Artículos - Mónica Cavallé
El conocimiento del Sí Mismo
7. La Conciencia-testigo (sakshi)
Por Mónica Cavallé Versión PDF"Debe realizarse a sí mismo como lo inamovible detrás y más allá de lo movible, el testigo silencioso de todo cuanto sucede" (Nisargadatta). (175)
"El origen de la Conciencia no puede ser un objeto en la Conciencia. Conocer el origen es ser el origen. Cuando entiende que usted no es la persona, sino el testigo puro y calmo, y que la Conciencia sin temor es su verdadero ser, usted es el Ser. Es el origen, la posibilidad inagotable" (Nisargadatta). (176)
"Sólo ser". Esta es la invitación del Advaita. Dicho de otro modo: "Sé lo que eres y escucha" (Krishnamurti); "simplemente sea y vea" (Nisargadatta) (177). Pues hablamos de un "sólo ser" que es un ser a la escucha, atento, lúcido, despierto: un Ser/Conciencia (Sat/Cit). Hay, por ello, otro posible enfoque con el que el Advaita describe el tránsito desde la conciencia egocentrada hasta su fuente o Sí mismo impersonal. Este enfoque ―que está implícito en la auto-indagación (Atma-vichara) y, a su vez, la implica― toma como hilo conductor no tanto Sat (la necesidad de reducirse al puro Ser, sin pretender ser esto o lo otro) como Cit: la realidad de la Conciencia, y, más en concreto, de la Conciencia-testigo o sakshi.
Existe una realidad, una entidad absoluta que es el eterno sustrato de la conciencia diferenciada, Testigo (sakshi) de los tres estados y distinta de las cinco envolturas. Aquel que conoce todo lo que ocurre en los estados de vigilia, sueños y sueño profundo; aquel que es consciente de la presencia y de la ausencia del pensamiento y de sus modificaciones; aquel que es el soporte del sentido mismo del yo, es el Atman (Vivekachudamani). (178)
El "camino" ―que no salva distancias― que conduce a la desidentificación con el ego o jiva y que culmina en el conocimiento/realización del Atman, obviamente no lo "recorre" el ego, el yo empírico o psicológico. El factor activo en este proceso es el conocedor puro, la Conciencia-testigo o sakshi, la presencia consciente que atestigua la experiencia (el yo empírico, de hecho, es sólo parte de lo atestiguado).
Como afirma Santo Tomás, "aquello que conoce ciertas cosas no puede tener en su propia naturaleza ninguna de ellas" (179). En otras palabras: la conciencia de la confusión no está confundida; la percepción de un objeto duro no es dura; la conciencia del tiempo no lleva tiempo (180); la conciencia de la persona carece de cualidades personales; la conciencia del yo empírico no puede ser empírica. El Yo-Conciencia atestigua todo contenido particular de experiencia, "como la lámpara que ilumina la habitación, sin ser afectada por las propiedades de ésta" (Vivekachudamani). (181)
Esta Conciencia-testigo, como pasaremos a ver, no es un mero supuesto teórico para el Advaita. No sólo se desvela ―inobjetivamente― en la observación fenomenológica, sino que el cultivo de esta forma de atestiguación ―que, a su vez, toma la forma de observación fenomenológica― es el factor operativo y transformador por excelencia y la fuente de toda comprensión/realización.
Describiremos la naturaleza de esta atención o Conciencia-testigo distinguiéndola del estado de atención y de auto-conciencia ordinario del ego. La Mundaka Upanishad, para contrastar ambos modos de conciencia, utiliza la imagen de dos pájaros inseparables que están en un árbol: uno de ellos come los frutos regocijándose o entristeciéndose según sea su sabor [el yo empírico], el otro [el Testigo] le mira intensamente más allá de la alegría y del dolor. (182)
a) El estado de atestiguación o atención ordinario del ego se caracteriza por ser:
―Parcial. El interés se focaliza en ciertos aspectos de aquello que aparece en su campo de conciencia y excluye otros.
―Tendente a la auto-identificación. Se identifica con ciertos objetos que atestigua: pensamientos, emociones, inclinaciones, experiencias, etc.
