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Extractos - Sergi Torres

Un puente a la realidad

Introducción

Por Sergi Torres

Dando el paso hacia tu realidad

Todo es una misma cosa, sin importar la forma que ésta adopte. Alcanzar la conciencia de la Unidad y extenderla en su corazón es la finalidad del ser humano. Pero ¿ha llegado el hombre a su máximo estado evolutivo? ¡Por supuesto que no! El momento en el que nos encontramos es aquel en el que el ser humano se ha convertido en librepensador; el punto en el que es libre de pensar que Dios no existe, que está separado del universo, que puede sufrir y que puede morir. Éste es un estado evolutivo en el que no se puede evolucionar desde dentro de él. Es por esta razón que evolucionar significa, en términos reales, salir de este nivel de conciencia de aparente evolución. Y digo aparente porque da la sensación de progreso, pero se trata sólo de una ilusión.

Hoy en día parecemos más avanzados que hace miles de años porque en lugar de lanzarnos piedras nos lanzamos misiles que detectan el calor o el movimiento. Pero la acción de lanzar al otro algo con el objetivo de herirle no ha cambiado en nada. Sigue ahí, en nuestras mentes. También parece que nuestro sistema de comunicación ha evolucionado. Pero ni los teléfonos móviles ni el sistema más avanzado de telecomunicación han conseguido el pleno entendimiento entre todos los humanos. La razón por la que no se puede avanzar en este estado de conciencia es porque es circular y, por lo tanto, cerrado. El movimiento dentro de este círculo da la impresión o sensación de evolución porque es un movimiento, pero en realidad nos encontramos en el mismo sistema de pensamiento que el del primer homínido cuando se pensó a sí mismo y fue consciente de ello. Es el mismo sistema de pensamiento dual, donde los opuestos y los matices existen, y donde lo eterno y lo absoluto no tienen cabida. La famosa evolución en espiral de la conciencia humana no es más que la falsa percepción que el ser humano tiene de una vuelta en círculo. Todo ello se debe a que la meta de este nivel de conciencia (la humana) es la protección del concepto o idea que uno tiene de sí mismo y del mundo que percibe. La base de esta meta es el miedo y éste produce un movimiento de contracción. De esta contracción resulta tu conciencia compactada en una forma llamada cuerpo físico, al cual llamas de forma particular con nombre y apellidos Este sistema de pensamiento se esclaviza a sí mismo generando un patrón circular, cerrado, para evitar su expansión natural. En realidad nada ocurre en él. Sólo vueltas y más vueltas.

Todo el universo tiende a expandirse excepto la conciencia humana, que basada en el miedo, se repliega en sí misma creando una imagen de falsa evolución. Complicado, ¿verdad? Pues esto es lo que el ser humano hace cuando le dicen que la Tierra es redonda y no plana, y tarda casi 1.000 años en aceptarlo; o que no es el Sol el que se mueve alrededor de la Tierra, sino al revés, y tarda 300 años en aceptarlo; o tú cuando te dicen que el mundo que ves no tiene nada que ver con la realidad, que es tu propia obra y no existe, y tardas más de un instante en aceptarlo y adentrarte en esta experiencia de ti mismo.

Una vez que la mente humana consigue romper este círculo, aparece el hombre librepensador consciente de su realidad y de su evolución. En otras palabras, las respuestas a las famosas preguntas: ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo? y ¿Adónde voy? aparecen en su conciencia de forma natural y espontánea, al estar contenidas en la experiencia de esta nueva conciencia. Esto ocurre espontáneamente a través de una revelación o cuando uno empieza a cuestionarse su forma de pensar la realidad de sí mismo y el mundo que le rodea. Dicho de otra manera, ocurre cuando dejas espacio para que algo nuevo ocupe el lugar de lo viejo. Cuando ha ocurrido, emergen en la conciencia, en forma de experiencia que ésta pueda entender, nuevas ideas que en realidad ya estaban ahí. Entonces aparecen nuevas teorías, como las que propone la física cuántica, para dar respuestas a este nuevo mundo.

