Libros - David Steindl-Rast
99 nombres de Dios
Meditaciones
Los 99 nombres de Dios realiza una indagación poética única sobre un tema espiritual que hasta ahora apenas había recibido atención en el ámbito cristiano. El texto se presenta acompañado de una serie de caligrafías artísticas que han sido creadas expresamente para este libro.
El encuentro con los nombres de Dios en el islam puede ser hoy de suma importancia. Ocuparse con estos nombres desde una actitud llena de veneración es expresión de una disposición al entendimiento. Y, ¿qué podría ser más necesario hoy que eso?
Para el hermano David Steindl-Rast, la riqueza de la existencia comienza cuando descubrimos que, a cada momento, la vida nos es regalada de nuevo en toda su diversidad. En este libro, este místico mundialmente reconocido se aproxima a los «99 bellos nombres», Asma’ul Husna, con los que la tradición islámica circunscribe la esencia de Dios. Tanto los nombres más familiares como los menos conocidos nos invitan a un fascinante viaje de descubrimiento: el que Libera, el que Guarda, el que Abre, el Sutil… En este texto, el autor elucida la significación que adquieren estos atributos divinos en nuestra vida diaria.
David Steindl-Rast
Nació en 1926 en Viena y cursó estudios en la Academia de Artes Figurativas y en la Universidad de Viena. Después de doctorarse en Psicología y Antropología, trasladó su residencia a Estados Unidos; ahí, desde 1953, pertenece al monasterio benedictino de Mont Saviour, en el estado de Nueva York. Fue cofundador del Centre for Spiritual Studies, de carácter interreligioso, y desde 1966 está comprometido en el diálogo interreligioso.
Detalles del libro:
- Título: 99 NOMBRES DE DIOS
- Subtítulo: Meditaciones
- Título Original: 99 Namen Gottes
- Autor: David Steindl-Rast
- Caligrafías de: Shams Anwari-Alhosseyni
- Traducción de: Alejandro del Río Herrmann
- Editorial: Herder
- Año de edición: Noviembre 2022
La palabra Dios...
... proviene del descubrimiento más cargado de consecuencias de la historia humana: es un artefacto prehistórico, aún hoy incandescente por el fuego en el que fue forjado en la fragua de la experiencia mística. Lo que ahí alumbró las mentes de nuestros antiquísimos antepasados, en el umbral de la humanización, fue la inteligencia de que estamos en una relación personal con el insondable misterio de la vida —del todo, de la realidad—, la evidencia de que podemos invocarlo porque él nos convoca. El significado del «vocar» caracteriza la raíz lingüística de la palabra Dios. No es un nombre, sino que señala nuestra relación con lo carente de nombre; no es la designación de un ser cualquiera, sino que señala el origen, el originario brotar de todos los entes del no-ser al ser. Es, así, una palabra cuya inmensa tarea estriba en señalar el misterio.
«Misterio», en este sentido absoluto, no es un concepto vago, sino que significa aquella realidad profundísima que jamás podremos captar pero sí comprender si nos dejamos capturar y cautivar por ella. Todos sabemos la diferencia entre captar y comprender gracias a nuestra experiencia de la música: no es posible captar conceptualmente su esencia, ni aprehenderla intelectualmente, pero, no obstante, podemos comprenderla en el instante mismo en el que la música nos cautiva. Ser cautivado permite una comprensión, una inmersión, que va mucho más allá de aquel captar que aborda las cosas desde fuera. La vivencia que así hacemos de la música es trasladable al misterio. Precisamente, cuando somos cautivados por la música, a menudo puede cautivarnos el Gran Misterio; pero también cuando tenemos cualquier otra experiencia cautivadora; pues el Gran Misterio es fondo y hondura primigenia de todo lo que experimentamos.
Cuando somos cautivados nos quedamos sin palabras. Bajo la alta bóveda del cielo estrellado, enmudecemos. La naturaleza libre, en toda su magnitud, se nos aparece como algo grandioso. Otra cosa es cuando la vemos a través de la ventana. Se nos aparece entonces familiar y abarcable. A través de los nombres de Dios contemplamos el misterio imponente como a través de ventanas; nos dejaría sin palabras si no. La capacidad de concepción humana determina la forma de estas ventanas y limita su tamaño. Ninguna de ellas puede mostrarlo todo, ninguna muestra exactamente la misma imagen. Ya solo por eso es algo incitante conocer los nombres de Dios de otras tradiciones religiosas. Hoy se añade aún otra razón de peso: con demasiada frecuencia se enfrenta una visión parcial a otra, un nombre al otro... hasta el mutuo derramamiento de sangre.
Para los cristianos podría ser de gran importancia el encuentro lleno de veneración con los nombres de Dios en el islam. Ya el solo hecho de ocuparse de ellos puede significar una disposición al entendimiento. ¿Y qué podría ser hoy más necesario que la disposición al entendimiento? La supervivencia de todos nosotros podría depender de ello.
Siento un inmenso agradecimiento por este libro, ahora que lo tengo en mis manos. Mi amigo Shams Anwari-Alhosseyni, con sus magistrales caligrafías, ha hecho de él un libro más valioso de lo que yo podía imaginar. Quien siga mis meditaciones con el corazón y con el intelecto ahora puede también contemplar con sus ojos el mensaje callado de los signos gráficos. Este volumen ha devenido así, en un doble sentido, un libro de meditación. La alegría de la contemplación contribuye en no escasa medida al diseño atractivo de este libro. (…)
Este libro de meditaciones está dedicado a aquellas personas, sean cuales fueren sus convicciones religiosas, que se atreven a penetrar, a través de las puertas de los distintos nombres de Dios, en el misterio único sin nombre que nos une.