ningún lugar adonde ir, nada que hacer, y nadie que ser o llegar a ser. De hecho, en aquellos días, yo estaba tan seguro acerca de este punto de vista que cuestionaba la autenticidad de cualquier enseñanza espiritual que diera a entender que había algo que llegar a ser en el futuro que no fuera lo que ya siempre somos.

Esta enseñanza no es nueva. Ha sido la joya preciosa que ha pasado de maestro a discípulo desde hace miles de años. El objetivo perenne al que apunta es esencialmente la trascendencia ― una dramática liberación o escape del tiempo, la mente y el mundo que uno descubre cuando despierta al dominio intemporal, sin forma del Ser. En la mayoría de las enseñanzas místicas tradicionales, este énfasis en el más allá de la trascendencia como objetivo de la iluminación no ha cambiado desde que el Buda predicó el dharma en la antigua India hace dos mil quinientos años o desde que Adi Shankara escribió su Joya Suprema del Discernimiento en el siglo octavo. Y para nosotros los posmodernos, tampoco ha cambiado desde los días de gloria de la década de 1960, cuando el psicólogo de Harvard convertido en un rebelde psicodélico Richard Alpert, también conocido como Ram Dass, publicó su innovador manifiesto espiritual y llamada a las armas Be Here Now. Casi cuarenta años después, los best-sellers espirituales siguen proclamando el mismo mensaje: Trasciende la mente y el tiempo. Descansa en el "ahora", en la infinitud del momento presente. Todo lo demás es una ilusión temporal.

Desde esta perspectiva, el mundo y toda la manifestación es un mero "juego" de la consciencia, o lila como se le llama en el Vedanta: Lo que acontece aquí no es en última instancia real. Sólo lo Absoluto, el Fundamento no manifestado, inmutable, eterno y sin forma, es real. Por lo tanto, nada tiene que cambiar en este mundo manifestado, y la verdadera libertad se encuentra en escapar por completo de él. ¿Por qué albergar una ilusión? ¿Por qué tratar de mejorar lo que en principio no es real? Por muy poderosa y liberadora que fuera esta perspectiva en el momento de mi propio despertar, como una enseñanza espiritual en nuestra época pronto empecé a encontrarla problemática. He observado que muchos de los que vinieron a mí esos primeros años se vieron sumidos en el mismo estado milagroso de conciencia liberada que yo había descubierto, pero el efecto de esta poderosa experiencia en general no era la misma. Parecía que, en la mayoría de las personas, el despertar a la dicha del Ser no conducía automáticamente a la transformación radical. Muchas personas tenían grandes dificultades para abandonar la duda, incluso en presencia de sus propios vuelos extáticos en la conciencia iluminada. Eran reacios a aceptar y defender la verdad liberadora de lo que habían visto con sus propias mentes y corazones. Para mí siempre parecía obvio que el poder y el significado de lo que es Absoluto se le daba validación sólo a través de nuestra disposición a defender y encarnar su gloria como nosotros mismos ― a través de la acción, a través de la elección, a través de la forma en que vivimos en el mundo del tiempo y la forma.

Cuando comencé a implicarme más profundamente con aquellos que me rodeaban, descubrí que el estado del alma del individuo ―su capacidad para la integridad, la autenticidad, y la consciencia superior― siempre jugaba un papel crítico en determinar lo dispuestos que estaban para encarnar su propia realización más profunda. Así que empecé a poner cada vez más mi atención en la pregunta más importante: ¿Cómo podemos cultivar la capacidad y disposición para expresar la belleza, la perfección y la plenitud descubiertas en la revelación espiritual? Este fue el comienzo de una divergencia radical de la trayectoria y la perspectiva que me habían enseñado. Poco a poco, durante un período de diez años, mi enseñanza era cada vez más acerca de la transformación del individuo y el mundo; mientras que en la enseñanza tradicional el énfasis estaba puesto realmente en la liberación del yo y del mundo.

