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Extractos - Eckhart Tolle

La realización de la conciencia pura

Por Eckhart Tolle

¿Es la presencia lo mismo que el Ser?

Eckhart Tolle

Cuando te haces consciente del Ser, lo que en realidad ocurre es que el Ser se torna consciente de sí mismo. Y ese acto por el que el Ser toma conciencia de sí mismo es la presencia. En el Ser, conciencia y vida son términos sinónimos; podríamos decir que presencia significa conciencia haciéndose consciente de sí misma, o la vida llegando a la auto-conciencia. Pero no te quedes pegado a las palabras y no hagas un esfuerzo por entender esta descripción intelectualmente. No necesitas entender las cosas antes de poder estar presente.

Entiendo lo que acabas de decir, pero parece implicar que el Ser, la realidad última trascendente, aún no está completo; está experimentando un proceso de desarrollo. ¿Necesita Dios del tiempo para su crecimiento personal?

Sí, pero sólo desde la perspectiva limitada del universo manifestado. En la Biblia, Dios declara: "Soy el Alfa y el Omega, y soy el que Vive". En el reino intemporal donde habita Dios, que también es tu hogar, el principio y el fin, el Alfa y el Omega, son uno, y la esencia de todo lo que ha sido y será está eternamente presente en un estado No Manifestado de unidad y perfección, trascendiendo totalmente cualquier cosa que la mente humana pueda llegar a imaginar o comprender. Pero en nuestro mundo de formas aparentemente separadas la perfección intemporal es un concepto inconcebible. Aquí, incluso la conciencia, que es la luz emanada de la Fuente eterna, parece estar sujeta a un proceso de desarrollo, aunque esto se debe a las limitaciones de nuestra percepción. La cosa cambia si consideramos el proceso en términos absolutos. En cualquier caso, permitidme que siga hablando un poco más de la evolución de la conciencia en este mundo.

Todo lo que existe tiene Ser, tiene esencia divina, tiene algún grado de conciencia. Incluso la piedra tiene una conciencia rudimentaria; si no fuera así, no sería, y entonces sus átomos y moléculas se dispersarían. Todo lo que existe está vivo: el Sol, la tierra, las plantas, los animales, los seres humanos...; todos somos expresiones de la conciencia en sus diversos grados, conciencia manifestada en la forma.

El mundo surge cuando la conciencia toma formas, tanto formas mentales como formas materiales. Mira los millones de formas de vida existentes tan sólo en este planeta, en el mar, en la tierra, en el aire..., y cada forma de vida está repetida millones de veces. ¿Con qué fin? ¿Hay alguien o algo que está jugando un juego, un juego con las formas? Esto es lo que se preguntaban los antiguos sabios de la India. Consideraban que el mundo es Lila, el juego divino de Dios. Evidentemente, las formas de vida individuales no son muy importantes dentro de este juego. En el mar, la mayoría de las formas de vida no sobreviven más de unos segundos después de nacer. La forma humana también regresa al polvo rápidamente, y cuando desaparece es como si nunca hubiera existido. ¿Podemos decir que éste es un destino trágico y cruel? Sólo pensaremos así si creamos una identidad separada para cada forma, si nos olvidamos de que su conciencia es la esencia divina expresándose en la forma. Pero no llegas a saber realmente que esto es así hasta que alcanzas tu esencia divina, la conciencia pura. [...]

La conciencia toma el disfraz de las formas hasta que éstas alcanzan tal complejidad que se pierde completamente en ellas. Entre los seres humanos contemporáneos la conciencia está totalmente identificada con su disfraz. Sólo se conoce a sí misma como forma, y por tanto vive con un miedo permanente a la aniquilación física y psicológica. Es la mente egotista, que produce una disfunción considerable. Actualmente, da la sensación de que algo ha ido muy mal en el proceso evolutivo, pero hasta eso es parte del Lila, del juego divino. Finalmente, la presión del sufrimiento generado por esta aparente disfunción obligará a la conciencia a desidentificarse de la forma y a despertar del sueño de la forma: así se recupera la auto-conciencia, pero a un nivel mucho más profundo que cuando se perdió. [...]

