Extractos - John David
La ola y el océano
La ilusión de la separación
Por John DavidLos seres humanos hemos llegado a percibirnos a nosotros mismos como separados del mundo a nuestro alrededor. Estamos condicionados para creer en la dualidad. Este gran malentendido es la fuente de nuestro sufrimiento. Si creemos que estamos separados, entonces creemos que todas nuestras experiencias y emociones están causadas por el mundo y por las otras personas. Muy dentro de nosotros sabemos qué es verdad y qué no, simplemente lo hemos olvidado. En la verdad solo hay uno, y en el uno no hay y nunca hubo ningún sufrimiento.
En el ferry de Calais a Dover, mientras viajaba a Londres por una reunión, sentado junto a la ventanilla, disfrutaba de una buena vista sobre el Canal de la Mancha. Mirando afuera podía ver las olas interminables surgir de la inmensidad cubiertas de espuma. Algunas enormes y llenas de algas engullían a las de alrededor, otras apenas emergían eran tragadas. Incluso las más grandes, tan pronto aparecían se fundían entre ellas o chocaban contra el costado del ferry y se volvían a hundir en el océano. Una eternidad de breves expresiones individuales.
Si miras desde la perspectiva de una ola, puedes pensar "soy una ola y puedo veros a todas vosotras, las otras olas, ahí fuera". Todos mis condicionamientos me han llevado a creer que soy una ola separada de las otras, pero mirando desde otro punto de vista, veo que todas las olas son siempre parte del océano. Todo es el océano. No hay separación real. Las olas nunca están separadas del océano y nosotros nunca estamos separados de la consciencia.
Supongo que cuando un bebé está en el seno materno, no experimenta ninguna sensación de separación o individualidad, sino una unidad absoluta con la existencia a través de la madre. Cuando nace y se cría en íntimo contacto con el cuerpo de la madre, todavía es uno con ella. Con el tiempo, los padres y cuidadores del bebé le señalan y reafirman nombres y conceptos sobre él mismo así como sobre todas las demás personas, objetos y experiencias de su vida. Muy paulatinamente esta experiencia de la existencia cambia de la unidad absoluta al hábito de la separación.
Este es el inicio del juego del "yo" y del "tú". Como seres humanos estamos condicionados a percibirnos como separados, cuando la verdad es que somos uno con el todo, lo mismo que la ola con el océano.
Mientras vamos creciendo, el condicionamiento se vuelve de forma progresiva más y más convincente, respaldado por el mundo en el que crecemos y que conocemos hasta que sin darnos cuenta, nos convertimos en individuos diferenciados y hablamos de "mi" novio, de "mi" deportivo rojo e incluso de "mi" vida. Estamos separados del todo. Vemos el mundo ahí afuera mientras que yo estoy aquí, completamente separado.
En el encuentro de Londres estaba todavía tan impresionado por la travesía y las imágenes de las olas que el tema estaba reciente en mi cabeza; entonces un joven salió a hablar conmigo.
A menudo siento presión al enfrentarme a la vida. Cuando me encuentro más abierto, hay un sí para lo que está sucediendo. Pero la mayoría de veces me encuentro inquieto y desconectado.
Eso es porque te identificas con un "yo" separado. Todo lo que dices se relaciona con este "yo". Cuando está cerrado sientes separación y cuando se abre te sientes conectado. ¿Qué pasa si quitas el "yo"?.
Aparece impotencia.
Lo que también es el "yo" sintiéndose indefenso. Cuando de verdad quitas el "yo", ¿qué queda?
Me doy cuenta de que quiero aferrarme a él todo el tiempo. Quiero confiar, pero no me atrevo.
Si quitas el "yo" queda solo presencia. Hay una entidad cuerpo-mente vacía y cuando pasa algo, aparece una respuesta. Esta respuesta no viene de "mí", sino de algún lugar más profundo.
Yo no lo experimento así. Si tengo que decidir algo, siento como una responsabilidad de permanecer en este "yo". Por lo tanto cuando me enfrento a una situación incómoda, no puedo ser espontáneo. Me cuesta mucho tiempo ver cómo me siento... quizás enfadado o amigable o reservado... y al final aflora algo de confianza.
Yo diría que eres una víctima del "yo". Lo ves todo desde la posición del "yo". ¿Te has preguntado alguna vez quién es este "yo" y si puedes encontrarlo?
Creo que es como un extraño.
El "yo" que normalmente creemos que somos, ha sido creado poco a poco durante muchos años a través de los condicionamientos, la imitación y la identificación. Podríamos llamarlo el ser falso. Experimentamos el mundo desde este "yo" ilusorio, nos lo creemos absolutamente y nos identificamos con él. Algunas veces es confiado y otras no. El resultado es lo que estás describiendo, separación. Por lo tanto surge la pregunta, "Si yo no soy quien creo ser, este "yo" con el que me identifico, entonces, ¿quién soy yo?". Cuando investigamos en profundidad, descubrimos que el falso ser o el pequeño "yo" existe solamente como recuerdos del pasado o proyectos del futuro.
Se reduce a todas esas memorias, ambiciones, deseos, esperanzas y miedos. Conforme pasa el día, nos relacionamos con todo lo que aparece desde este "yo". Estamos ocupados con nuestros conceptos, ideas y creencias e intentamos controlar o manipular nuestras vidas para que sean lo que "yo" quiero.