Las diferencias en la manera en que ahora veía la situación se basaban en una nueva forma emergente de interpretar lo que significa la iluminación. En la perspectiva de la metafísica oriental tradicional, el mundo no es real, es sólo una apariencia efímera, una ilusión, un mero sueño insustancial, transitorio, en la mente de Dios. Lo sentía diferente. Para mí, el mundo era ciertamente real y, de hecho, era una dimensión inherente y sumamente importante de lo que Dios siempre es. Durante miles de años, esta cuestión ha sido la chispa de un continuado argumento metafísico entre los sabios, veedores y filósofos. Y es un tema muy importante. Si el mundo no es real, entonces nada hay que hacer acerca de cómo son las cosas. Pero si el mundo es real, entonces pronto se hace evidente para nosotros que hay un verdadero trabajo que hacer. Este trabajo era a lo que ahora dedico mi vida. Estaba sinceramente comprometido con la transformación del mundo ― a traer el poder de la conciencia iluminada al mundo a través de la acción racional, a través del ser moral, y por medio de la participación en el proceso del tiempo de la forma más deliberada y creativa.

Desde el principio, desde mis primeros días como buscador, siempre había estado convencido de que la iluminación tenía que tener sentido. Surgió gradualmente en mí la idea de que tenía que averiguar por mí mismo cómo traducir el profundo cambio de perspectiva que estaba experimentando en una forma que tuviera profundo sentido para el mundo en el que estaba viviendo y trabajando. Necesitaba nuevas formas de interpretar el significado y el propósito de la iluminación, así que hice un viaje desde sus raíces en el Oriente tradicional hasta su nuevo hogar en el Occidente posmoderno. Yo sabía que las preguntas que tenía que contestar con el fin de encontrar mi camino eran importantes más allá de mi propia experiencia. Pero nunca podría haber predicho donde me llevarían.

A medida que los años pasaron, mi énfasis de que la iluminación es una acción y no simplemente un estado superior surgió cada vez con más fuerza en mi enseñanza. Recuerdo que hace muchos años una determinada mañana durante un retiro en la India, estaba dando una charla, y una pasión desenfrenada se derramaba a través de mí espontáneamente. Yo no sé de dónde vino, pero estaba pidiendo que este milagro, el misterio más allá del tiempo, se manifestara en el mundo del tiempo y de la forma, como nosotros mismos. Me encontré implorando a quienes me rodeaban no sólo para que despertaran a su verdadero Yo como el Ser eterno, sino para atreverse a responder a la llamada urgente de expresar esa liberación en el mundo del Devenir.

Con el tiempo se hizo evidente para mí que esta despertada pasión era realmente una pasión que iba mucho más allá que la iluminación en el sentido tradicional. La energía espiritual que estaba corriendo por mis venas me estaba llamando a una nueva, activa y creativa expresión de la iluminación. Era una iluminación que por su propia naturaleza no podía estar nunca contenida en la forma en que eran las cosas en el pasado, no importa lo glorioso que ese pasado pudo haber sido. Era una iluminación que tampoco podría nunca estar contenida en la forma en que eran las cosas en el momento presente, incluso en esos casos raros cuando todo parece que no podría ser más perfecto. Era una iluminación que estaba definida por una incesante y extática extensión hacia un aún no nacido y no manifestado potencial, una constante extensión hacia una perfección futura que siempre yacía justo más allá de nuestros dedos. Mi ojo interior y el corazón se centraron en la libertad de ese lugar misterioso entre la inmediatez del momento presente y la emoción sin fin de lo posible.

