Artículos - Joan Tollifson
El fin del mundo y lo que queda
Por Joan Tollifson 30 de marzo de 2018Abro la ventana y entra olor a flores. Una amiga llama, alguien cuya inteligencia y sensibilidad respeto mucho, alguien que sigue muy de cerca la ciencia del clima. Ella me dice que cree que a la especie humana le quedan quizás diez años, veinte como máximo, y que lo que pronto vendrá será una escalada rápida tanto en intensidad como en la extensión geográfica de lo que ya está sucediendo en muchas partes del mundo: acontecimientos climáticos catastróficos, inundaciones, sequías, escasez de agua, refugiados climáticos que cruzan fronteras, conflictos, guerras, violencia, extremismo de todo tipo, un colapso de la ley y el orden básicos. Según mi amiga, incluso si todos en el mundo se despertaran mañana e hicieran todo lo posible para reducir nuestra huella de carbono y nuestra producción de metano, la ciencia demuestra que ya es demasiado tarde. Hemos traspasado el punto de no retorno.
La mayor parte de esto no es información nueva para mí, aunque los plazos que ofrece mi amiga son más cortos que los que he escuchado anteriormente. Y si el cambio climático no nos lleva primero, algún tipo de guerra nuclear o catástrofe parece cada vez más inevitable. Este escenario apocalíptico ha estado en el aire durante el tiempo que puedo recordar, pero de repente, con esta conversación, la realidad aparentemente inminente de esta devastación atrapa mi atención. Es atemorizante imaginar vivir a través de este colapso y los horrores del mismo, presenciarlo, sentirlo, experimentarlo. Implicará gran dolor y sufrimiento. Da miedo a mi edad imaginar ser una persona mayor, más mayor de lo que soy ahora, cada vez más incapacitada y vulnerable, en medio de este tipo de colapso.
Durante los próximos días y noches después de esta conversación, noto que vagos sentimientos de depresión y miedo pasan repetidamente como olas en el océano. Me siento pesada, agobiada. Una noche me quedé despierta en la cama mirando a la oscuridad.
Pero noto una y otra vez que todo está sucediendo en mi imaginación. Y sé por experiencia que la forma en que imaginamos ciertas cosas nunca es como son cuando realmente suceden (si es que suceden). Por ejemplo, esperaba que la radiación y la quimioterapia que sufrí recientemente fueran mucho peores de lo que realmente han sido, y al final, encontré que mi cáncer era en muchos sentidos una bendición, una experiencia de despertar. Por supuesto, también incluía dolor e incomodidad, y aún así podría matarme, pero la cuestión es que no fue del todo malo y no fue como imaginé que sería.
Nadie sabe con certeza qué sucederá o no sucederá después. La ciencia generalmente asume que el universo está hecho de materia que sigue ciertas leyes físicas, pero tal vez este universo (o la llamada materia) no es lo que creemos que es. Quizás esta energía de la inteligencia, esta incertidumbre e indeterminación subatómica-intergaláctica, esta vibrante danza de la experiencia, este juego de la consciencia no está realmente sujeto a estas leyes. Realmente no lo sabemos. ¿Acaso el biólogo Rupert Sheldrake no sugirió alguna vez que las leyes de la naturaleza son más parecidas a los patrones de hábito que a las leyes? Mucha gente piensa que un despertar espiritual masivo de alguna manera cambiaría la marea del cambio climático y salvaría a la humanidad, tal vez cambiando el universo de alguna manera que parece completamente imposible si pensamos en el universo como materia muerta obligada por ciertas leyes fijas y predecibles en lugar de como una danza de consciencia mutable y efervescente.
Pero aun así, mi mente racional argumenta que, aunque nadie puede predecir el futuro con 100% de precisión, cuando una persona tiene cáncer pancreático, pulmonar, hepático y óseo metastásico en estadio 4, sus posibilidades de supervivencia son prácticamente nulas, y esa es básicamente la situación en la que se encuentra la especie humana en este momento, según entiendo la evidencia científica. ¿Simplemente ignoramos esto o pretendemos que no está sucediendo?
