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Extractos - Chögyal Namkhai Norbu

Claustro
Lukhang Murals, detail ©Thomas Laird, Murals of Tibet

La vía de la auto-liberación

Por Chögyal Namkhai Norbu

Las enseñanzas Dzogchen son conocidas también con el nombre de Atiyoga, o «yoga primordial». La palabra yoga se utiliza aquí en sentido equivalente al término tibetano naljor, que significa «poseer la condición auténtica», condición que es el estado primordial de cada individuo. Otro nombre para el término Dzogchen es «la enseñanza del estado de la mente de Samantabhadra», o iluminación primordial (1). El método practicado en el sendero del Dzogchen se llama «auto-liberación» porque se basa en el conocimiento y la comprensión. Pero no se trata de que haya un objeto que tenga que ser conocido; más bien es una cuestión de entrar en la experiencia de un estado más allá de la mente racional, el estado de la contemplación. Sin embargo, no hay forma de poder comprender este estado si no se toma a la mente como punto de partida. Por eso se dice que el sendero de auto-liberación está más relacionado con el factor de la mente que los senderos de la renuncia (Sutras) y de la transformación (Tantras). En el Dzogchen, la introducción al estado inherente del individuo se transmite directamente por medio de una explicación de la base primordial de la existencia, que es la condición original de todos los seres.

Tanto en los Sutras como en los Tantras, uno de los conceptos fundamentales discutidos es el de «naturaleza de la mente», la verdadera condición de la mente, que está más allá de los límites del intelecto y del tiempo. El principio básico es aquí el de vacuidad o shunyata, la doctrina central del Mahayana. El significado del término vacuidad, tal como es utilizado en la Prajñaparamita (2), se refiere a la ausencia de sustancialidad, o de naturaleza propia, de todos los fenómenos, que es la condición inherente real de toda existencia (3). En lo concerniente al individuo, esta condición es referida como «naturaleza de la mente».

En las enseñanzas Dzogchen se utilizan numerosos términos para indicar la naturaleza de la mente, entre los que figuran: la «base primordial»; la «base de todo»; la «esencia de la bodhichitta primordial», etc. Este último término se encuentra en numerosos textos Dzogchen antiguos y será útil para explicar su significado.

En el Mahayana, la bodhichitta implica un sentido de compromiso, basado en el sentimiento de compasión universal, de conducir a todos los seres a la iluminación. En particular, se distinguen dos tipos de bodhichitta: relativa y absoluta. La bodhichitta relativa consiste en el entrenamiento de los propios pensamientos para desarrollar la intención de hacer el bien a los demás, y en la expresión real de acciones altruistas. La bodhichitta absoluta es el conocimiento de la vacuidad de todos los fenómenos, y se acerca al concepto de «bodhichitta primordial» en el Dzogchen.

Cuando se traduce al tibetano, bodhichitta se convierte en «chang chub sem», un término construido con tres palabras: «chang», que significa «purificada»; «chub», que significa «perfeccionada», y «sem» que significa «mente». Aquí, «mente» indica la «naturaleza de la mente»; «purificada» significa que todos los obstáculos y las negatividades han sido purificados; y «perfeccionada» significa que todos los logros y cualidades han sido realizados. La bodhichitta primordial es, pues, el estado del individuo, que es, desde el principio, perfecto y sin obstáculos, y que comporta, en potencia, todas las diferentes manifestaciones de la energía. Es una condición que está mas allá del tiempo, más allá del dualismo, pura y perfecta como la naturaleza de un espejo. No obstante, si no se conoce, no se manifiesta, y se hace necesario eliminar los obstáculos momentáneos que la oscurecen.

En las enseñanzas Dzogchen, el estado primordial de la base no queda delimitado únicamente por su aspecto vacío, sino que se dice que posee tres características, llamadas las «tres sabidurías primordiales»: la esencia, la naturaleza y la energía.

La esencia es la vacuidad, la condición real del individuo y de todos los fenómenos. Esta base es la condición de todos los seres, sean o no conscientes de ello, estén iluminados o en la transmigración. Se dice que «es pura desde el principio», porque, como el espacio, está libre de obstáculos, y es la base de todas las manifestaciones en la existencia.

La manifestación del estado primordial en todos sus aspectos, su «claridad», es llamada, por otro lado, naturaleza. Se dice que es «auto-perfecta», porque existe espontáneamente desde el origen, como el sol que brilla en el espacio. La claridad es la cualidad pura de todo pensamiento y de todo fenómeno percibido, no contaminada por el juicio mental. Por ejemplo, cuando vemos una flor, percibimos primero su imagen sin que la mente entre a juzgarla, aunque esta fase de la percepción no dure mas que una fracción de segundo. Después, en una segunda fase, el juicio mental entra en juego y se categoriza la percepción al juzgar: «Esto es una flor, es roja, tiene un perfume específico y todo lo demás.» A partir de esto, se desarrolla el apego o la aversión, la aceptación o el rechazo, con la consecuente creación de karma y transmigración. La claridad es la fase en la que la percepción es vívida y presente, pero donde la mente no ha entrado aún en acción. Es la manifestación espontánea del estado del individuo. Lo mismo se aplica a los pensamientos: si no los seguimos, y no caemos prisioneros del juicio mental, forman parte igualmente de nuestra claridad natural.