Poco a poco, en mi búsqueda por redefinir la iluminación, empecé a conectarla con la narrativa emergente más importante de la historia cultural reciente: el descubrimiento de la evolución. Viendo nuestra presencia en este mundo desde el punto estratégico de un proceso de catorce mil millones de años recontextualiza poderosamente el impulso espiritual en un emocionante marco racional y profundamente significativo. En este contexto, nos damos cuenta de que el despertar al Ser eterno, el objetivo perenne de la iluminación en Oriente, es sólo la mitad del cuadro ― la mitad de la totalidad de la realidad. La otra mitad del cuadro es el mundo de la forma, el proceso del Devenir ― el impulso creador universal, esa explosión-en-movimiento que es todo el proceso evolutivo del que todos formamos parte. Si la iluminación es el descubrimiento de lo que ES, entonces debe abrazar la naturaleza última de todas las cosas, visibles e invisibles, conocidas y desconocidas, la forma y la no-forma, tanto el Ser como el Devenir. El Ser es ese vacío intemporal del cual nació el cosmos, el terreno vacío del que todo surge y al que todo vuelve en última instancia. El Devenir es ese algo que emergió de la nada y que todavía está emergiendo en este momento. Devenir es Eros, el impulso evolutivo, la primera causa, esa chispa original de luz y energía que creó el universo entero. Y me di cuenta de que era esa misma chispa creativa la que ahora estaba despertando en mi propio corazón y mente como una sensación de extática urgencia de evolucionar. Es por eso que empecé a replantearme el objetivo mismo del camino espiritual, viendo el propósito de la iluminación como no sólo para trascender el mundo, como me habían enseñado, sino para transformar el mundo, convirtiéndome en un agente de la evolución misma. La iluminación no era el final del camino. Era el comienzo.

En Oriente, ellos creen que la iluminación es un punto final, un logro monumental que marca el final del devenir para el individuo. Alguien que está iluminado se ha liberado de la identificación con todo lo que existe en el tiempo. Y esta conclusión tiene sentido si tenemos en cuenta el contexto cultural en el que surgió por primera vez. En la antigua India, que aún no habían descubierto la evolución. Al igual que en la mayor parte del mundo en ese momento, todavía no habían discernido que el tiempo había tenido un comienzo y se movía en línea recta desde el pasado hacia el futuro pasando por el presente. Ellos creían que el tiempo, como la vida y la muerte, era un proceso repetitivo que iba pasando constantemente por el mismo ciclo y por toda la eternidad. En realidad, muchos hindúes en la India de hoy en día todavía prefieren ver nuestros orígenes cósmicos a través de la lente de su antigua ciencia védica, en lugar de aceptar los hallazgos de la ciencia occidental y la cosmología moderna. Y si la realidad es vista a través de esta lente cultural particular, entonces tendría sentido que uno pronto se cansaría del tedio eterno de la existencia cíclica y deseara una liberación final. Es por eso que las tradiciones dicen que el individuo que está "completamente iluminado", que ha andado todo el camino, es ese raro que finalmente ha logrado la emancipación de la interminable repetición del nacimiento y la muerte en la rueda del devenir interminable.

Es importante recordar que hasta hace muy poco en la historia humana no sabíamos lo que sabemos hoy en día: que todos somos parte de ese proceso de desarrollo que tuvo un comienzo en el tiempo y que va a alguna parte. Sólo ha sido en estos últimos dos siglos que hemos descubierto la evolución, y sólo en el siglo XX nos hemos encontrado con lo que se conoce como "tiempo profundo" ― el incomprensible lapso de catorce mil millones de años desde que el universo vino a ser. Cuando aplicamos la perspectiva de la evolución a la naturaleza de la iluminación, lo cambia todo.

