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Artículos - Patricia Zárraga

El Sufismo

Por Patricia Zárraga
Ibn Arabi
Ibn Arabi (Osman Soykut) en una escena de la serie turca Dirilis Ertugrul

Origen del Sufismo

El Sufismo se origina en la tercera época de los Jalifas Abbasíes, en plena edad media. En sus principios fue perseguido encarnizadamente por la rama ortodoxa islamita, llegando incluso al martirio de sus seguidores y aún, como en el caso de Al Hallaj, a la crucifixión (año 922).

Las conclusiones acerca del origen de la palabra sufí son variadas, pero la mayoría coincide en que este término se adoptó porque los seguidores de esta doctrina usaban vestiduras de lana blanca (suf). Esta especie de túnica talar los diferenciaba de los musulmanes con sus ropajes negros. Más tarde el uso del color blanco fue abandonado.

Las fuentes de donde proviene esta disciplina mística son inciertas, y es muy extraño que haya venido a instalarse en el islamismo, el que desde el comienzo de su creación ha sido la menos mística de las religiones. Entre las teorías planteadas se supone que haya sido traído de la India; que no sea más que una parte de las doctrinas de Zoroastro; que se haya originado simplemente en la filosofía de la antigua Grecia, y, por último, que el movimiento ascético místico del Sufismo esté inspirado en el primitivo cristianismo, como lo sostienen algunos estudiosos.

Aunque todas estas teorías se aproximan en alguna forma, no ha sido posible confirmarlas, pero sí puede hablarse con certeza de las distintas influencias perceptibles en la doctrina sufí:

a)  Influencia del cristianismo. Se evidencia que las tendencias ascéticas y quietistas del Islam armonizan con la teoría cristiana, y se alimentan y nutren en ella. En los escritos sufíes son importantes las citas de los Evangelios y la presencia de muchos dichos apócrifos de Jesús en las biografías sufíes más antiguas.

b) Influencia del Neoplatonismo. Aristóteles fue una figura dominante en la filosofía islamita a través de los comentarios de los neoplatónicos. También fue muy difundida la Teología de Aristóteles, de la cual apareció una traducción árabe en el siglo IX.

c) Influencia del Gnosticismo. Hay testimonios del contacto del Sufismo con el Gnosticismo cristiano, el que se define a sí mismo como la ciencia del conocimiento de Dios.

d) Influencia del Budismo. Más tardíamente, con la conquista de la India por los musulmanes en el siglo XI, las enseñanzas de Buda ejercieron considerable influjo en la Persia Oriental; de ellas los sufíes aprendieron el uso del rosario para orar, y hubo algunas contribuciones importantes al método sufí de auto-educación ética, meditación y abstracción mental. A juicio de algunos, la concepción sufí de arrobo o aniquilación (faná), que es la anulación del yo individual en el Ser Universal, procede de la India.

Qué es el Sufismo?

Aunque hay numerosas definiciones en los libros persas o arábigos que nos ofrecen cierta aproximación histórica, hay una que lo define exactamente: el Sufismo es una cosa indefinible.

El célebre poeta Yalal Eddin Rumi, fundador de los Maulawi o derviches danzantes, quien consagró su vida a la música, danza y poesía, escribió un cuento que nos servirá para entender lo indefinible del Sufismo:

Unos hindúes mostraban un elefante en una habitación oscura. Se congregó mucha gente para verlo, pero, como la habitación estaba envuelta en densas sombras, nadie podía ver nada. Entonces los espectadores lo palparon a fin de hacerse una idea de lo que era un elefante. Tocó uno la trompa y dijo que se parecía a un caño; otro palpó la oreja y concluyó diciendo que era un abanico; otro pasó su mano por una pierna y afirmó que era una columna; otro palpó el lomo y declaró que era un trono, aún otro cogió su cola y aseguró que era un plumero para espantar moscas. Así pasa con los que pretenden definir el Sufismo. Sólo aciertan a expresar lo que han sentido, y no se puede concebir una fórmula que comprenda todos los matices del íntimo y personal sentimiento religioso.

Hay modelos que ilustran brevemente aspectos y características del Sufismo: que le acontezcan a uno acciones que sólo Dios conoce y que esté siempre con Dios de una manera que sólo Dios conoce. Todo el Sufismo es una autodisciplina; no es un sistema de reglas y preceptos, sino una disposición conforme al dicho. Formaos en el molde de la naturaleza moral de Dios, y eso no se alcanza ni con reglas ni con ciencias.