―Subjetiva. La percepción está filtrada por condicionamientos individuales (creencias, deseos, temores, conexiones emocionales, etc.) relativos siempre a experiencias pasadas e íntimamente ligados, a su vez, a expectativas futuras.
―Valorativa. Por ser valorativa es parcial. En función de la peculiar idea-del-yo de cada cual, lo observado se valora como positivo (afirma dicho yo-idea) o negativo (lo amenaza o niega).
b) La Conciencia-testigo no es nunca la atestiguación del ego sobre los contenidos del campo de su conciencia individual. Su origen está más allá del psiquismo, de la personalidad empírica. Su substancia es la misma que la de la atención egótica (183), pero ahora el interés no se vuelca en las distintas experiencias concretas que configuran y nutren la identidad del yo empírico; se centra en el puro "Sí mismo", más allá de toda experiencia. Se trata de una atención:
―Completa, no parcial. No se seleccionan contenidos particulares de entre aquellos que aparecen en el campo de la conciencia. Se trata, en expresión de Krishnamurti, de una "percepción o conciencia sin elección" (choiceless awareness), global e imparcial.
―Desidentificada. Los propios pensamientos, acciones, etc., se observan, sin que se confunda la identidad del que observa con lo observado. La atención se separa creativamente de toda experiencia cognoscitiva, volitiva y conativa del yo.
―Neutral o no valorativa. Es una observación sin referencias (libre del pasado) (184); sin expectativas ni volición (libre del futuro). Se acepta de modo equitativo, se "deja-ser", sin más, todo lo que surge en el campo de conciencia. Esta aceptación no valorativa conlleva la actitud de desimplicación y objetividad necesaria para comprender lo que surge en dicho campo, cómo y porqué; una comprensión de la lógica interna de los mecanismos egóticos que no es un fin en sí misma sino ―mediante el conocimiento de lo que no somos en sentido absoluto: la estructura de la personalidad― el modo de acceder y reducirnos progresivamente a lo que sí somos, a lo que es.
―Interesadamente desinteresada o activamente pasiva. Hay un interés despierto pero desinteresado. El interés se cifra en el Yo que está más allá de todo contenido de conciencia concreto. Ello requiere una percepción intensamente lúcida y atenta a toda insinuación, pues la tendencia espontánea de la conciencia es la de identificarse con sus contenidos. Pero esta atención plenamente activa es, a su vez, pasiva, pues no busca aferrar nada, ni siquiera conocimiento. Éste viene a ella en su apertura.
Al quedar en suspenso toda expectativa, valoración y referencia a experiencias pasadas, se libera una actitud de apertura y receptividad total. Tradicionalmente, se suele equiparar esta condición de testigo a la de un espejo. Éste refleja perfecta e imparcialmente todo lo que ocupa su campo de reflexión sin confundirse con lo reflejado, sin apego ni rechazo:
"La mente del hombre perfecto es como un espejo; a nadie rechaza; a nadie acoge; refleja todo, pero nada guarda" (Chuang-Tzu). (185)
Como no hay referencias mentales ni apego, como no hay conocimiento acumulativo ―identificación con los contenidos de la memoria―, esta atención es de instante en instante. Devuelve al ahora puro: un estado siempre a mano pero raramente notado. No hay un yo individual ―pues éste supone continuidad temporal― que escuche. Más que atender, se es atención o se es en la atención.
Y puesto que se trasciende la mente superficial condicionada, este tipo de observación es la raíz de toda "comprensión/realización". La observación sin identificación de los propios condicionamientos permite comprenderlos, no a un mero nivel teórico, sino con una comprensión que conlleva la disolución de los mismos (186). La progresiva disolución de la complejidad egótica conduce a una creciente libertad interior y sencillez que, a su vez, purifica la percepción: el ego deja de proyectarse y de repetirse a sí mismo; se accede más directamente a la realidad y la acción es más fiel a ella, más directa, espontánea y creadora. Paradójicamente, esta "conciencia sin elección" (sin deseo de manipulación o modificación) es la fuente de toda verdadera transformación, orden y armonización. (187)
Un jñani contemporáneo, Jean Klein, resume perfectamente la actitud descrita con las siguientes palabras:
Heidegger llama a esta forma de visión "espera sin espera". (188)
En la espera sin expectación aparece tu vida real, pero no puedes llegar a ella por medio de la voluntad, pues entonces será meramente una repetición de tu memoria. La conciencia está encubierta por la volición, por la permanencia en el proceso de desear y el devenir.