En el estado de conciencia humano actual, el cuerpo es el centro, el protagonista. Todo está basado en él y es el resultado de esa compactación de conciencia hasta tal punto que sólo es consciente de lo que experimenta en él o a través de él. Aquello que se experimenta fuera de la frontera del cuerpo pasa a ser un mundo de inconsciencia que debe investigar, formular y establecer a través de sus cinco sentidos, los cuales son el resultado de esta limitación, debido a que su base es el cuerpo. Por lo tanto, obtendremos una conclusión falsa de dónde estamos, de lo que somos, de dónde venimos y de adónde vamos.

En el siguiente paso, fuera de este círculo de pensamiento, el cuerpo deja de ser el protagonista. Y aunque sigue siendo el centro en el que tiene lugar la experiencia, es una experiencia que proviene de más allá de los límites autoimpuestos por la conciencia Homo sapiens. Esto se debe al intercambio de conciencia-miedo (contracción) por conciencia-amor (expansión). De este modo, el contacto con nuestro Ser real, que no está confinado en un cuerpo, emerge en nuestra conciencia. Su mente es Todo, su identidad total, una, indivisible y eterna. En este punto, no hay nada que temer, pues nada está fuera de uno mismo y, al no temer, la conciencia se expande hasta desaparecer de nuevo en el recuerdo de su estado natural, tal como el Todo dispuso que fuera, tal como Él lo creó.

Primero nos dimos cuenta de que las cosas no pasaban por casualidad. Luego, que ocurrían para que pudiéramos aprender y evolucionar. Ahora es el momento de reconocer que el amor y sus efectos son lo único que existe y que el resto, sus matices y sus opuestos, son una mera ilusión dentro de la conciencia humana. ¿Quieres dar este paso? Detente ante lo que ves, piensas y sientes, pues es temporal, limitado y separado de un Ser que es eterno, ilimitado y uno con todo lo que existe. Deja que lo que hay detrás de todo lo que ves emerja a tu conciencia. Deja que todo lo que hay detrás de lo que piensas y sientes se revele ante ti. Para esto está diseñado el entrenamiento mental del libro de ejercicios de Un curso de milagros: entrena tu mente de forma sistemática para que te pares ante la ilusión de lo falso y puedas cruzarla. Todo te espera justo ahí detrás.

Yo, que escribo esto, y tú, que lo lees, somos el mismo Ser. Soy muy consciente de que le escribo esto a la parte de mí mismo que se reconoce en ti y que cree ser lo que tú eres. Que esto sea cierto o no, ya no depende de ti ni del mundo, sino de tu Ser real y de tu Creador, el cual comparte Su Mente contigo. Ésta es tu realidad y a su experiencia es a lo que Un puente a la realidad te invita. Dios o el amor, tal como Él se concibe a sí mismo, es lo único que existe y tú, al aceptar tu identidad, te conviertes en su testigo.

 

Quiero presentarte una nueva forma de pensar. Una nueva forma de ver y relacionarte con el mundo que no está vinculada a ninguna estructura anterior. No tiene ningún referente en sí misma. Se trata de un curso diseñado para ayudarte a alcanzar la experiencia de tu ser real. Su nombre es Un curso de milagros. En él no se ofrece una ideología, ni una filosofía emergente. Es simplemente un programa de estudios, acompañado de un marco de referencia teórico y un manual para los que deseen ayudar a extender este programa.

La terminología cristiana que el curso utiliza te resultará familiar únicamente a nivel formal. Si le concedes una oportunidad podrás comprobar que el contenido no tiene nada que ver con ninguna religión establecida. De hecho, Un curso de milagros no tiene que ver con nada que hayas leído antes. Si encuentras algún paralelismo con alguna otra forma de enseñanza es porque es la misma, pues no existe ninguna diferencia con ninguna enseñanza que tenga como objetivo mostrar la verdad de quién eres y de dónde estás.