Mucha gente, enamorada de la tecnología e imaginando que es más poderosa de lo que realmente es, espera que algún avance tecnológico salve la situación, y supongo que nada es imposible, por muy inverosímil y poco probable que me parezca ese escenario.
Mi amiga dice que esas son todas formas de pensamiento mágico y negación. Ella dice que la derecha política niega que esto esté sucediendo, lo que significa que cualquier acción inteligente está efectivamente bloqueada, y la izquierda política progresista niega otra forma - son como un médico que se niega a dejar de sugerir diferentes opciones de tratamiento a un paciente con un cáncer incurable, en lugar de reconocer que es hora de estar en un centro de terminales, hora de cuidada atención, hora de rendirse, hora de acoger a la muerte, que es, después de todo, una parte vital e indispensable de la vida.
Pero, ¿qué significa eso en términos de la humanidad como un todo, pasar de intentar tratar el cáncer incurable del calentamiento global, si es incurable, a estar (metafóricamente) en un centro de terminales, acoger a la muerte en lugar de temerla y tratar desesperadamente de evitarla? ¿Y estamos realmente en el punto donde ningún tratamiento puede ser efectivo de manera significativa? Muchas personas muy inteligentes que estudian la ciencia del clima parecen pensar que no lo estamos. Personas como Bill McKibben, Paul Hawken y Naom i Klein no parecen haber tirado la toalla todavía. Paul Hawken tiene un nuevo libro llamado Drawdown: The Most Comprehensive Plan Ever Proposed to Reverse Global Warming (Reducción: El plan más completo que se haya propuesto para revertir el calentamiento global), un libro que escuché que está lleno de ideas sobre lo que podríamos hacer. Y Naomi Klein eligió tener un hijo mientras investigaba su libro sobre el cambio climático, lo que sugeriría que no cree que lo peor sea inevitable. ¿Están todos en negación? Quizás lo estén. No lo sé.
Incluso si la especie humana y muchas otras especies fueran aniquiladas, e incluso si esa aniquilación fuera precedida por un período de sufrimiento global catastrófico, o incluso si tuviéramos una guerra nuclear, ¿quién puede decir que esto sea algo "malo" o una tragedia, o incluso que tenga más sustancia o realidad inherente que una pesadilla o un sueño? Los geólogos nos dicen que ha habido muchos períodos en los que la tierra estaba demasiado fría o demasiado caliente para mantener la vida. Y muchas formas de vida han venido y se han ido. Los dinosaurios fueron aniquilados, lo que podría haberles parecido trágico, si hubieran tenido mentes humanas con las cuales pensar en ello, pero su extinción abrió el camino a algo nuevo, y eventualmente, para nosotros. ¿Quién puede decir que lo mismo podría no ser cierto si nos aniquilamos? La vida se transforma continuamente en algo nuevo, todo un movimiento completo sin costuras en el que nunca se desperdicia nada. Nada se detiene. La impermanencia es tan completa que ninguna "cosa" se forma o persiste para ser impermanente. Toda la danza no tiene un significado adicional o una necesidad de significado más allá de su simple SER. Parece lo contrario porque estamos muy acostumbrados a confundir nuestros mapas mentales y explicaciones por la realidad viviente.
La muerte es una parte vital de esta realidad viviente, y la muerte es momento-a-momento, no un evento futuro. La forma que toma cada instante muere instantáneamente y el universo nace de nuevo. Creación y destrucción, nacimiento y muerte ― este es el ritmo de la vida. La Unicidad está vibrantemente viva, constantemente muriendo y naciendo.
En la realidad virtual creada por el pensamiento y la conceptualización, parecen existir formas sólidas, persistentes y separadas que existen independientemente de la consciencia, "ahí afuera" en algún lugar de lo que consideramos como espacio y tiempo. "Yo" parezco ser un cuerpo-mente separado, vulnerable al dolor, a la discapacidad e incomodidad de todo tipo y siempre en peligro de ser extinguido. Como un yo aparentemente separado, vivo en constante ansiedad y miedo por lo que pueda suceder después, aliviado hasta cierto punto por fantasías esperanzadoras e ilusiones. Pero TODO esto es una danza de la consciencia. El espacio y el tiempo son creaciones de la consciencia, formas de experimentar.
