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Artículos - Swami Sivananda

El propósito de la vida

Por Swami Sivananda
Swami Sivananda

La vida del hombre es una indicación de lo que está más allá de él y lo que determina el curso de sus pensamientos, sentimientos y acciones. La vida más amplia es invisible, y lo visible es una sombra proyectada por lo invisible, que es lo real. La sombra da una idea de la sustancia, y uno puede buscar el camino hacia la verdadera sustancia gracias a la percepción de la sombra. La existencia humana, por medio de sus limitaciones, deseos y diversas formas de inquietud, descontento y dolor, apunta hacia un fin deseado más elevado, por más incomprensible que sea este fin.

Ya que la vida en esta tierra se caracteriza por un cambio incesante, y nada aquí parece tener el carácter de realidad, nada aquí puede satisfacer completamente al hombre. El Bhagavad Gita se ha referido a este mundo como anityam, asukham, duhkhalayam, ashashvatam – "Impermanente, infeliz, la morada del dolor, transitorio". Los sabios de antaño declararon con realización inmediata que "la Verdad es Una" y que el objetivo de la vida humana es la realización y la experiencia de esta Verdad.

El universo es inconstante, y es solo un campo de experiencia proporcionado a los individuos para que puedan evolucionar hacia la experiencia de la Verdad Suprema. Es la gloria del pueblo de Bharatavarsha (India) que para ellos el universo visible no es real y solo lo Eterno invisible es real. Ellos no tienen fe en lo que perciben con los sentidos. Solo tienen fe en aquello que es el fundamento de toda experiencia, más allá de los sentidos, más allá incluso de la mente individual.

Los buscadores serios solían buscar refugio bajo los grandes sabios que purificaban la región sagrada de los Himalayas con su poderosa presencia, y vivían la austera vida de los yoguis para alcanzar la libertad de las dificultades de la vida terrenal y descansar en la beatitud de lo Absoluto, Brahman. Ellos consideraban esto la vida verdadera, y el modo de cumplir la ley de lo Eterno.

El gran legislador Manu, después de describir los diversos preceptos del Dharma, afirma finalmente: "De todos estos Dharmas, el Conocimiento del Ser es el más elevado, es verdaderamente la más importante de todas las ciencias porque, por él, se alcanza la inmortalidad". La búsqueda del Dharma, Artha y Kama tiene su significado en la consecución de Moksha, que es el más grande de todos los Purusharthas (fin de la vida humana). El Dharma es el valor ético y moral de la vida; Artha es su valor material; y Kama es su valor vital; pero Moksha es el valor infinito de la existencia que cubre a todos los demás y es en sí mismo mucho más grande que todos estos. Otros existen como ayudas o preparativos para Moksha. Sin Moksha, no tienen valor y no transmiten ningún significado. Su valor está condicionado por la ley de lo Infinito, que es lo mismo que Moksha.

Los Vedas y los Upanishads son las exhalaciones del Ser Divino, y dan un exhaustivo comentario sobre la vida espiritual. Son exposiciones del significado y la importancia de la vida humana y del método de la transmutación de la apariencia mortal en la Esencia Inmortal. El ejemplo de los grandes Nachiketas y la historia de su búsqueda aventurera de la Verdad narrada en la emocionante Kathopanishad sirven como modelos a todos los hombres capaces de pensar y reflexionar.

Nada del mundo de la sensibilidad puede ser de verdadero valor, esto es lo que enseñó Nachiketas a través de su memorable acto de renuncia. Ni siquiera la vida más larga ni la inmensa riqueza que se le ofrecían podían tentarle. Él perseveró en su búsqueda de lo Supremo, y al final alcanzó lo Supremo. Nada menos que eso podría satisfacerle. Estos son los verdaderos héroes. Un verdadero héroe no es aquel que se enfrenta a las balas o arriesga su vida en peligrosos intentos, que combate batallas, que se zambulle en los océanos o escala grandes acantilados, sino el que domina sus sentidos y doblega su mente, el que reconoce la unidad suprema de la vida y deja de lado las dualidades y deseos. Lograr esto es el deber del hombre; este es el mensaje inmortal de los sabios de los Upanishads.

