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Artículos - Melvyn Wartella

Ego y Demencia

Por Melvyn Wartella
Melvyn Wartella

Todos creemos saber lo que es el ego, pero en realidad muy pocos lo saben. No es en absoluto lo que pensamos que es. Decimos que una persona tiene un ego muy grande, o pequeño. Decimos que está bajo los efectos del ego. A veces pensamos en nosotros mismos como "mi ego"; como nuestra identidad. Todas éstas son sólo ideas sobre algo que muy pocos entienden realmente. Ese proceso al que llamamos "ego" es una ilusión. No tenemos ningún ego, porque no hay nadie que lo pueda tener.

Si no logramos ver claramente la causa y el proceso del ego, estamos condenados como especie. Quizá pienses que esto es un poco exagerado, pero si sigues lo que estoy diciendo y llegas a comprenderlo entonces estarás de acuerdo conmigo. La causa original de prácticamente todos los problemas a los que nos enfrentamos los seres humanos es el ego. Para entender esto hay que ir más allá de las palabras. Un problema importante en todo lo que nos tratamos de comunicar los unos a los otros es el siguiente: vemos palabras y hemos aprendido a creer que comprendemos su significado, pero lo único que entendemos es la descripción, no la realidad hacia la que pueden apuntar. De modo que, por favor, intenta ver de una forma directa lo que está escrito aquí, sin dejar que se interponga tu conocimiento. Más adelante tendrás mucho tiempo para pensar sobre tu anterior comprensión de esto. Por ahora, simplemente lee e intenta entender lo que estoy expresando.

Hagamos un viaje en el tiempo, regresando a la época anterior a que los humanos fueran humanos. Probablemente éramos unos simios bastante inteligentes y vivíamos en un mundo en el que comías o te comían. No éramos tan grandes ni tan fuertes como muchas de las otras criaturas de nuestro entorno. Éramos cazadores Y recolectores. Además, no éramos los únicos animales bípedos y teníamos que competir con otros que intentaban sobrevivir al igual que nosotros. Con un poco de suerte y un cerebro ligeramente más grande, nos mantuvimos con vida mientras los otros "casi humanos" morían, o nosotros los matábamos.

Como cazadores-recolectores, tuvimos que desarrollar una buena memoria. ¿Cómo, si no, hubiésemos podido encontrar nuestras fuentes de alimento y regresar a ellas? La memoria era una herramienta muy necesaria para todos los animales, pero los prehumanos iban más allá que cualquier animal que conozcamos. La memoria desarrolló la capacidad de crear en la mente imágenes abstractas de nuestro entorno. Con esto llegó la habilidad para objetivar y poner nombre a las cosas. Este proceso llevó tanto tiempo para desarrollarse que no nos dimos cuenta de que los objetos a los que pusimos nombre eran meras ideas en nuestra memoria. Tenemos poco conocimiento acerca de la duración del período que esta habilidad necesitó para desarrollarse. Debe de haber sido un proceso enormemente lento, pues nunca nos dimos cuenta de que estaba teniendo lugar.

Independientemente de los problemas que un día causaría, ésta fue una evolución maravillosa. Podíamos mirar a un objeto, a un animal, a un amigo, o a nuestra pareja, y ponerles un nombre, e incluso dibujarlos. Podíamos crear un símbolo mental abstracto de cualquier objeto, ya fuera una persona, un lugar, una cosa o un hecho. Ahora todo esto parece bastante normal, parece que no es gran cosa; no hace falta ser un erudito para considerar cómo se produjo todo esto. Sólo necesitamos pensar un poco en ello. Pero ¿qué tiene esto que ver con el ego?