El Sufismo es libertad, generosidad, dejar de violentarse y reprimirse. El Sufismo es apartar lo que tienes en la cabeza, dar lo que llevas en las manos, y no rehusar nada que te acaezca. El Sufismo es que Dios te haga morir en ti mismo a fin de que vivas en El.

Los sufíes no constituyen una secta, no poseen un sistema dogmático. Las tariqas, o sea los senderos que recorren en busca de Dios, son tantos como las almas de los hombres, al decir del Corán. La doctrina sufí, o su sistema práctico en busca de la verdad (al Haqiqa), es examinar el alma y pedirle rendición de cuentas y confesión por todo cuanto había hecho antes y después de entrar al camino de la Perfección; el abandono de sí mismo y de sus creencias erróneas, y seguir una conducta moral.

El Lenguaje en la Literatura Sufí

Los sufíes emplean un lenguaje propio, tanto en sus tertulias como en su literatura. Sus términos son claves que aplican en sus diálogos habituales o en las discusiones en que analizan su marcha en la senda de ascensión de grado en grado. Dedican ciertas horas de sus pláticas a explicar el alcance de su lenguaje simbólico y su aplicación según las circunstancias. Usan algunas palabras que se encuentran en los libros ya conocidos y al alcance del lector, y de la gente que asiste a sus tertulias de carácter profano, mientras que otras palabras están vedadas y ocultas, y hasta hoy constituyen un secreto no revelado. Esto explica las dos formas disciplinarias en su culto: una exotérica y la otra esotérica. De todas las órdenes religiosas del Islam, los sufíes son los únicos que crearon un lenguaje o términos simbólicos convencionales propios, con intenciones ocultas. Expondremos algunos ejemplos:

Para los poetas sufíes, la doncella de ojos negros es la Divinidad. La taberna, o masgid es el templo del fuego, o sea, la primera etapa del neófito. El vino con el cual se embriagan, simboliza la Verdad que los hace conocer al Dios Único y Verdadero. La copa es el cosmos o el corazón del sufí, puesto que ambos contienen el vino de la Verdad. De ahí que la embriaguez que cantan los sufíes sea simplemente el éxtasis producido por la fe religiosa, la contemplación y el misticismo ascético. En ningún caso se trata de lo que comúnmente llamamos embriaguez. Como se puede ver por este ejemplo, la esencia del Sufismo está encubierta por el lenguaje metafórico.

El Yo Universal

Todo el Sufismo descansa en la creencia de que cuando uno se pierde a sí mismo, se encuentra en el Yo Universal, o que el éxtasis ofrece la única manera que el alma posee para comunicarse directamente con Dios y unirse a El. Para expresar esta idea fundamental del éxtasis, los sufíes emplean varias metáforas, como la palabra faná, que significa anulación, desvanecimiento o muerte. El faná comprende varias etapas que pueden resumirse así:

a) Transformación moral del alma mediante la extinción de todas las pasiones y apetitos.

b) Una abstracción mental o desvanecimiento de la mente, apartándola de todos los objetos de percepción, pensamiento, acciones y sentimientos, por virtud de la concentración en el pensamiento de Dios.

c) La cesación de todo pensamiento consciente. Se alcanza la suprema etapa del Faná cuando desaparece hasta la noción de haberlo alcanzado. Esto es lo que los sufíes llaman el tránsito del tránsito, o sea, faná del faná.

La Búsqueda de Dios

Se puede decir que el sufí que emprende la búsqueda de Dios se denomina a sí mismo un viajero (salik), o sea un iniciado, que avanza por lentas etapas o jornadas (maqamat) a lo largo de un sendero (tariqat) hacia una meta que consiste en la unión o identificación con la Realidad (Faná fil Haqq).

En el Kitab al Lumá, el más antiguo tratado de Sufismo, vemos expuesto el Sendero, que consta de siete etapas o jornadas:

  • a) Arrepentimiento.
    b) Abstinencia.
    c) Renunciación.
    d) Pobreza.
    e) Paciencia.
    f) Confianza en Dios.
    g) Satisfacción.

Estas jornadas constituyen la disciplina ascética y ética del sufí, y deben ser cuidadosamente diferenciadas de los llamados estados (ahwal), que no pueden ser adquiridos por el esfuerzo como es el caso de las jornadas, sino que son disposiciones y sentimientos de orden espiritual que no dependen de la voluntad humana, porque descienden de Dios. Estos estados son diez:

  • a) Meditación.
    b) Acercamiento a Dios.
    c) Amor.
    d) Temor.
    e) Esperanza.
    f) Aspiración.
    g) Intimidad.
    h) Serenidad.
    i) Contemplación.
    j) Certidumbre.