La maraña de la experiencia de los sentidos en el que el hombre queda atrapado es sumamente molesta y es muy difícil liberarse de ella. El hombre es engañado por la idea de la realidad de las así llamadas relaciones externas de las cosas y así es como encuentra su sufrimiento. El Mahabharata dice que el contacto de los seres en este universo es como el contacto que tienen los troncos de madera en un río que fluye, temporal. Sin embargo, el apego a las percepciones de los sentidos es tan fuerte que las ilusiones se confunden con los hechos, lo impuro se confunde con lo puro, lo doloroso con lo agradable, y el no-yo con el Yo.

El mensaje de los antiguos sabios es que la vida que uno vive en el mundo de los sentidos es engañosa, porque oculta la Existencia que subyace a todas las cosas y hace que uno sienta que las formas particulares que se presentan a los sentidos son reales. "Los niños corren tras los placeres externos y caen en la red de la muerte generalizada. Pero los héroes, conociendo lo Inmortal, no buscan lo eterno entre las cosas inestables de aquí", dice el Upanishad. El llamado que hacen los antiguos sabios al hombre es: "¡Oh, hijo de lo Inmortal! ¡Conócete a ti mismo como lo Infinito! Conviértete en el Todo. Esta es la bendición suprema". Este es el eterno mensaje al hombre.

Los sabios insisten una y otra vez: "Si uno Lo conoce (es decir, el Ser Inmortal) aquí, ¡entonces ese es el verdadero fin de todas las aspiraciones! Si uno no Lo conoce aquí, ¡grande es la pérdida para él!" (Kenopanishad). Y el sabio Yajnavalkya dice que todas las grandes obras hechas en este mundo, sin el Conocimiento del Ser Único Imperecedero, no valen nada. Los servicios humanitarios, los ayunos y la caridad; la vida política, nacional, social e individual, todo debe estar basado en el sentimiento de fraternidad universal que es la expresión eterna de la Realidad del Ser universal.

La humanidad puede esperar la paz cuando se cumpla esta condición, descubierta y establecida por los Rishis, es decir, respetar la ley de lo Divino. La paz se puede tener solo en la medida en que el sistema de lo Divino sea integrado en la vida. Y esta paz es inversamente proporcional al amor al cuerpo, a la individualidad y a sus relaciones en el mundo, en los que la humanidad está generalmente inmersa. El "despertar" de una consciencia superior es necesario para que el caos y la insatisfacción puedan ser abolidos.

La educación de la humanidad en la dirección correcta es la condición previa para la paz mundial. El materialismo, el ateísmo, el escepticismo y el agnosticismo que proliferan en estos días y que han robado al hombre su reverencia por el Absoluto Supremo, son los principales responsables del creciente egoísmo, el ansia, la confusión, la violencia y la agitación mental que azotan el mundo. El hombre debe aprender que detrás de la apariencia de la materialidad, la diferenciación, la externalidad, la duda y la impermanencia, está la realidad de la espiritualidad, la unidad y el infinito.

Sin el reconocimiento de esta realidad, la vida pierde la vida y se convierte en un vacío, carente de sentido y propósito, muerto, por así decirlo. Vivir en lo divino es morir a la estrechez del mundo de los sentidos; y limitarse a esto último es "destruirse a sí mismo" (en las palabras del Isavasyopanishad). La tendencia actual de la vida tiene que ser revisada, y una reorientación en ella se consigue a la luz de la moralidad, la ética y la espiritualidad. El cambio que se requiere no es meramente en la forma externa sino en la propia perspectiva y constitución interna del sistema de vida.

Esto puede hacerse cuando los ideales del hombre se basen en las verdades de la espiritualidad de la Unidad, superando las creencias ciegas, las diferencias y la materialidad. Cuando esto se logre, el hombre habrá cumplido su gran deber aquí. Para el hombre abrasado en el árido desierto de lo mundano, la única esperanza está en las frescas aguas del Ganges de la sabiduría, que fluyen desde las alturas del Himalaya de los sabios de los Upanishads. Bebe de esta fuente perenne, y refréscate.