La verdadera realidad es atemporal (eterna) y aespacial (infinita), es decir, Ahora-Aquí. Cada momento del día, cada estación, cada era, cada ubicación aparece Aquí-Ahora. Nunca podemos abandonar el Aquí-Ahora. No hay ninguna frontera donde el Aquí comienza o termina, y nunca ocurre nada antes o después del Ahora. Solo hay Aquí-Ahora. Esta es nuestra experiencia real. Pero ignoramos nuestra experiencia inmediata y directa a favor del mundo conceptual de los mapas, porque el mapa nos da una sensación de control, de certeza, de saber qué está pasando. Mientras que, si tratamos de captar esta inmediatez, esta realidad viviente, esta presencia deslumbrante, esta experiencia presente, no puede ser captada.
Pero cuando finalmente nos relajamos en lo que es sin fundamento, resulta ser la libertad misma. La llamada liberación es simplemente ver lo falso como falso y no captar la Verdad tratando de formularla o fijarla. La liberación no se trata de tener la respuesta correcta o la visión correcta, sino más bien de despertar de todas las respuestas y puntos de vista, sin llegar a ningún lado. Siendo este momento, tal como es.
Y, por supuesto, a veces pensar en el futuro es una necesidad funcional, una actividad perfectamente apropiada aquí-ahora ― si estamos planeando un viaje, organizando un evento, tratando de corregir alguna forma de injusticia social, cuidando nuestro automóvil, ahorrando dinero para la jubilación, o esperando evitar que un cambio climático catastrófico nos aniquile; todas estas actividades requieren la capacidad de imaginar y planificar el futuro. Y eso no es un problema, siempre y cuando sepamos que el futuro puede no ir de acuerdo con el plan.
Por la mañana, salgo a caminar y me deleito con las flores en todas partes, las nuevas y pequeñas hojas verdes, las brillantes gotas de lluvia sobre las flores y las hojas, y el aire fresco y frío. Me siento llena de alegría, amor y nueva energía.
Tengo una reunión on-line, escribo algo, preparo la comida y como, leo un poco. Más tarde en el día, estoy muy cansada, completamente agotada, probablemente por los efectos persistentes de la radiación y la quimioterapia. Duermo una siesta. Por la noche, veo un drama en la televisión. Después, me siento en silencio, sin hacer nada, simplemente estando presente, escuchando las ranas y el leve zumbido del tráfico en la interestatal.
Me doy cuenta, por un lado, lo fácilmente que la atención se absorbe completamente en los dramas y las historias en las que se enfoca, como mi imaginación del fin de los tiempos, y por otro lado, puedo ver lo propensos que somos los seres humanos a la negación frente a ciertas realidades.
También me doy cuenta de que hay un factor común en cada experiencia diferente, ya sea una ola de alegría o una ola de miedo, una experiencia expandida o una contraída. Ese factor común es la consciencia ―la presencia de todo― el aquí-ahora siempre presente, la presencia consciente que es y lo contempla todo. El contenido de la consciencia es siempre cambiante, pero la inmensidad en sí (la consciencia, inteligencia-energía, unicidad, no-cosidad) está siempre presente como todo y nada (no-cosa) en absoluto. Y cuanto más me sintonizo con la actualidad de esta realidad viviente en lugar de mis mapas conceptuales de la misma, más vacía de solidez y más abierta y espaciosa y sutil e incognoscible y radiante y maravillosa es. ¡La no-cosidad ES la maravilla, el resplandor, la efervescencia, la vitalidad!