Mediante el análisis del ser falso, todas nuestras ideas y conceptos erróneos se desmoronan para dejar al descubierto lo que siempre hemos sido, lo que llamamos el Ser o el eterno Ser. Entonces vivimos presentes en el fluir de la vida. Las olas se calman y vemos el vasto océano azul que siempre estuvo ahí. Eso es lo que somos. Todo fue sencillamente un enorme malentendido, una identificación errónea.
Cuando era joven, estuve viviendo tres años en Tokio y, a menudo, sufría una terrible sensación de separación. Esta temporada en Japón resultó ser muy importante para mí, porque me obligó a observarme a mí mismo, cosa que nunca había hecho antes. Al mirarme en el espejo de los japoneses, empecé a ver los condicionamientos británicos con los que, evidentemente, me había identificado toda mi vida.
Esta identificación, en la que nos reconocemos más como una ola que como el océano, es lo que llamamos el ego. Nos identificamos con algo que nosotros mismos hemos construido a través del proceso normal del crecimiento y las influencias de la familia, amigos, sociedad, religión y cultura. Esto es completamente normal y por supuesto, si todo el mundo a nuestro alrededor está ocupado construyendo su ego, nosotros también pondremos todo nuestro esfuerzo en ello. Hay tanto apoyo al ego dentro de la sociedad, que somos incapaces de ver su estructura o su falsedad.
Un hombre que llegaba tarde a una reunión muy importante, buscaba desesperadamente un hueco en un parking atestado. Mirando al cielo suplicó, "Señor, si me encuentras un sitio para aparcar prometo volver a la iglesia otra vez". Apenas acababa de pronunciar estas palabras, cuando apareció un sitio justo enfrente de su coche. El hombre miró hacia arriba y dijo, "No importa, ya he encontrado uno".
Cuanto más sólidamente fabriquemos nuestro ego, más éxito tendremos en aquello que queramos conseguir. Podemos llegar a ser el jefe, el presidente o la persona más rica. Hay otra clase de ego, el que se hace a sí mismo pequeño y quiere ser una víctima, un perdedor. De una u otra manera todo el mundo está compitiendo. Sentimos que tenemos que defender esta construcción, esta fortaleza que hemos levantado.
Esta estructura dentro de nuestra mente, se refleja en el mundo. Puedes verla por todas partes. Cuando nos hacemos una casa, primero la rodeamos con una valla, esto define los bordes del ego, y luego una gran puerta al frente. Quizás instalemos una cámara de seguridad o pongamos un vigilante que proteja nuestra fortaleza.
A veces abrimos la puerta de nuestro castillo e invitamos a nuestros amigos. Estos son un grupo de gente que tienen las mismas ideas que nosotros. Hacen las mismas cosas que nosotros y reafirman totalmente nuestra identidad. Visten la ropa adecuada, van a los mismos sitios y refuerzan plenamente nuestra idea de nosotros mismos. Luego hay otro grupo de gente, los enemigos. Por supuesto la puerta no se abre para ellos. Esta es la gente cuyas ideas difieren radicalmente de las nuestras, así que no les invitamos a nuestro castillo.
Observar tu ego puede ser muy incómodo porque todo el mundo adora su construcción egoica. Después de todo, crees que eso eres tú. Este es el trabajo de tu vida. Tu creación más grande, "mi vida", "mí" es precisamente lo que se interpone en el camino; te impide vivir en libertad, vivir tu auténtica naturaleza.
No tienes que hacer nada para ser quien eres. Esta es la verdad dondequiera que te encuentres en la vida, cualquiera que sea el camino que estés recorriendo. En el camino espiritual, te sientes inexplicablemente arrastrado hacia algo mucho más profundo que eso que crees ser. Pero incluso cuando te conviertes en un buscador espiritual, lo que estás buscando es lo que siempre has sido.
Lo único que te impide verlo, es tu identificación con el ser falso. Todas tus creencias, todas tus ideas y juicios solo se interponen en el camino. Estás condicionado por ciertas ideas. Las llamas "mis" ideas, pero si de verdad empiezas a examinarlas, enseguida te darás cuenta de que la mayoría son las ideas de otras personas, y que tú simplemente las estás repitiendo. Cuando algo ocurre en tu vida, reaccionas según esas ideas y creencias. Y así es, más o menos, como vivimos todos. Si eres muy sincero, te darás cuenta de que no eres más que una especie de robot condicionado. Lo cual, por supuesto, no es muy agradable.
Si nunca habías oído hablar de estas cosas antes, puede ser realmente impactante porque significa que todo con lo que has estado identificado no es verdad, es una ilusión. Tu propia mente ha creado esta ilusión. Es como una película que transcurre veinticuatro horas al día durante todo el año, durante toda tu vida, pero tú eres el único que la mira. Todos los demás están ocupados viendo su propia película y por tanto todos nos sentimos separados. Mantener esta dualidad requiere un gran esfuerzo, pero todo el mundo lo hace.
La realidad es que nunca has estado separado. Siempre has sido parte del todo. Puede parecerte que no es así porque cuando miras a tu alrededor, ves muchos cuerpos y es fácil sentir que estás separado, pero si de verdad comprendes, entonces no es así. Nunca dirías que las olas están separadas del océano y, del mismo modo, tú nunca estás separado de la consciencia. Eres absolutamente uno con ella.