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Artículos - Jeff Foster

Acerca del juicio y de juzgar los juicios

Por Jeff Foster
Jeff Foster

No podemos conocer la experiencia de nadie más. Nunca. Aquello que creemos o sentimos o "sabemos" que el otro está experimentando es nuestra propia suposición, nuestra propia opinión, nada más —nuestro propio sueño acerca de su sueño, un sueño dentro de otro sueño. Un sueño recurrente. Podemos ser testigos de su comportamiento, podemos ver cómo habla y actúa, podemos "leer" su lenguaje corporal, podemos escuchar sus historias, podemos sacar conclusiones inteligentes y tener reacciones viscerales; pero definitivamente debemos tener la humildad de admitir que jamás podremos saber por aquello que está pasando, lo que está sintiendo, y siempre nos terminaremos quedando sólo con nuestra propia experiencia, con nuestra propia intuición y suposición, con nuestro propio sueño acerca de su sueño, con nuestro propio criterio y juicio. No podemos conocer la experiencia de los demás. Nadie tiene autoridad sobre la experiencia de nadie, y cuando nos despertemos de este espejismo, podremos entrar en comunión con los demás tal y como están en ese momento, no como los estamos juzgando o como deseamos que estén. Se trata de "mantenerse al margen de cualquier conclusión" y descansar profundamente en la intimidad de nuestra propia experiencia.

En realidad nunca podemos juzgar a los demás, nunca podemos asegurar realmente que alguien está "iluminado" o no, o hacer el juicio de "qué tan lejos" ha llegado dentro de su propia evolución, o decir "qué tan libre está del sufrimiento", o "qué tan claramente" percibe las cosas, ya que este sería nuestro propio sueño, nuestra propia opinión, nuestros propios "asuntos" inconscientes proyectados. Qué tan rápido sacamos conclusiones acerca de los "demás", y después nos aferramos a esas conclusiones como si fueran La Verdad. A la mente le fascina comparar, juzgar "qué tan despierto" está alguien en comparación a algo llamado "yo", proclamarse iluminado y ver a los demás como menos iluminados. El juicio, o mejor dicho, tomar un juicio como un hecho, es el mecanismo de la no-aceptación, simple y llanamente. La mente es un mecanismo de comparación, y sólo porque nos percibimos a nosotros mismos como "despiertos" espiritualmente, no quiere decir que este mecanismo se haya desactivado. El mecanismo del juicio y la comparación es inmensamente creativo y siempre encontrará maneras discretas para seguir operando.  Ay de aquel que se proclame y juzgue a sí mismo como "espiritualmente completo", y libre de sufrimiento, y libre de un "yo", y después juzgue a los demás como todo lo contrario. ¡Oh, la ironía! 

Y, sin embargo, aquello que somos, observa todo esto, observa el mecanismo de comparación y juicio, pero jamás juzgándolo, esto que somos es incapaz de juzgarlo e incapaz de juzgar el juicio como "malo" (¡qué juicio!), descansando silenciosamente en el fondo, con sus pies en alto en el sofá cósmico, sonriendo en secreto mientras todo el juicio y el no-juicio humano y toda la habladuría acerca de los juicios se despliega, mientras se establecen y se disuelven todas las conclusiones, mientras juzgamos a otros como más o menos que nosotros, como superiores e inferiores, y olvidamos que sólo estamos juzgando humanamente y que no estamos recibiendo privilegios secretos por parte del universo a través de nuestras antenas del despertar. Somos humanos, demasiado humanos, independientemente de lo divinos que seamos. 

Aquello que en verdad somos siempre está en profunda paz, más allá de las conclusiones, y siempre gozando el juego de la humanidad en su propia pantalla de televisión cósmica, incluyendo todos los anuncios publicitarios. Relativamente, podríamos encontrarnos a nosotros mismos juzgando a otros, comparándonos con otros, juzgando que estamos más "despiertos" que los demás, juzgando a nuestro Dios o a nuestras Enseñanzas, o incluso a nosotros mismos, como lo Sólo y lo Único y, relativamente hablando, esto podría ser algo para tomarse en cuenta, para generarnos la curiosidad, para explorar, para hacernos conscientes de, sin importar qué tan "despiertos" creamos estar. ¿Cómo es que nos estamos separando de los "demás", aunque no haya "otros"? Sin embargo, en última instancia, aquello que somos permite todo esto, acoge todo este drama abrumador en la palma de su mano, envuelve todo en su abrazo de perdón, lo ama hasta la muerte, literalmente, así como esta maravillosa paradoja de la existencia, lo que siempre cambia y lo que nunca cambia para nada, toda esa danza del Amado. E incluso el instante cuando ese juicio se disuelve...