Extractos - Tony Parsons
Nada que encontrar, nada que conseguir
Por Tony ParsonsLa palabra sánscrita Advaita señala hacia algo de lo que no se puede hablar. Aunque hablemos mucho, nunca podemos llegar a describir aquello de lo que estamos hablando. Y tampoco puede ser comprendido o conocido.
La palabra Advaita también apunta hacia la futilidad de la idea de que hay algo separado de otra cosa llamada unidad. De modo que no hablaremos de alcanzar un estado; no estamos aquí para intentar alcanzar estados de dicha, ni quietud ni silencio, ni siquiera de conciencia. Ninguna cantidad de auto-indagación llevará al buscador a eso que ya es. De modo que aquí no buscaremos nada, porque no hay nada que encontrar ni nada que conseguir.
Aquello de lo que hablamos es tan evidente que es completamente oscuro, y es tan abierto que es absolutamente secreto. Cada vez que alguien trata de conseguirlo, se mantiene oculto. Cada vez que lo buscamos, no lo vemos. No puede ser alcanzado, no puede perderse, no puede enseñarse, no puede darse y no puede quitarse.
No puede hablarse de ello ni entenderse, porque ya es nada y todo. No sólo es la mayor cosa en esta habitación, es la única cosa que hay en esta habitación: es lo único que surge en esta habitación. Es todo lo que está ocurriendo en esta habitación. Y dentro de ello, dentro de lo que buscamos, estamos nosotros buscándolo. Y por tanto la búsqueda del ser también es el ser buscando. Y siempre que pensamos que estamos separados de ello, o experimentamos que estamos separados de ello, inevitablemente estamos buscándolo.
El buscador sólo existe en el movimiento por encontrar lo que sueña haber perdido. Y se está moviendo para encontrar algo que está totalmente inmóvil. El paso del tiempo y la búsqueda son movimientos para intentar encontrar algo que es intemporal e inmóvil.
Aquello de lo que estamos hablando no tiene nada que ver contigo ni conmigo, no tiene absolutamente nada que ver contigo ni conmigo. No tiene nada que ver con la experiencia personal. Tú no vas a entender esto, nadie va a entender esto, porque se trata de que ahí no hay nadie. Yo no lo he entendido. Yo no sé nada que tú no sepas, y no tengo nada que tú no tengas, pero algo se ha perdido.
Esto tiene que ver con la pérdida, con la pérdida total. Es la pérdida de algo en lo que creemos ―hemos llegado a creer que somos individuos―, que somos individuos separados con libre albedrío y capacidad de elección, y que podemos hacer algo para que nuestras vidas funcionen en el mundo, y de algún modo la mente trata de ayudarnos en este cometido. Pero algunos de nosotros somos más sensibles a la idea de que la vida no consiste únicamente en tener éxito, ni en ser rico y todo eso.
Y entonces buscamos en la religión, o buscamos en la terapia o en la meditación, o nos dedicamos a la auto-indagación: buscamos en la escuela de iluminación aquello que nos lleve a sentirnos completos. Sabemos que hay algo que no está completo. Esto no es, no del todo. Algo está ligeramente desviado; hay algo más. ¿Se trata de la iluminación?
Y entonces la mente pinta un cuadro de cómo es la iluminación. La iluminación es dicha, omnipresencia, poder absoluto, todo el mundo te quiere, tú quieres a todos y vas caminando por ahí rodeado de una preciosa neblina rosa. (Risas.) La gente viene a ti y te dice: "He oído que estás iluminado", y tú les respondes: "Sí. (Risas.) Bueno, ¿quieres dar una charla a algunos amigos míos?", y tú dices: "Sí, de acuerdo ... " Y vas y hay unos cuantos amigos y tú les cuentas cómo te iluminaste y eso les encanta ―eso suena bien―, y ellos te miran y estás muy sereno; es evidente que estás completamente de una pieza y en estado de dicha. Pero ellos quieren ser como tú, y sus amigos también quieren ser como tú, de modo que vienen más amigos y tú tienes más gente en la sala, y al final tienes que ir a una sala más grande, pues el público aumenta. Y entonces le dices a tu amigo: "Bueno, sabes, estoy aquí abajo, a este nivel; quizá debería estar sobre una plataforma, tal vez debería tener un asiento más grande para que la gente pueda verme. "
Sabes, tenemos esta idea..., la mente tiene una idea de cómo es la iluminación; es la lotería, la lotería espiritual. Es la mayor lotería que puedas ganar. Es mejor que ganar cien millones de euros porque lo tienes todo; simplemente estás ahí, estás totalmente seguro, te sientes dichoso y todo es maravilloso.
Y ahí reside la dificultad porque, por supuesto, en realidad la iluminación no es así en absoluto. La iluminación, la liberación, es total y absolutamente ordinaria. No es maravillosa. No es dichosa, no es la respuesta a todas las cosas. La vida sigue. Sigue tal como seguía antes. Y lo que se abandona en la liberación es el sentido de que haya alguien a quien le está ocurriendo la vida. La liberación es ausencia, la liberación es pérdida, la pérdida de la separación. Y en esa pérdida, el vacío se llena.
Ese vacío también es plenitud. En la nada ―cuando no hay nada― el todo llena la nada.
Plantea cualquier pregunta, no importa qué pregunta plantees. Si surge una pregunta, está ahí para surgir y encontrarse con la nada, y ser respondida por la nada. La mente nunca puede llegar a ninguna parte con esto.
Esto es totalmente simple, absolutamente simple, y muy difícil. Es muy simple porque es totalmente evidente, y es difícil porque el individuo tiene miedo de ello: la idea de perder la individualidad le atemoriza.