El Sendero del sufí no se acaba hasta que no haya logrado recorrer todas las jornadas y alcanzado la perfección en cada una de ellas, y hasta que no haya experimentado todos los estados espirituales que a Dios le plazca otorgarle. Sólo entonces habrá logrado elevarse de manera permanente a los planos superiores de consciencia, que los sufíes llaman gnosis, donde el investigador (Talib) se convierte en conocedor o gnóstico (Arif) y se percata que el Conocimiento, el Conocedor y lo Conocido son Uno.

El Sufismo Moderno

El Sufismo es una doctrina que viene acompañando al hombre por un milenio, y aunque su origen fue árabe, y en este artículo nos hemos referido preferentemente al Sufismo oriental, éste no pertenece a ninguna raza ni religión determinada. Al hombre que practica esta doctrina podemos llamarlo: brahamanita, budista, hebreo, gnóstico, místico cristiano o sufí islamita.

En este mundo convulsionado actual, donde se hace notorio el predominio de la materia por sobre el espíritu, la presencia del sufismo moderno, entre otras ideologías, contribuye a suavizar las ambiciones desmedidas y la crueldad despiadada, a la vez que ofrece un sendero real, profundo y lleno de propósito, que puede conducir al hombre a la realización de un destino espiritual. Es necesario el retorno del hombre a las fuerzas vivas del espíritu, al reencuentro de su verdadero Ser. La difusión en occidente de esta corriente moderna del Sufismo comenzó con el maestro G. I. Gurdjieff, quien con la experiencia adquirida en sus continuos viajes de estudio de doctrinas esotéricas, vino desde Rusia a occidente trayendo una nueva enseñanza: el Sufismo.

Gurdjieff abrió el Instituto para el Desarrollo Armonioso del Hombre en Tiflis, más adelante creó Centros de Estudios en Constantinopla, Berlín y Londres, y en 1922 se estableció en Francia, en el Chateau de la Prieuré en Avon, cerca de Fontainebleau. En este castillo vivieron los alumnos y discípulos del maestro. Sus métodos atrajeron la atención general, gran publicidad y muchos adherentes. No había ritual o cursos fijos; los discípulos debían seguir las instrucciones al pie de la letra, estudiar a fondo los escritos de Gurdjieff y aprender los complejos ejercicios de danzas y posturas. A medida que la enseñanza progresaba, era notorio que gran parte de la filosofía se basaba en el ritual oriental, y el mismo Gurdjieff hacía referencias a las prácticas derviches. Sus principales discípulos fueron P. Ouspensky y J. G. Bennett, quienes, además de varios otros, difundieron su enseñanza a través de una nutrida literatura.

Poco después de fallecido Gurdjieff, en 1949, apareció Idries Shah, hijo de un sabio afgano, descendiente directo del profeta Mahoma, y que fue educado en Inglaterra donde reside actualmente. Es Director de estudios del Institute for Cultural Research organismo consagrado a la investigación en antropología cultural, y Jefe actual de la comunidad sufí de la línea de los Sayeds de Pagham, la que ha dado al sufismo de Asia Central durante ocho siglos numerosos maestros de excelencia. El procuró hacer accesible a occidente la enseñanza moral y espiritual del Sufismo traduciendo antiguos textos con analogías, parábolas, apólogos, proverbios, historias, que encierran mensajes de agudo conocimiento del hombre y de la vida.

A quienes buscan el Conocimiento les parece extraño, y un poco pueril, que los hagan leer historias. Según Shah: La historia-enseñanza es capaz de una acción directa que actúa sobre la parte más profunda del ser humano, donde no llega ni el intelecto ni la emoción, estableciendo una comunicación que va más allá de las limitaciones habituales. Es otra percepción, un modo de aprehensión global de la realidad, sobrepasando las limitaciones del pensamiento lineal como también las fronteras del tiempo.

ldries Shah tiene un hermano menor, Omar Alí Shah, quien tiene a su cargo la tarea de visitar e instruir los grupos sufíes en la línea de Shah que existen en las principales ciudades del planeta. El grupo más importante de América Latina está en Buenos Aires.