Un puente a la realidad

Un puente a la realidad aparece como resultado de la extensión de una mente que practica este curso y tiene como objetivo presentarlo a aquellos que aún no lo conocen, y ayudar a los que ya lo practican. Es una forma más de acelerar el acceso a la experiencia que este curso ofrece. Lo único que te pido es que te sientas libre de experimentarte a ti mismo de otro modo. De otro modo respecto a cada instante en el que te encuentres. Y eso incluye a este instante.

Deja que Un puente a la realidad alcance tu mente, no trates de hacerlo tú. Sólo debes prestar atención de forma continuada a lo que usas para mantenerte alejado de tu realidad, pues eso es lo único que se te está ofreciendo. Una vez visto esto, déjalo pasar. Libre eres incluso de lo que siempre has pensado que era tu realidad. Nada en este universo pretende atarte a la condición de sufrimiento y separación en la que te encuentras. Siéntete, pues, libre de acompañarme durante la lectura de este libro a un nuevo lugar en tu mente. El lugar donde la necesidad de un cambio profundo en nuestras mentes se hace evidente. Deja a un lado todas tus ideas, todos tus referentes, todas las imágenes que crees que se encuentran almacenadas en tu mente y sé libre de sentir, pensar y encarnar a un nuevo ser. Cómo conseguirlo no nos concierne. Cada instante que dediques a observar la identidad que crees ser será utilizado para demorar este salto a tu nueva realidad. Deja ya de renunciar a Todo por estar observando y determinando lo que no es Nada.

Quiero, simplemente, que accedas a la verdad de quién eres. No tengo ninguna otra pretensión, pues no existe otra. Tenemos tiempo para que leas y un espacio para que te sientas dentro de él. No necesitas nada más. Deja que el tiempo y el espacio que usas tengan un nuevo significado. Usaremos el tiempo para salir de él lo antes posible, y el espacio en el que te encuentras para convertirlo en el lugar en el que reconocerás la necesidad de una alternativa real. Deja que el lugar y el momento en los que te encuentras ahora sean los últimos. Deja que sean completamente distintos a como tú los estableciste cuando entraste en ellos.

Se está gestando un nuevo estado en la conciencia humana al cual ya se tiene acceso. Lo único que se requiere es el reconocimiento de que la conciencia humana no existe como tal. Es el reconocimiento de que en el amor no hay nada más. Esta nueva conciencia incluye la humana. Un curso de milagros es el puente que une las dos orillas, donde desde un lado se ven dos conciencias unidas por una enseñanza y desde el otro sólo se ve amor y unidad. Una mente dividida, como lo es la humana, necesita un puente. Cuando ésta se da cuenta, éste aparece. Una vez cruzado, el puente desaparece.

Dios

Todos hemos sido creados por esta conciencia de amor absoluto, lo creamos o no. Sé que esta afirmación puede ofender a muchos de los que se consideran ateos o incluso agnósticos, así que permíteme explicarme. Me he encontrado a mucha gente que conoce Un curso de milagros, pero que lo dejaron de leer en el momento en que apareció la palabra Dios. Unos suelen declararse ateos o en conflicto con la religión que les fue enseñada desde pequeños como herencia cultural; otros se convirtieron en ateos después de haberse sentido presionados a creer en un dios que su sentido común o su intuición les dice que no existe. La verdad es que tienen toda la razón. El dios que ellos creen que no existe, en realidad no existe. Incluso el dios que muchos creen que existe, tampoco existe.

Dios no puede ser concebido, conceptualizado, abarcado, ni tan sólo observado. En el momento en que tienes un destello de lo que es su naturaleza, ésta te incluye a ti completamente y desapareces; dejas de tener opinión o valoración sobre Él. Simplemente sabes que Él es y tú eres junto con Él. La respuesta a la pregunta: ¿Y cómo es que tú lo sabes, si para saberlo deberías haber desaparecido? sólo puede ser respondida en realidad por ti, una vez lo has experimentado en ti mismo. Nadie puede contarte de forma comprensible la experiencia con Dios. No existe ninguna manera de expresar lo que no tiene forma.