¿Puedes entender ahora el significado más amplio y profundo de mantenerse presente como observador del proceso mental? Cuando observas la mente, retiras conciencia de las formas mentales, y esa conciencia se convierte en el observador o testigo. En consecuencia, el observador —conciencia pura más allá de la forma— se fortalece, y las formaciones mentales se debilitan. Cuando hablamos de observar la mente estamos llevando a la esfera personal un evento de significado cósmico: a través de ti, la conciencia está despertando de su sueño de identificación con la forma y se está retirando de la forma. Esto presagia un suceso —y a la vez forma parte de él— que probablemente aún queda en un futuro lejano. Ese suceso es el fin del mundo.

 

Cuando la conciencia se libera de su identificación con las formas físicas y mentales, se convierte en lo que llamamos conciencia pura o iluminada, o presencia. Esto ya ha ocurrido en unos pocos individuos, y parece estar destinado a suceder en breve a gran escala, aunque la garantía de que se produzca no es absoluta. La mayoría de los seres humanos aún están en manos de la conciencia del ego: identificados con la mente y dirigidos por ella. Si no consiguen liberarse poco a poco de la mente, ésta acabará por destruirles. Experimentarán cada vez más confusión, conflicto, violencia, enfermedad, desesperación, locura. La mente egotista es como un barco que se hunde. Si no saltas, te hundirás con él. La mente egotista colectiva es la entidad más destructiva y peligrosamente loca que ha habitado este planeta. ¿Qué crees que ocurrirá en el planeta si no cambia la conciencia humana? [...]

No hay nada personal en lo que hacemos: yo no te estoy enseñando. Tú eres la conciencia escuchándose a sí misma. Hay un proverbio oriental que dice: "El maestro y el discípulo, juntos, crean la enseñanza". En cualquier caso, las palabras mismas no son importantes. No son la Verdad; sólo la indican. Yo hablo desde la presencia, y mientras hablo, tal vez seas capaz de unirte a mí en este estado. Cada una de las palabras que uso tiene una historia y viene del pasado, como todo lenguaje, pero las palabras que os digo ahora son portadoras de la elevada frecuencia energética de la presencia, independientemente de su significado concreto.

El silencio es un portador de la presencia aún más poderoso que las palabras; por eso, cuando leas esto o me escuches hablar, toma conciencia de los silencios que hay entre las palabras y por debajo de ellas. Sé consciente de las brechas, de la discontinuidad. Escuchar el silencio, donde quiera que estés, es un modo fácil y directo de estar presente. Aunque haya ruido, siempre hay silencio en medio y por debajo de los sonidos. Escuchar al silencio crea inmediatamente una quietud dentro de ti. Sólo la quietud interna puede percibir el silencio externo. ¿Y qué es la quietud sino presencia, conciencia liberada de las formas pensamiento? Ésta es la realización viva y práctica de lo que hemos comentado.

 

Aún no estoy seguro de entender plenamente a qué te refieres con la palabra Ser

"¿Agua? ¿A qué te refieres cuando dices agua? No lo entiendo". Esto es lo que diría un pez sí tuviera mente humana.

Por favor, dejad de intentar entender el Ser. Ya habéis tenido atisbos significativos del Ser, pero la mente siempre intentará comprimirlo en una cajita y ponerle una etiqueta encima. Eso no puede hacerse. El Ser no puede convertirse en un objeto de conocimiento. En el Ser, sujeto y objeto se funden en uno.

El Ser puede sentirse como el Yo soy omnipresente que está más allá del nombre y de la forma. Sentir y, por tanto, saber que eres, residiendo en ese estado profundamente enraizado, es iluminación: la verdad que Jesús afirma que te hará libre.

¿Libre de qué?

Libre de la ilusión de que no eres más que tu cuerpo físico y tu mente. Esta "ilusión del yo", como la llama Buda, es el error fundamental. Libre del miedo con sus incontables disfraces, que es la consecuencia inevitable de esa ilusión, del miedo que será tu tormento constante mientras derives tu identidad exclusivamente de esta forma efímera y vulnerable. Y libre del pecado, que es el sufrimiento que inconscientemente te causas y causas a otros cuando ese sentido ilusorio del yo gobierna lo que piensas, dices y haces.