Debes perderte a ti mismo en la espera sin objeto. Cuando lo haces, renuncias a tomar, renuncias a hacer, renuncias a crear. Entonces, espontáneamente, la vida crea en ti (...) Pero cuando esto sucede no hay nadie a quien le suceda. En la Conciencia intemporal no hay nadie. (189)
En palabras de Nisargadatta:
Permanezcan sin ambición, sin el mínimo deseo, expuestos, vulnerables, desprotegidos, inseguros y solos, completamente abiertos a la vida y dándole la bienvenida como venga, sin la convicción de que todo debe darles placer o beneficio, material o supuestamente espiritual. (190)
(...) manténgase vacío, disponible, no resista lo que llegue inesperado. Al final alcanzará un estado de no-asimiento, de gozoso desapego, de quietud y libertad interior indescriptible, sin embargo, maravillosamente real. (191)
Sean claros y apacibles, desapegados y atentos; todo lo demás sucederá por sí mismo. (192)
La propuesta de esta actitud de pura atestiguación como vehículo para "dejar-ser" la propia naturaleza esencial, no es exclusiva del Vedanta advaita:
―En el contexto buddhista, Dhiravamsa describe así la esencia de la meditación vipassana:
Simplemente [es un] ser consciente (...) Es percepción puramente objetiva sin interferencia del sujeto, del sí mismo, del ego. [Es] el proceso de descubrir lo que es y aceptar su despliegue (...) No tenemos que saber, estamos dispuestos a tolerar el no- saber, con la actitud paciente y desapasionada de la ciencia en sus aspectos más puros (...) No buscamos nada, sólo observamos con atención desnuda.
Al nacer la comprensión interior el problema [todo problema] sencillamente desaparece. De hecho, el problema no puede resolverse, simplemente se disuelve cuando hay comprensión. (193)
―Afirma el maestro Eckhart:
Hay algo que se halla en mucha gente, y el hombre, si quiere, lo alcanza con facilidad: consiste en que las cosas con las que tiene que habérselas no lo estorban ni proyectan en él ninguna representación fija (...). Pero no debemos contentarnos con esto; debemos aprovechar en gran medida todas las cosas, sea lo que fuere, estemos donde estemos, veamos o escuchemos lo que sea, por extraño y poco apropiado que nos resulte (...).
Y en todas sus obras y en todas las cosas, el hombre ha de usar atentamente su entendimiento y en todas ellas debe tener inteligente conciencia de sí mismo y de su interioridad. (...) Debemos (...) mirar conscientemente todas las cosas (...) con una disposición de ánimo siempre igual. (194)
―Ibn 'Arabí hablará de una auto-observación o
[Un] discernir apasionadamente sereno y sin finalidad alguna en ese mirar, lo que en él [el yo] son atributos. Cuando la conciencia ve los atributos [upadhis] como [tales] atributos y no como parte de sí misma, tales atributos dejan de ser interesantes. Quiere esto decir que cada atributo descubierto es un atributo que muere y, en consecuencia, una parte de nosotros mismos ―de lo que creíamos ser nosotros mismos― muere en sentido figurado. Este es el significado de frases tales como "hay que perder la vida para alcanzar la Vida", o "el que disminuye diariamente aumenta", que son utilizadas en otras tradiciones. (195)
El término de esta observación ―continúa Ibn 'Arabí― es la muerte de la identidad empírica separada, en la comprensión/realización de que:
Todos los atributos de Allah son tus atributos. Verás que tu exterior es el Suyo, que tu interior es el Suyo, que tu comienzo es el Suyo y que tu fin es el Suyo. Y eso, incontestablemente, sin duda alguna. Verás que tus cualidades son las Suyas y que tu naturaleza íntima es la Suya. Y eso sin que te conviertas en Él, o que Él se convierta en ti, sin transformación, sin disminución o aumentación alguna. (196)