Piensa en Dios por un momento. Obsérvalo. Incluso si no crees en Dios, mira la idea en la que no crees. Tómate unos instantes antes de seguir leyendo para mirarlo bien. Bien. Eso que has observado no existe. Ese dios no existe. Incluso el concepto más elevado que un ser humano pueda dar de Dios no es Dios. Son muchos los que saben o intuyen que existe una conciencia superior más allá de este mundo, pero, al no creer en el concepto de Dios que presentan las religiones, han generado otro concepto de Dios que encaje en su forma de ver esa idea de lo absoluto. Por eso nos encontramos con un dios de la nueva era o un dios que ama, pero que pone pruebas para que aprendas, o un dios que te da lo que pides, pero para el que tienes que aprender a pedir, porque si no, te puede dar algo que en realidad no quieres por no saber pedirlo. Incluso están los que, creyendo que la palabra Dios es masculina, crearon la Diosa. Todos estos dioses siguen siendo conceptos humanos y no tienen nada que ver en realidad con Él. Son arquetipos que la mente humana ha creado en respuesta a su necesidad de concebir algo superior a ella en un lugar en el que no se percibe a Dios.

En nuestra Historia, hemos matado en nombre de Dios y hemos provocado guerras entre culturas por tener distintos conceptos de Él. Pero todo esto no ha servido más que para demostrarnos cuán lejos hemos puesto a Dios de nuestras conciencias. Así que te sugiero que dejes de tratar de alcanzarle o de negarle, o incluso de defender la idea que tienes de Él, porque a lo que tú quieres llegar a unirte, defender o rechazar, va a ser siempre a tu concepto de Dios. Esto demuestra que la acción de tratar de alcanzarle y negarle son en realidad la misma, porque este gesto mental, esta actitud de creer que conoces lo que niegas o buscas, es todo lo que usas para evitar encontrarlo en realidad. Negar tu concepto de Dios o tratar de alcanzarlo no permite que el concepto que Dios tiene de Sí mismo te alcance a ti. La única manera de alcanzar a Dios es a través de Dios. Es como tratar de describir la realidad del Sol sin haber puesto tus pies en él o tratar de posarte en el Sol para describirlo. Antes de llegar a posarte, desaparecerías fundido. Sólo podrías conocer al Sol a través del Sol, pues él se conoce a sí mismo.

Las ideas que tú tienes acerca de todo ocupan su lugar y, a través de ellas, ves este mundo fragmentado, donde tú y Dios sois dos cosas separadas. En estados de conciencia donde la separación es una realidad, a Dios sólo se le puede percibir fragmentado. Y al ser Dios, tal como Él se concibe, lo único que existe, esto implica que el mundo que ves y las ideas con las que le das Vida no existen en realidad.

Tanto el que conoce el 99,99% de Dios como el que conoce el 0% de Dios conocen exactamente lo mismo de Él: nada. Éste es un buen punto de partida para empezar a abrirse a Él, así que voy a ofrecerte ahora la gran paradoja: Dios no tiene forma, pero tú, que eres parte íntegra de Él, dentro de este aparente universo fragmentado, si la tienes. Es por ello que el estado de forma (o cuerpo) implica amnesia divina. No recuerdas lo que eres, porque Dios no creó tu cuerpo ni el estado mental en el que crees que te encuentras ahora mientras lees esto. Dios te creó a imagen de Sí mismo. El resto fue una decisión que tú tomaste y olvidaste para poder mantenerla. Esto es a lo que llamamos conciencia humana y es a esa conciencia a la que va dirigido Un curso de milagros. Su propósito es que recuerdes que este mundo de separación, muerte, soledad, incomprensión, guerras y felicidad temporal lo creaste tú al decidir por él. Y que al recordarlo puedas así elegir de nuevo para poder ver cómo este mundo se desvanece ante tu mirada. Aquel que se libera de sus propias ideas acerca de Dios, sean cuales sean éstas, se da cuenta de que en realidad siempre recordó a su Creador, pues recordar a Dios es su estado natural, y se da cuenta entonces de que sólo dentro de una ilusión pudo haber creído experimentar otra cosa.