Antes de ese desarrollo evolutivo, el ego no existía. Cuando éramos simples animales, el ego no era una parte de la mente pensante. Luego, a medida que comenzamos a ver y a ponerle nombre a todo, durante un largo período de tiempo, empezamos a ver las imágenes mentales como algo real, no sólo como ideas en los bancos de memoria de nuestros cerebros. No sólo veíamos a los otros seres, comenzamos también a identificarnos con ellos. Ten en cuenta que esta identificación era puramente un proceso mental. Este proceso se convirtió en una especie de sistema de retroalimentación de imágenes que acabó siendo un sistema de retroalimentación de identidad. Yo te llamo Grog, y tú respondes con mi nombre, Grope, o el que fuere, y así cada uno refuerza el sentido de identidad del otro. De esto emergió un sentido de la propiedad, de la identidad tribal, que con el tiempo llegó a incluir a mi país por encima del tuyo, mi iglesia, mi dios, mi poder, mis deseos, mis posesiones y así sucesivamente, hasta llegar al mundo que conocemos hoy.

Del mismo modo que el feto humano pasa por todas las etapas de nuestra evolución física, nosotros condicionamos a nuestros hijos desde el nacimiento para que desarrollen el ego. Continuamente reforzamos este proceso en ellos y en nosotros mismos. He conocido gente que tenía una comprensión deficiente del ego, gente que intentaba romper el ciclo de su desarrollo en sus hijos y, por supuesto, fallaba. Si hubiese funcionado, podrían haber acabado teniendo unos hijos sumamente neuróticos. Vivimos en una sociedad que se basa en el ego y todo nuestro lenguaje es dualista. Nuestros hijos tienen que vivir en un mundo así y necesitan saber cómo relacionarse con él. Esto no significa que no haya nada que podamos hacer para ayudar a los niños, no sólo a estar más libres del ego, sino también a desarrollar mentes que puedan cuestionar con profundidad, sin miedo, todo lo que hay en sus vidas. Y si nosotros lo comprendemos verdaderamente, podemos ayudarlos a despertar cuando sus mentes estén maduras y preparadas para hacerlo. Podemos enseñarles a no seguir a nadie, a ninguna creencia, a ninguna autoridad, sin antes examinarla profundamente y llegar a algún nivel de comprensión respecto a qué deben creer. Si no entendemos esto, no podemos ayudarlos. Simplemente, el ego seguirá existiendo como lo ha hecho a lo largo de la historia. El ego es el proceso más destructivo que existe sobre la Tierra.

La seguridad del cuerpo es una función natural que todos los animales necesitan para poder sobrevivir. Nosotros la necesitamos por razones obvias. No obstante, cuando el cerebro se desarrolló y empezó a considerarse un individuo separado, la necesidad de una seguridad física se trasladó a la persona imaginaria que vive en forma de imágenes en el cerebro. Empezamos a sentir la necesidad de proteger aquello que no puede ser protegido jamás y ése fue el inicio de todos los problemas que vemos hoy. Todo, desde la violencia doméstica hasta el racismo, los celos y el odio, se origina en un ego inseguro. Cualquier cosa con la que nos identificamos pasa a ser parte del ego, y llegaríamos hasta la muerte para proteger aquello que consideramos nuestro. Decimos que amamos a alguien, pero si esa persona se convierte en una amenaza para nuestro sentido de identidad, estamos preparados para matar. Recurrimos a la religión buscando una sensación de seguridad y luego defendemos las creencias de dicha religión, sin importar cuán insensatas sean. Mira cuántas guerras han sido provocadas por ese tipo de creencias. Somos capaces de ser absolutamente crueles y sádicos con cualquiera al que consideremos una amenaza para nuestras creencias. Sabemos, subconscientemente, que estamos viviendo una mentira, pero no podemos verla por temor a que pueda significar la muerte de quien creemos ser. De modo que vamos de mentira en mentira, siempre buscando algún descanso de la pesadilla de nuestra inseguridad. Pero nunca lo hallaremos. Si el ego es la inseguridad misma, ¿cómo podría liberarse de la inseguridad? Observa tus propios pensamientos y los de quienes te rodean, y con el tiempo verás claramente que esto es cierto.