Así también el maestro sufí de la India, Pir Zade, introdujo en Europa el Sufismo de la India musulmana. Refiriéndose a la influencia del Sufismo en el mundo actual, él expresa: En todas las religiones existe una esencia común, inmanente a los dogmas y a los ritos, que corresponde a una tendencia profunda del alma humana. Esta tendencia no puede ser conocida sino dentro de una experiencia espiritual que libere y una al mismo tiempo. El Sufismo se arraiga en una tradición que está dispuesta a ser siempre reavivada como un eterno Presente, y que, al mismo tiempo, se adelanta al encuentro de las necesidades religiosas propias del hombre moderno. El Sufismo requiere conocimiento histórico y teológico de las religiones comparadas; busca el sentido profundo de las fórmulas y ceremonias; puede abrir el espíritu a nuevas concepciones del universo y a nuevas formas de relaciones humanas, pero, por sobre todo, supone la existencia de una Consciencia, testimonio de los místicos y maestros.

La Meditación en el Sufismo

El tipo de meditación que se intenta en el Sufismo es el samadhi, que es el despertar desde la consciencia habitual en la que la mayoría de las personas está atrapada. Nuestra condición de vigilia a la que llamamos estar despiertos no es sino una clase de sueño. Hay un despertar donde la persona aleja su consciencia del plano físico, siendo capaz de ver más allá de las cosas porque está en otro plano de consciencia. Entre los sufíes se habla de estar despierto durante cada día de la vida, por eso la práctica de la meditación es un esfuerzo para lograr ese despertar.

El derviche, que es el sufí más típico, es el que ha permitido que su mente esté totalmente abierta para encarar el significado de las cosas. Esto no es fácil, ya que, por lo general, nos protegemos constantemente del significado profundo de las cosas por medio de nuestros conceptos filosóficos y nuestras construcciones mentales. Esto se produce a causa de que nuestro computador mental es incapaz de enfrentar el poder de la verdad. Así podemos decir que es sufí aquel cuya mente ha sido abierta y cuyo corazón ha sido roto. Ama profundamente al único ser a quien cualquiera debe amar siempre, es decir, Dios. Es aquel ser que cada amante ama en el amado. De algún modo, en la profundidad del alma hay una inmensa nostalgia por lo que los sufíes llaman el Verdadero Ser de quien somos proyección en la Tierra.

La meditación es un proceso de descubrimiento personal. Es en sí un proceso creativo, parte del significado de la vida. El derviche ha llegado a ser sensible al sufrimiento de todos los seres. Esa sensibilidad transforma el corazón de un ser en el corazón del universo.

Según Pir Vilayat Khan, la meditación sufí consta de algunos pasos en su búsqueda de lo que hay detrás de la apariencia. Primero se produce un estado de locura, cuando uno descubre el prodigio de todas las cosas creadas. Los sufíes lo expresan así: la realidad física, o existencia, es un velo sobre el rostro del Amado. Usan a menudo la palabra amor porque se centran más en el amor que en el entendimiento, o, dicho de otro modo, ellos poseen el entendimiento del corazón, característica común a todos los místicos.

Siempre se refieren a la meditación como a una práctica de cada día de la vida. La vida cotidiana es una hermosa oportunidad para que meditemos, no es necesario retirarse del mundo ni encerrarse en una celda. El sufí encuentra en la meditación una pérdida de las fronteras de sí mismo, porque su ego ha sido profundamente aniquilado. Como consecuencia de ello, se experimenta como el sí mismo de todos los seres, lo que le da una visión completamente diferente de las cosas, sin las limitaciones de un punto de vista individual.

En conclusión, podemos decir que el sufí pasa por un tipo de crisis en que ve la Realidad más allá de él y siente que debe dejar de poner límites a la Consciencia de Dios que está pasando a través de él. La actitud del sufí es Yo soy los ojos a través de los cuales Dios ve. Es como si hubiera una consciencia mayor manifestándose a través de nuestra propia consciencia. Esto nos permite entender que hay varias capas de ser, y que la más elevada que uno logra es la más cósmica de ellas y la menos individual. Puede decirse que a cierto nivel uno puede observar su propia consciencia como si fuera la consciencia universal observando a la consciencia personal, la cual sólo es una parte de ella. Al Hallaj dice: mientras seas consciente de tu yo individual, sólo puedes pensar en ti mismo como un instrumento de la mirada divina; pero una vez que eres aniquilado, tú eres la mirada divina. Esto es despertar. Después de la aniquilación se sobrevive, pero transfigurado.