Desde la perspectiva de la base del no-tiempo eterno [eternal timeless], los maestros tradicionales están en lo cierto. La más alta verdad espiritual es que nunca ha acontecido nada, tú y yo nunca hemos nacido, y el Big Bang nunca ocurrió. Eso es iluminación, eso es liberación, eso es samadhi, eso es satori. Pero desde la perspectiva de la evolución, el cuadro cambia por completo. La ciencia moderna y la cosmología han revelado claramente que el tiempo no se mueve en ciclos predecibles que retornan una y otra vez al mismo punto, sino que es, en realidad, un proceso lineal. Catorce mil millones de años de desarrollo han producido toda la manifestación ― todo el universo conocido y todo lo que está contenido dentro de él, incluyendo su misterio más grande: la capacidad de la consciencia misma. La flecha del tiempo es un proceso creativo y esa capacidad para la creatividad y la novedad es la parte más extraordinaria de todo el despliegue dramático, desde el Big Bang hasta el momento presente. Esto no es sólo otra repetición de un ciclo sin fin. Todo esto no ha sucedido antes. Donde vamos no está predestinado.

Iluminación Evolutiva

La parte más emocionante de esta realización es que descubrimos, si miramos profundamente en nuestra propia experiencia, que nuestro propio deseo emergente de libertad espiritual no está separado del impulso que impulsa todo el proceso. Yo lo llamo el Impulso Evolutivo. Cuando despertamos a este impulso, descubrimos algo milagroso: que ese principio dinámico y en constante evolución creativa no es otro que nuestro propio Yo Auténtico. Esta es la nueva fuente de la liberación espiritual en la enseñanza que he venido en llamar Iluminación Evolutiva. No se trata sólo de despertar al ser atemporal, se trata de despertar al eterno Devenir extático. La Iluminación Evolutiva nos llama a despertar tanto a la paz atemporal del Ser como a la pasión inexorable del Impulso Evolutivo.

La razón de que el impulso evolutivo es la fuente de la Nueva Iluminación es debido a su direccionalidad orientada al futuro. Y esta es la distinción importante: la vieja iluminación tradicional no está orientada al futuro; no es temporal en absoluto. La iluminación tradicional nos señala más allá del mundo, más allá del tiempo y el espacio, hacia lo que ha sido, al menos hasta ahora, la fuente perenne de la libertad espiritual y la liberación mística: el Fundamento del Ser. Pero los que estamos en el siglo XXI que miramos hacia el futuro, necesitamos con urgencia una espiritualidad mística y una fuente de liberación del alma que nos señale no lejos del mundo sino hacia ese gran siguiente paso que debemos dar en nuestro mundo. Ese siguiente paso no surgirá por sí mismo ― debe ser conscientemente creado por los seres humanos que han despertado al mismo impulso que está impulsando el proceso. A medida que despertamos a esta vasta perspectiva, una verdad abrumadora y profunda se hace evidente: En este punto de la evolución, el proceso depende de nosotros. El proceso evolutivo necesita desesperadamente nuestra participación consciente y comprometida. Éste se ha convertido en el tema decisivo y el propósito último de la Iluminación Evolutiva en los últimos diez años. La vieja iluminación, con todo su poder para liberar la mente y el corazón humanos del sufrimiento, sólo puede elevarnos más allá del mundo. Pero cuando nos damos cuenta de que el mundo necesita nuestra acción comprometida e iluminada, se hace urgente que encontremos un camino espiritual, una práctica y una filosofía que nos de poder para participar con valentía y pasión en el proceso de rápidos cambios en medio de los cuales nos encontramos.

Esta perspectiva espiritual liberadora de la experiencia humana es inherentemente contemporánea y creativa. Es una enseñanza espiritual de nuestro tiempo, ya que su elemento fundamental es que un futuro más iluminado de nuestro mundo depende de una y sola cosa ― nuestro desarrollo superior. El mundo que nos rodea cambia para mejor tanto como estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos. El mundo que ocupamos y co-creamos comienza a transformarse cuando nosotros lo hacemos. El viejo modelo de iluminación liberaba al individuo, pero el mundo sigue siendo el mismo. En la nueva iluminación, la cuestión ya no es sólo la liberación del individuo; es la evolución de uno mismo, la cultura, y el cosmos a través del individuo. Eso es la Iluminación Evolutiva.