La codicia es otra de las maneras que tiene el ego de encontrar seguridad, y no hay límite a la cantidad de dinero que alguna gente cree que debe poseer. Vemos cómo grandes empresas nos están matando con tabaco, productos químicos y todas las demás sustancias que están amenazando al medio ambiente sin que les preocupe lo más mínimo. El dinero es más importante que cualquier otra cosa. Pero, por lo general, nos sentamos y permitimos que esto ocurra, porque si no lo aceptáramos podría acostarnos el empleo. Nuestro propio gobierno es tan culpable como cualquier empresa. El gobierno, junto con el ejército, es simplemente una rama de los grandes negocios. Nosotros tenemos muy poca importancia para cualquiera de ellos. Sólo somos consumidores que permiten que la máquina de hacer negocios siga destruyendo el mundo. Si no empezamos a despertar, hay muy pocas esperanzas de supervivencia para cualquiera de nosotros. Y todo esto nos trae de vuelta al ego, el asesino principal de este maravilloso planeta.

La vida está cambiando constantemente y para enfrentarnos a estos cambios debemos ser tan flexibles como el resto de la vida. Sin embargo, como ego no somos nada flexibles. Nos hemos identificado con acontecimientos, sufrimientos, deseos, y con una parte tan grande de nuestra aparente historia que vemos todo eso como puntos de referencia, como señales dentro de la mente que nos mantienen en el pasado. Tememos el cambio. Para estar abiertos al cambio debemos estar abiertos a desprendernos de nuestra identidad, pero la inseguridad nos impide hacerlo. No lo sabemos de forma consciente; es simplemente una sensación visceral. Ni siquiera nos desprendemos de aquello que nos ha herido profundamente.

El ego se identifica con cualquier cosa, incluso con el sufrimiento. Ésta es una de las razones por las que las personas rara vez se recuperan totalmente del sufrimiento emocional. Si pudieran identificarse con un nuevo estado, idea o símbolo, podrían desprenderse de esa parte de su pasado. Sin embargo, bajo las condiciones adecuadas, todo ese pasado doloroso emergerá otra vez para volver a obsesionarlas. No podremos estar completamente libres de este sufrimiento hasta que despertemos del sueño del ego. No importa lo que hagamos para liberarnos, será inútil. Podemos recurrir a la religión, pero también será inútil, pues está basada en el ego y en la inseguridad. Nada con lo que te identifiques puede liberarte y este proceso continuara hasta el día de tu muerte, a menos que seas capaz de descubrirlo y afrontarlo en ti mismo, y lo veas con tanta claridad que llegue a su fin. Únicamente entonces comprenderás qué es la vida en realidad.

Tú eres ese mismo proceso: el ego ilusorio. Si lo ves claramente, será una conmoción. Si no sientes esa conmoción es porque, o no lo estás viendo con claridad, o estás ya iluminado.

Cuando seas consciente de la verdad de lo que he dicho, verás que nos encontramos en un estado de demencia. Hemos estado matándonos unos a otros y destruyendo el medio ambiente durante siglos, y no nos queda mucho tiempo para dar un giro importante a nuestra forma de relacionarnos con la vida; de lo contrario, seremos destruidos. Podemos seguir negando la realidad, podemos continuar siguiendo a líderes que no tienen ni idea de dónde está el verdadero problema y podemos mantener nuestra ceguera mientras nos entretienen hasta el final, un final que no está en un futuro tan lejano. La mayoría de nosotros no tiene ni idea de lo que es el amor, o la verdadera compasión. La única manera de ver realmente con el corazón es liberándonos del ego. Es el corazón el que salvará a este maravilloso planeta, y no los líderes religiosos, ni los salvadores, ni los políticos que nos han estado mintiendo desde el principio. La clave para lograr la verdadera felicidad y totalidad está dentro de ti. De ti depende que despiertes y dejes atrás la pesadilla del ego.