Libros - Ana María González Garza
La espiral de la conciencia
De la fragmentación a la unidad
La vida es un proceso de búsqueda, encuentros, certezas, incertidumbre, luces y sombras, muerte y renacimiento...
En sus giros ascendentes y descendentes, el proceso evolutivo de la conciencia se asemeja a una espiral: de lo inferior a lo superior, de la materia al espíritu, entretejiendo los hilos de la existencia en una trama multicolor en la que lo diverso se transforma en universo.
Al liberarse de los apegos que la encadenan, la conciencia llega a la profunda comprensión del significado de la vida y la muerte, que le permite levantar el vuelo hacia el universo infinito y trascendente del espíritu.
Ana María González Garza nos invita a cobrar consciencia de nuestras propias inquietudes y experiencias, y emprender nuestra propia búsqueda hacia un nuevo horizonte en el que la dualidad se transforma en unidad y la conciencia despierta a su verdadera esencia en su tránsito hacia lo infinito.
Ana María González Garza
Ana María González Garza es doctora en Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana en México. Como pionera del enfoque transpersonal-holístico en el mundo hispanoparlante, ha dedicado su vida a la promoción y aplicación práctica del proceso evolutivo integral de la conciencia.
Es autora de varias obras como Colisión de paradigmas, Educación holística, Enfoque centrado en la persona y Caminos de trascendencia.
Detalles del libro:
- Título: LA ESPIRAL DE LA CONCIENCIA
- Subtítulo: De la fragmentación a la unidad
- Autora: Ana María González Garza
- Prólogo de: Héctor Sevilla
- Editorial: Kairós
- Año de edición: Noviembre 2022
Del Prólogo
El camino al que nos invita esta obra está por encima de las letras, las supera y trasciende. Como González Garza nos indica, su texto ha sido fruto de dos años de confinamiento, pero también deriva de su esfuerzo sostenido por liberar su conciencia. El continuo proceso de la vida nos hace morir y renacer a cada instante, de ahí que evolucionamos y somos recreados múltiples veces. El libro nos hace notar la importancia del origen y plantea el valor de la muerte: inicio y final, alfa y omega, punto de partida y de llegada.
El hilo que entreteje la obra de Ana María es la conciencia, la cual se menciona innumerables veces desde la primera hasta la última página. La estatura de la conciencia influye de manera constante en nuestra vida, de eso deriva su importancia. Si no estamos atentos, se nos dice, multiplicaremos los proyectos fallidos que están centrados en el ego y la dependencia. Requerimos de la conciencia para desentrañar la noción de «esa chispa de amor divino que permanece latente en lo profundo del ser». La obra que está en nuestras manos nos hace notar que el amanecer de la conciencia no sucede por sí solo, requiere de voluntad.
El desarrollo de la conciencia nos acerca a la unidad, la que realmente somos si nos desnudamos de aquello que nos estorba. La plenitud de las personas no sigue el curso de una línea diagonal, sino el de una espiral que se ondula en diferentes direcciones. Eso, como nos indica la autora, muestra que la evolución es holista y que no se reduce a un asunto biológico. El desafío es pasar del ego a la trascendencia, de ahí que la dimensión de lo transpersonal no sea ficción, sino un conjunto de referentes reales que escapan del control racional o de la captación sensorial. Trascender las fronteras es propio de exploradores, de quienes no se contentan con su visión estática de la vida, sino que la confrontan para detonar lo mejor de sí mismos.
Ana María distingue entre estados alterados de conciencia y estados alternos de la misma, los cuales «surgen de manera espontánea desde lo profundo del universo que se encuentra en el interior de todo ser humano». No obstante, esos procesos no solo nos atraen luminosidad, sino sombras. Necesitamos reconocer las polaridades aparentes para luego entender la no-dualidad, que no consiste en que todo está interconectado, sino no separado: «lo inferior es la base y sustento de lo superior». Cabe entonces superar la dicotomía ficticia entre ciencia y espíritu, las cuales se nos presentan en este texto como «caras de una misma moneda». Nuestro reto es adquirir la moneda completa, no fracciones de ella, para pagar el costo del despertar.
La espiritualidad no admite monopolios, ni religiosos ni políticos, puesto que «el Espíritu no excluye a nadie». Es por eso que este libro nos exhorta a abrir nuestra visión y no reducir el conocimiento con perspectivas mecanicistas. Al mismo tiempo, se nos muestra que ninguna institución es propietaria de la espiritualidad y que la sabiduría espiritual no debe conducirnos a creernos superiores, sino a incluir, colaborar, comprender y empatizar con el otro. Ana María denuncia el hedonismo espiritual, incluyendo el ritualismo, el fanatismo y el dogmatismo, que son sus fieles vasallos. Quienes lean este libro encontrarán múltiples ocasiones para revisar aquello que los aleja de sí mismos, de la comunión con otros y del encuentro sensible con la naturaleza.