Yo

¿Qué he sido antes de ser yo?

El primer recuerdo que yo tengo como Sergi es el de yo mismo haciéndome esta pregunta; lo primero que recuerdo como pensamiento consciente y que pasó a formar el eje principal de toda la infancia. Mi objetivo era recordar quién era en realidad y encontrar qué es lo que se escondía detrás de ese yo que se hacía la pregunta. De lo único que estaba seguro en aquel momento, era que yo no era sólo aquel que se hacía la pregunta, sino algo mucho más extenso que no conseguía recordar totalmente.

La respuesta a esa pregunta siempre era inmediata y llegaba en forma de experiencia. Una experiencia que me llevaba al lugar fuera del que yo estaba haciendo la pregunta. En todos los casos siempre recibía la misma experiencia como respuesta: todo lo que veía frente a mí desaparecía como si fuera un decorado que se desvanecía y me veía siendo todo el universo. Cuando esta experiencia empezaba, recuerdo que sentía que mi cráneo se expandía como si fuera elástico, y cuando terminaba, un leve mareo. Lo único cierto que sabía de todo esto, era que nadie a mi alrededor lo experimentaba y que ni tan siquiera se preguntaban lo que me acababa de preguntar. Eso me hacía sentir solo, dentro de un lugar en el que únicamente experimentaba dudas e incertidumbre. Sergi era la amnesia, la incomprensión, la soledad y la pregunta. En cambio, la respuesta a esa pregunta era Todo. Recuerdo que a menudo me hacía la pregunta motivado por un sentimiento de nostalgia. Yo lo vivía como un juego, era un secreto que tenía y que me hacía sentir especial dentro de ese desconcertante lugar.

A medida que me fui haciendo mayor esta pregunta fue desapareciendo de mi mente. Me pasé toda mi adolescencia tratando de encajar en el mundo que veía. Usé todo lo que vivía en este mundo para tratar de crear un yo o una personalidad que encajara lo mejor posible en él, pero un día, cuando tenía veintiún años, recordé que yo no era eso que percibía de mí mismo y que el mundo en el que trataba de encajar era una mera ilusión, la cual no era más que una simple imagen de la totalidad, tal como la percibía mi pequeño yo.

Actualmente he reconocido la insensatez de tratar de luchar con esa idea de estar en un lugar ajeno, con una identidad que no es real. Hoy uso mi identidad aparente, al igual que muchos otros, como vehículo, como una tarjeta de visita a través de la cual el universo se presenta en este mundo. Esto es lo que veo en todos. Todos son una puerta específica que me lleva al mismo lugar, a la misma conciencia. No importa qué forma tenga la puerta, ni lo que la puerta piense de sí misma. Sólo importa mi deseo de cruzarla o quedarme a este lado observando una ilusión.

Ahora sé que esta condición de apariencia, que toma forma de yo, no es más que una ilusión limitada de mi verdadero yo. Un curso de milagros me invita en cada página a aprender a pasar por alto la percepción de lo que veo, pues no sólo no existe, sino que nubla mi visión ante mi verdadera identidad. Ésta es la enseñanza que uso para recordar que olvidé preguntarme: ¿Qué soy yo en realidad? y que la respuesta a esa pregunta siempre es dada. Sé que no existo tal y como me concibo a mí mismo separado de mi Creador, a pesar de tener un mundo a mi alrededor que no sólo no lo cree, sino que le aterra esta idea. Una vez has dejado de luchar con tu yo, sólo te queda llevarlo al límite de la existencia, poniéndole enfrente del espejo de la verdad. Y ante este espejo no hay reflejo; sólo ves un puente que te lleva de vuelta a tu realidad.