La tercera de las tres sabidurías primordiales es la energía. Su característica es que se manifiesta sin interrupción. En el Dzogchen, la explicación de la energía es fundamental para comprender la base. Todas las dimensiones, ya sean puras o impuras, materiales o sutiles, son manifestaciones de un aspecto u otro de la energía. Para explicar cómo se producen tanto la transmigración como la iluminación, se describen tres formas de manifestación de la energía. Estos tres modos de energía se llaman: «tsel», «rolba» y «dang», nombres que no pueden ser traducidos a lenguas occidentales.

 

La práctica del Dzogchen se apoya en dos aspectos fundamentales de la naturaleza del individuo: el estado de calma mental y el movimiento de los pensamientos, a través de los cuales uno debe ser capaz de encontrarse en el estado de presencia. Algunas tradiciones budistas otorgan mucha importancia a la meditación sentada que tiene como finalidad lograr un estado de calma, conocido como «shinay», en el que la mente permanece relajada en una condición sin pensamientos o no perturbada por sus movimientos. Sin embargo, en tales estados se corre el riesgo de caer en la somnolencia, con lo que el progreso de la práctica quedaría bloqueado. Esta es la razón por la que en la práctica del Dzogchen se considera importante saber cómo trabajar con la energía del movimiento mismo, que es un aspecto inherente al individuo.

En el Tantrismo, la práctica se fundamenta igualmente en el trabajo con el movimiento, pero se trata en este caso de un movimiento imaginario, creado por la mente. El objetivo aquí no es encontrar un estado tranquilo sin pensamientos. Más bien se trata de crear, trabajando con la imaginación, la dimensión pura del mandala, comenzando por los elementos de aire, agua, fuego, etc. Esta actividad es movimiento, pero hasta que se realice el Mahamudra, no resulta fácil integrar la propia energía con el movimiento ordinario de la dimensión material.

En el Dzogchen se practican diversos métodos de utilización de la energía, pero no están basados en la actividad de la mente. Su principio es la integración directa de las manifestaciones de la energía en el estado de presencia. No se establece diferenciación, ya aparezca en la mente la visión pura de un mandala, o ante nuestros ojos la visión kármica de una habitación: las dos son consideradas parte de nuestra claridad. Si uno se encuentra en un estado de calma, o en una manifestación pura del movimiento, las dos son experiencias y no son el estado de contemplación como tal. En el estado de presencia, que permanece siempre el mismo en relación con millares de experiencias diferentes, todo lo que aparece se libera espontáneamente en sí mismo. Esto es lo que se entiende como «auto-liberación».

Esta auto-liberación es exactamente lo que conviene aplicar a nuestra conducta en la vida cotidiana. Volviendo al ejemplo de la pasión de la cólera, hemos descrito las diferentes maneras en que reaccionaría un practicante del sendero de la renuncia y un practicante del sendero de la transformación. También hemos dicho que la transformación de las pasiones en sabiduría, que es el método de los tantras, requiere un alto nivel de capacidad, como resultado de largos años de entrenamiento. No obstante, en el concepto de transformación, persiste todavía un matiz de dualismo. Es decir, hay por un lado una pasión y por otro su transformación en sabiduría. Pero un practicante de Dzogchen, en el instante en que se encoleriza, no intenta ni bloquear ni transformar la pasión, sino que la observa sin juzgarla. Así, la pasión, en este caso la cólera, se disolverá por sí misma al haber sido dejada en su condición natural, lo cual permite que se auto-libere.

En general, cuando un pensamiento o una pasión aparecen, pueden distinguirse dos fases distintas. En la primera aparece el movimiento, de cólera por ejemplo, y en la segunda uno se implica en el juicio mental y entra en acción. Para aplicar el método de auto-liberación, es importante observar el momento en el que la mente no ha comenzado todavía el proceso de juicio. Cuando se mantiene el estado de presencia, cualquier pensamiento o movimiento puede compararse a una nube del tamaño de un huevo, que crece poco a poco hasta que llega a ser tan grande como una montaña y finalmente, de la misma forma que apareció, se va haciendo mas pequeña hasta que se esfuma completamente.

El conocimiento del estado de auto-liberación es el fundamento de la práctica Dzogchen. Se dice que «el practicante Dzogchen medita sin meditar», lo que aunque parezca un juego de palabras, no es más que la realidad. Lo más importante es no distraerse nunca, manteniendo el estado de presencia en cada momento.

Notas:
  1. Samantabhadra, el Buda primordial, es el símbolo del estado del Dharmakaya. Se le representa desnudo, sin ornamentos, de color azul, para mostrar la pureza de la esencia y la profundidad de la vacuidad.
  2. El ciclo de sutras conocido como Prajñaparamita, el punto más elevado de las enseñanzas Mahayana, se considera que es una revelación de Nagarjuna, el famoso maestro indio que fue fundador del sistema de filosofía Madhyamika o Sendero Medio.
  3. Para entender correctamente el concepto de vacuidad, se dan en los sutras los ejemplos del «cuerno de liebre» y el «cuerno de toro». Nunca ha existido un cuerno de liebre y por lo tanto no tendría sentido negar su existencia. Sin embargo, si negamos la existencia de un cuerno de toro, estaríamos negando la existencia de algo que consideramos real y material. De la misma forma el «vacío» no es un atributo o «condición abstracta» de las cosas, sino que es la verdadera naturaleza de su materialidad.
Fuente: Chögyal Namkhai Norbu. Dzogchen - el estado de autoperfección (La Llave, 2008)