Este cuerpo, esta habitación, los muebles de esta sala, la imagen de toda la tierra vista desde el espacio, la historia de Joan, la historia del cambio climático, la historia del mundo, las historias contadas por los geólogos, por los físicos, por biólogos, por científicos del clima ... las historias contadas por astrólogos y poetas y místicos ... las historias políticas, las historias económicas, las historias de celebridades, las historias interminables en los diarios de noticias sobre crueldad y bondad humana, sobre esperanza y desesperación ... las partículas subatómicas y las galaxias lejanas ... todo esto aparece Aquí-Ahora en la consciencia. Está hecho de consciencia. En realidad, nunca experimentamos nada fuera de, o separado de, la consciencia.
¿Cuán reales o substanciales son las formas siempre cambiantes que parecen persistir, las historias, los mapas, la forma en que todo parece ser (si no miramos atentamente)? O tal vez una mejor pregunta sería, ¿qué pasa si todo eso fuera real (si es que lo es)?
Parafraseando un dicho famoso del Vedanta: el mundo es irreal, solo la consciencia es real, la consciencia es el mundo. Como consciencia en sí misma, el mundo es real. Un espejismo o un sueño es real como un espejismo o un sueño. Es una experiencia real. No es real como lo que PARECE ser. "El mundo" que conceptualizamos, imaginamos, proyectamos, recordamos y creemos ―el mundo supuestamente independiente del observador que creemos que existe fuera de la consciencia― es ilusorio. El mundo que realmente experimentamos es una danza vibratoria de sensaciones en constante cambio, un movimiento ondulatorio de la consciencia, y esa es la realidad misma.
Al reconocer esto, aún podemos tener nuestras opiniones sobre política, economía, cambio climático y todo lo demás, eso es parte de la danza, pero nos lo tomamos más a la ligera. Nos damos cuenta de que no sabemos cómo "debería" ser el universo o lo que "debería" suceder o sucederá después, y de hecho, nos damos cuenta de que en realidad nada sucede después, porque solo hay Ahora.
Y el miedo a la muerte o el colapso social o lo que consideramos como maldad o desgracia, todo eso se desvanece por completo cuando nuestra atención abandona la historia del pensamiento y vuelve a la simplicidad del aquí-ahora, tal como es. La muerte de una persona, o de toda la especie humana y de muchas otras especies, o la inevitable muerte algún día del mismo sol y de todo nuestro sistema solar no es una tragedia cuando se ve desde la perspectiva de la totalidad (Aquí-Ahora). Sí, podemos sentir pena, tristeza e incluso rabia, ya que gran parte de esto se desarrolla, podemos estar gritando de dolor o temblando de terror. De nuevo, eso es parte de la danza. Pero los humanos no son una aberración aparte de la naturaleza, somos una expresión de la naturaleza y, en cierto sentido, todo lo que hacemos ―desde nuestras autopistas, nuestra civilización industrial, nuestras armas nucleares― es una actividad de naturaleza salvaje, una actividad de todo el universo, tan natural como las presas de los castores, las picaduras de abejas, los depredadores desgarrando a sus presas y los volcanes en erupción. Es todo un movimiento de un todo indivisible, sin fisuras. Ninguna ola puede ir en una dirección que no sea aquella en la que se mueve el océano. Y, en última instancia, esto no es definible ni comprensible. Simplemente ES. Llamarlo bueno o malo, afortunado o desafortunado es de alguna manera adicional.
Y, sin embargo, al mismo tiempo, nuestra capacidad de discernimiento y nuestro impulso para aliviar el sufrimiento, para detener la injusticia, para sanar lo que está roto también es un movimiento de la totalidad. No podemos dejar nada fuera. Y está claro que gran parte de nuestro comportamiento humano proviene de nuestro engaño, nuestra ignorancia, nuestra falsa sensación de separación, de confundir el mapa con el territorio. Cuando estamos completa y simplemente presentes aquí-ahora, viendo claramente, naturalmente hay amor, compasión y aceptación de lo que es. Y esa aceptación no significa pasividad, significa que cualquier acción (o no acción) que surja en el momento proviene de la totalidad y no de la ilusión de parcialidad y separación. Pero incluso esa ilusión y las acciones que surgen de ella también son lo que es. TODO es una unidad sin fisuras. El pensamiento lo divide en bueno y malo, favorable y desfavorable, iluminación y engaño, totalidad y fragmentación, y ese discernimiento es parte del funcionamiento total, pero, en última instancia, TODO es incluido. Nada se puede separar de cualquier otra cosa.
