Artículos - Éric Baret
Un diálogo con Éric Baret
Por Éric Baret¿Cómo eliminar la agitación?
En primer lugar dejando de querer no estar agitado.
La agitación no le agita. Ella es algo constatado. Lo que le agita es no querer estar agitado. Eso es lo que le desencadena la agitación. Esté disponible a la agitación. Se encuentra agitado porque tiene un proyecto, porque sabe mejor que Dios lo que debe ser. Si no, está tranquilo.
Dese cuenta de su pretensión, lúcidamente, sin querer terminar con ella. Viva en función de la realidad del instante, nada más. Cuando no pretendo estar tranquilo, cuando estoy disponible a la agitación, al deseo, al miedo, a la pretensión, estos estados ya no se adhieren. Dicho de otra forma: siente la agitación pero no está agitado.
Es como lo que sucede durante el trabajo corporal: puedo sentir la tensión en el cuerpo, pero no estoy tenso. Siento la tensión en mi rodilla; no estoy tenso, la tensión está en mi: Del mismo modo, usted va a sentir la agitación pero , profundamente, no se va a sentir agitado. Y porque no lo está, la agitación va a poder verdaderamente agitarse, desplegarse en usted.
Conozco la agitación, la tristeza, los celos, la amargura; pero no estoy triste, no estoy amargado. Estos estados me atraviesan: Toda tentativa para estar menos agitado va a atarle a la agitación. Va a hacer ejercicios, visitar gurús, estudiar tradiciones, seguir enseñanzas espirituales y va a estar más y más agitado.
La agitación es una percepción. La siente, se familiariza con la disponibilidad hacia ella. Verá que en un determinado momento va a sentir la agitación y a estar totalmente tranquilo. Entonces, la agitación se vacía. Le cae una piedra sobre el dedo gordo del pie, puede tener unos instantes intensos, pero no está agitado; por la noche, al acostarse el dedo evidentemente continuará dándole punzadas, pero todo eso aparecerá en su disponibilidad.
Por el hecho de que deja de intentar no estar agitado, poco a poco van a aparecer momentos en los cuales ya no lo estará, instantes sin objetos. No es una tranquilidad que depende de algo, sino sin causa.
¿Eric, podría hablarnos de la pasión?
Solo hay pasión por lo que está ahí. No podemos estar apasionados por una cosa antes que por otra. Estamos apasionados por lo que se presenta. La vida es apasionante salvo cuando tenemos una historia, porque entonces todo lo apasionante se sitúa allí, mañana. No. Lo que es interesante es lo que me sucede ahora.
El dolor que siento en este momento, esa es mi pasión. La noticia que conozco ahora, que resuena en mi, esa es mi pasión, nada más. Si el cuerpo está sobre una alfombra y hace yoga, esa es mi pasión... Pero mientras tengamos un proyecto, no podemos ser apasionados, vivimos en una historia.
En las pretendidas vías espirituales, hay una especie de ilusión de perfeccionamiento, la fantasía de purificarse, comprender, mejorar, cambiar, un tipo de moralización psicológica que procede de psiquismos desequilibrados. En la vida no hay nada que alcanzar, nada en lo que convertirse, nada que cambiar. Las dificultades que tenemos, las patologías que portamos, las incertidumbres, las dificultades que encontramos, eso es lo esencial. Eso es la belleza —lo profundo— y no liberarse de esas cosas para llegar a algo.
La belleza es ahora; no se sitúa en el mañana. Desde el momento en que creo que la belleza es para el mañana —si me hago así, si comprendo eso, si me vuelvo libre...—, me alejo de mi resonancia actual. ¿Entonces ahora no soy nada y mañana lo seré todo? No. Es ahora cuando soy todo, en mi resonancia. No tengo que ir a ningún lugar para ello, ni hacer, ni cambiar nada.
Eric, qué consejo podría darnos para ir hacia una mayor claridad? A veces tengo evidencias, pero a menudo, y con mucha frecuencia, me encuentro en una falta de claridad. ¿Existen actitudes que sean más propicias para alcanzar la claridad?
Hay que vivir esta falta de claridad humildemente, con lucidez, de manera práctica, sin la menor pretensión de que debería haber otra cosa que no fuera esto. Esta no-claridad es la claridad despertándose. Pero en cuanto quiero eliminar esta no-claridad para obtener la claridad, me escapo. Ahí está la verdadera no-claridad.
Siento en mi la no-claridad, la confusión. Soy exactamente tal como puedo ser, no puedo ser de otra manera. Doy las gracias a este sentir, porque sé que es la claridad que se busca en mi.
Escucho, me silencio; abandono la idea de que no debería estar confuso. Vivo con mi confusión, estoy presente. Entonces me doy cuenta de que no estoy confuso —siento la confusión—. No estoy agitado, siento la agitación. La agitación, la confusión, el miedo, la falta de claridad, están en mi. Todo esto aparece en mi claridad, en mi disponibilidad. Me fundo con ello. Estoy libre de todo dinamismo de querer cambiar algo.
Es la única puerta. No puede haber otra. Jamás es delante, nunca es hacer, siempre es volver aquí, presente, tranquilo. Siento la resonancia. Ya no me ocupo de la situación, de la ausencia de claridad, de la falta de esto, de aquello. Experimento lo que hay aquí y ahora. La verdad está en el instante. Resonancia, disponibilidad. Ahí una clarificación tiene lugar.
Si de nuevo —y sea cual sea la razón, porque, profundamente no hay ninguna— la no-claridad, la confusión regresan, tengo un respeto profundo por ello. Exactamente lo mismo que cuando quiero a un niño. Respeto que esté enfadado, triste, enfermo; solamente le quiero; lo que él es, lo que él siente, acontece únicamente en el instante y no se tiene en cuenta. No le pido nada. Cuando está enfadado, enfermo, eso es lo que quiero, es la belleza que se busca en él. Cuando estoy disponible al niño, lo estoy a sus emociones. Eso no impide ocuparse de él.
Es muy importante darse cuenta de que no estamos confusos —sentimos la confusión.
Alguien que está verdaderamente confuso, no sabe que lo está. Cree que tiene claridad. Cuando siento la confusión es porque vivo en la claridad. Por estar lúcido percibo en mí la confusión, debido a que estoy relajado percibo la tensión en mí.
Me doy cuenta de la confusión. Permanezco ahí. Lo que debe realizarse se realiza, no hay nada que hacer para ello. En el momento en el que quiero clarificarme, me encuentro en la confusión. Así pues vuelvo a la resonancia, al ahora, a lo que siento en el instante. Si es la tristeza, la tristeza es lo esencial. Si se trata de la agitación, ésta es lo esencial. Lo que percibo en el instante es lo último; el resto son historias.