Por más que intentemos abstraer, formular, conceptualizar, precisar o captar esta realidad viviente, ya sea con la religión o la ciencia, siempre se escurrirá entre nuestros dedos. El despertar es el fin del mundo tal como lo conocemos, o más exactamente, tal como lo imaginamos o conceptualizamos. Es un proceso de dejar ir o ver a través, un proceso de relajación en la realidad desnuda de este momento, un proceso de morir a lo conocido, un proceso de despojarse en el que no queda nada excepto lo que no se puede despojar.
Yo llamo a eso que queda la simplicidad y vitalidad vibrante de lo que es ―esta innegable presencia consciente y esta innegable experiencia presente, tal como es― y en nuestra experiencia real directa, la conciencia y el contenido son un hecho indiviso, infinitamente sutil e insondable. Y este hecho vibrante también incluye la conceptualización, la abstracción, la cartografía y, aparentemente, perderse de vez en cuando en la sensación-pensamiento de ser una persona separada que está envejeciendo y viviendo en un momento en que la humanidad probablemente esté llegando a su fin. Es todo una especie de sueño. Si la humanidad llega a su fin, algo (que no es una cosa) permanece. Esta inteligencia-energía que está aquí ahora no muere. Esta nada (no-cosidad) que aparece como todo no tiene principio ni fin. Como una vez escribió Rainer Maria Rilke, "en ti está la presencia que permanecerá, cuando todas las estrellas hayan muerto".
Y ahora, en una tarde de primavera, las ranas están croando locamente, el aire cálido está lleno de la fragancia de las flores, la luna casi llena sobresale por las montañas, y yo sentada en mi escritorio, escribiendo estas palabras, sin saber por qué la vida me mueve a hacer esto, ni qué resultados tal intercambio podría tener aparentemente. Soy como las ranas, cantando mi canción, bailando mi danza, siendo la única ondulación posible del "gran océano del ser" que puedo ser en este momento. Y aunque no sé qué traerá el próximo instante, tengo una profunda certeza de que incluso si todo el universo explota, todo está bien. Eso no significa que el dolor o la pena o la tristeza no harán daño. Pero incluso ese daño es una expresión vibrante de la totalidad, una ola de sensaciones y de energía en una vasta apertura que es ilimitada, imperecedera y completamente libre. Cuando la película termina, la pantalla no se ha quemado por el fuego en la película. Cuando desaparecemos por completo cada noche en la nada del sueño profundo, o en el momento de la muerte, o cuando el mundo aparente termine, esa desaparición y esa no-cosidad no es nada que hay que temer. Es el Corazón mismo en el que hemos permanecido todo el tiempo.
Tal vez el mejor regalo que podemos ofrecer en este momento es la aceptación total o el amor incondicional que es la naturaleza misma de la conciencia y la presencia ―siendo este momento, tal como es― estando completamente despiertos a esta realidad viviente aquí-ahora y no dejarse embaucar por nuestra capacidad de imaginar cada futuro posible, o de repasar interminablemente nuestros recuerdos del pasado, o de caer en la desesperación, la amargura o la ira por lo que creemos que está sucediendo, y cuando a veces seamos embaucados de esta manera, poder ver estos patrones de hábito como parte de lo que es, no tomarlos personalmente, y simplemente despertar de nuevo. Tal vez nuestro desafío es ver solo a Dios en todas partes, encontrar la belleza incluso en la oscuridad.
© Joan Tollifson, 2018Acerca de Joan Tollifson
Joan Tollifson es una autora y maestra espiritual afín al budismo y al advaita, pero no pertenece a ninguna tradición en particular. Vive al sur de Oregon, EE.UU., y realiza reuniones sobre la no-dualidad y vivir en presencia, y es autora de varios libros, incluyendo Waking Up from the Story of My Life, y Nothing to Grasp, y actualmente está trabajando en un libro que explora el envejecimiento y la muerte (y estar despierto aquí-ahora).